Que se haya muerto el señor Lara Bosch me ha dado pena, en el fondo. Verán, yo también le debo algo a él. Gracias a él decidí hacerme emprendedor, montar mi propio negocio, hacerme jefe de mí mismo. Ya sabe, el cuento habitual. Gracias al señor Lara Bosch una mañana de mayo decidí hacerme fotógrafo. Por mi cuenta. Coger algo que me parecía que sabía hacer bien y tratar de sacar rendimiento económico de ello.

Gracias don José Manuel, donde quiera que su gran masa corporal ahora convertida en infinitos átomos en el vacío consumido se halle.

Él nunca me conoció a mí, claro está. Yo tampoco a su padre, a quien recuerdo porque vi una vez en televisión. Marqués del Pedroso de Lara. No iba a ser menos un antiguo capitán de la Legión, condecorado en la Guerra Civil con un ascenso fulminante. Luego en Barcelona se dedicaba el hombre a requisar papel de las imprentas a punta de pistola para imprimir sus cosillas. Así lo cuentan Borrás, Vicens Vives y Grijalbo. Lo mismo les suenan también como editoriales.

El paterfamilias Lara montó un gigantesco imperio editorial gracias, aparte de robar papel a sus rivales, a los favores de un régimen que prefería mantener la “mafialización administrativa” atada y bien atada. Dejar hacer por debajo. Ver a algunos llorar la muerte de ambos miembros, padre e hijo, desde posiciones supuestamente progresistas y tal no deja de ser paradójico.

Lara Hernández, el jefe que comenzó todo tras timarle a Janés (otra editorial que quizá les suene) con un almacén de papel y entrar en la Diagonal barcelonesa con el general Yagüe, gustaba de montar espectáculos y clientelas. Unas las tuvo con diversos presidentes de gobierno cuando mandaba un señor desde El Pardo. De hecho, llegó a comunicar que cambiaría la forma de votarse el Premio Planeta porque no salió el entonces director del ABC Torcuato Luca de Tena ni tampoco el favorito del régimen, al aplicarse el método Goncourt. Pero no importaba, era “su” premio y si había que cambiar el sistema de votación, se cambiaba.

Intermezzo: mi madre me dijo varias veces que presentara mi primera novela al Premio Planeta. Iluso de mí, lo hice. Compréndanlo, tenía 21 añitos.

A lo que iba. La costumbre de la familia Lara por usar su negocio como forma de resolver vínculos clientelares con el gobierno no es algo nuevo. En 1957 el Ministerio de Trabajo le encargó a Crédito Internacional del Libro una cantidad importante de enciclopedias y manuales para las universidades laborales. Sin embargo, el gobierno de Franco pagaba entonces como ahora, tarde y mal. Así que Lara no tuvo otra idea que premiar con el Planeta a Emilio Romero, ni más ni menos que director de Pueblo y que tenía enormes influencias en ese ministerio. No había acabado el año y por obra y gracia de Nuestro Señor Generalísimo la deuda con la editorial de Lara quedaba saldada.

Cuando me presenté aquel mayo en la sede de Planeta en Sevilla para una entrevista de trabajo yo pensaba que aún editaban libros. No tenía ni idea de para qué me habían llamado. Me lo temía, eso sí. Evidentemente no creía que trece años después el manuscrito que envié (inocente juventud) hubiera caído en manos de ningún editor ávido de sangre nueva.

Qué va. Tras la puerta y una llamada a voz en grito de una versión grasiento-saturada de una secretaria de Mad Men me esperaba un señor bajito, de pelo distraído, ojos vidriosos, voz cazallosa y aspecto de importarle todo una puñetera mierda. Le faltó encender un cigarro, bajar las persianas y sacar una botella de Old Harper’s de un cajón. En vez de eso me permitió trasladarme a un mundo lejano donde náyades y vírgenes velaban por mi felicidad. Creo que tal evasión se produjo en el instante en el que citó que mi sueldo sería de 320€ al mes durante 12 horas de trabajo. “Los seis primeros meses de formación”. Aclaró.

Ah. Menos mal.

Lo que me llamó la atención es que a los pocos minutos dejó bien claro que la Editorial Planeta lo que menos vendía era libros. Así me dijo aquel negre…aquel señor. “Nosotros vendemos lo que haga falta, hasta aspiradoras”. La metáfora me parecía tan maravillosa: la cultura barrida, sobre todo la que publica Planeta. Gracias a aquello salí del Grupo Planeta en su sede sevillana rumbo a mi propio negocio.

Lara Bosch

Y es cierto lo que aquel señor decía porque el Grupo Planeta es un gigantesco consorcio empresarial de diversas empresas cuya finalidad no ha sido más que mantener la poderosa red clientelar que Lara Hernández legó a Lara Bosch. El hijo sin duda hizo honor al padre. Desde que se hizo cargo plenipotenciario de los negocios se hizo con más de cien empresas, la mayoría controlando los principales poderes de influencia que iban desde la banca hasta los medios (Seix Barral, Tusquets, Onda Cero, La Razón, el Grupo A3Media, La Sexta…).

Cualquier líder mafioso sabe que es esencial tener una cosca que te permita ejecutar las acciones mafiosas, y un partito para poder legitimarlas. Ese círculo de intereses lo trazó Lara Bosch entorno al poder, estuviese en manos de quien estuviese. Ahí fue donde chocó con el Presidente Rajoy, amante del control sobre los medios y manifiesto hater de cualquier cosa que huela a prensa. Considera, don Mariano, que los medios son solo putas descerebradas que se venden al mejor postor.

Es verdad que un poco de razón no le falta al hombre.

Cristina Pardo, Enric Sopena, e incluso el mismísimo Pedro J. Ramírez han ido cayendo, bien por veto, bien directamente por despido, ante las reclamaciones del poder. Es lo que pasa cuando eres cliente en vez de amigo, y viceversa. Lara Bosch, no obstante, siempre intentó lo contrario: que el poder político fuera cliente suyo para poder controlarlo. De ahí que fuera conocido como el “chaqueta” por su facilidad para acariciar a la bestia del PP en A3 mientras le daba palos en La Sexta.

Lara se atrevió incluso a inventarse un partido que viste de morado (la unión el rojo y el azul, por cierto) y le puso Podemos. No sabemos qué es lo que quieren poder pero Lara lo que quería poder era trincar cuantos más negocios del Estado fuesen, mejor. Porque España, por cierto, es uno de los mejores sitios del mundo para pillar contratos estatales que suelen concederse a los mismos empresarios que dicen que no se puede estar viviendo de lo público.

El Gran Jefe de Planeta quería los ferrocarriles privados. Sobre todo quería la línea Madrid-Barcelona, para lo que creó hasta una empresa, Veloi Rail. Los quería, y pronto. Mariano Rajoy dijo que no, que en todo caso Madrid-Valencia y luego ya verían. Ese estratega que tenemos por Presidente tuvo una idea estupenda: pues meto a la SNFC (la empresa de los ferrocarriles de Francia) en el juego. Ojo a cosas que sólo pueden pasar en España. Privatizamos una red pública para que entre un operador público de otro país.

Bueno, siendo justos, también pueden pasar en Camerún.

Lara se pilló un rebote y llamó a Aznar, al que le montó una entrevista en A3 con su amiga Gloria Lomana (mujer de Piqué, que acabó en Vueling, que misteriosamente está participada en gran parte por Inversiones Hemisferio que pertenece al Grupo Planeta). No contento con ello, aumentó la presión con el Partido Morado y la presencia mediática de Iglesias en todos los medios del grupo, ya fuera para criticarlo (La Razón), ya fuera para dejar que diera rienda suelta a su verborrea.

Poco antes de dejar su puesto en el Grupo Planeta (me parece que para siempre ya), Lara Bosch se reunió con la SSS (Soraya Sáez de Santamaría). Ésta le ofreció que el gobierno “se pensaría” lo de las licencias que el Supremo revocó en la TDT al grupo A3Media en su mayoría si dejaban de azotarles con los podemitas a todas horas. Además, Lara se ofreció a comprar gran parte de El Periódico de Cataluña para moderar un poco las tensiones catalanistas.

El juego, antes de morirse, estaba planteado en unos términos que, si yo fuera Pablo Iglesias, me llevarían a comprarme un par de botellas de aquel Old Harper’s que debía esconder el esclavis…el señor de Planeta en Sevilla. Inversiones Hemisferio, la sociedad inversora creada por Lara para mantener las finanzas del grupo, está en quiebra por sus malas inversiones, entre ellas en el Banco Sabadell. La única forma de limpiar sus cuentas que tiene el Grupo es aceptar la limosna ferroviaria que le dé el gobierno y la solución de las licencias televisivas.

Antes de irse, Lara intentó jugar a la mafia sin entender que cosca y partito juegan a la par. Él tenía las armas, tenía a capitanes y soldados valientes. Mercenarios de la información al servicio de sus intereses. Pero el Gobierno de Turno tiene el mayor poder que pueda tener nadie. Tiene nuestras riquezas, tiene nuestras nóminas, nuestros bienes públicos, nuestros aeropuertos, líneas ferroviarias. Tiene nuestra deuda. Y contra eso, no hay Premio Planeta que pueda.

Aarón Reyes (@tyndaro)