Robin Williams, el actor cómico por excelencia, ha dejado un legado de películas que serán recordadas durante mucho tiempo. Sus papeles de corte más dramático en El club de los poetas muertos y en El indomable Will Hunting son, sin embargo, los que le dieron mayor reconocimiento

 Justo antes del día en que se conoció la muerte de Robin Williams (63 años) me acordé de él. Lo hice porque vi a su partenaire en la película Jaula de grillos en otro filme sin importancia y me acordé de la interpretación de Williams en esta cinta de humor. El actor sabía como nadie meterse en los papeles de comedia para los que había nacido, aunque las mejores alabanzas se las llevara por interpretar roles ‘serios’. Curioso lo que les pasa a los actores que saben hacer reír; saben hacer mejor llorar. Sus papeles a lo largo de sus muchos años dedicados al cine han sido de lo más variados. Williams ha aceptado vestirse de abuela entrañable que educa en nutrición de manera estricta (Madame Doubtfire), pero también se ha metido en el papel de un niño que se pierde durante décadas en la jungla y luego se reencuentra con el amor de su vida (Jumanji), por no hablar de un profesor chiflado (Flubber) o de un médico que con su amor a los pacientes que trata en el ala infantil de un hospital cura hasta el alma (Patch Adams). Eso es lo que ha pretendido al meterse en la piel de esos personajes, no obstante, no ha podido curar la suya tras varios coqueteos con la depresión y algunas adicciones parejas a ella. Al margen de esos roles cómicos ha puesto la voz a muchos personajes de la factoría Disney. Sin ir más lejos al alocado genio de Aladdín. Cierren los ojos. Aquí en España lo doblaba Josema Yuste, pero ahora pónganse en situación y trasládense a Estados Unidos. A más de uno seguro que no le cuesta nada de nada. Fue Williams el que le dio vida, cantó hasta no poder más e hizo los chascarrillos de este dibujo animado que incluso hacía sombra al mismísimo Aladdín (por cierto, que se inspiraron en el actor Tom Cruise para hacer este personaje). Sí, Williams además era conocedor de español y en sus visitas a España se ha manejado bastante bien en nuestra lengua, incluso a la hora de las bromas por lo que lo podía haber doblado sin problemas.

Pero los papeles serios del actor han dejado quizá más huella. Son muchos los que ha alternado con su vis cómica. Por ejemplo, de robot en El hombre bicentenario, donde una máquina lucha por ser humano con todas sus consecuencias, incluso la muerte. Luego está el filme Más allá de los sueños, en el que Williams encarna a un padre que pierde a sus hijos en un accidente de tráfico y luego a su esposa, que acaba suicidándose meses más tarde por no poder superar tan trágico suceso. El actor, como padre abnegado, emprende su búsqueda hasta en el mismísimo infierno, en un recorrido que hace en el filme y que representa una alegoría del infierno creado por Dante. Por encima de todo en esa película está el amor, aunque no se reconozca en ese camino a los seres que se ha querido hasta no poder más.

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Sin duda, las dos películas de su filmografía que causaron mayor impacto fueron El club de los poetas muertos (1989) y El indomable Will Hunting (1997). La primera de ella tiene el sello del director Peter Weir. Muchos docentes nos hemos sentidos identificados alguna vez con el profesor John Keating, experto en Literatura, que se propone cuestionar el sistema tradicional educativo impuesto en un centro privado de Nueva Inglaterra. Ni sus propios alumnos creían en él al principio, pero luego quedaron seducidos por sus innovadores métodos que se salían de la encorsetada manera de fijar las normas en este colegio. Hacer pensar por uno mismo; buscar nuevos caminos; ser uno el protagonista de su propio proceso de enseñanza-aprendizaje; involucrar al alumno en este proceso; que sienta la necesidad de conocer; de reflexionar; de ser crítico y hasta de crear conocimiento. Ideas que en muchas ocasiones en la práctica se quedan en el tintero o que luego, tras un toque de atención de H o de B se quedan en eso, en ilusiones que no se pueden llevar a cabo. Pensar hará libres (también se sufre más, es cierto); el conocimiento es poder y eso no interesa, claro, a quien ya está afincado en ese poder. Quizá por eso no se busca que los alumnos lean o se persigue que lean lecturas controladas. En ese sentido, adoro a los subversivos que cuando les pregunto la definición de ‘novela’, por ejemplo, sacan de su pupitre la nueva de ciencia ficción que se están leyendo (por cierto, que la anécdota es verídica del curso pasado, sin ir más lejos). Keating se juega el puesto, algo normal dadas las circunstancias, pero se convierte en el capitán de sus pupilos, un ejemplo a seguir tras incitarlos a vivir el presente (carpe diem) y sin corsé.

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Así, Williams se llevó un óscar por su papel de psicólogo-profesor en El indomable Will Hunting, un filme con guión de Matt Damon y Ben Affleck, quienes también están en el reparto, y de qué manera. Sean McGuire (interpretado por Williams) es el que indaga en ese adolescente de increíble intelecto pero que esconde detrás de sus capacidades un secreto demasiado horrible para cargarlo en solitario. Escenas demoledoras en esa cinta que habrá que volver a ver. Al margen de este galardón, cinco globos de oro avalan su carrera en papeles en filmes del género de comedia o musical como El rey pescador, Señora Doubtfire o Buenos días, Vietnam (1987), donde Williams arrasa con sus comentarios soeces y su particular forma de ver la vida en un ambiente más que hostil en la Saigón del año 1965. Atentos a la banda sonora. Escúchenla y recréense en los comentarios del locutor de radio que interpreta el actor y que le valió estar nominado a la estatuilla dorada. A mal tiempo, buena cara.

Ahora empezaran a lloverle los homenajes y a proliferar frases suyas ingeniosas y ‘con pellizquito’ en la red. Suele pasar cuando alguien deja huella entre quienes lo conocen y entre quienes trabajan. Hasta siempre, capitán.

Noemí González