“Aquí yace en paz aquel que fue alegría del pueblo: Mané Garrincha”.

Al pie de una colina, en el camposanto de Pau Grande, descansan los restos de Manuel Francisco Dos Santos, el ángel caído que gambeteaba por placer. Jugador del Botafogo y de la Selección Brasileña, miembro del considerado mejor once inicial de todos los tiempos por la FIFA, la de Mané Garrincha no es la típica biografía de deportista exitoso que aúna sacrificio y superación. Tampoco es un listado de títulos, números y records individuales solo superados 50 años después (aunque podría serlo). La historia de Garrincha es diferente y, a la vez, tremendamente familiar. La historia de Garrincha es el relato de la eterna lucha entre el talento y el abismo, entre la certeza de la genialidad y la incertidumbre del instinto. Su epitafio, sencillo y sincero, es una alegoría que condensa su manera de entender un deporte que tampoco le importaba demasiado. Porque el fin de su fútbol (y de casi todo lo que hacía) no era la victoria sino la felicidad y la belleza. Carácter que, hasta hace muy poco, compartía con su seleçao.

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-De vez en cuando vienen turistas, sobre todo europeos, pero durante el Mundial nadie ha venido a visitar la tumba-.

Las palabras del enterrador de Pau Grande[1] tienen el regusto amargo de la traición. Una traición consumada por la selección brasileña en este Mundial. Desterrando el jogo bonito, se armó un bloque prosaico y rocoso cuyo única raison d’être era la victoria. El proyecto, sin más alma ni principios que el marcador, se mantuvo mientras la defensa apuntalaba los cimientos y Neymar, la penúltima burbuja futbolística (pregúntenle a Hacienda), tenía todas las vértebras en su sitio. Entonces llegó Alemania. Cinco goles en menos de treinta minutos. “La tragedia de Belo Horizonte”, probablemente la mayor humillación sufrida por la selección canarinha en toda su historia, dejaba las cosas en su sitio. El Brasil más pobre y rácano jamás conocido caía reventado por la versión germana del fútbol total. El siete a uno del Mineirão tenía cierto aroma a justicia poética.

-Cuando él murió, prácticamente murió el futbol brasileño-, afirma Ananais[2], exfutbolista y devoto admirador de Garrincha.

Exagerada, la cronología mantiene algunas semejanzas con la realidad. Garrincha falleció el 20 de enero de 1983, meses después de que cayera eliminada del Mundial de España la para muchos última gran selección brasileña, el Brasil de Tele Santana. Con Socrates como líder espiritual y Zico como estrella, los Falcao, Junior, Eder y compañía maravillaron con la alegría de su juego y su fútbol de ataque. Un fútbol de ataque que chocó en el viejo Sarriá con el olfato goleador de Paolo Rossi. Algo cambió en la cabeza del fútbol brasileño ese día. Volvieron a casa con las manos vacías pero con el reconocimiento de unos aficionados que todavía hoy presumen de haber visto en directo un fenómeno irrepetible. Tan irrepetible como la calidad de Garrincha.

-Sí, somos Pentacampeones, pero ¿cuántas veces hemos ganando convenciendo a los torcedores con nuestro futbol? Me pueden hablar de cualquier figura del momento, pero Mané es incomparable[3].

Pese a la certeza con la que habla hoy Ananais, de niño nadie hubiera dado un duro por Mané. Zambo, su pierna derecha era seis centímetros más corta con la izquierda y tenía la columna vertebral torcida. La poliomielitis acentuó más aún sus defectos y, aunque lo operaron, quedó doblado de por vida. Su aspecto era tan cómico que sus hermanos lo bautizaron como Garrincha, mote que le quedó de por vida y que deriva de un pájaro feo, torpe y veloz que habita en el Mato Grosso. Crueldades propias de la infancia.

Manel Garrincha tampoco hizo mucho por cuidarse ni mejorar su aspecto. Empezó a fumar a la tierna edad de diez años y bebía como un cosaco en día de permiso. Mujeriego, tuvo trece hijos reconocidos, convirtiéndose en famosas sus escapadas nocturnas de las concentraciones. Una de ellas, en una gira que hizo por Suecia con el Botafogo, le dejó de propina un vástago sueco. Su desordenada vida sentimental provocó el divorcio de su primera mujer, iniciando un romance con la cantante de samba y jazz Elza Soares, lo que fue todo un acontecimiento en Brasil. Si no entiende como un hombre bajito, encorvado y patizambo podía tener este éxito con las mujeres, acudan a su biógrafo[4]. Según él su éxito se debía a su furor sexual y un pene de 25 centímetros[5]. Casi nada.

Pelé-Garrincha

Dejando a un lado del tamaño de su miembro, hay que decir que Garrincha no era un superdotado. Inculto y sin formación, sacó 38 puntos en el test psicofísicos que hacían antes del Mundial de Suecia de 1954. La mínima exigida era 123. Joao de Carvalahaes, psicólogo de la selección brasileña, fue muy contundente en sus informes: «Es un débil mental no apto para desenvolverse en un juego colectivo»[6]. Nilton Santos, compañero suyo en el Botafogo y conocedor de su potencial, comenzó a moverse dentro del equipo para convencer a todos de que Garrincha no podía faltar a la cita mundialista. Finalmente convocado, el primer partido dio la razón a Santos.

-Los soviéticos nos marcaban al hombre, pero, de repente, comenzaron a amontonar gente en el lado izquierdo de su defensa. No podían parar a Mané-, cuenta Santos.

Con todo, la gran leyenda de Garrincha no se forjó en Suecia sino en Chile, en el Mundial de 1962. Con peor equipo que en 1958 y Pelé lesionado desde el primer partido, Garrincha tomó las riendas de la canarinha. Los diarios se preguntaban de qué planeta venía semejante fenómeno mientras los entrenadores ideaban inútiles marcajes para frenarle. Según los puristas, junto con Maradona en México 86, ha sido el único jugador capaz de ganar un Campeonato del Mundo él solo. Sus goles (marcó cuatro goles desde la posición de extremo izquierda, algo nada fácil) y sus asistencias resultaron decisivas, siendo nombrado mejor jugador del Mundial. El propio Pelé se rindió ante él:

-Era capaz de hacer cosas con el balón que ningún otro jugador podía hacer. Sin Garrincha, yo nunca me habría convertido en tricampeón del mundo.

Todos reconocían la clase y habilidad de Garrincha. Su capacidad para driblar era descomunal y la afición aclamaba sus amagos y quiebros. Hacia cambios de ritmos en zigzag y su velocidad reventaba a los defensores contrarios. Era pura fantasía. Su mera presencia llenaba los estadios y, a la salida, todos compartían la ilusión de haber visto jugar a Garrincha. Con la camiseta de Botafogo mantuvo una bonita rivalidad con el Santos de Pelé, ganando tres Campeonatos Cariocas para el equipo blanquinegro. Su forma de regatear se acabó convirtiendo en leyenda, una leyenda acabó por devorarle como futbolista. De hecho, los clubes en los que jugaba lo obligaban a saltar al campo lesionado, pues obtenían pingües beneficios concertando amistosos en los que se aseguraba su presencia. Con el menisco roto y los tendones hechos polvo, tuvo que posponer operaciones necesarias para su recuperación, aplicándose él mismo remedios naturales con hierbas medicinales. Tras pasar por varios clubes, debió retirarse sin disputar el Mundial de 1970.

Creado el mito, fueron apareciendo falsas anécdotas que pusieron en boca de Mané afirmaciones que nunca realizó. La más famosa, quizás, es la que afirma que llamaba a todos sus marcadores João, en un síntoma de desprecio que dejaba constancia de su superioridad. Nada más lejos de la realidad. Es más, como extremo derecha castigado por las patadas rivales, detestaba esta fábula, pues enfurecía a sus marcadores y hacía que le pegaran aún más fuerte. En activo o retirado, en su vertiente profesional o en su vida personal, historietas como esta fueron poblando el imaginario de los brasileños, transformándose Garrincha en un personaje casi legendario.

Ruy Castro ha desmontado muchas de estas leyendas en su obra Estela Solitaria[7]. De hecho, lo describe como “un hombre sencillo y humilde, incapaz de hacer daño a nadie salvo a sí mismo”. Alejado de oropeles y vanidades, Mané Garrincha odiaba presumir y solía relativizar sus logros futbolísticos.

Fieramente humano, más cercano a la vida que al fútbol, las adicciones fueron degradando a Garrincha como a un dios roto. Abandonado por casi todos, incapaz de rehabilitarse de su alcoholismo y arruinado, subsistió sus últimos años gracias a la ayuda financiera que le proporcionaba Giulite Coutinho, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol[8].

-De Garrincha todo el mundo gusta; quiero verlos gustar de Manoel dos Santos, prometer y dar. No es prometer y no dar, ¿entiende? Porque cuando yo estaba en auge, todo el mundo hablaba: “¿Qué necesita?, ¿Qué quiere?” Pero ahora…-, decía el propio Garrincha en la última entrevista que concedió[9]

Poco a poco, Garrincha se fue apagando, solo, consciente de su debilidad. “La diferencia con Pelé es que yo apenas supe driblar los problemas con los pies”. Una complicación de su cirrosis terminó por llevárselo por delante. Le quedó el consuelo de haber caído siendo él mismo, fiel a sus principios y a su manera de entender el fútbol y la vida. Siempre con alegría. Como el “unísono canto de esperanza” del poema de Vinícius de Moraes[10]. Brasil le debe un Mundial y la vuelta a sus raíces.

 Francisco Huesa (@currohuesa)

[1] Moñino, L. (22/06/2014): Garrincha driblaba por placer. El País.

[2] Tovar, R. (23/06/2014): Garrincha, la muerte del fútbol. ESPN FC.

[3] Tovar, R. (23/06/2014): Garrincha, la muerte del fútbol. ESPN FC.

[4] Lacave, E. M. (28/10/2001): El superdotado Garrincha. El Mundo.

[5] Ruy Castro, autor de La Estrella Solitaria, fue denunciado por difamación y daños morales por las hijas de Garrincha. La publicación de las aventuras sexuales de su padre y el hecho de airear el tamaño del pene de su padre no gustó a las once hijas legítimas del futbolista. El juez, sin embargo, falló a favor del biógrafo y la editorial al considerar que “justamente lo que la familia de Mané alega como motivo de ofensa, debería ser un motivo de orgullo para ella. Las aseveraciones de poseer un órgano genital de 25 centímetros y de ser una máquina de hacer sexo, en lugar de ser ofensivas, son elogiosas, aunque cueste trabajo creerse que un alcoholizado tuviese tanta potencia sexual (…) Hay que resaltar que, al menos en este país, tener un miembro sexual grande es motivo de orgullo, porque significa masculinidad”.

[6] Rincón, J. (30/10/2013): Garrincha, el ángel de las piernas torcidas. Marca.

[7] CASTRO, Ruy: Estela Solitaria. Río de Janeiro, 1995.

[8] EFE (22/11/2011): Garrincha se mofó de Pelé en una entrevista olvidada. Marca.

[9] Bikic, C. E. (julio de 1981): El ángel de las piernas torcidas. ESPN Brasil.

[10] VV. AA.: Todos los ritmos: Siete poetas del Brasil. Madrid, 2012.