No es nada fácil escribir un libro, aun cuando se ha puesto de moda hacerlo. Se tengan o no condiciones para ello, más complicado si cabe es conseguir que el libro sea bueno. Si además se logra su publicación, nos movemos en el terreno de la proeza. Y si se alcanza un puesto de finalista en el prestigioso Premio Planeta hay que hablar de hazaña. Alcanzar que la escritura o la literatura (que no son lo mismo) sean un modo de vida es sencillamente para quitarse el sombrero. A este perfil se ajusta Cristina López Barrio (Madrid, 1970). No cabe duda de la necesidad de hablar con ella de Niebla en Tánger pero su talento no se limita a los libros, sino a una biografía llena de cambios.

Llama especialmente la atención, al estudiar tu biografía, ese cambio radical que significa en tu vida el convertirte en escritora. Estudias Derecho en la Universidad Complutense de Madrid y te especializas nada más y nada menos que en Propiedad Intelectual en la Universidad Pontificia de Comillas. Y, de pronto, lo dejas todo para dedicarte a escribir.

Escribir fue el objetivo desde que era adolescente y perseveré en él aunque di una serie de rodeos para alcanzarlo. El motivo de estos rodeos es que había que ganarse la vida y mi padre me había dejado claro que vivir de la escritura era muy complicado. No le faltaba razón. El Derecho me pareció la mejor opción, ya que lo vivía de cerca en casa –mi padre y mi hermana mayor son abogados–, además tenía un concepto de la justicia bastante idealista. De hecho, mi cuento de la infancia favorito era Robin Hood, y en esa época de finales de los ochenta triunfaba en la televisión la serie La ley en los Ángeles. Pero esta decisión no supuso que dejara de escribir, al contrario.

Más tarde, estudié Propiedad Intelectual porque era la rama jurídica que más se acercaba a la creación y tenía la esperanza de poder trabajar en el mundo del libro aunque desde el lado jurídico. Todos los trabajos que tuve en despachos de abogados  los califiqué en convenientes o no según me dejaran algo de tiempo para escribir cada día. Nunca tuve ninguna ambición jurídica, el ejercicio de la profesión estaba condicionado a mi verdadera vocación. No sabía si iba a conseguir mi objetivo pero tenía claro que iba a apostarlo todo para conseguirlo.

¿Tiene este cambio vital algo que ver con una posible decepción con la profesión?

No, más bien con que de repente, tras muchos años de lucha y espera, todo ocurrió. Gané un concurso, me dijeron que sí a la publicación de la novela que estaba escribiendo, que tuvo éxito dentro y fuera de España. Me refiero a La casa de los amores imposibles. La abogacía es una profesión que acabé amando, con lo bueno y con lo malo, y que echo de menos de vez en cuando. La mente jurídica te acompaña hasta el fin de tus días.

Pregunta a la letrada que llevas dentro. ¿Es lo mismo justicia que ley?

No. ¿Qué es la Justicia con mayúsculas? Lo que hoy consideramos justo no lo era en el Código de Hammurabi, donde el ojo por ojo estaba a la orden del día. Según el Derecho Natural el hombre posee un innato sentido de la justicia y de la dignidad. Pero, ¿en qué principios nos basamos para determinar lo que es o no justo? ¿Aquello que sentimos en nuestro interior de forma instintiva, lo que la razón nos indica conforme a la cultura de la sociedad en la que hemos crecido? Hay leyes injustas, las ha habido y las habrá. Sus objetivos sirven a otros fines distintos a la Justicia.

Como especializada en Propiedad Intelectual ¿Cuál es tu opinión sobre los plagios? Parece no haber duda de que los hay pero, ¿cómo se pueden demostrar?

Te diré que no estoy a favor de los plagios, lógicamente, eso de robar el trabajo y la creatividad de otro no lo comparto en absoluto. Hay que distinguirlos de la llamada intertextualidad, que es una herramienta literaria muy útil. Y de la utilización de determinados elementos de los que ningún escritor puede apropiarse porque limitaría demasiado la creatividad. Por ejemplo, considerar plagio que se escriba sobre un hombre que es abandonado por su mujer y en la misma ciudad, por ejemplo. O escribir sobre una casa roja. El plagio es más profundo, entra en juego la idea de originalidad, determinante a la hora de que una obra sea merecedora de propiedad intelectual. Es bastante complejo determinar si existe plagio a no ser que sea casi una copia literal.

No quiero desaprovechar la oportunidad de preguntarte por los denominados “negros”. ¿Son un oficio frecuente? ¿Sabes si es rentable? ¿Conoces a alguno?

Es una consecuencia más de la sociedad actual y del momento laboral y económico que vivimos. Se suele aceptar ser negro por circunstancias económicas y lo que conozco no es muy rentable.

Si tuvieras que citar a tus influencias a la hora de escribir, ¿qué nos diría?

El descubrimiento de la literatura latinoamericana a los 17 años me marcó. La lectura de Cien años de soledad supone para mí el descubrimiento del realismo mágico, que se haya muy cerca de mi sensibilidad. Encontré una forma de expresarme. La impresión de belleza que me dejó esta obra ha marcado sobre todo mis primeras novelas y cuentos. Para mí es necesario que la prosa tenga música, que sea bella, aunque sea una belleza trágica, siniestra, al estilo de los románticos.

Dejamos a la especialista en Derecho para centrarnos en Cristina. ¿Cuáles fueron tus primeros pasos en el mundo que es la literatura?

De niña escribía poemas como si fueran un diario. Y leía cuentos de hadas de forma compulsiva. A partir de ahí, muchas cosas…

Probablemente el punto de partida está en 2009, cuando se publica El hombre que se mareaba con la rotación de la Tierra, un título más que sugerente. Una “ópera prima” que se hace con el II Premio Villa Pozuelo de Alarcón. Cristina López Barrio en ese momento…

Tuve una tremenda sensación de irrealidad… lágrimas cuando recibí la portada con el dibujo de uno de mis personajes que más me gusta: Azafraín Santos-Divinos.

En este relato, Émulo Monpassé alcanza el puerto de San Lugano para encontrarse con un joven con el pelo rojo. Flora, la protagonista de Niebla en Tánger, también luce ese tono capilar. ¿Existe una especial atracción de la autora por ese rasgo fisonómico?

Sin duda. Me hubiera encantado ser pelirroja. Ese pelo es pasión pura.

Al final, la amistad como meta es una carrera contra obstáculos.

La amistad también ha de superar determinados obstáculos, pasar una serie de pruebas que superará o no, como toda relación verdadera. La amistad perdura más que el amor. Es felicidad.

En 2010 ve la luz La casa de los amores imposibles, sin duda la obra que dirige las miradas de la crítica hacia un nuevo talento. El argumento, desde luego, no deja indiferente. Lo que en un principio es una novela romántica se convierte en una deliciosa oda al amor y al desamor. ¿Cómo se gestó esta complicada y a la vez sencilla trama y que poso dejó en la autora?

Esta es una novela catártica para mí, escrita con la estructura de la tragedia griega de la que soy fan. Una maldición de amores me sirvió para generar el sentimiento trágico de la fatalidad, el destino de las mujeres Laguna está escrito como el del rey de Tebas: Edipo. Cuando ellas intentan cambiarlo cometerán hybris, al igual que el rey, desencadenándose la tragedia, la muerte física o moral del personaje. Además, este destino trágico introducía en el texto un elemento fantástico y envolvía la historia en un halo de fábula. En realidad, es una novela que trata de la destrucción personal que supone odiar y dedicar tu vida a la venganza, más que del amor sentimental. Y una novela que indaga en ese microcosmos, en esa red que conforman las relaciones familiares.

¿Supone La casa de los amores imposibles un punto de inflexión más profundo que el que pueda imaginar con su lectura?

La Casa de los amores supuso un punto de inflexión en mi vida tanto personal como literaria.

¿Sabía Cristina cómo iba a terminar la novela cuando comenzó a escribirla?

Escribí varias versiones a lo largo de seis o siete años. Hacia la mitad de la escritura de la última versión. Recuerdo que fue en un arrebato, a lápiz en un papel que encontré en ese momento y lo escribí del tirón. Fue Olvido quien me lo dictó, o alguna musa.

El reloj del mundo es una concatenación de historias en un mismo libro. Estamos en el año 2102 y Cristina López Barrio ha sacado a la venta un libro al año. Este volumen es distinto, descrito en diferentes medios como un ejemplo de “realismo mágico”. Quisiéramos saber la definición de la autora y su empatía con los protagonistas de estas historias.

Con El Cielo en un Infierno cabe (2013) asistimos a un cambio de temática, esta vez histórica, pero sin dejar de lado la hechicería. ¿Qué determina este cambio?

Mi pasión por el Siglo de Oro, desde el punto de vista tanto literario como histórico. Soy fanática del teatro clásico y de los poemas de Quevedo. El Barroco español es una época fascinante con material inagotable para escribir. Estuve seis meses documentándome en la Biblioteca Nacional, y hubiera estado más, pero el tiempo apremiaba y había que comenzar a escribir.

En Tierras de Bruma (2015), Valentina y Bruna nos toman de la mano para recorrer los pasajes de una bella sucesión de impresiones colmadas de sentimiento, permitiéndonos soñar que los sueños se pueden convertir en realidad.

Caminar por la delgada línea fronteriza que separa la fantasía de la realidad. Utilizar la fantasía como alegoría para comprender y soportar a esta última. Lo irreal se abre camino para hacernos sentir determinadas emociones. Pasión, fatalismo, belleza y tragedia.

Con Niebla en Tánger, Cristina se hace un hueco entre los finalistas al prestigioso Premio Planeta 2017. Aunque ya lo contaste en Zenda, ¿puedes explicar cómo lo viviste? ¿Te quedó la cosa de no ganar?

No fue amargo quedar finalista. Fue una noche feliz, para celebrar. Este premio ha sido otro punto de inflexión en mi carrera.

Estamos ante una autora que lo ha dejado todo para dedicarse a escribir. Es conocida y se ha convertido en figura pública.

Soy conocida, pero no una figura pública. Creo que hay que jugársela y apostarlo todo por aquello que nos apasiona, por aquello en lo que creemos. Es clave la separación entre la obra y su autor.

Es inevitable acudir a presentaciones de libros y ferias. ¿Cómo lo lleva? Yo la tomo como la parte social de la escritura, es importante para acercarse al público.

¿Es Cristina López Barrio una escritora feminista?

Soy feminista, sin duda. Y creo que son feministas más de los que creen. Cualquier persona que esté de acuerdo en que los hombres y las mujeres tenemos los mismos derechos, es feminista. Después la utilización y desarrollo de esta idea es la que produce fricciones. Yo creo en la necesidad de una visualización de la mujer en el campo literario, en que aún nos queda mucho por conseguir. Para empezar que dejen de catalogar lo que escribimos por nuestro género. Si un hombre escribe una novela de amor es universal, si la escribe una mujer, a priori es una novela para mujeres.

¿Crees que existe “un mercado de feminismo” tanto literario como extraliterario?

¿Existe la literatura masculina? Si hay una mercado del feminismo que favorece a las mujeres, lo comparto. La discriminación positiva es necesaria para abrir camino.

El truco para escribir bien es…

¿Existe? No lo conozco. Quizá una combinación de talento, estudio, lecturas y mucho trabajo. Quizá en ocasiones no tenga que ver con la mayoría de esos factores que nos parecen, a priori, razonables. ¿Cuál es el principio objetivo que va a enjuiciar una obra literaria como buena o mala? Ríos de tinta de crítica y teoría literaria hay sobre este tema a lo largo de la historia de la literatura.

¿Es necesario tener un diccionario o un libro de gramática a la vera?

Para mí sí. Escribo con el Diccionario ideológico de Julio Casares, en papel. Me resulta muy útil cuando necesito buscar palabras del mismo campo semántico. Antes también tenía sobre la mesa el Diccionario de  la Real Academia de la Lengua, pero confieso que lo he sustituido por la versión digital. En cuanto a libros de gramática, tengo un par de manuales que suelo consultar cuando hago la revisión de estilo de la novela.

Para terminar, ¿puede hablarnos de proyectos futuros?

Estoy inmersa en la escritura de otra novela.