Nacho Camino y General Invierno nos presentan su nuevo trabajo, Nunca hemos sido modernos, un disco que aúna sonidos clásicos con las últimas tendencias del pop.

Si interpretamos la música como una actitud ante la vida, Nunca hemos sido modernos es una auténtica declaración de intenciones. Su espíritu, su filosofía y su intrahistoria así lo demuestran. El resultado es una lista de canciones que tratan de reivindicar el principio ético del autor: construir desde los clásicos para plantarle cara al todo vale que ignora los referentes.

Evidentemente, trabajos como este no surgen de la nada. Hace tres años Nacho Camino, compositor, vocalista y alma mater del grupo, comenzó a trabajar en sus propias canciones. El empuje de Fran Pedrosa (Pinocho Detective) le animó a trasladar a formato banda los temas, cuyas maquetas habían logrado ya ser finalistas del concurso de Radio 3 Comtempopranea. Para esta empresa, reclutaron al batería Manolo Martínez (Souther Arts Society y Los Gañafotes), al bajista Pedro Ortega (ProyectoeLe) y a la violinista Rosa Rodríguez, que completan el quinteto de Nacho Camino y General Invierno. Poco a poco, los conciertos empezaron a salir y las maquetas a tener recorrido, con actuaciones en diferentes salas sevillanas.

A todo este bagaje le han dado ahora forma de disco (a la espera de sello discográfico) de la mano del productor Jordi Gil. “Jordi es afín a nuestro mundo musical y un verdadero audiófilo”, nos cuenta Nacho Camino, que nos explica lo difícil que es hacer una buena canción. “Sonar bien se identifica ahora con sonar fuerte, pero para tener un gran tema deben confluir muchos factores y evitarse tópicos: hay que llevar las canciones preparadas, tener un gran entendimiento musical con quienes compartes estudio, fluir la magia… es un proceso azaroso”.

No es tan explícito Nacho cuando habla de sus influencias musicales. Salen nombres tan dispares como Lou Reed, Bach o los Beach Boys, pero deja claro que, pese a la formación clásica y a la variedad, es difícil decir de qué hilos tira. Lo que sí está claro es que la música tiene un lugar preminente sobre las letras: “En el 70% de las canciones se ha hecho la música antes que la letra, ajustándose estas a la música”.

Pero pese a lo dicho por el autor, las letras tienen una gran importancia en el disco. Densas y trabajadas, tratan de evitar los temas propios del pop para abrir nuevas vías. Así, los asuntos políticos y sociales se mezclan con lo personal, uniendo el plano individual y colectivo. Se crean historias particulares extrapolables a lo general, alternándose lo poético con una fina vena satírico-humorística. Indudablemente, son algo más que un mero acompañamiento de la música. Temas como “Nosotros”, sátira de la Unión Soviética contada a través de la experiencia personal de un músico, acaban marcando un tono distópico donde música y letra confluyen para expresar las ideas y la personalidad del autor.

Pero el disco no queda ahí. La conexión del grupo con el cine clásico, las correspondencias con Boadella, los guiños a Rabal, las voces de Sartre, la letra de Luis Alberto de Cuenca (“Political Incorrectness”) y un sinfín más de detalles acaban por labrar una obra de artesanía donde el artista y su grupo han plasmado su posición ante el mundo. Una posición basada en el compromiso, la dedicación y la admiración de los clásicos. La consecuencia, un disco comprometido donde arte y música es un binomio imposible de separar.

Francisco Huesa