“La noche del cazador” (Charles Laughton)

Un padre de familia huye de la policía que lo persigue después de un robo. Tras llegar a casa esconde el dinero en una muñeca que pertenece a su hija, y hace prometer a esta y a su hermano que no dirán nada del dinero. Ya en la cárcel, acusado de robo y asesinato, y condenado a la pena capital, menciona en sueños el asunto del dinero. El auténtico problema es que su compañero de celda es el reverendo Harry Powell, un psicópata asesino de mujeres que, nada más salir de prisión, irá en busca de los niños y de la viuda para conseguir el botín, y no cejará en su empeño.

En 1955, el gran actor Charles Laughton, que ya contaba con un gran crédito en la interpretación, y una larga carrera (tenía ya 55 años), decidió dar el salto a la dirección con esta historia, casi un cuento infantil que había sido publicado dos años antes por el escritor Davis Grubb; y que estaba basado en hechos reales: la historia del granjero Herman Drenth, granjero de origen holandés que contactó con dos viudas y las asesinó, junto con los hijos de una de ellas.

la noche del cazador

El personaje principal, que debía dotar de sentido y que lleva el gran peso de la obra era el reverendo Harry Powell, diabólico personaje, el ogro del cuento que lleva tatuadas la palabra LOVE y HATE en los nudillos, quería Laughton que fuese interpretado por Gary Cooper, pero uno de los grandes héroes americanos no quiso arriesgar su carrera interpretando a un ser tan despreciable, así que finalmente el papel se lo llevó Robert Mitchum, regalándonos así uno de los malvados más inolvidables de la historia del cine.

La noche del cazador no es más que una revisión de todos los terrores infantiles: la pérdida del padre, condenado a la pena de muerte; una madre más preocupada en satisfacer sus instintos y purgar sus pecados que en cuidar de sus hijos; y, sobre todo, la existencia de un ogro, de un monstruo que en lugar de encontrarse debajo de la cama o dentro del armario, no habita en las pesadillas, sino que es muy real, y comparte techo con ellos.

Si la historia en la que se basaba el libro era macabra en sí, la mirada que Laughton le da al film no hizo nada más que oscurecerla más aún: es una obra maestra que maneja como pocas el uso del blanco y negro, en una historia que contrapone y mezcla la claridad del bien frente a la sombra del mal, encarnada por el personaje de Mitchum. La película tiene escenas realmente escalofriantes, como la primera vez que los niños ven al reverendo, encarnado en una sombra enorme, infrahumana, que los tapa con su negrura; la visión del cadáver sepultado en el río con los cabellos flotando en una danza macabra; y, por supuesto, la persecución, esa persecución que mantiene Harry Powell con los dos protagonistas río abajo: ellos en la barca, acelerados, sin tregua. Él, tranquilo, a caballo por la orilla, canturreando una melodía parsimoniosa que no hace nada más que aumentar la tensión de una película que deja sin aliento desde el principio hasta el final.

la noche del cazador

Ver La noche del cazador es hacerse un poco niño de nuevo, porque se ve uno invadido de una desazón, un nudo en la garganta y el estómago que dura durante toda la proyección del film. Es una auténtica película de terror con mayúsculas, porque, en contra de lo que crean algunos adictos a la casquería y a la enésima película de exorcismos o casas encantadas, para hacer una buena película de terror de género no hace falta, si el guión es bueno, derramar ni una sola gota de sangre. Laughton no recurre a movimientos de cámara rápidos, ni a subir el volumen de la banda sonora o a “sustos inesperados”. Lo único que hace es mostrarnos la maldad humana de un ser implacable que no se para ante nada o nadie para satisfacer su codicia. Sin aspectos grotescos, sin sangre ni gritos… y eso sí que da mucho miedo.

Una película que no se cansa uno de ver, y que debería ser, como todas las que comentamos en esta sección, de obligada visión si uno tiene cierta inquietud por el séptimo arte.

Jueguen a ser niños, sumérjanse en La noche del cazador… si se atreven.

Carlos Corredera (@carloscr82)