‘Amicos’ appellare debemus non leui notitia coniunctos, sed quibus fuerint in iura cum patre familias honestis familiaritatis quaesita rationibus. [«Debemos llamar «amigos» a los unidos no por ligero conocimiento, sino a los que tuvieron con el padre de familia derechos, adquiridos por razones de honesta familiaridad.»] (Dig. 50.16.223.1.)

Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y una empresa de gestión de ferrocarriles, una televisión, varios medios de comunicación, y… así. En anteriores entregas hemos visto primero cómo en España se entendía la economía de prestigio desde un punto de vista de crecimiento personal. Cómo se acababan confundiendo prestigio y fama. También hemos visto a los amicus, esos amigos que estaban a tu mismo nivel y de los que tirabas para invertir en gigantescas obras públicas hechas, como esas nefastas gestiones del fútbol, en pos de una imagen pública que permitiera obtener réditos en otros ámbitos o escalafones políticos. Hoy toca hablar, finalmente, de los clientes. El “amigo pobre”.

 Nos dice Petronio en el Satiricón que “si alguien aspira a un arte sobrio y se interesa por grandes temas, empiece por adaptar su vida a la estricta norma de la austeridad. No le importe el palacio insolente con su altiva mirada, ni vaya tras los déspotas como cliente a la caza de una cena”[1]. El cliente, como bien recalca Verboven[2], está por debajo del amigo. Éste se sitúa al mismo nivel, el cliente es alguien que persigue a un patrono para obtener algún tipo de beneficio. Ambos se retroalimentan, pero el cliente siempre ha de ser consciente de la fragilidad de su posición.

Como afirmaba Wolf, «las relaciones múltiples, diádicas [de dos seres o estrecha y especialmente vinculados entre sí] y horizontales [entre gente del mismo nivel] pueden ejemplarizarse mediante los lazos de amistad o vecindad que se establecen entre diversas haciendas y que dan lugar a diversos intercambios de favores o a la ayuda mutua en la producción (…) Usualmente, la gente que entra en estos tipos de parentesco son amigos ;y el ceremonial garantiza el intercambio de bienes y servicios entre ellos. (…)”

 «La forma más característica del tipo es la coalición entre patrón y cliente. Esta relación supone personas superiores en política, posición social o económica, que mantienen contacto con quienes les son inferiores en cualquiera de estos aspectos. El nexo es asimétrico; ha sido descrito como «amistad mal equilibrada». A la vez, es un entrelazamiento múltiple. Las dos partes que entran en relación pueden tenerse mutua confianza, y, en la ausencia de sanciones formales, una relación de confianza implica una comprensión, por cada parte, de los motivos y conducta que no puede observar en un momento dado, pero debe desarrollarse con el tiempo y ser atestiguada por muchos contextos. (…) En una relación como ésta, el patrón ofrece ayuda económica y protección contra exacciones legales e ilegales de la autoridad. A su vez, el cliente paga con un interés intangible. Puede apoyar a su patrón con su voto, aspecto subrayado por las múltiples variantes del llamado «caciquismo». Puede tener a su patrón informado de las maquinaciones que otros tramen. Puede loar a su patrón, ayudando así a elevar su situación en la comunidad. «Actuando de este modo -dice Michael Kenny-, estimula constantemente los lazos de la lealtad, crea una buena voluntad, aumenta el nombre y la fama de su patrón y le asegura una suerte de inmortalidad». Pero también es parte del contrato que sólo mantenga contacto con el patrón que le otorga bienes y crédito. No sólo debe ofrecerle meras protestas de adhesión. Ha de probar con hechos su adhesión. En tiempos de crisis política debe unirse a su patrón, con quien está ligado por un contrato no formalizado; pero de quien recibe favores. Al mismo tiempo, las crisis son como un desafío para establecer contratos, por ser una prueba para las almas de los hombres y de sus recursos. Un patrón que tiene menos que ofrecer puede ser abandonado por otro que pague mejor; un patrón cuya estrella descienda hacia el ocaso puede perder sus clientes, que irán a aquel cuya estrella asciende. De este modo, los patrones entran en mutua competencia, buscando apoyo por medio de garantías de favores en muchas coaliciones diádicas”.[3]

El Cuarto Poder español siempre ha sido muy proclive a entender que su modelo económico se basaba en la sostenibilidad del poder. Algunos, incluso, han llegado a proceder de él. Es lo que vio Juan Luis Cebrían (PRISA, El País) en un casa donde su padre era alto cargo de prensa con la Dictadura, director del Arriba, y que le permitió llegar a Jefe de los Servicios Informativos de TVE en 1974, nombrado a dedo por el mismísimo Arias Navarro. Dos años después fundaba el “muy progresista” diario El País.

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Cebrián. Fuente: Jot Down

No es de extrañar, por tanto, que, acostumbrado a un poder ejecutivo y un «cuarto poder» estrechamente vinculados, Cebrián haya actuado con frecuencia como un cliente del poder establecido. Sucede, sin embargo, que uno tiende a olvidar el lugar en el que está. Es lo que tiene deber favores. En mayo de 1981, el todavía candidato Felipe González ve cómo su coche es interceptado por la Guardia Civil. Calvo Sotelo, ya como presidente, le pedía a González que mediara con Cebrián para que no publicara una información relacionada con el asalto al Banco Central de Barcelona. Era la ratificación de una hermosa amistad.

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Esta amistad, no obstante, nunca fue clientelar. González alcanzó la presidencia del Gobierno y mientras tanto (1982-1996) Cebrián se convertía en cabeza visible del Grupo PRISA y el Club Bildelberg. No eran clientes, eran amigos. Eso iba a traer de cabeza a Cebrián cuando en 1996 tuvo que conformarse con ser cliente de Aznar. En cuanto ganó el nuevo líder del PP no dudó en mover hilos para que los derechos del fútbol televisado no cayeran solamente en el Grupo PRISA y fueran también a parar al Grupo Zeta (A3, ahora con el señor Lara que también es cliente del PP).

Cebrián no ha vuelto a ser el que era. A pesar de sus influencias y presencias bildelbergianas, Rodríguez Zapatero usó la misma estrategia que su predecesor para asegurarse el clientelismo de otro grupo, Mediapro, y debilitar así la influencia de PRISA. A Cebrián esto le costó caro. Los tentáculos zapateristas se extendieron allende los mares para evitar que PRISA se hiciera con los derechos de varios holdings mediáticos iberoamericanos que podrían haber paliado la enorme deuda del grupo (3500 millones de euros y creciendo). La estrategia de Zapatero no pudo ser mejor: perdonó a PRISA parte de su deuda y lo convirtió definitivamente en un cliente agradecido. Por cierto, ahí empezaron los recelos entre el presidente y Felipe González.

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Como quien tiene un deudor, tiene un tesoro, la refinanciación de PRISA y El País tenía sus condicionantes. El cliente Cebrián tenía que acogerse a lo que dictaran Botín, Alierta y Fainé. El Consejo Empresarial para la Competitividad, presidido por Alierta, se ha configurado como un think tank en el cual De Guindos, y con él Rajoy lógicamente, se permite el lujo de recordar a Cebrián que el feudo mediático recibido se debe a un señor. En estos primeros meses de 2014, Telefónica, Santander y La Caixa van a entrar a formar parte del accionariado de PRISA con el aval del Gobierno. Por ello, en cuanto se lo han sugerido, los medios cebrianistas no han dudado en frenarse un poco en el caso Bárcenas.

Quizá el cliente cuya caída haya sido más sonada es sin duda la de Pedro J. Ramírez. Al igual que Cebrián, llegó a situarse entre los amigos más sonados del Presidente al que contribuyó a colocar: José María Aznar[4]. No tuvo reparos en erigirse como auténtico espadachín en la lucha contra Felipe González desvelando tramas de corrupción y casos como el GAL a pesar de haberlo apoyado él mismo, incluso reclamando la intervención del ejército[5]. Ya fue víctima del PSOE en su momento y por ello fue destituido del Grupo 16, aunque en su largo adiós que nunca parecía acabarse se encargó de dejar tierra quemada para neutralizar al diario con vistas al que él mismo iba a fundar, El Mundo.

Puede que Pedro J. haya sido un buen periodista, e incluso director, pero como cliente y empresario ha sido, como Cebrián, un verdadero desastre. El motivo es muy sencillo: cuando te mueves en el ámbito de la economía de prestigio, no puedes confundir amistad con clientela, porque la deuda de gratitud es algo terriblemente cambiante. Pedro J. creía haber entregado a un amigo, Aznar, un gobierno, y pretendió siempre que esa amistad se guardara al mismo nivel con el resto de amigos y clientes de Aznar[6]. Godelier explicar cómo el don, en una sociedad de castas, posee signos y significantes diferentes según se ejerza a un nivel de misma clase o diferente. Es fundamental en sociedades donde priman los vínculos personales.  “Las cosas no se desplazan por sí mismas. Lo que las pone en movimiento y las hace circular en un sentido y en otro, y aún en otro más, etc., es en cada ocasión la voluntad de los individuos y de los grupos de establecer entre sí vínculos personales de solidaridad y/o dependencia”[7].

El Mundo era interesante para el accionariado porque Pedro J. había vendido bien esos vínculos personales. Incluso Mario Conde compró acciones (4,5%) en el momento en el cual el diario revelaba los entresijos de Filesa, GAL, Cesid o Ibercorp. El gran negocio para Pedro J. iba  a venir cuando el Grupo Recoletos compre alrededor del 30% del paquete accionarial pensando que su cabeza nunca iba a depender de unos números. El Mundo se convertía en 1998 en “el negocio de cuatro espabilados”.[8]

 Es evidente que en todo esto quien menos va a perder, económicamente, es el fundador del diario. Su clientela se agotó en el mismo momento en el que intentó presionar al Gobierno, como hiciera el Grupo Planeta-A3Media. Pensaba Pedro J. que Rajoy era cliente de Aznar y que él, como amigo de éste, podría tenerlo también en sus manos. El problema es que el expresidente tiene otros de quienes ha sido primero amigo y luego cliente, como Blesa (Caja Madrid-Bankia), y ahora está en franco retroceso. Lo de franco, disculpen, no es un chiste fácil.

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 En la caída de Pedro J. está el ascenso de un nuevo y poderoso cliente que aspira a convertir en cliente al mismísimo gobierno. Se trata de José Manuel Lara, aka “el chaqueta”, cuyo grupo posee un espectro que va desde La Razón al Avui o La Sexta. Su grupo mediático lo mismo bombardea a los televidentes con información sobre Bárcenas que anuncia a bombo y platillo que hemos salido de la crisis. De hecho, para los informativos de A3 llevamos fuera de la crisis desde el verano. En cambio, para los de La Sexta o El Intermedio, el país se cae a pedazos. Es un truco, no lo duden.

El Gobierno ha ofrecido un caramelo jugoso a su cliente: la concesión de los trenes AVE a Veloi Rail del Grupo Hemisferio, empresa de Lara[9]. A cambio, la cabeza El Gran Wyoming. Cerca de 1900 millones de euros bien valen el precio de las audiencias. No son los programas pretendidamente serios o de investigación de La Sexta lo que preocupa en Moncloa. Como ya se puso de manifiesto también en la Revista Distopía: “Salvados consigue que su público objetivo se olvide que, al fin y al cabo, su finalidad es entretener y obtener audiencia. Salvados es un programa perfecto: permite a su público objetivo ratificarse en sus valores morales creyendo que al verlo se hace el Bien. (…) El público objetivo de Salvados no necesita ser perdonado porque para ellos no hay ningún Bien ajeno, ellos tienen el Bien. El fin último de la televisión hecho programa: el narcisismo masturbatorio, usted no está viendo gente más guapa, usted es el “guapo”.  Con independencia de lo que dicen o no en el programa, eso ya será mejor o peor, hablamos de su estructura y su estrategia comercial. Es el perfecto espejo de Narciso: el espectador se siente una gran persona, siente que sin hacer más que ver el programa y poner comentarios en Internet sobre ello ya está contribuyendo (supuestamente) a construir un mundo mejor; se le da la razón, se le dice “mira, mira, ¿ves cómo tenías razón al pensar que hay un mundo injusto y malvado por el que no estás haciendo nada pero por el que ya haces algo por el simple hecho de vernos a nosotros, de ver a nuestros anunciantes?”, porque es la Verdad revelada”[10].

 El gran problema para Rajoy es que Lara mantiene El Intermedio, y no está dispuesto, como César, a soportar las burlas públicas que pueden acabar calando más que quienes ven Salvados y solo esperan ver ratificadas sus críticas. Rajoy quiere convertirse en un nuevo Aznar, generar sus propias clientelas aun a costa del erario público (como ha sido siempre por otra parte, es lo que sucede cuando quien llega al poder no tiene otra cosa que ofrecer que la res publica), y obtener un notable prestigio basado en una supuesta recuperación económica.

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Resulta inquietante un factor diferencial. Mientras Felipe González y José María Aznar pronto dieron cuenta de sus más que evidentes intereses personales colocando a diestro y siniestro amigos por doquier, tanto Rodríguez Zapatero como Rajoy parecen mostrar un interés real por el país. No por mejorarlo, sino por adquirir prestigio personal sin interés económico directo eclipsados por las figuras que les precedieron. Hacen caer los clientes anteriores generando otros nuevos de enorme inestabilidad. Prueba de ello es que, ahora mismo, el grupo mediático de Lara sí podría hacer tambalearse al gobierno popular. Pero, igual que Cebrián o Pedro J., cualquier cambio en las redes clientelares puede hacer caer a ambos, amigo y cliente.

No crean que es una cuestión de dinero. Piensen por un momento en dónde están situados ahora mismo amigos y clientes: González en Iberdrola (aunque se ha ido porque dice que “se aburría”), Aznar en Endesa y empresas de Rupert Murdoch, mientras que Cebrián o Pedro J. han obtenido importantes plusvalías. Todos han sabido jugar sus cartas en el juego de la economía de prestigio, practicando una colusión contra la ciudadanía.

La situación histórica particular de España ha hecho que esta colusión, como se vio en el caso de quienes pretendían acceder al modelo de prestigio mediante inversiones en fútbol o en obras públicas, derivara en un esperpento de la auténtica potencialidad de este tipo de economía. Quienes lo han ido entendiendo bien han ido consiguiendo caminar por ambos cauces, prestigio versus mercado[11]. Otros, en cambio, no han tenido esa suerte. Los Lendoiro, Del Nido, Camps, Zapatero, frente a los Florentino Pérez, Felipe González o Pedro J.

Una sociedad en la que nunca se ha llegado a generar un sentido de comunidad como ha sucedido en la cultura protestante anglosajona y centroeuropea, que nunca ha visto surgir un espíritu cívico y que se ha quedado en los márgenes de la atomización individualista, permite con condescendencia que esto ocurra. “Esta actitud [clientelar] es característica de una sociedad que no se ha atomizado a punto tal que cada individuo compita sobre la base de sus propios méritos, juzgados por una autoridad imparcial, y cuya organización permite que casi todos sus miembros se alíen en grupos con fines comunes, a través de una inmensa variedad de asociaciones tendientes a fomentar los intereses particulares [Lo propio de las democracias liberales reales].”[12]

Aarón Reyes (@tyndaro)


[1] Petr., Sat., 5.5.

[2] K. Verboven, The Economy of Friends

[3] Wolf, E.R., Los campesinos, Barcelona, 1982, pp. 113-115. Gracias a Genaro Chic por la cita.

[4] Serrano, P., Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles, Tres Cantos, 2013.

[5] Díaz Herrera, José. Pedro J. Al desnudo. Tres Cantos, 2009.

[6] La cuestión del hecho de donar y de toda la maquinaria que ello pone en marcha fue estudiada por Mauss en su Essair sur le don, el cual asignó a este movimiento tres factores u obligaciones fundamentales. Según él, lo que obliga a donar es el hecho de que donar obliga, en tanto en cuanto el receptor no puede negarse a recibirlo, ya sea un grupo o un individuo. De este modo un don se convierte en un acto voluntario, que puede haber sido solicitado o no por quien o quienes lo reciben. Ahora bien, el don aproxima a los que intervienen pero también los aleja socialmente al establecer deudas el uno respecto del otro. Puede enfrentarse a la violencia directa, a la subordinación física, material y social, pero también puede ser su sustituto, como se ejemplifica en la esclavitud por deudas.

[7] Godelier, M., El enigma del don, Barcelona, 1998, pág. 151.

[8] Díaz Herrera, José. Pedro J…., op.cit.

[9] “El régimen comienza a fusilar a sus generales disidentes”, http://www.espiaenelcongreso.com/2014/02/04/el-regimen-comienza-fusilar-sus-generales-disidentes-primero-pedro-jota-y-el-proximo-sera-wyoming/

[10] Reyes, A., “El espejo de Narciso”, Revista Distopía, 2, Marzo 2013, http://revistadistopia.hol.es/el-espejo-de-narciso/

[11] Versus en latín indica “hacia”, sentido, que no dirección. De modo que puede irse en un sentido u otro, del prestigio al mercado y viceversa según se necesiten unos resortes u otros.

[12] Mair, L., El gobierno primitivo, Buenos Aires, 1970, pág. 221, Genaro Chic por la cita.