Escribir un libro a dos cabezas no es fácil. Dos plumas solo bailan juntas cuando se acompasan a buen ritmo. Con el izquierdo por delante, Javier Torres y Rosario Naranjo se han igualado para contar cuentos en Más cuentos y relatos inéditos de Semana Santa, la segunda parte de una obra cuidada y original. Ahora que las editoriales no producen libros cofrades al por mayor, dan un giro de turca a un subgénero editorial de una ciudad que, en sí misma, es un género literario. Y aunque digan que no hay nada nuevo bajo el sol, parece que ha anochecido antes. ¿O tenemos que resignarnos a que esté todo inventado?  

Os presentáis con Más cuentos y relatos inéditos de Semana Santa. Pero libros de Semana Santa hay muchos. De hecho, la novela histórica está muy trabajada, los libros de Historia también, los anecdotarios cofrades son casi infinitos…

Javier Torres: (Interrumpe) Hay mucho, pero no siempre bien escrito. Y te lo dice alguien que se ha leído todos los anecdotarios de Semana Santa habidos y por haber. Muchos pierden valor al abrir la primera página. Hay uno de anécdotas de costaleros que tiene muy buenas anécdotas pero su léxico es tan malo y su redacción tan deficiente que alguien habituado a leer pierde interés.

En la literatura cofrade hay muchos géneros y, en demasiadas ocasiones, poca literatura. Pero quizás habría que pensar que el público cofrade no es literario.

Javier Torres: Hay de todo. El público que consume libros de cofradías no destaca siempre por ser literario. Debido a ello, nuestro libro está hecho para los que no son cofrades (risas).

Rosario Naranjo: Al cofrade le gusta todo lo que hable de cofradías. Busca lo último, sin cuidar la calidad al escoger. Nosotros hemos tratado de darle valor literario al libro y abarcar más público. Los cuentos son de Semana Santa, pero no dejan de ser cuentos, aportan algo interesante, están documentados. Quien no entienda nada de cofradías ni tenga interés en hacerlo puede comprar este libro y disfrutarlo igualmente.

¿Y no puede ser la palabra Semana Santa un problema para que el libro sea leído? Porque la etiqueta “Semana Santa” también echa a mucha gente para atrás.

R. N.: En el fondo es un libro de Semana Santa, no se puede negar la evidencia. Es verdad que habrá personas que no se interesarán por él por ser anti-cofrades. Quien repele la Semana Santa va a huir de este libro. Pero la magia está precisamente en eso, en que va más allá.

J. T.: Eso nos lo tenemos que trabajar los autores, tenemos que demostrar que no es un libro más de Semana Santa.

Quizás a la hora de vender libros de cofradías también influya tener un buen marketing y unas redes clientelares amplias. ¿Se puede escribir en Sevilla sin tener estos requisitos?

R. N.: Nosotros lo estamos haciendo. Hay editoriales locales que apuestan por la gente de Sevilla. Eso facilita el proceso.

J. T.: Yo pienso que, aunque hay editoriales que apuestan por el autor poco conocido, la base de este último está en la autoedición y en la capacidad de este de vender libros. Yo tengo la experiencia de haber tenido contrato de autor y, aun así, me he tenido que mover por mi cuenta para vender mis libros. El mundo editorial es al fin y al cabo un negocio. Y probablemente se saque más dinero con la autoedición y moviéndote bien que de la mano de una editorial. Porque el dinero que se va en intermediarios hace que no sea rentable apostar por ello.

R. N.: Es obvio que tener un nombre ayuda. No es lo mismo ser Periquito Pérez que un autor consagrado. Pero aquí estamos.

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Esa es la cuestión. No importa tanto tener un buen libro como tener buenos canales de distribución y contactos.

J. T.: A mí me cuesta creer que haya algo más que motivos económicos en eso. Aunque yo rezo para que mi editor tenga buenos contactos (risas).

R. N.: También depende de las expectativas de cada uno, lo que piense vender, para qué escribe… No sacamos estos libros para hacernos autores de éxito sino por una necesidad de comunicar. Yo no sé vivir sin escribir, si luego eso tiene repercusión me lo llevo de regalo. El éxito no está en la repercusión que pueda tener lo que has escrito sino en que alguien lea lo que has escrito y diga “qué cuento tan bonito”. El triunfo de la escritura es despertar en los demás emociones.

J. T.: A mí además me da satisfacción ver que alguien se está leyendo un libro mío. El escribir libros te abre puertas. Este año pudimos retransmitir la Esperanza de Triana desde un balcón cercano a la capilla. Yo voy a tertulias, hago este año un pregón, conozco gente… No es solo cuestión de dinero, pues el trabajo es siempre mayor que los frutos.

Este libro, además de contar el trabajo de los autores, cuenta con el esfuerzo de gente que ha colaborado. ¿Cómo se coordina a tantas personas?

J. T.: La gente trabaja bien, hemos tenido suerte. No hemos tenido un fiasco a la hora de trabajar con más gente. Eso es un éxito.

Con todo lo que llevamos hablado, mi pregunta es simple: ¿Cuánto vale un libro?

J. T.: Un libro vale el precio que tiene en la calle siempre que el autor reciba la parte que se merece. Esa es mi opinión. Y si un autor ha trabajado el libro, más me reafirmo en mi postura. Yo sé lo que cuesta publicar un libro y muchas veces este no se vende más por el intermediario. Con un buen sistema de marketing el libro podría abaratarse porque venderías los libros suficientes para hacerlo rentable a menor precio. ¿Cómo sale a la venta un libro de pasta blanda a 20 euros mientras venden a diez euros ediciones de bolsillo con las mismas características? Como sigamos así, dentro de poco venderemos los libros auto-editados en un tenderete.

¿Está el lector o el simple comprador de libros dispuesto a pagar ese precio?

J. T.: Yo soy lector, comprador de libros y pago. Me jode pagar por un libro malo. ¿Te deben devolver el dinero del libro si viene con faltas de ortografía?

R. N.: Las editoriales, por ahorrar costes, sacrifican la calidad de las obras. Hay libros que rechinan al leerlos, que duelen a la vista. La editorial es la última responsable pero también es cierto que esta dejadez va en los tiempos que vivimos. Cada vez importa menos escribir bien. Se ven titulares de periódicos infames, con errores garrafales.

Si esto es a la hora de editar, a la hora de buscar autores, la idea de buscar autores de calidad queda totalmente aparcada por parte de las editoriales. Al menos eso debo entender de lo dicho.

R. N.: Las editoriales buscan un autor que sea potencialmente vendedor. Lo primero que interesa es el autor, antes que la obra.

J. T.: Sin embargo, ahora hay gente como María Dueñas que han vendido mucho con su primer libro.

R. N.: Lo que tú no sabes es de dónde vienen, cuáles son sus contactos…

J. T.: Ni quiero saberlo (risas). Tampoco es lo mismo que alguien que no ha hecho nada reciba un encargo o que alguien con una obra literaria reciba el espaldarazo. Yo creo que es diferente.

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¿Es considerado el mundo de los libros, y en este caso la ciudad de Sevilla, con quienes han hecho mucho pero todavía no han dado el salto a la “fama”?

R. N.: Personalmente me siento bien tratada por Sevilla y por el mundo de las letras. Mi primer premio literario fue por una novela corta en la Fundación Jiménez Becerril y yo era una autora desconocida. A nivel cultural he colaborado con revistas y asociaciones, me han invitado a sus actos. Es una carrera de fondo.

J. T.: Yo a veces voy por la calle y me paran a hablarme de mis libros. Eso es un orgullo. Y no estoy de moda. También creo que mucha gente de la que ha comprado mi libro sabía previamente quién era yo. Pero no siempre… La confianza en lo que uno ha hecho, la originalidad del trabajo, etc. son otros elementos que siempre ayudan.

Sobre la originalidad, ¿a los libros en general y a Sevilla en particular le cabe todo?

R. N.: Yo creo que no. El sevillano es muy serio para sus cosas.

J. T.: Yo pienso que tampoco, yo tuve que reformar dos cuentos, ella (refiriéndose a Rosario) de hecho me lo aconsejó. Soy más agresivo de lo que plasmo sobre el papel, porque me pienso mucho las cosas. En este libro Chari me ha equilibrado a la hora de escribir.

R. N.: No se trata de ir ofendiendo a nadie sino de que la gente se sienta identificada con lo que escribes.

¿Hay entonces una auto-censura?

J. T.: Sí.

R. N.: En mi caso no hay auto-censura, hay auto-exigencia.

J. T.: Tienes que pensar en el lector, no hay dudas sobre ello. Porque indirectamente sabes que, más allá del morbo, si publicas ciertas cosas no vas a vender.

R. N.: Esa línea se puede llamar también respeto.

J. T.: ¿Cuánta gente compraría un libro irrespetuoso? Poca gente, y podemos concretar en Sevilla, leería algo considerado irreverente por la mayoría de la población. Hay libros que, por irreverentes, han vendido poco.

R. N.: Tienes que saber para quién escribes, si quieres hacerlo para un público determinado o para la mayoría.

Acabamos desembocando ante la eterna pregunta de si un libro es para ser vendido o para ser leído.

R. N.: Las dos cosas.

J. T.: Yo tengo la esperanza de que nuestro libro, en este caso, llegue más allá del público que solamente consume. Llegar a quienes verdaderamente saben leer es algo muy gratificante.

 

Francisco Huesa (@currohuesa)