Parece que vamos a poder leer buenas novelas este invierno. Sólo hay que echar un vistazo a los escaparates de las librerías, exhaustos de novedades y reediciones de clásicos, llevadas a cabo con excelente gusto.

Aquellos que me conocéis ya adivinaréis que un guiño, al menos, le debo de hacer a Alicia Giménez Barlett, flamante premio Planeta de Novela 2015, pues un servidor tuvo el placer de firmarle un ejemplar de su opera prima A la sombra de Morgagni (Jirones de Azul, 2010), todo un orgullo para quien aspira a convertirse en la sombra de aquella que le guía por los caminos negros de la literatura.

Es imposible hablar de la novelista catalana sin nombrar a la pareja Petra Delicado-Fermín Garzón, inspectora y subinspector unidos por el trabajo y por el modo tan peculiar que ambos tienen de ver el mundo que les rodea. Se trata de dos antihéroes que han fracasado en el terreno sentimental y que vuelcan en su labor detectivesca tanto su disfrazada frustración como sus sencillas esperanzas. Reconozco que me cuesta desprenderme de la imagen de la pareja de actores que dio vida televisiva a los personajes. Ana Belén y Santiago Segura se convirtieron en el alter ego de Delicado y Garzón en la pequeña pantalla. Con ellos iremos recorriendo los misterios y avatares que se les presentan a lo largo de diez novelas entre las que es difícil aconsejar un título concreto. Este mes he vuelto a leer Muertos de papel, oportunidad  que aprovechan estos cercanos policías para hacer una breve, aunque jugosa, incursión en el mundo de la prensa rosa. Coronas, comisario y jefe inmediato, confía en Petra aun cuando ella se empeñe en restarse los méritos que va ganando conforme pone a trabajar su materia gris. Garzón, su Sancho Panza particular, contrarrestará los enojos de su compañera con la ironía de la que ambos se encuentran bien servidos y no dudan en destilar cada vez que se tercia. Inspectora y subinspector forman una pareja estrafalaria y compensada, hasta redonda podríamos decir, que se maneja a las mil maravillas en el mundo real, muchas veces representado por esa ciudad, Barcelona, tan acostumbrada a prestar su cara a las novelas de misterio de factura nacional.

Volveremos a recordar a Barlett, todo dependerá del tiempo que tarde en dar respuesta a las preguntas que le hemos planteado. Mientras tanto, recomiendo fervientemente la nueva novela de quien se ha convertido, fallecido Mankell, en mi autor favorito. Bernard Minier es a la novela negra lo que la aceituna es al Martini, el complemento ideal, la guinda que colma la perfección. El autor francés nos sorprendió con Bajo el hielo, imprescindible, y logró cautivarnos de nuevo con su segundo trabajo ambientado en los Pirineos, El Círculo. Ahora vuelve con No apagues la luz, novela encuadrada en la serie Black Salamandra, que bien podría titularse No dejes de leer. Es increíble cómo el autor nos lleva a su terreno y doblega nuestra voluntad. Noto en la trama elementos utilizados por John Verdon en sus últimas novelas, ingenio regado con la frescura y la tensión del relato bien construido que alcanza la línea final sin haberse despeinado.

Martin Servaz, el protagonista de las tres entregas, es un policía humano, cercano, acosado por los mismos problemas que podemos identificar en la cotidianeidad, y sufre, sufre mucho… En esta ocasión deberá dejar de lado su baja temporal de fuerte componente psicológico y remangarse para penetrar en el barro de una investigación que se convertirá en una obsesión personal. Sin duda, uno de los mejores libros que he leído este año.

Del éxito al fracaso, no de ventas pero sí de expectativas, las mías. Reconozco que Gillian Flynn me ganó para su causa con ese título, Pérdida, destinado a convertirse, como lo hizo, en todo un éxito cinematográfico. Por ello precisamente no dudé en adquirir y además leerme Heridas Abiertas, un libro en cuya portada rezan las siguientes frases: ”Un thriller psicológico de lectura compulsiva”, “Los personajes son refrescantemente realistas, cargados de problemas psicológicos que enriquecen la historia. El final, que estaba seguro de poder adivinar, es impredecible” y “Te atrapa desde la primera página”. Bien, estaréis conmigo en que ante tales elogios es imposible resistirse. Pues yo no lo hice y… me equivoqué de pleno. Me ha parecido una novela vulgar tirando a mala sin gancho y, si el autor y crítico eventual no hubo adivinado el final, quizás es que no tuviera su día. Claro que puede que el problema lo tenga yo al no saber apreciar este bodrio. Mea culpa.

Por último, quisiera recomendar un libro del que no tenía referencias, fallo mío, y que me ha sorprendido muy gratamente. Se trata de Marea Viva, una  novela sueca al uso que va creciendo hasta envolvernos en su red. Inteligente y muy bien llevada hasta su final, me parece un título digno de mención y merecedor de mis elogios. La protagonista se ve enredada en una historia de la que saldrá con mucho, mucho esfuerzo… o quizás no saldrá… Prefiero dejar que sea el lector el que responda las múltiples preguntas que se irán planteando a lo largo de un argumento sólido y consistente.

Hemos terminado pero se me apetece hacer un contrapunto. La novela que paso a recomendar no podemos incluirla en el Género Negro de modo impune pero es una novela original, muy original, ambientada en los bajos y sórdidos fondos de una Sevilla de principios de los ochenta, una ciudad que brilla al mismo tiempo que genera sombras en los callejones  en los que la droga comienza a causar estragos. Seguro que directores de cine como Alberto Rodríguez encontrarían en Canijo, de Fernando Mansilla, editorial Rancho, un extraordinario guion con el que volver a embolsarse varios Goyas. Canijo es un libro sencillo, directo y muy entretenido, muy del sur, muy de Sevilla y muy de los bajos fondos de la ciudad del sol.

Leamos, y quizás encontremos la banda sonora, aun silenciosa, de nuestra existencia.

Javier Torres