Algunos terroríficos, otros con actuaciones que provocaron auténtico pavor… nombrar a Drácula es nombrar a una parte importante de la historia del Cine. Tanto es así que sería casi imposible mencionar todas y cada una de las películas en las que nuestro vampiro favorito interviene, ya sea de modo directo o indirecto, en la trama de la historia. De modo que, en estas fechas en las que las brujas, los monstruos y (cómo no) los vampiros toman las calles y las macrofiestas donde más de un joven cuasi imberbe intentará “hincar el diente” a alguna que otra víctima propiciatoria, ebria de alcohol y de euforia; les proponemos un breve (pero intenso) recorrido por algunos de los Drácula que nos han regalado los directores y los actores más conocidos de todos los tiempos.

Tomen asiento, tapen sus yugulares y adéntrense en el universo de uno de los monstruos literarios y cinematográficos más atrayentes de todos los tiempos…

El desconocido: Drakula halála (Károly Lajthay, 1921)

Sin copias que podamos admirar en filmoteca alguna (simplemente se poseen cuatro imágenes de la película que se perdió en el Período de entreguerras), este film, cuya traducción sería “La muerte de Drácula” tiene el inmenso honor se ser el primero en el que aparece el famosísimo vampiro, interpretado por el actor Paul Askonas. Parece ser que no era una adaptación al uso de la novela de Stocker, pero la película abrió la puerta a un mito universal; he ahí su mérito, que no es poco…

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El inicio de un mito: Nosferatu, el vampiro (F.W. Murnau, 1922)

Max Schreck tiene el inmenso honor de ser el primero (de los considerados por el gran público), y uno de los más icónicos, de nuestros chupasangres favoritos. Siendo sinceros, y por problemas derivados con los herederos del autor de la novela, Bram Stocker, Murnau nunca habla de Drácula en la película, sino que nombró Conde Orlok a su protagonista; sea como fuere, y problemas nominales aparte, ver Nosferatu es misión obligada para todo aquel que desee aproximarse al mito del vampiro: sus turbadoras escenas, el manejo de la fotografía y la cámara… pero, sobre todo, ese vampiro de dimensiones fuera de lo normal y esos dos colmillos que todavía hoy me resultan pavorosos… Una joya que no se pueden perder.

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El sonido llega al vampirismo: Drácula (Tod Browning, 1931)

En 1931, la Universal produjo una película que sí era bastante fiel a la novela de 1897: el vampiro viajando a Londres, su archienemigo Van Helsing… pero por encima de todo, el actor rumano Béla Lugosi se convertía, como su personaje, en inmortal con una mirada escalofriante que todavía es capaz de helarnos la sangre. Un personaje con el que acabó mimetizándose tanto, que pidió en su testamento que se le incinerase con el traje que lo convirtió en un mito.

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El primer Drácula español (pero no el último): Drácula (Spanish Drácula) (George Melford, 1931)

Puestos a acaparar y buscar mercados alternativos, a los señores de Universal se les ocurrió la feliz idea de intentar ganarse un puesto de privilegio en el mercado hispano; el resultado fue esta película, rodada a la misma vez que la original de Tod Browning, pero en castellano. Para la historia queda Carlos Villarías, el primer Drácula patrio y cordobés de nacimiento, que falleció en Los Ángeles y puede ser considerado un pionero español en Hollywood. Como dato curioso, es considerada por muchos superior a la versión de Browning y la interpretación de Villarías no le queda a la zaga a la de Béla Lugosi. ¿Se imaginan el 7 de noviembre de 1931 cuando se estrenó la película en su Córdoba natal?

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El vampiro inolvidable: Drácula (Terrence Fisher, 1958)

Pocos actores han sido tan emblemáticos y han tenido una capacidad de reconversión para con las nuevas generaciones tan grande como Christopher Lee. Es muy difícil participar en sagas tan importantes como la de Star Wars o El Señor de los Anillos siendo ya un venerable anciano y no morir en el intento. Pero antes de toda esta segunda juventud cinematográfica, el señor Lee nos regaló la imagen terrorífica de un Drácula a todo color, que más tarde explotaría la productora Hammer en películas (seis veces llegó a interpretar al Conde) que rozaban la serie B. Christopher Lee, la productora Hammer y Peter Cushing se convirtieron en sinónimo de cine de terror con mucho encanto.

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Hasta en los lugares más inimaginables: un Conde viajero

Puestos a utilizar la vida eterna del vampiro, no solo iba a ir alimentándose de cuellos europeos, y la década de los sesenta y setenta dieron para mucho en general; así que las aventuras del Conde Drácula no iban a ser menos. De esta década resultaría imposible olvidar las extravagantes Drácula en Pakistán (1967, Khwaja Sarfraz), donde un profesor experimenta con un elixir que lo transforma en vampiro. Fue una de las primeras películas de horror paquistaníes y la primera en ser calificada por los censores para adultos por ciertas escenas. A pesar de no ser nuestro conde favorito el protagonista, no me digan que no merece la pena mencionarla…

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El nuevo continente no fue ajeno a los viajes de Drácula, así que México, tan aficionado a la lucha libre mexicana, no se quedó sin su ración. De este modo se rodó Santo en El tesoro de Drácula (René Cardona, 1968). En esta película, el luchador mexicano El Santo inventa una máquina del tiempo que envía a una chica hasta finales del siglo XIX, delante de la presencia del Conde Drácula. Así que, ni corto ni perezoso, el héroe se embarca en una aventura a través del tiempo para luchar contra el monstruo. Si ya esta película es toda una oda a la serie B con mayúsculas, cuando les diga que se rodó paralelamente una versión para adultos titulada El vampiro y el sexo no albergo duda alguna de que la curiosidad será más fuerte que su gusto cinematográfico.

¿Creían que lo habían visto todo? Pues no… todavía hay más; ya que en 1972, en plena fiebre de la blaxploitation (cultura cinematográfica que buscaba realizar películas con los afroamericanos como grandes protagonistas) se estrenó, de manos del director William Crain, Blacula; cuyo guion gira en torno a un africano que viaja hasta Transilvania para pedir ayuda a Drácula frente a los traficantes de esclavos negros. Una vez allí, el vampiro lo morderá y comenzará años más tarde una sangrienta carrera de asesinatos. No contentos con ello, como diría uno de nuestros redactores, un  año más tarde se estrenó ¡Grita Blacula, grita! (Blacula 2). Si quieren un disfraz de Halloween peculiar, no lo duden… Éste es el suyo.

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Los españoles también entendemos de vampiros: Drácula en español

Los setenta también nos regalaron algunas interpretaciones del vampiro más universal y cinematográfico con acento español; o bien dirigidas por españoles. Entre ellas podemos destacar la unión de dos mitos como fueron el director Jess Franco y Christopher Lee en 1970 para rodar El conde Drácula, una versión basada en la novela original, con bastantes concesiones. Lo mejor: ambos mitos trabajando juntos y la aparición de Klaus Kinski como Rendfiel.

De entre las producciones o participaciones españolas en la forja del mito, no podemos olvidar, por citar algunas La saga de los Drácula (1972, León Klimovsky) donde una pareja acude a Transilvania al castillo de un antepasado que no es otro que el mismísimo Conde Drácula, interpretado por Narciso Ibáñez Menta. Así como la comedia Tiempos duros para Drácula (Jorge Darnell, 1976) que nos mostraba algo que no sabíamos: la crisis es capaz de golpear duro hasta a la mismísima aristocracia inmortal.

 

El final de los setenta y el remake de clásicos imperecederos

Justo el final de la década de los setenta, concretamente 1979, nos regaló dos Drácula clásicos, cada uno a su estilo, que venían a homenajear algunas de las primeras aproximaciones al mito del vampiro. Nos referimos, por supuesto, a Drácula (John Badham) y al Nosferatu de Werner Herzog.

De la primera, la dirigida por el británico Badham, nos quedamos con el encanto de la revisión que el propio director hizo del Drácula de Tod Browning, con una extraordinaria banda sonora a cargo de John Williams, y con los principales protagonistas: un Abraham Van Helsing interpretado por Sir Laurence Olivier (ahí es nada) y una de las interpretaciones de Drácula más seductoras y elegantes, la de Frank Langella. Una película a redescubrir, y que sirvió en parte de inspiración para Coppola.

La segunda, dirigida por Herzog, es un remake de la maravillosa Nosferatu, el vampiro de Murnau; y en honor a la verdad, tanto Herzog como Drácula, interpretado por Klaus Kinski no salieron para nada mal parados del experimento. Mención especial al maquillaje del vampiro y a Jonathan Harker, interpretado por un Bruno Ganz que alcanzaría altas cotas de popularidad para el gran público por su interpretación de Hitler en la magnífica El hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004).

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Los noventa y el golpe definitivo de Drácula: el mito entra en el Olimpo

El principio de la década de los noventa supuso la instauración de nuestro vampiro favorito en el Olimpo (¿acaso no lo estaba ya?) cinematográfico. Y este ascenso para la cultura de masas tendrá el honor de realizarlo Francis Ford Coppola cuando en 1992 estrene Drácula de Bram Stocker, o lo que es lo mismo, la autoproclamada versión fidedigna del relato que el irlandés escribiera a finales del siglo XIX. Son muchos los aciertos que tiene la película, analizados en un artículo anterior por un servidor, pero quizá el mayor de todos fuese colocar, de un modo indiscutible, al Conde Drácula en un nivel tan alto en cuanto a mitos del Cine se refiere, que desde entonces hasta la actualidad las películas, las novelas, series e incluso los films de animación de vampiros se han multiplicado hasta la saciedad, convirtiéndose los vampiros en auténticos seres devorados (qué ironía) por el consumo de masas.

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Tras el estreno y el éxito de Coppola, incluso las parodias no tardaron en llegar, pudiendo destacar la del maestro del humor ridículo Mel Brooks en Drácula, un muerto muy contento y feliz (Mel Brooks, 1995) con ¿acaso lo dudan? el incombustible Leslie Nielsen en el papel principal. Así como la castiza Brácula: Condemor 2 (Álvaro Sáenz de Heredia, 1997) con la estrella televisiva del momento Chiquito de la Calzada, que nos hizo preguntarnos si realmente hacía falta una segunda parte de la película Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera… (la cuestión sería: ¿verdaderamente hacía falta una primera?).

Sea como fuere, se trata de un hecho innegable que Drácula fue, es y será un personaje inolvidable, sin el que sería imposible entender la Historia del Cine y de la cultura contemporánea. Ya sea en blanco y negro o en color. Malvado o romántico… al final la victoria siempre ha sido y será del vampiro que consiguió desde los inicios del Cine extraernos hasta la última gota de sangre y colarse en nuestros pensamientos cinéfilos para siempre. No lo duden. Ya están vampirizados, así que disfruten y elijan ustedes mismos con cuál de estos (u otros muchos que nos hemos dejado en el tintero) se quedan… Yo tengo mi favorito… ¿y usted?

Carlos Corredera (@carloscr82)