Que el Madrid era un cadáver andante antes del último derbi era un secreto a voces. Toda la prensa madrileña conoce cualquier detalle del interior de su vestuario hasta antes de que se produzca (y eso que el topo ya se ha ido, se ve que la topera era o muy grande o muy poblada), y todos, en mayor o menos medida, ya se habían hecho eco de varios desencuentros entre los pesos pesados de la plantilla y el entrenador Rafa Benítez.

Ni siquiera era necesario tener alguna fuente dentro del club. Con leer y escuchar las manifestaciones delante de la prensa de los Cristiano, Ramos o James uno se da cuenta de que no hablan por hablar. En esos clubes nunca se habla por hablar. Cuando uno ficha por el Real Madrid o el Barcelona suele convertirse parcialmente en un político.

Esos jugadores deben ser conscientes de que cualquier mísero comentario será utilizado para hacer sangre por la facción de la prensa que tengas en contra. Y cuando llega el capitán del equipo, Sergio Ramos, y habla alegremente del sistema del entrenador, y no precisamente para bien, es porque se intenta mandar un aviso. Es lo que a la mafia podríamos traducir como una cabeza de caballo entre las sábanas.

A los jugadores no les gusta el estilo de Benítez. ¿A quién en su sano juicio lo haría hoy en día? Defender atrás juntos y fuertes y buscar el contragolpe con un mediocentro de calidad que lo saque y un delantero rápido que lo culmine, siendo muy simplistas. Fue efectivo en Valencia donde todos defendían como leones. Fue efectivo en el Liverpool que se forraba con Gerrard, Xabi Alonso y Torres aunque le costaran los partidos en los que debía llevar la iniciativa. Pero ni triunfó en el Inter, ni en el Chelsea ni incluso en el Nápoles, pese a hacer buenas temporadas.

Esa efectividad de tiempos pasados se buscó con su fichaje, en parte. Más que nada porque Benítez no ha sido más que un parche “barato” a la salida de Carlo Ancelotti.

Y eso que a un jugador en particular le podría haber venido como anillo al dedo para reivindicarse por la aparente adaptación de sus virtudes a dicho estilo, Gareth Bale.

El ojito derecho de su presidente se mantiene aún lejos de las críticas de la prensa. Se ve que la mano de Florentino le sirve aun como paraguas al espigado extremo británico, que está pasando sin pena y sin gloria por la institución capitalina (no hablará nada de español pero la mejor ruta a los hospitales madrileños seguro que la conoce). Solo la sombra de Kaká es más alargada que la suya, pero claro, el brasileño costó unas cuantas decenas de millones menos y venía en el ocaso de su carrera.

El jugador galés debería estar ante su mejor temporada. Aquella en la que debería acallar las bocas de todos los críticos con su figura tanto dentro como fuera del campo. Y sin embargo está contribuyendo a que la leyenda negra siga aumentando hasta el punto de que si se le presenta la opción de repescar algo del dinero desembolsado en su día, el club no debería pensar nada más allá que el color el lazo con el que lo fuera a  envolver.

Otra “Florentinada” que demuestra que el empresario madrileño es constructor de muchas cosas pero de equipos no. Y además un no rotundo. Porque cuando necesitaba encontrar a alguien que administrara las figuras que iba trayendo, prefirió no renovar a un Del Bosque doble campeón de Europa y campeón de Liga esa misma temporada, para dar palos de ciego con Carlos Queiroz (el que le hacía las alineaciones a Ferguson en el Manchester), Camacho (y su segunda espantá), García Remón (parche 1), Vanderlei Luxemburgo (entrenador de Robinho en el Santos, el futuro del equipo) y López Caro (parche 2 y fin de primer acto).  Ninguno le llegó a durar una temporada completa salvo Queiroz. Es cierto que algo aprendió de su primera etapa porque desde 2009 ha preferido apostar por entrenadores con cierto nombre internacional como Pelegrini, Mourinho, Ancelotti o Benitez, todos campeones de Europa salvo el primero. Y, como ya apuntamos en un artículo anterior, todos costaron unos milloncejos traerlos excepto el último.

Confiar en Benítez después de cortarle la cabeza al bueno de Ancelotti no es criticable (echar al italiano sí) en la forma pero si en el fondo. En mayor fracaso del señor Pérez, y de todo el entramado directivo de toma de decisiones deportivas (sí, suponiendo que exista, claro), es no haber sido capaz de legar un estilo de juego que creara una filosofía de club.

Todos recordamos allá por el 2002 cuando se le llenaba la boca de hablar de los “zidanes y pavones” pero, ¿Cuántos canteranos tiene el Real Madrid en su plantilla después de estos 15 años?

Tras la marcha de Casillas, solo quedan Arbeloa (sí, cuenta a pesar de estar en su ocaso), Carvajal, Jesé, Nacho, Lucas Vázquez, Cheryshev, Kiko Casilla y, si somos muy pero que muy buenos, Casemiro que pasó por el Castilla. Pero realmente, que no haya tenido que emigrar durante unos años para hacerse profesional, solo deberíamos contar Nacho y Jesé. Es decir, a un par de jugadores de rotación.

¿A eso se ha visto reducida la cantera del Real Madrid?  Sí. Los “Pavones” brillan por su ausencia.

La política del club se ha comido a los escalafones inferiores hasta el punto que en 2015 decidieron eliminar el segundo filial (seguramente el que más lloró su pérdida fue el Getafe). Para que vamos a tener un filial en tercera si ninguno de esos muchachos va a llegar a jugar con el primer equipo, debieron pensar los rectores de la cantera merengue.

La idea y el carácter del club se han diluido como un azucarillo en el café de la modernización. Un club con estructuras noventeras, que lideraba Lorenzo Sanz, dejó su transformación al siglo XXI en manos de un constructor y sus consejeros1, también empresarios de dicho sector que eran los que tenían el dinero y los contactos en aquella época. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Decidieron aplicar la misma política que les funcionaba con sus empresas, créditos bancarios para fichajes estrella que generaran los suficiente para rentabilizar su fichaje y pagar los préstamos. Y así llegaron Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham a un vestuario en el que estaban los Raúl, Hierro, Casillas, o Roberto Carlos. Cada verano venía uno nuevo.

Pero para entrar hay que dejar salir primero.

Los veteranos siempre han tenido mucho peso en el Madrid. Ese grupo de españolitos criados como polluelos en el Castilla, o como mínimo con varias temporadas en el club, que guiaban a los compañeros en la idiosincrasia del equipo donde acababan de desembarcar. Ellos hacían vestuario, como se suele decir. Y servían en muchas ocasiones de fuente para la prensa a la que filtraban de manera interesada tal o cual información del entrenador de turno y sus métodos a cambio de un buen titular de vez en cuando.

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Los Chendo, Sanchís, Michel, Butragueño, Martín Vazquez, Buyo o Hierro formaban parte de ese perfil de hombre de club que dotaba de carácter a unos jugadores extranjeros más pendientes del día de nómina que de dejarse los pulmones por el escudo del pecho. La llegada de tanta figura de renombre coincidió con el final de una generación clave en la historia reciente del club y no vio su continuidad ni en los jóvenes valores ni en los españoles que llegaban de fuera convirtiendo el vestuario merengue en un microcosmos en el que cada constelación busca su órbita sin importar las demás.

Al perder la guía desde dentro, solo un agente externo es capaz de aunar objetivos. Schuster o Capello ganaron Ligas en buena parte por la inercia de los equipos que se sienten superiores a los demás sin llegar a conseguir esa unión.

¿Y qué pasa con los Zidanes? Pues que tampoco están.

Florentino retornó en el 09/10 con Cristiano Ronaldo (fichaje gestionado por Ramón Calderón, anterior presidente), Kaká y Benzema como cabezas de cartel pero lo que vino después no se acerca al perfil de jugador excelso y mediático que tenía el medio francés. En la 10/11, primera de Mourinho, se trajeron a Ozil, Khedira y Di María como más destacables (todos están ya fuera). Para la 11/12 se optó por Sahin y Coentrao como fichajes estrella. En la 12/13 fue Luca Modric mientras que para la primera de Ancelotti, 13/14 se optó por españolizar el equipo con Carvajal, Illarra e Isco con Bale como colofón. Para la 14/15 se decidió apostar por James, Kroos y Keylor Navas después de sus buenas actuaciones en el mundial de Brasil y para la temporada en ciernes lo más destacable ha sido la recuperación de Casemiro.

Dejando aparte este último verano en el que se ha dado un claro paso atrás, en los años anteriores no se han traído jugadores comparables a la anterior etapa convirtiendo las incorporaciones en apuestas de futuro muy caras que no terminan de mostrar todo el aparente potencial que se les presuponían. Culpa de esto se debe a la gran exigencia con la que vive el club en cada partido y la poca paciencia que suele tener la grada.

Pero, ¿por qué no vienen? Hace poco Cesc Fábregas reconocía en Marca que hubo contactos para fichar por el Madrid en varias ocasiones pero no se materializó, seguramente porque haber dado ese paso le hubiera cerrado las puertas de su buscado retorno a Barcelona, aunque no saliera como esperaba. ¿Cuántos habrá habido así? La idea de jugar en el Madrid que seducía antes se ha extinguido ahora.

El dinero ya no llama como antes. Con la llegada de jeques árabes al City o al PSG el ramillete de equipos que pagan buenas nóminas se ha ampliado, y por tanto la competencia para hacerse con ese tipo de jugador.

Por compañía tampoco. El Madrid ha ligado tanto su imagen a Cristiano, que el portugués parece que lo envuelve todo. No hay noticia dentro del club que no quede en segundo plano frente a cualquier actividad publicitaria del delantero. Desde hace un par de temporadas el club se ha dado cuenta que a la larga no ha sido positivo para captar jugadores pero su respuesta fue crear con Bale una especie de competencia que ha diluido más aun la imagen del resto de la plantilla. Siendo honesto y leyendo entrevistas en diferentes medios, a la mayoría de jugadores top le seduce más la idea de jugar junto a Messi, especialmente a los sudamericanos, que con Cristiano.

Lo único que le queda al club, mientras no haya otra cosa, es la historia. El club que más Copas de Europa ha ganado debería vender sin pudor la mística de jugar allí. Y debe hacerlo pronto porque el Barcelona le come terreno histórico temporada a temporada.

Desde la llegada de Guardiola al eterno rival y la imposición de un estilo propio en el equipo del Camp Nou, el listón se ha elevado sobremanera de forma que esa inercia de la que hablábamos antes ya no vale. Solo Mourinho, que sirvió más de destructor con el Barcelona que arquitecto del Madrid, consiguió aguantar el tirón en su segunda temporada conquistando el título liguero mientras que el resto de temporadas han ido claudicando una tras otra. Se ha llegado al extremo de ganar 1 de las últimas 7 ligas, nunca visto desde la llegada de Di Stefano al club del Bernabéu allá por 1953.

Hasta el Atlético de Madrid, denostado durante años, se ha unido a la fiesta como rival de entidad gracias a desarrollar su propia filosofía de club, cimentada en su entrenador.

Al Real Madrid le falta un estilo propio. Una forma de encarar los partidos y que sirva para fichar con cabeza en vez de con billetera. Saber elegir las piezas del mercado que mejor se adapten es algo que el Barcelona o Atlético de Madrid han sabido desarrollar. Alguna vez se puede errar pero a la larga, cuando se sabe a qué se juega, la mayoría suelen convertir el desembolso en rendimiento.

Aunar individualidades sin orden ni concierto puede vender camisetas pero no gana títulos salvo que haya un buen entrenador que sepa instaurar un estilo propio dentro de una identidad de club, pero para eso se necesita tener una bien definida.

¿Cuál es la identidad del Real Madrid actual?

Carlos Sabaca (@casabaca)

(1) Cabe destacar al empresario naval Fernando Fernández Tapias. Vigués de nacimiento, fue asiduo de las revistas del corazón debido a dejar a su mujer por un fugaz romance con Mar Flores en 1996. Ahora casado con una mujer 33 años más joven, su nombre ha sido relacionado por algunos medios con el caso Bárcenas.