El cine tiene gran importancia dentro del imaginario colectivo, contribuye a marcar determinadas pautas de comportamiento social y ayuda en la configuración de la aldea global[1]. Por lo que no es de extrañar que dentro del arte del celuloide hayan diferentes subcategorías y que todas ellas tengan su funcionalidad, su propio público y sus particulares intereses. El cine anarquista, también.

El cine anarquista es aquel que refleja la relación que hay entre las acciones independientes de los anarquistas y las películas que muestran su lucha, además de que instan a la resistencia en el trabajo, las insurrecciones antiestatistas, los ideales anarquistas, etc., pero en esta misma subcategoría, también, se incluye a aquellas películas cuyos directores y productores no pertenecían a dicha filosofía y movimiento. Este tipo de cine ha tenido dos fuentes muy importantes según algunos de los críticos y son la alianza que se dio entre Bakunin y Sergei Necaev en 1869 y la doctrina de Malatesta y Brousse sobre “la propaganda mediante la acción”. Necaev abogaba por una violencia revolucionaria casi apocalíptica más bien cercana al jacobinismo. Por otro lado, el caso de Malatesta fue mucho más hablado. Él creía en el poder de los actos revolucionarios bien organizados como fin para despertar a las masas a que luchasen en contra de la burguesía y para que tomasen las tierras y las fábricas, pues era su mano de obra que las mantenía y las hacía producir. Dejado esto claro, pasemos al meollo del asunto.

El anarquismo es un movimiento que no ha estado, ni está muy bien visto por la mayoría de gente, debido en gran parte a las élites y a los medios de comunicación que han inducido a la población a pensar en el anarquismo como un grupo de mediocres terroristas que se dedican a destrozar cosas para llamar la atención y que sueñan con algo tan descabellado como es la erradicación del Estado. Y al igual que los medios de comunicación masivos como la televisión y la prensa, el séptimo arte también ha tenido mucho que ver en esta visión general. El cine ha estado transmitiendo una imagen negativa sobre el anarquismo y sus protagonistas casi desde el comienzo de su existencia, y estas ideas fueron transmitidas tanto por directores novatos, casi sin ninguna experiencia ni fama, como por afamados directores de cine. Según Richard Porton, los esfuerzos por llevar al anarquismo a la gran pantalla, ha desembocado en una gran variedad de representaciones sin sentido, que acaban contradiciéndose entre ellas. En estas películas, el anarquismo es sinónimo de violencia y de lo irracional. “Las películas han evocado con frecuencia al terrorista anarquista barbado, por lo general de origen extranjero, como la quintaesencia del agente del caos.” (Porton, R. 2001: 26). Pero a pesar de todo, estos films creaban una especie de fascinación, debido en gran parte, a que solían transmitir situaciones políticas y sociales que representaban a la población. Podemos encontrar algunos ejemplos en películas como Terra em Transe (Glauber Rocha), en la cual se utiliza la palabra “anarquista” para referirse a unos adversarios neofascistas; en Reptance (Tengiz Abuladze), donde el anarquismo es representado como una mancha para la cultura soviética y un conjunto de ideas estéticas y políticas que el estalinismo tendría que eliminar.

En muchas películas, estas ideas sobre el anarquismo no formaban parte de la trama principal pero aún así aparecían como hechos secundarios o simplemente para describir mejor a algún personaje. Por ejemplo, en la conocida película de Orson Welles, Ciudadano Kane, Charles Foster Kane, el magnate periodístico, para referirse a un hombre sospechoso de asesinato, utiliza la palabra “anarquista”. ¿Un mensaje subliminal, quizá?

Llegó un punto en el cual el término “anarquista” se utilizaba como adjetivo para aquellas personas que, de forma subversiva, se rebelaba contra unas normas ya fuesen políticas, sociales y/o morales. Daba igual que no se estuviera a favor del anarquismo o si no se conociese, pues la sociedad había adoptado ese concepto para catalogar y desprestigiar. De esta forma, el propio movimiento se vio afectado al estar gran parte de la población condicionada negativamente hacia sus ideales y su lucha.

Esta es una de las formas en las que el cine influyó a crear un imaginario colectivo sobre la ideología anarquista. Las películas transmitían -y lo siguen haciendo- momentos, experiencias y pensamientos históricos y podemos ayudarnos de ellas a la hora de analizar determinados períodos y el clima político y social que se respiraba en una determinada época. Pero como veremos más adelante, no todo las películas han castigado el anarquismo, pues como siempre y como en todo, siempre hay un lado más amable.

 Amalia Cocco 

Bibliografía

Porton, Richard (2001). Cine y Anarquismo. La útopia anarquista en imágenes. Gedisa: Barcelona



[1]             “Aldea global es un término que busca describir las consecuencias socioculturales de la comunicación inmediata y mundial de todo tipo de información que posibilita y estimula los medios electrónicos de comunicación. Sugiere que , en especial, ver y oír permanentemente personas y hechos -como si se estuviera en el momento y lugar donde ocurren- revive las condiciones de vida de una pequeña aldea: percibimos como cotidianos hechos y personas que tal vez sean muy distantes en el espacio o incluso el tiempo, y olvidamos que esa información es parcial y fue elegida entre una infinidad de contenido. Fue acuñado por el sociólogo Marshall McLuhan. McLuhan se refiere a la Aldea global como un cambio producido principalmente por la radio, el cine y la televisión, medios de comunicación audiovisual que difunden imágenes y sonidos de cualquier lugar y momento y ocupaban un espacio cada vez más importante en el hogar y la vida cotidiana, con una expansión muy significativa en la década anterior1 También la difusión delteléfono, la fotografía, la reproducción y grabación de sonido, la prensa gráfica.” Wikipedia