Nacido para el gran público con la historia mitológica del rey Licaón, que fue condenado por Zeus a mutar en lobo junto con muchos de sus hijos como castigo a su crueldad; la licantropía (maldición por la cual un hombre se transforma, involuntariamente, en lobo) ha sido una historia asidua en la tradición oral y escrita de Europa. Desde Plinio el Viejo hasta el siglo XIX; de Este a Oeste y de Norte a Sur, la maldición del hombre lobo ha acompañado la historia de la civilización hasta convertirse en universal.

A veces, mutando el hombre en animal, como se recoge en algunos escritos del Mundo Clásico (Plinio el Viejo, Petronio). Otras tantas, convirtiéndose en una mezcla de ambos, dando literalidad a la palabra “licántropo” (lobo-hombre) como creía y temía el ser humano del Medievo (el Ciclo Artúrico, o los temidos guerreros vikingos berserker, entrando en combate cubiertos de pieles y bajo el influjo de sustancias estupefacientes). El hecho es que el temor a la bestia que sufre su transformación durante las noches de luna llena cubrió, con su peluda sombra, lo largo y ancho de nuestro continente.

Y cómo no, el Cine, fiel reflejo y catalizador de la cultura popular, no podía (ni debía) dejar pasar la oportunidad de incluir dentro de su catálogo de mitos a este ser para otorgarle el estatus de estrella dentro de nuestras pesadillas cinematográficas colectivas, título que lleva ganándose a pulso desde que el Cine no era más que un niño que comenzaba a gatear.

Compañero y secundario, en contadas ocasiones, del monstruo cinematográfico por excelencia (el vampiro); protagonista de sus propias películas la gran mayoría de las veces. Lo hemos visto sufrir siendo un aristócrata maldito, un joven turista en busca de aventuras, soldado, personaje trágico e incluso una joven adolescente; en los últimos años hasta el cine de animación nos lo ha pintado como un estresado padre de familia numerosa… Ya sea de un modo u otro, no hay historia del Cine que se precie en la que no se le mencione, porque el hombre lobo se ha ganado un puesto de honor entre nuestros protagonistas favoritos del género de terror.

Sean bienvenidos por nuestro sucinto recorrido entre algunos de los licántropos cinematográficos dignos de ser recordados en estos más de cien años de historia desde que aullaron por primera vez en la gran pantalla:

El primer aullido cinematográfico: Wolfblood: a tale of the forest (George Chesebro, Bruce M. Mitchell, 1925)

A pesar de que el corto llamado The Werewolf (Henry McRae, 1913) fue la primera y efímera incursión (dieciocho minutos para ser exactos) del hombre lobo en el Cine; el primer largometraje con el honorífico título de ser considerada la primera película en la que nuestro protagonista hizo su aparición, dista mucho de ser una película de “hombres lobo” como las entendemos hoy en día. La disputa entre dos empresas de leñadores, la necesidad de salvarle la vida a uno de ellos y la “fortuna” de que haya un científico de esos con ínfulas de grandeza y con ganas de que la evolución dé saltos kilométricos, hacen que un pobre hombre sufra una transfusión de sangre de lobo… de ahí al final no se imaginen lo de siempre: no hay hombres lobo ni grandes dosis  de violencia en una película rodada en blanco y negro y muda; condiciones ambas para que las nuevas generaciones “crepusculares” no hayan oído de ella en su vida. No obstante, si algunos desean saber cómo se llegó a los hipermusculados licántropos indios  de la saga Crepúsculo, he aquí el origen.

El nacimiento de un mito: El hombre lobo (George Waggner, 1941)

A pesar de no caer del todo en el olvido, y muestra de ello es alguna película protagonizada por nuestro monstruo, lo cierto es que hubo que esperar hasta 1941 para que el hombre lobo fuese considerado como toda una criatura digna de la particular “galería de los horrores” de Hollywood. Y el honor le correspondió al actor Lon Chaney Jr. que, tras muchos años sin poder realizar su sueño de actuar (por expresa prohibición de su padre, el también actor Lon Chaney) dejó su oficio de fontanero para embutirse en la piel de Lawrence Talbot, un aristócrata que sufre la maldición de convertirse en lobo en ciertas noches; y que bien acompañado de actores como Claude Reins, fijó esa imagen tan victoriana que destilan las películas clásicas de la criatura mitad lobo y mitad hombre.

De la película no podemos olvidar tres apuntes fundamentales:

  1. El guion, obra de Curt Siodmak, huído de la Alemania Nazi, y que refleja maravillosamente bien la tragedia de una persona que parece normal y de repente es capaz de cometer los más cruentos crímenes (en clara alusión a sus experiencias como judío huído de la barbarie nazi).
  2. El maquillaje, que fijó un estereotipo de licántropo que perdura hasta nuestros días, y que se lo debemos a Jack Pierce (que, por cierto, ya había creado el maquillaje para Frankenstein que todos tenemos en nuestra memoria).
  3. La película (rodada en tres semanas) fue el inicio de una saga que daría lugar a tres películas posteriores; y convirtió al hombre lobo en una criatura más de los míticos monstruos de la Universal.

hombre lobo

 

La particular visión de un clásico del género: La maldición del hombre lobo (Terrence Fisher, 1961)

No puede existir monstruo del Cine clásico al que Terrence Fisher y la Hammer no le hayan echado el guante; y, como no podía ser de otro modo, el hombre lobo no iba a ser menos…

Sin ser una de las películas más celebradas de Fisher, un buen actor (Oliver Reed) se hace cargo de encarnar a un huérfano que es hijo fruto de una violación, que será adoptado por una familia capaz de frenar sus instintos más básicos, con los que ha sido maldecido. Las malas compañías y una vida licenciosa llevarán a que el pobre hombre saque el animal que lleva dentro.

Ambientada en España, se trata de un film que no ha levantado una crítica favorablemente unánime dentro de una filmografía extensa e interesante (aunque no siempre reconocida) como es toda la obra de un clasicazo del género de terror como fue Terrence Fisher, que nos ha legado una serie de películas tremendamente interesantes, inaugurando nuestros terrores en Technicolor.

hombre lobo

 

El hombre lobo patrio: La marca del hombre lobo (Enrique López Eguiluz, 1963)

No hay historia del hombre lobo en el Cine sin citar a nuestro gran licántropo nacional: Paul Naschy. Nada más y nada menos que catorce veces se metió en la piel (nunca mejor dicho) de la bestia en cuestión. Doce de ellas interpretando al conde Waldemar Daninsky.

En la primera de las aventuras de Naschy interpretando a su personaje fetiche nos encontramos a un pobre conde que, mordido por un licántropo escapado del mismísimo Infierno, se vea abocado a la condenación de una vida maldita las noches de luna llena.

Ambientada en Europa Central, La marca del hombre lobo se nos presenta como una película básica de un género patrio, el fantaterror, que supo poner las miras más allá de unas fronteras que todavía no se encontraban preparadas para ciertos géneros cinematográficos. Con una estética tremendamente influenciada por las películas de horror de la Hammer, el director López Eguiluz, acababa de ver nacer a una de las estrellas más rutilantes que ha visto el panorama patrio.

Doce fueron las veces que Naschy interpretó a Waldemar Daninsky, dirigido por varios directores. Intentaremos olvidar que las otras dos veces que hizo de licántropo fueron en las muy, pero que muy prescindibles Buenas noches, señor monstruo (Antonio Mercero, 1982), una demencial película infantil a mayor gloria del grupo infantil Regaliz; y Aquí huele a muerto (Álvaro Sáenz de Heredia, 1989) “comedia” de los geniales Martes y Trece que se quedó en intento, y donde era un falso monstruo.

Pero para nosotros, el gran Paul Naschy siempre tendrá un hueco en nuestros terrores gracias a Waldemar Daninsky y su alter ego: el hombre lobo.

Un hombre lobo… ¿real? El bosque del lobo (Pedro Olea, 1970)

En España por tener, somos capaces de tener de todo; y eso incluye hasta un hombre lobo verdadero… O, por lo menos, eso creía Manuel Blanco Romasanta, que a mediados del siglo XIX fue detenido y juzgado por el asesinato de nueve personas en los bosques de nuestra España querida. La sorpresa llegó cuando el asesino confesó cuatro crímenes más, aduciendo que se trataba de un hombre lobo que sentía unas irrefrenables ganas de asesinar e incluso devorar (en algunos casos) a sus víctimas. Encerrado en una cárcel de por vida, la historia de Romasanta fue llevada al Cine en los últimos años de la dictadura franquista por Pedro Olea, que se saca de la manga una película elegante, capaz de crear auténticos momentos de tensión psicológica.

No esperen ver transformaciones en algún minuto de la hora y media que dura la película ni un film de terror al uso; pero prepárense para ver uno de los mejores papeles que el gran José Luis López Vázquez nos regaló a los amantes del Séptimo Arte.

Olea nos invita a un viaje por la España profunda de las supersticiones, de los asfixiantes pueblos y gentes; y por la mente de un enfermo que fue víctima de su propia locura. Imprescindible.

hombre lobo

 

 1981: el año del hombre lobo (Aullidos, Joe Dante, 1981. Un hombre lobo americano en Londres, John Landis, 1981)

1981 puede ser considerado, por méritos propios, “el  año del hombre lobo”, puesto que dos películas iban a ser estrenadas con dicha temática.

Siendo justos, ni Aullidos así como tampoco Un hombre lobo americano en Londres pasarán a la gran historia del Cine, puesto que son películas que no han aceptado muy bien el paso de los años (a pesar de que la primera de ellas diera lugar a toda una saga); pero sí es de justicia admitir que, tanto una como otra, tienen detalles que recordar.

De la primera de ellas no podremos olvidar su manifiesto gusto y orgullo por una producción de serie B que tuvo que ajustarse a un presupuesto modesto. Joe Dante estaba dando los primeros pasos que más tarde nos traerían una película inolvidable: Gremlins (1984), y que mostraban ciertas líneas maestras de su recordada película citada anteriormente; a saber: poco gusto por el desarrollo y evolución de los personajes, y gusto por unas escenas de acción que hacen olvidar el hilo conductor de la historia

Curiosamente ese mismo año, al director John Landis se le ocurrió mezclar hormonas con hombres lobo, y lo que surgió del experimento fue Un hombre lobo americano en Londres, donde dos mochileros son atacados por un lobo, y el chico superviviente despierta en el hospital con una enfermera que se convertirá en su gran amor y una maldición que lo hace convertirse en lobo. Amor y licantropía, demasiados problemas para ser adolescente. Para recordar, la transformación en lobo de la película.

El lobo más onírico: En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984)

La historia de la joven Rosaleen, que cae profundamente dormida mientras sueña que vive en una aldea sacada de cuentos de hadas con supersticiones, abuelitas viviendo en mitad del bosque y hombres que se transforman en lobo le sirvió a Neil Jordan para revisitar y contar de un modo diferente la historia de Caperucita Roja: pequeños pueblos perdidos en lo profundo del bosque, asesinatos, cazadores y una niña que comienza a dejar de serlo, para hacerse una mujer se dan cita en una película que, si bien está en nuestra lista, es una de las más extrañas de la misma; llena de simbolismo e interpretaciones varias.

caperucita hombre lobo

Una vuelta de tuerca esperpéntica: Teen Wolf (Rod Daniel, 1985)

Hagámonos un favor a todos: mantengamos en el anonimato a los tipos que pensaron que era una fantástica idea contar la historia de Scott Howard, el típico y tópico nerd de instituto estadounidense que descubre, ni más ni menos, que su familia se convierte en hombres lobo. Así que, en lugar de atarse en el desván a gruesas cadenas y andar pocho por los pasillos de ese cruel bosque que es el instituto, decide utilizar su ¿don? para convertirse en la estrella del equipo de baloncesto y tener a todas las chicas loquitas por sus (peludos) huesos.

Una película de serie B en toda regla (con un hombre lobo que parece un extra de El planeta de los simios) que logró ascender a la segunda posición entre las más vistas de 1985 por el simple hecho de que el protagonista (Michael J. Fox) había estrenado un mes antes en cartelera una tal Regreso al futuro (supongo que les suena) que acabaría siendo un bombazo histórico.

¿Creen que tuvo recorrido el lobito adolescente? Pues ni más ni menos que una secuela, protagonizada esta vez por el primo de Scott en la universidad, pero con casi idéntico guion y una serie de dibujos animados de la que el que escribe estas líneas fue seguidor en su día. Ahí es nada…

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 Una (muy) prescindible del gran Jack: Lobo (Mike Nichols, 1994)

Cierto es que no todas las películas con hombres lobo de por medio tienen que ser de terror; en este caso, Mike Nichols construye una fábula sobre la pérdida de poder del ser humano frente a los más jóvenes y fuertes. Y eso es, precisamente, lo que le sucederá al bueno de Jack Nicholson durante la película, que verá como un James Spader más joven lo desplaza de su situación de privilegio en la empresa hasta que una noche, la mordedura de un lobo lo cambie todo. El lado salvaje de Jack aparecerá y ese “walk on the wild side” le hará recuperar lo que creía perdido, hasta el punto de poder ligar con Michelle Pfeiffer.

Una película un tanto monótona y lenta la que nos brinda Mike Nichols, pero que tiene una lectura más profunda que merece la pena analizar. No obstante, no es de lo mejor del género, eso ni lo duden.

Un lobo canadiense: Ginger Snaps (John Fawcett, 2000)

El nuevo milenio se iba a inaugurar con una gran película sobre el género; una película que rompía los cánones habituales por dos motivos: era canadiense (sí, han leído bien, terror canadiense) y además, esta vez la protagonista era una mujer lobo.

La historia de dos hermanas un tanto apartadas de la “nobleza de instituto” (Brigitte y Ginger) que sufren cómo una de ellas, Ginger, es atacada por algo que le deja cicatrices que cada vez tornan en más peludas se llevó a la crítica especializada hasta su terreno. Sus grandes virtudes, quizás, estriban en darle una vuelta original a la típica historia de hombres lobo, y en ver a Ginger cada vez más poseída por la parte animal, mientras va aflorando su adolescencia a pasos agigantados.

Un soplo de aire fresco en una película que huía del ya manido teen horror de los noventa que, inaugurado por Scream (Wes Craven, 1996) comenzaba ya a repetirse demasiado en su forma y en su fondo.

La fórmula dio como consecuencia dos secuelas y la sensación de que podía hacerse buen cine de terror y de un subgénero como es el de los licántropos con adolescentes de por medio. No todo tienen que ser jóvenes de buen ver corriendo casi a cámara lenta en camiseta por el campo y pasándolas canutas, hay muchas (y muy buenas) historias que contar. Ginger Snaps nos lo demostró con hechos.

 Soldados contra hombres lobo: Dog Soldiers (Neil Marshall, 2002)

Continuó el nuevo siglo con una más que prometedora película del género de lobos, que venía a confirmar que otro cine de terror con licántropos era posible; si dos años antes había llegado desde Canadá, ahora le tocaba a los ingleses darnos su particular visión del mito. Y lejos de mostrar esa flema y elegancia a la que algunos directores ingleses nos habían acostumbrado en la segunda mitad del siglo XX, Neil Marshall se puso, en su ópera prima, bastante gamberro para contarnos la historia de unos soldados que realizan prácticas de guerra donde no deben: ni más ni menos que en pleno territorio de hombres lobo y, claro está, éstos deben defenderse de la invasión.

Con unos movimientos de cámara frenéticos, de los que marean a veces, escenas de violencia y tiros, sangre a borbotones y algunos momentos de humor, Dog soldiers se convirtió en una buena película de género de las que merece la pena revisionar.

Romeo y Julieta con colmillos y exceso de pelo: Underworld (Len Wiseman, 2003)

Apuntándose al carro de la acción coreografiada de la que pecan la inmensa mayoría de los films de acción del siglo XXI, al director Len Wiseman le pareció buena idea rodar una película ajustándose a un presupuesto medianamente austero (algo más de 45 millones de dólares) para contar una historia acerca de un amor ¿imposible? entre una vampiresa embutida en trajes de cuero ajustado (Kate Beckinsale) y “el elegido” (Scott Speedman) entre sus enemigos mortales y centenarios (los hombres lobo) que permitirá que puedan derrotarlos definitivamente. Súmenle algunos tiros en una guerra que se libra en nuestro mundo mientras los humanos no nos percatamos de ella, una más que aceptable banda sonora (ciertamente estridente en algunos momentos) y vampiros refinados (tan del gusto de la época) frente a hormonados hombres lobo y sale una película de acción muy entretenida y decente, que merece la pena ver, al menos, una vez en la vida. Tan bien funcionó la historia que se han hecho secuelas y precuelas al respecto que, para un servidor, no están a la altura de la primera película que abrió el sendero.

underworld

 Un lobo español sin mucha fortuna: Romasanta. La caza de la bestia (Paco Plaza, 2004)

Dos años después de filmar, junto a Jaume Balagueró OT: la película, el director valenciano Paco Plaza estrenaba otra visión de la historia que en 1970 había llevado al cine Pedro Olea: la de Manuel Blanco Romasanta, quizá el más célebre y misterioso de los asesinos en serie españoles.

Con mucho más presupuesto y una apuesta por la internacionalización de la historia, Plaza les daba las riendas de la película al británico Julian Sands como Romasanta y a la actriz Elsa Pataky como la mujer que decidía, tras descubrir su secreto, acabar con él.

El resultado, pese a la expectación generada, no fue el esperado. No consiguió el director que nos enganchemos a una historia que podría haber dado más de sí, si hubiese sido una película de un género determinado: terror, thriller, drama… demasiados ingredientes para una historia que inicia muchas tramas pero que nos deja la sensación de que no termina ninguna.

Varios años más tarde, Paco Plaza se redimió a lo grande con la magnífica REC, junto a su compañero en la dirección Jaume Balagueró. Con esa sí que consiguió dar en el clavo para los amantes del género terrorífico.

Lobos crepusculares: Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008)

Nos guste o no, lo cierto es que si le estamos dando un repaso a la historia de los hombres lobo en el Cine, no debemos olvidarnos de uno que hizo mucho ruido entre las adolescentes (y algunas que no lo eran tanto) al verlo en la gran pantalla; evidentemente nos estamos refiriendo al musculoso Taylor Lautner y sus compañeros de manada en la, más  que prescindible, saga Crepúsculo.

Amores adolescentes e inadaptados monstruos se mezclan a partes iguales en esta serie de películas hechas para jóvenes que piensan que el amor es eso: debatirse entre un vampiro romanticón con la cabeza baja por tener que vivir para siempre y un pagafantas que se convierte en lobo a voluntad. La pobre mortal debe decidirse entre un “no muerto” y algo así como la zoofilia, y esos dimes y diretes dieron para cuatro libros y cinco (la última tiene dos partes, por si se les quedaba corta una sola) películas.

Exitazo de taquilla y “clásico imperecedero” para una legión de adolescentes atrapadas entre sus páginas y sus fotogramas.

La vuelta al clasicismo: El hombre lobo (Joe Johnston, 2010)

El año 2010 se encontraba marcado por los amantes del género de terror con especial revelancia, ya que era ese año cuando se iba a vivir el estreno de la esperada El hombre lobo, dirigida por Joe Johnston y protagonizada por Benicio del Toro. Para hacer la maldición de la licantropía más llevadera al protagonista, la película se llenó de solventes actores, como Anthony Hopkins, Emily Blunt o Hugo Weaving; que estaban llamados a llevar a la gran pantalla un remake de la gran película por excelencia con lobos de por medio: el clásico que dirigió en 1941 George Waggner.

Misma historia, maquillaje parecido haciendo un guiño cómplice al utilizado en el clásico de la Universal… nada podía salir mal. Pero la realidad fue bien distinta; la verdad es que la película se quedó en poco, dadas las expectativas que, a priori, había generado la historia. Un guion ciertamente plano, que no consigue enganchar del todo al espectador, así como unas interpretaciones que se encuentran lejos de mostrarnos esa angustia que realmente debe demostrar el pobre heredero de la familia Talbot no ayudan a ello.

Para redención de la película, hemos de reconocerle una espectacular ambientación, con un Londres de época victoriana que tan bien encaja con las historias lobunas. Pero no hay color entre este remake y la original de 1941; la original gana por goleada.

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Un licántropo familiar: Hotel Transilvania (Genndy Tarkatovsky, 2012)

Si bien es cierto que en esta película de animación el hombre lobo no es protagonista, sino uno de los numerosos monstruos que copan las habitaciones de un hotel regentado por el mismísimo Conde Drácula donde los monstruos de todos los países pueden pasar sus días de asueto; no lo es menos que se convierte en uno de los “actores de reparto” que son capaces de robar algunas escenas a los protagonistas de esta película de animación para todas las edades que pretendía dar una visión más cómica de algunas de las criaturas que han llenado nuestras pesadillas desde pequeños.

Presentado en los dos films de la franquicia que se han hecho hasta la fecha como un padre de familia estresado y con una camada demasiado numerosa, este particular hombre lobo (posiblemente el más humano que nos ha dado el Cine hasta la fecha) que ha visto pasar sus mejores días de gloria logró dar un buen zarpazo tanto a la taquilla estadounidense como a la nacional a base de buen humor, una cuidada animación y un guion que puede ser disfrutado por todos: pequeños y adultos.

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Ya sea en películas, series de televisión o animación, este particular monstruo que sufre la dicotomía de ser humano y animal al mismo tiempo, se ha ganado por derecho propio todo un subgénero dentro del Cine de terror. Posiblemente la criatura con una filmografía más amplia, si exceptuamos al vampiro, carga con el lastre de no poseer control de su propio cuerpo cuando se transforma, dando lugar a numerosos matices trágicos que los guionistas y directores han sabido (o no) aprovechar a lo largo de estos casi cien años que lleva entre nosotros.

Con mejor o peor suerte, el licántropo ha sido retratado de numerosas maneras, pero quizá esperamos todavía la gran película del siglo XXI que sepa ser fiel a la imagen clásica a la que estamos acostumbrados, dando un toque terrorífico nuevo que nos sorprenda. No lo duden, el hombre lobo se encuentra lejos, todavía, de dar su último aullido…

Carlos Corredera (carloscr82)