Y de repente, llegaron los Simpsons, poniendo en tela de juicio todo lo que creíamos que eran las series de dibujos animados. Llenaron un hueco cultural que sólo los largometrajes parecían poder llenar. En sus primeras apariciones en televisión aquí en la península ibérica, se dejó bien tarde, a eso de las once de la noche. No era para menos, entre otras cosas, parecía que no estábamos curados de que personajes de dibujos animados dijeran palabrotas. Claro que la cosa fue más allá de lo meramente superficial y de la crítica de la sociedad americana, porque estos personajes además de largar por esa boquita razones e insensateces como puños, también cantaban. Sin embargo esto ya no era ni Los Archies, ni Alvin y las Ardillas. Desde los primeros capítulos, los guionistas de la serie nos querían educar, y nos coloreaban a Lisa Simpson con un saxofón, ya desde los títulos de crédito. El personaje del saxofonista de jazz Murphy Encías Sangrantes nos dejó un poco fríos al principio, y es que no es fácil en realidad tragar momentos musicales dentro de unos dibujos animados, sobre todo en plan comedia. Claro que todo no quedó ahí. La música fluye en Los Simpsons de muchas maneras, y llega desde los más insospechados personajes, como cuando Nelson queda hipnotizado, y no es para menos, cuando por casualidad en una escapada de niños a lo Huckleberry Finn pasan por una ciudad y ve actuar a ni más ni menos que Andy Williams. Los Simpsons es un hueso duro de roer para los profesionales del doblaje. El número de personajes que se ha quedado sin al menos una canción en algún episodio es reducidísimo; nuestro querido y currantísimo Apu no se amilanó a la hora de cantar a su tienda, y el Actor Secundario Bob parecía nacido para Vesti La Giubbiala. Homer, Apu, Barney y el profesor Skinner, formaron un grupo vocal llamándose Los Solfamidas, y tuvieron una carrera breve y llena de actividad siguiendo sin saberlo la senda del final de los Beatles. Algunas sorpresas de otra índole salpican la serie, como cuando la organista de la iglesia, Helen Feesh, por una gamberrada de Bart, interpreta “In-A-Gadda-Da-Vida” de Iron Butterfly con los parroquianos cantando.

No se puede obviar al collage de los títulos de crédito de Danny Elfman, que casi ha eclipsado su carrera (¡y que Green Day publicó como single en 2007!). Mucho menos a Alf Clausen, encargado de la música de la serie, tan llena de referencias, y de los arreglos y adaptaciones de las canciones. Su labor, mérito, esfuerzo y logro no ha quedado en saco roto y está reconocido y premiado, aunque esto no le valió para que Hans Zimmer le sustituyera en estas labores para el largometraje de Los Simpsons.

¿Y qué decir de los cameos de grupos y cantantes? “Do the Bartman” que fue single y apareció en el primer álbum de Los Simpsons fue compuesta por Bryan Loren y Michael Jackson, gran y reconocido fan de Bart… El malogrado artista acabaría apareciendo de extraña manera en “Papá está Loco”. Spinal Tap dieron el salto del falso documental a los Simpsons haciendo creer a más de uno que existieron en realidad, y acabando en una cuneta, por culpa de Otto el conductor. Pero otros grupos existentes hicieron presencia en la serie como personajes y hasta prestando su voz. La lista es enorme, así como los géneros a los que pertenecen. Tony Bennett fue el primero, y le sigueron Ringo Starr en “Pinta con Grandeza”, Sting, Tom Jones, Sonny Rollins, Lady Gaga, Katy Perry, Eartha Kitt… Sigur Ros, Aerosmith (en el episodio “El Flameado de Moe”, aquel con la adaptación de “Where Everybody Knows your Name”, el tema principal de Cheers), The Who derribando un muro de la vergüenza en Springfield con «Won’t Get Fooled Again”. U2 llegaron a pedir su aparición en la serie, y así fue como llegaron a “Residuos titánicos”. En él, Homer logra parar un concierto de la gira de Pop Mart para una de sus cuasipersonales reivindicaciones sociales, y a pesar del interés de Bono, Homer acaba peor que malparado, y a los ojos de las inmensas pantallas de aquella gira. En otro episodio, Homer se encuentra como protagonista de una crítica y parodia de aquello que fue llamado la Generación X, junto a Sonich Youth y The Smashing Pumpkins. Algo parecido, pero con el hipismo como diana, ocurría cuando Homer, buscando sus raíces familiares, acaba al volante en pleno viaje de LSD al ritmo de “White Rabbitt” de Jefferson Airplane.

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¿Y el grupo favorito de Homer?: “¿No conocéis a Grand Funk Railroad? ¿Las Letras descamisadas de Mark Farner? ¿El bajo aplastante de Mel Schacher? ¿La habilidad a la batería de Don Brewer?”. De hecho, cuando The Who aparecen por Springfield, Homer escribe una larga lista de títulos para que The Who la interpreten, para desencanto de Roger Daltrey, la mayoría son de Grand Funk Railroad. La habitación del padre de Bart, Lisa y Maggie, en sus tiempos de estudiante estaba adornada del primer álbum de Led Zeppelin y The Dark Side of the Moon de Pink Floyd.

Todo esto tiene un sentido. El gran mérito de la serie es llevar, algo así como ocurrió en La Bola de Cristal, el mundo de los adultos al de los adolescentes, y hasta el de los niños, y viceversa. “Es como Los Picapiedra pero hoy en día” era la cantinela que uno escuchaba cuando hace veinticinco años esta familia y el resto de Spingfield y más allá entraron en nuestras vidas. No era así, y no lo fue en ningún momento. Los Simpsons, de las formas anteriormente mencionadas, han unido generaciones alrededor de la música, el idioma universal, dicen. Los Simpsons, muchos lo percibimos rápido, no eran meras caricaturas, y mucho menos con el paso del tiempo, cuando los episodios se fueron volviendo más y más referenciales. Gracias a esto, la música le dio a la serie de dibujos una cualidad permeable, más allá de ser un mero ancla con nuestro mundo de piel de aburrido color carne humana.

Antonio Jesús Reyes (@AntonioJesusRe)