Para ganar un Tour de Francia no sólo hay que ser el más fuerte y creérselo, sino que debes tener un ángel contigo que te lleve sano y resguardado durante todo el recorrido. Ese elemento azaroso de la guarda, llamémosle factor suerte a partir de ahora, se viste de compañero durante el 99% de las ocasiones en las que debes recurrir a él pero ese 1%, que no puedes controlar, es la diferencia entre convertirte en portada o en pie de página.

Vincenzo Níbali (Mesina, Italia 1984) ha alcanzado la gloria, a los todavía 29 años, gracias por ser el más fuerte, con muchísima diferencia, durante las tres semanas de esta edición. Su victoria ha sido incontestable e incuestionable. Todos sus rivales, varios peldaños por debajo, se han visto impotentes para combatir al patrón de la carrera casi desde su comienzo.

Pero aún teniendo en cuenta la aplastante superioridad que ha desplegado el ciclista italiano, entre los aficionados al mundo de la bicicleta, que al fin y al cabo son los que recuerdan estas cosas, su victoria ha sido facilitada por las caídas, y sus respectivos abandonos, de los dos grandes nombres del ciclismo mundial, Chris Froome y Alberto Contador.

Le Tour de France 2014 - Stage Two

Fuente: The Daily Mirror

Cierto es que Froome (Nairobi, Kenia 1985) no estaba fino. Ya se pudo ver en la Dauphiné, carrera de una semana de duración previa al Tour, en la cual Contador (Pinto, Madrid 1982) puso contra las cuerdas al corredor de pasaporte británico en un par de ocasiones. En la penúltima etapa, el corredor español le sacó cerca de 20 segundos en el último kilómetro y medio. Y en la última, después de una jornada loca y apasionante, Contador dejó clavado al británico en el col de Montagny a 23 kms de meta, perdiendo éste casi 4 minutos.

Nibali estuvo en la Dauphiné pero no entró en la disputa terminando en la general a casi 2 minutos de un Contador que terminó segundo detrás del americano Talansky.

Con estos antecedentes llegaba a Leeds, Inglaterra, el pelotón para tomar parte en la edición de 2014, ansiosos por descubrir si se repetiría el desfallecimiento de Froome y los ataques de calidad de Contador o aparecería un tercer corredor que buscara romper con el favoritismo de éstos. Y no se tuvo que esperar demasiado para resolver esas dudas.

En la segunda etapa en tierras británicas, con llegada en Sheffield, un puerto a 5 kms de meta rompió el pelotón seleccionando la carrera. Un último repecho hizo que tanto Contador como Froome intentarán la victoria con sendos ataques sin éxito pero el que se llevó el gato al agua fue Nibali, lanzando un poderoso ataque que nadie decidió seguir, convirtiéndose en una gran metáfora de lo que terminaría siendo toda la carrera.

Después se cruzó el charco, previo paso por Londres, y llegaron los 9 tramos de pavés en la quinta etapa. Froome ya probó el sabor del asfalto en la etapa anterior, repitiendo por partida doble en la quinta, hecho que le hizo abandonar yéndose a casa dos fracturas en ambas manos. La jornada fue fea, meteorológicamente hablando, y le costó a Contador una factura de 2 minutos y medio, largos, de desventaja con Nibali, mucho más atento a los cortes y, sobre todo, con menos miedo a la siempre difícil superficie adoquinada.

Tour-de-France

La ausencia del ganador de 2013, pese a la pérdida de tiempo, hizo que el español fuera encumbrado a los altares antes de tiempo. Por fin se iba a recuperar el crédito perdido por el chuletón y el Crembuterol. Los astros se alineaban a su favor después de tanto tiempo y sólo se pensaba en el cómo y en el cuándo recuperaría el mallot amarillo para portarlo hasta Paris. Lamentablemente el destino mostró una vez más que este año tampoco sería el suyo y sólo tuvo que esperar 5 etapas para demostrárselo con una infame caída, en una zona recta, en un descenso fácil. Un bache como otro cualquiera en una vieja carretera francesa. Uno de esos baches de los que alguna madre le diría a su prole que tuviera cuidado no fuera a caerse por su culpa.

Para recrearse más, el destino espero a esa dichosa décima etapa. Esa décima etapa era esperada por público, periodistas y el propio ciclista español. Teóricamente, era el día señalado para que el ciclista del equipo Tinkoff recortara tiempo con el italiano.

En su lugar lo que se pudo observar fue la segunda victoria de Nibali, incontestable. La primera de las demostraciones de fuerza que ha venido haciendo hasta el final de la ronda gala.

Porque este ciclista no es de los que guarda si tiene fuerzas, no. Ése no es el estilo que lo ha llevado a coronarse con las tres grandes (sólo él y el propio Contador saben lo que es ganar en Madrid, Milán y Paris de los ciclistas en activo).

A la primera exhibición le siguieron dos más. Un león no comparte comida con las hienas, debió pensar. Las etapas de montaña se han visto como monólogos predecibles en los que él era el único protagonista. Podía permitirse el lujo de decidir cuándo terminar la lucha. Sólo los imberbes franceses de Pinot y Bardet han traído emoción a la carrea en su lucha por alcanzar el podio frente al también francés Peraud y al español Valverde. Un Valverde que puso todo lo que le queda en el asador, pero que , una vez más, no ha podido dar ese paso adelante hacía la gloire.

Desde la caída de Contador hubo dos carreras, la de Nibali y la de los demás, meros espectadores impotentes respecto al italiano. Porque Nibali se creó su propio desafío. Se obsesionó con demostrar en todas las etapas en las que la carretera tiraba para arriba, una y otra vez, su superioridad, su legitimidad como ganador de la más grande.

Vincenzo Nibali

Quiso añadir su nombre al libro dorado de ganadores a golpe de riñón, para que nadie de los que han subido a ese mismo pódium antes que él, pudiera mirarlo por encima del hombro. Y esa lucha, autoimpuesta, le ha llevado a sacar casi 8 minutos al segundo Peraud, y 8 y medio al tercero, Pinot.

El de Mesina ha ganado su primer Tour sin una brecha en su casco, sin dar sensación de debilidad, acompañado de principio a fin de esa suerte necesaria para alcanzar la victoria. Pero, aun con sus continuas exhibiciones, ha sido incapaz de ahogar la pregunta. ¿Qué hubiera pasado con Contador y Froome?

Su esperanza es convertirse en el tercero en discordia. En ser el tercer nombre a relacionar con las figuras del ciclismo actual. A buscar que sea recordado como el que devolvió el orgullo italiano al ciclismo, huérfano tras la caída en desgracia del pirata Pantani, que ha estado dando tumbos conformándose con nombres de segunda fila.

Cuando Novak Djokovic apareció en el panorama tenístico, ganando finales, el mundo y los Grand Slams se debatían ante las raquetas tiranas de Roger Federer y Rafael Nadal. Tuvo que superar un proceso por el cual pasó de ser considerado un buen tenista, ganador de torneos de primera fila, a convertirse en favorito absoluto halla donde iba y figura incuestionable del tenis mundial. Y, sobre todo, emergió como un ariete que reventó el estatus quo de aquel momento imponiéndose como una alternativa y reinventando un nuevo orden mundial.

Ahora Italia tiene su campeón y el ciclismo tiene su Djokovic. Acaba de terminar la mejor carrera del mundo y, pese a que aún queda la pedrea de la Vuelta para los muchos desafortunados en tierras francesas, no se puede dejar de pensar en qué veremos en el Tour de 2015 y si Vincenzo Nibali, ganador de 21014, resolverá la pregunta que a modo de cliffhanger ha quedado en herencia de la edición de este año.

Carlos Sabaca (@casabaca)