Todos tenemos en la cabeza el estereotipo del alemán cabeza cuadrada, que zampa salchichas, bebe cerveza caliente, antisemita convencido en su fuero interno (no así de cara a la galería) y sobre todo, es un tipo frío, sin sentimientos y tremendamente racional. La clase de persona que duerme bien sabiendo que su bienestar depende del sufrimiento de millones de personas del sur de Europa.

Sin embargo nada hay más lejos de la realidad. En el alemán conviven, como opuestos, la racionalidad más absoluta con los sentimientos más fanáticos. No en vano es la cuna del nacionalismo y del romanticismo. Y no hay nada más irracional que estos dos conceptos.

El origen de todo ello está en la obra de Johann Gottlieb Fichte, filósofo alemán y abanderado del nacionalismo xenófobo, Discursos a la Nación Alemana, donde expone su concepto de que los alemanes eran un herrenvolk (pueblo de señores) destinado a dominar otros pueblos inferiores.

Esta idea, creada en plena época de las guerras napoleónicas, en las que los numerosos principados alemanes eran usados a su antojo por Napoleón, hizo fortuna a lo largo de todo el siglo XIX, culminando en la unificación alemana en torno a Prusia en 1871. Herder y el volkgeist[1] y la filosofía de Hegel acabaron de convencer al respetable. Un poco de Wagner y ya está.

Los mitos y leyendas germánicos cobraron nuevos bríos f rente a la cultura clásica (nunca abandonada del todo) como corpus ideológico del nuevo Estado. Como resultado, el cosmopolita alemán del XVIII se había convertido en un nacionalista furibundo hacia 1900.

En este imaginario colectivo, el pasado medieval gozó de gran predicamento, como corresponde a ideologías relacionadas con el romanticismo y el neorromanticismo. Asimismo el mundo de lo sobrenatural, el ocultismo y la parapsicología se pusieron de moda, en consonancia con ésto último.

El primer intento de convertir a los alemanes en el herrenvolk fracasó con la derrota en la Gran Guerra y el fin de la Weltpolitik[2] creada por Guillermo II.

Tras ello, la postración y la humillación ante los vencedores. La gran Alemania unificada se veía de nuevo mancillada en su orgullo. Precisamente ante Francia, que se cebó en el vencido.

Años más tarde, la crisis del 29 iba a catapultar a un triste pintor de acuarelas a ser el nuevo Sigfrido que devolviera a la raza teutona a su periodo de esplendor. Hitler recuperó los viejos discursos de Fichte, amalgamados con la propaganda moderna y teorías del idealismo histórico y geográfico (la historia cíclica de Spengler y las teorías del lebensraum o espacio vital de Haushofer y de la competencia vital de Ratzel) para hacer que el Fritz o el Karl de turno volviese a sentir el orgullo de ser alemán.

En este sistema, la recuperación de viejos símbolos y organizaciones tanto paganos como del medievo, jugó un papel primordial. El uso de runas, calaveras, águilas y la afición al esoterismo de los nazis es de sobra conocido por todo el que se haya acercado mínimamente al fenómeno.

Un buen ejemplo de ello fue el Dia del Arte Alemán (Tag der deutsche Kunst), celebrado entre 1937 y 1939 en Munich. En él se incluía un desfile de una suerte de pasos de Semana Santa adornados con alegorías del pasado pagano y medieval, junto a gentes ataviadas de época, incluyendo a caballeros medievales al más puro estilo de los “armaos” de la Macarena.

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Lo que ya no es tan conocido son los planes que, tras la futurible victoria, tenían para la reorganización de una Europa bajo la égida de la cruz gamada.

En estos planes, desarrollados en plena euforia del Eje, entre 1940-42, se contemplaba la creación de un nuevo país en Europa Occidental llamado románticamente “Burgundia”, o más correctamente SS-Ordensstaat Burgund (SS- Orden Estado Burgundia).

El proyecto fue impulsado por Heinrich Himmler, el jefe de la SS, el ejército del Partido, cuyo espíritu, lema y organización la asemejaban a las antiguas órdenes de caballería, como la de los Caballeros Teutones, en los que se inspiraban en parte.

LOS PRECURSORES: LA ORDEN TEUTÓNICA

Himmler, el sádico con cara de hastiado funcionario de ventanilla (vuelva usted mañana) era un fanático ocultista y estaba, como casi todos los nazis de primera época, entusiasmado con la Edad Media y las glorias alemanas de ese tiempo.

La SS iba a recoger en parte la herencia de la Orden Teutónica, una orden de caballería típicamente alemana que llegó a poseer un Estado propio durante los siglos XIII al XV.

Fue fundada por varios caballeros alemanes en 1190 durante la III Cruzada. Expulsados de Tierra Santa por los musulmanes, se instalarán en Transilvania, construyendo una red de fortalezas (entre ellas el Castillo de Bran, que sería residencia de Vlad el Empalador). Como su poder era grande, el rey de Hungría y príncipe de Transilvania, Andrés II, decidió expulsarlos de allí, por lo que se retiraron hacia sus bases alemanas.

El Gran Maestre de la época, Hermann von Salza iba a dar comienzo al periodo de esplendor de la Orden a través de las Cruzadas Prusianas. El objetivo era cristianizar a los prusianos, un pueblo alemán pagano que vivía en las costas del Báltico y cercano al río Elba.

La cristianización se llevó a cabo mediante violaciones, saqueos y hachas clavadas en el occipital, llegando al extremo de casi exterminar a los prusianos. El vacío poblacional se solucionó colonizando Prusia con alemanes cristianos, fundando para ello numerosas ciudades, entre ellas Köningsberg[3] y creando un Estado popio dirigido desde la sede del Gran Maestre, Marienburg.

También se las arreglaron para ocupar Livonia (hoy Letonia) aprovechando para “cristianizar” de nuevo a sus habitantes. Sólo fueron detenidos por los rusos del principado de Nóvgorod, a los que también querían llevar la paz del Evangelio. Derrotados por Alexander Nevski, se centraron en ocupar las costas del Báltico hasta Estonia.

Su poder creció mucho gracias a su dedicación al comercio, controlando la ruta comercial del Báltico y provocando el recelo tanto de la Hansa como del reino de Polonia-Lituania (Unión de Lublin) que argumentaba que los caballeros ocupaban tierras que les pertenecían (vemos pues que los conflictos polaco-alemanes vienen de antiguo).

Enfrentados con los paganos de Lituania desde hacía cerca de 200 años, la guerra prosiguió una vez éstos ya estaban evangelizados. En 1410, en la Batalla de Tannenberg, el ejército polaco-lituano derrotó a la Orden, que comenzó su declive político hasta que en plena Reforma, Alberto de Prusia su Gran Maestre, se hizo protestante y convirtió el Estado de la Orden en un ducado secular.

LA CREACIÓN DE BURGUNDIA

Himmler, apodado hasta su defección “el fiel entre los fieles” deseaba recrear la gloria de los caballeros alemanes, asociándolos a su SS (que tenía como rimbombante lema “Mi Honor se llama Fidelidad”).

Pero no nos engañemos. A Himmler no sólo le movían cuestiones sentimentales o espirituales, sino también materiales.

Nazi de primera época, propuso a Hitler la creación de Burgundia como pago a sus servicios prestados desde 1923. Iba a ser designado presidente del nuevo Estado y, aunque subordinado a Hitler y a la Gran Alemania, disfrutaría de un bien merecido premio.

Por testimonios y documentación conservada, Burgundia iba a formarse en una franja que ocupaba desde la costa belga hasta Provenza incluida (que hay que veranear también no sólo matar seres infrahumanos). Coincidía a grandes rasgos con la antigua Lotaringia del siglo IX, un reino efímero producto del Tratado de Verdún[4] (843) que fue absorbido por los más poderosos Francia y Alemania (en sus etapas formativas). Como capitales se establecieron Gante, Tischau y Riemen.

Himmler, perito agrónomo interesado por la Historia desde su niñez, escogió para su nuevo país el evocador nombre de Burgundia[5], en honor al ducado de Borgoña, un ente político especialmente brillante durante la Edad Media y los inicios del Renacimiento, que no llegó a transformarse en un Estado moderno independiente porque fue absorbido por la pérfida Francia en 1477.

En cuanto a la organización del Estado propiamente dicha, se especificaba que Burgundia tendría una estructura puramente nacionalsocialista o al menos todo lo nacionalsocialista que era Himmler, mucho más conservador (era católico practicante) que su antiguo y difunto rival Ernst Röhm, cabeza de la SA y figura del sector “revolucionario” del Partido.

Concebida como reserva espiritual y racial de los más puros arios, los miembros de la SS, iba a ser el laboratorio social en el que desarrollar la sociedad ideal nacionalsocialista.

Sin embargo, echando un vistazo al mapa, nos daremos cuenta que los territorios burgundios estaban en Europa Occidental, mientras que la política alemana de expansión era y es hoy día, hacia el Este, desde los tiempos de Otón I[6].

Quizá se escogiese el Oeste porque allí la población estaba menos “mezclada” racialmente hablando, ya que los Volkdeutsche (alemanes oriundos) de Europa Oriental se habían “degradado” con el tiempo al mezclarse con bálticos, magiares y eslavos.

Por contra, y haciendo una asimilación racial similar a la de algunos fichajes del Athletic de Bilbao, se decidió que los holandeses, belgas, luxemburgueses y franceses del Este eran racialmente “germánicos”, desarrollando secciones locales de la SS y estableciendo una igualdad de derechos y condiciones con los alemanes de pura cepa.

Así se tendría una sociedad perfecta con hombres y mujeres perfectos viviendo en un Estado perfecto que sería pasmo y gloria del mundo mundial.

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Este sueño de locos acabó cuando el no menos desequilibrado general Patton hizo su entrada Ardenas alante y se llevó por medio los sueños milenarios al pie del Yrminsul[7]. Himmler abandonó al tito Adolf e intentó huir disfrazado de soldado. Reconocido fue encarcelado y acabó suicidándose, antes de ser juzgado, en la prisión de Luneburg.

Distinta suerte corrió el que iba a ser designado canciller de Burgundia (presidente del gobierno), el belga León Degrelle.

El avión en el que iba huyendo se estrelló en la costa cantábrica y fue asilado en España. Aquí, bajo la identidad falsa de Juan Sanchís, un español oriundo de Argelia, iba a vivir una desahogada vida como promotor inmobiliario y mecenas del arte y la cultura. Cínicamente los gobiernos democráticos de España no lo entregaron a Bélgica y murió tranquilamente hacia 1994 en Málaga.

Con este epílogo se cerraba el proyecto de lo que hubiese sido para unos el Paraíso en la tierra y para otros una alucinante pesadilla vestida de negro bajo el signo de la doble runa.

Ricardo Rodríguez (@ricardofacts)

[1]Espíritu del pueblo. Según este filósofo, cada pueblo tenía uno en particular

[2]Política Mundial. Fue un conjunto de medidas ideadas por Guillermo II para convertir al II Reich en una potencia hegemónica

[3]Capital histórica de Prusia, hoy se llama Kaliningrado y pertenece a Rusia

[4]Tratado de reparto de la herencia de Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, hecho entre sus hijos Lotario, Carlos el Calvo y Luis el Germánico

[5]Los burgundios fueron un pueblo bárbaro germánico que acabó asentándose en la Burgundia histórica.

[6]El famoso Drang nach Osten o Impulso hacia el Este que preveía colonizar con campesinos alemanes grandes zonas del Este de Europa

[7]Árbol sagrado de los sajones paganos. Fue destruido por Carlomagno en el siglo IX, provocando una gran rebelión de los sajones.