Alberto San Juan es un tipo afable. Cuando te recibe lo hace con una sonrisa tranquila y acogedora. Cuando te habla lo hace con un tono de viejo compañero despistado que podría venir de pasear entre sus propias ovejas o acabarse de bajar de una Harley-Davidson. Pero sobre todo Alberto San Juan es una intención, un hecho, una forma de entender la relación cine-política y ante todo es un ser humano encantador.
¿En qué proyecto estás inmerso ahora?
Bueno, para hablarte de eso te hablo del proyecto en el que estoy metido desde hace tres años más general, que es el Teatro del Barrio, una cooperativa de consumo (que puede parecer una evidencia, pero se diferencia de una laboral en que no solo están los productores sino también los consumidores). Y digamos que el Teatro del Barrio surge tras el 15M en esa amplia articulación de iniciativas ciudadanas, sociales, etc, en un sentido y una dirección transformadora. Y pretende hacer una aportación, humilde porque no tiene capacidad para más, en el ámbito de la información y de las ideas a través de la cultura. Tiene por una parte un espacio más académico que le llamamos Universidad del Barrio, que lo montaron varios profesores, que tiene un curso de historia política del estado español y otro curso de economía alternativa; y luego las producciones propias, que todas hablan de nuestra historia reciente, digamos el periodo Segunda República-actualidad. La intención es conocernos mejor para cambiarnos más fácilmente, sobre todo teniendo en cuenta que ha habido un relato dominante y omnipresente del paso de la dictadura a la democracia y de lo que han sido los últimos cuarenta años dónde no ha habido apenas lugar para la crítica. Y aunque es verdad que a partir del 15M cada vez hay más literatura crítica de análisis de este periodo, como vemos sigue aguantando con fuerza el relato de la Transición y sus productos diversos.
‘España ingobernable’ es una pequeña aportación más en ese sentido, haciendo una breve memoria de los principales ciclos de lucha ciudadana contra el poder, tanto la Segunda República, como la Transición, como ahora. Porque incluso en la Segunda República, aunque la lucha ciudadana entrara en las instituciones y las instituciones fueran casi por delante de la sociedad en cuanto a iniciativas transformadoras también se puede hablar de lucha ciudadana contra el poder, porque el poder, como se vio a partir del 36, seguía existiendo, el poder opresivo, el poder de siempre, el poder explotador, aunque la fuerza emancipadora hubiera llegado a las instituciones. En ese sentido, a lo que me dedico en los últimos años es a intentar leer y compartir lo que leo a través del teatro.
La próxima obra en la que estoy yo que vamos a estrenar en el teatro del Barrio como producción propia se llama ‘Masacre. Una historia del capitalismo español’, y es intentar rebobinar y ver cómo se han constituido alguno de los principales núcleos de poder actual, cómo han obtenido ese poder, ese patrimonio y esa capacidad de influencia algunos bancos, eléctricas, constructoras, etc.
¿En qué momento una persona con tu reconocimiento y tu fama se implica en un proyecto de estas características, sabiendo las consecuencias que en este país tiene?
Animalario es es el ámbito donde yo empiezo a trabajar. La primera vez que actúo en mi vida es con Willy Toledo con una escena que luego formaría parte de la primera obra de Animalario, que se llamaba ‘Animalario’. Las obras que hacíamos no eran directamente sobre la situación política, supongo que en ellas sí latía una preocupación social, pero la naturaleza del teatro es servir de espejo a la vida humana, intentar ver a través de una ficción como vivimos, siempre con el anhelo de vivir mejor, de convivir mejor y aprender a convivir. Para mí el sentido de la cultura es aprender a convivir. Mi tendencia a participar en la confrontación política, que para mí no es otra cosa que la historia de la humanidad, la humanidad si se tomara como un sujeto, como un ser vivo, va creciendo, tiene una historia, va evolucionando, y hay quienes dijeron que ya había cumplido su historia, que ya había llegado el fin de la historia y ahí se había quedado, porque ya había alcanzado el paraíso posible, y luego se ve que no, que quizá estamos todavía en la infancia de la historia de la humanidad, lo que pasa es que no se sabe si le dará tiempo a llegar a adulta. Pero estamos en ese crecimiento, igual que una persona lucha contra sus fantasmas y contra sus dolores e intenta buscar un estado de paz interior y de disponibilidad para disfrutar de la vida, la colectividad humana yo creo que también. Y de alguna manera siempre de forma intuitiva me he sentido frente al abuso, por una cosa muy trivial, y es que de niño en la escuela formaba parte de los excluidos, pero por inadaptación social, por incapacidades propias.
Esa experiencia de exclusión en un ámbito tan intrascendente o tan trascendente como el colegio, y la familia, y en general, de alguna manera generó en mí una necesidad de liberarme y dejar de mirar el mundo desde abajo, desde una posición de inferioridad, que ya te digo que era en un terreno emocional, que no era por una cuestión social, mi familia era de clase media normal. Vivíamos en una casa de lujo, en un barrio residencial, pero era la única característica lujosa, por lo demás era una familia totalmente normal de clase media estándar. Luego no he sido una persona especialmente formada intelectualmente ni que haya leído demasiado ni que haya militado nunca en ninguna organización ni que haya mantenido nunca una labor activista de forma estable. No, de pronto en el año 2000 hubo una cadena de encierros en iglesias españolas de gente sin papeles, para reclamar sus papeles, y en Madrid se hizo un experimento que fue un encierro de inmigrantes sin papeles y gente española, y estuvimos en la iglesia de San Carlos Borromeo dos meses encerrados. Esa fue una experiencia de politización y de asumir responsabilidades ciudadanas o cívicas.
Luego ya a partir de la crisis la necesidad de dejar de suponer vagamente, de saber que vivimos en una sociedad donde una parte pequeña explota al resto y se lucra a costa del sufrimiento ajeno y querer conocer bien esa dinámica y ese funcionamiento. Y no sólo eso sino pensar que realmente había una alternativa que fuera mucho más allá de un PSOE escorado a la izquierda por IU, que durante un tiempo era como la posibilidad real mayor, que el PSOE virara un poco a la izquierda obligado por IU, casi una coalición de los dos. Y el 15M demuestra que todo eso tenía un vuelo muy corto y no iba a cambiar nada realmente, y que hace falta un cambio mucho más profundo y que es posible.
Me parece que Kafka en La Metamorfosis hace realmente un buen retrato porque el verdadero drama del protagonista no es que se haya convertido en cucaracha, es que no se plantea dejar de ser cucaracha, se plantea como hacer para vivir siendo cucaracha, en vez de decir «no,yo no soy una cucaracha, estoy viviendo como una cucaracha por alguna circunstancia pero no lo soy y por lo tanto reivindico mi naturaleza, que es otra». El 15M para mí es eso: no somos cucarachas, somos personas. Desde entonces, el efecto que tiene en mí es ponerme a leer. Decir, yo tengo que saber, necesito conocimientos para entender y para participar. Y desde entonces me parece ineludible participar de alguna manera en la confrontación social, porque vivimos en un sistema de crimen organizado, en distintas escalas y en distintas maneras pero yo creo que si tú vives en una comunidad ya sea una familia en una casa o un pueblo o lo que sea y hay un incendio o hay una manada de lobos que se comen lo que sea, pues si se prende fuego casa de alguien tienes que ponerte en la cadena de cubos de agua para apagarlo. Nadie lo duda. Pues aquí lo mismo. Todavía queda una gran parte de masa social que no está dispuesta, que no se siente con la capacidad de participar directamente, que espera que Podemos funcione, o que nosequé funcione, y esa actitud de esperar que otros resuelvan creo que no puede ser.
¿La obra principal que se está representando en este país es la corrupción o es un telón para tapar el fondo?
Yo creo que la corrupción de la clase política profesional es el pago que reciben por servir a unos intereses que no son los de sus supuestos representados, que no son los del pueblo, los de la gente, sino los de los poderes económicos. Se trató la cuestión de la corrupción en la persona de Luis Bárcenas precisamente en una de las funciones que hicimos en el Teatro del Barrio que se llamaba ‘Ruz-Bárcenas’, que es una obra que hicimos que es el interrogatorio que le hizo el juez Ruz en el que él cambió el sentido de sus declaraciones y dijo que efectivamente había sobresueldos, caja B, financiación ilegal, todo esto.
Pero ha habido otras obras sobre la monarquía, por ejemplo, hubo una que iba sobre los GAL, ‘Las guerras correctas’, otra sobre la corrupción, ‘Luis Bárcenas, El Rey’, y ahora a parte de esta que os decía, ‘Masacre’, sobre la historia del capitalismo español, se va a hacer una obra sobre las mujeres franquistas, se va a llamar ‘La sección’, por la sección femenina, y las protagonistas son Carmen Polo, la mujer de Franco, Pilar Primo de Rivera y Mercedes Sanz-Bachiller, que era la mujer de Onésimo Redondo, el creador de las JONS. Para aprender sobre un periodo hay que estudiarlo, una obra de teatro no te va a enseñar pero si hay voluntad de despertar el interés para que cada uno haga el esfuerzo personal de saber, porque solo si uno decide voluntariamente hacer el esfuerzo personal de saber sabrá, si no. Y es verdad que hace falta tiempo y esfuerzo para leer, porque hay gente que viene muy leída y hay otros que venimos muy poco leídos (se ríe)
¿Crees que el resto del mundo de la cultura ha reaccionado de manera parecida o el Teatro del Barrio es una excepción?
No, yo creo que como decíamos en el manifiesto inicial del Teatro del Barrio un «hambre de realidad», unas ganas de saber de aquí qué coño ha pasado, de sentirse engañados y querer saber. A la vez hay una inercia de una fuerza enorme que lleva a desinteresarse, osea hay un proceso de despolitización y desconocimiento de la realidad construido laboriosamente desde el poder enorme. La prueba es la televisión pública, uno de los mayores tapones al conocimiento, cuando podría ser el mayor canal de conocimiento masivo. Imagínate una televisión pública que dedicara el tiempo a contar lo que pasa y lo que ha pasado, a programar documentales sobre nuestra Historia. Sería impensable, porque si cuentas la realidad hay toda una maquinaria que te dice que estás abriendo heridas o buscando el enfrentamiento. En fin, el explotador le dice al explotado que si se queja está creando un problema, como si el problema no existiera previamente.
Hay un debate interesante que se está produciendo en el diario Público y la revista CTXT sobre el papel de los intelectuales, y es verdad que hay una serie de intelectuales que se han convertido en orgánicos de este sistema. Afortunadamente, así como se ha ido poniendo en cuestión a la clase política profesional, a la clase judicial, al poder económico, ahora también se pone en cuestión a esos intelectuales. Y cada vez son más las voces críticas que aparecen, y voces de peso, gente que ya tenía mucho peso antes pero estaba silenciada en el ámbito público. Pero claro todavía los espacios mayoritarios de difusión de información son la televisión, donde no hay intelectuales críticos, El País, donde no hay intelectuales críticos, El Mundo, donde no hay intelectuales críticos… Apenas, sí, alguna vez si, seguramente. Todavía son canales de información minoritarios pero cada vez más amplios. Así como tiene que caer el bipartidismo también tienen que caer los grandes medios de comunicación actuales. Hace falta la rebelión de las redacciones. Hace falta que los periodistas que probablemente una gran cantidad estén en contra de sus empresas, encuentren la forma de rebelarse y echar a Telefónica, al Santander y a quienes les sirven.
Una cultura sin embargo que castiga la imagen pública del disidente, como ocurre con Willy Toledo o contigo
La verdad es que yo no he padecido mucho los vetos, Willy si está muy evidentemente vetado en el cine y la televisión. Y eso tiene consecuencias, no tener trabajo es una putada. También esto coincide con que muchos compañeros que antes trabajábamos de forma habitual en el cine ya no trabajamos. Pero gente que no tiene nada que ver con la política, Eduardo Noriega por ejemplo, era un súper protagonista y ya no le llama ni Cristo. Juan Diego Botto, del que puede tener que ver su implicación. Yo, hace tres años o algo así, después de un par de años así sin trabajar y viviendo de préstamos y trampeando aquí y allá, dije voy a ponerme a hacer, voy a intentar hacer teatro, ya sin compañía porque no existía Animalario ni nada. Y hoy en día afortunadamente me gano la vida con el teatro.
Hay cosas que hago por mi cuenta, como ‘España ingobernable’ o ‘Autorretrato de un joven capitalista’. De hecho, yo vivo de ese monólogo y alguna cosa más de teatro desde hace tres años, y lo sigo haciendo. Y luego en otras obras que son producciones del Teatro del Barrio, como El Rey, y ahora Masacre. También es que como se mezcla con el aumento del paro en mi profesión, como en todas, igual no lo noto tanto. Igual si todos mis compañeros estuvieran currando y yo diría hostia, pero no. Igual me han vetado alguna vez, no lo sé. El otro día un productor y director me decía, por esto de los titiriteros que hicimos Gloria Muñoz y yo, «es que mi abuela piensa que tu apoyas a ETA». Y le digo «¿por qué puede pensar eso?» Y dice «porque lo escucha, en la radio por ejemplo». Y digo joder eso si me da palo.
La verdad es que lo más daño hace es la utilización del terrorismo por parte del sistema para neutralizar a gente. La famosa operación para criminalizar la protesta social: vincularla al terrorismo, siempre, aun cuando ya no existe terrorismo en España. Esto lo contaba el presidente de Jueces para la Democracia, Joaquim Bosch, que daba el dato de que se habían quintuplicado las denuncias por enaltecimiento del terrorismo desde que ETA ya no existe, aunque no se haya disuelto. Eso sí me jode porque me parece un juego tan sucio, tan chungo. Y eso si puede hacer daño. Pero no voy a dejar de hacerlo por eso.
Otro de los debates que atraviesa el mundo de la cultura, el teatro y el cine es sobre sus usuarios y la clase a la que pertenecen. ¿Los kinkis van al teatro?
(se ríe) No lo sé, habría que concretar el término. ¿A quien se refiere hoy en día?
Pues, por ejemplo, Alfon. ¿Alfon iría al Teatro del Barrio?
Alfon ha ido pero quizá porque le he invitado yo, no sé si hubiera ido sino. Con el Teatro del Barrio hay una cosa que no está bien resuelta y es cómo hacemos para poner precios accesibles y que el teatro sobreviva, porque vive en gran parte de la taquilla. Y en un principio todas las obras valían 12/14, que es bastante más barato que en general, las salas alternativas van por ahí, pero cualquier otra sala de teatro… Pero ahora por ejemplo ‘El Rey’ vale 18 anticipada y 20 en taquilla, que sabemos que es un precio que mucha gente no puede pagar. Hemos hecho una cosa puntualmente y hay que hacer bien, el establecimiento de un cupo de entradas más baratas para gente que no pueda pagar eso. No sabíamos hacerlo por el método habitual de enseñar el carnet en la taquilla de estudiante o de parado o hacerlo a través de organizaciones: asambleas de parados, en su día con Juventud sin Futuro yo siempre guardaba entradas de ‘Autorretrato’. Y es difícil la verdad, ya no solo por poner los precios más bajos, sino por atraer a la gente. Pero sí, hay que intentarlo.
¿Se ha fabricado en España una cultura para élites y clases medias acomodadas?
No lo sé, lo que llega a todo el mundo es la tele. A lo mejor ahora la gente más joven pasa de la tele y busca cosas en Internet, pero mayoritariamente creo que aún sigue siendo la tele. Y la tele evidentemente se ha preocupado por que no lleguen contenidos culturales críticos, en todo. En la música: antes había programas musicales acojonantes que creaban cultura musical y hoy en día hay Operación Triunfo, siempre son programas de competir, a ver quien pierde a ver quien gana. Pero no creo tampoco que las élites estén especialmente cultivadas. No hay cultura. Está claro que normalmente las élites y las clases medias acomodadas han ido a la universidad, han tenido más acceso…Pero sí, hay que hacer un esfuerzo para difundir la cultura. Pero claro, hay tantas cosas que hacer…Y los recursos no son muchos.
Hubo un debate en el Teatro del Barrio, por ejemplo, relativo a quién programar, sobre si había que poner límites. Se discutió un día: sí Ana Belén viniera a cantar, ¿la programaríamos o no? Y algunos decían: no, no porque es una tía que forma parte del sistema. Yo era de la opinión que sí. Primero, para aplicar un poco de transversalidad (se ríe). No, pero el Teatro del Barrio es una asamblea, y la asamblea puede cambiar sus decisiones, no se puede decir «es esto», irá siendo lo que vaya decidiendo la asamblea. Pero en un principio sí tiene claro sus objetivos de participar en la confrontación con el sistema o contra el sistema. Si Ana Belén quiere colaborar un día con eso por muy parte del sistema que sea, o Dani Martín, pues mira, traerá un público que jamás vendría al Teatro del Barrio. Lo que más me ha dolido que ha pasado en el Teatro del Barrio es que estuvo José Bono hablando. Vino una gente a hacer una obra sobre las víctimas del Yak-42, yo no la ví, pero se hizo en colaboración con la asociación de víctimas del Yak 42, muy crítica con la actuación del PP y de Federico Trillo y del ejército en ese momento. Los familiares tienen muy buena relación con José Bono, que fue el siguiente ministro de Defensa y les trató muy bien o lo que fuese. Y de repente llegué al Teatro del Barrio y veo un cartel: «mañana viene José Bono» al barrio. Y digo: «¿y esto?» Se me heló la sangre. Y me dijeron que la compañía había montado un coloquio después y le había invitado, que no le iban a decir que no. Y dije vale pero quitemos el cartel por dios, que me da vergüenza. Y luego me mandaron un vídeo con el móvil y en ese acto defendió al grupo PRISA. Y yo joder.
También ha estado Pedro J. Ramírez.
Sí, en un debate interesantísimo sobre el terrorismo de estado, después de la obra Las guerras correctas, sobre el GAL. Y montamos un debate en el que estaban Manuela Carmena, que no era candidata de Ahora Madrid todavía, pero que había presidido una comisión de la verdad sobre la violencia, todas las víctimas de cualquier violencia, también del Estado y de la guerra sucia, en Euskadi hasta el año 2009 o así, que había montado Patxi López, y luego se lo continuó el PNV. Y estaban ella, Pedro J. Ramírez e Iñaki Golloaga, abogado de muchos presos de ETA y parlamentario de Amaiur en ese momento. Y fue un debate super vivo y super tenso, dónde parecía que en cualquier momento alguien se iba a pegar o a insultar pero todo se mantuvo, con el público muy implicado. Había entre el público gente muy facha, por ejemplo un chaval super jóven y super facha que decía que Pedro J Ramírez era su ídolo. Pero Pedro J. Ramírez es un tío de una habilidad asombrosa. Y Emilio Silva moderando. El conjunto era… Son temas de mucha discusión, hay gente que diría que nunca hay que llevar a Pedro J Ramírez, otros que decimos que sí. Tiene que ser un lugar de puertas abiertas, aunque no llevaría a Pablo Casado. Ahí diría no. Depende en qué debate y con quien. Quizás sí. No lo sé.
El caso es que todo estaba muy humilde y tranquilo, hasta que Pedro J Ramírez, directamente, sacó la silla, se dirigió al público y dijo: «bueno, pretender que esto sea una obra crítica con los GAL cuando el protagonista es Iñaki Gabilondo, en fin. Aquella entrevista fue una cosa pactada para hacer una contención de daños. La verdadera obra sobre los GAL tendría que ser una obra sobre la entrevista que le hizo Melchor Miralles a José Amedo, que preparó conmigo. Y cuando queréis la hacemos» Osea, diciendo yo soy el protagonista. Que es verdad, que primero Diario 16 y luego El Mundo. Pero el tío con una habilidad… Empezaba a hablar y su intervención estaba estructurada con un principio, continuación y final. Una habilidad asombrosa. Manuela Carmena tuvo un enfrentamiento con él, le dijo «basta ya, basta ya de enturbiar y ensuciar otra vez, saber perfectamente que todo eso es mentira», porque empezó a hablar otra vez del 11M, y a hablar otra vez de ETA. Luego Iñaki Golloaga habló de todas las violencias. En el público le preguntaron cosas como que que pasaba con Hipercor. Estaba además todo el grupo parlamentario de Amaiur, estaba Sabino Cuadra, Mikel Errekondo, toda la gente ahí. Y él dijo: «¿Qué tengo que decir? Que me parece atroz. ¿Qué más tengo que decir? Que se avisó, que estaba puesta la bomba y que la policía no intervino. ¿Eso quiere decir que sea menos atroz? No, eso quiere decir que quizá no se hizo todo lo que se podía haber hecho para evitarlo.
¿Por qué hablábamos de esto? Ah sí. Desde luego, lo que no querríamos que fuera el Teatro del Barrio es un sitio en el que todos los que están sentados en el público y en el escenario piensen lo mismo y sea una cosa de consumo interno. Al revés. Ojalá viniera gente que no piensa así. Cuando vamos por ahí de bolos nos encontramos a gente muy diversa. El otro día hicimos España ingobernable en un pueblo de Ávila. Y nos avisaron de que ese pueblo era muy facha. Y hubo gente que se levantó y se fue. Y la obra es suave, pero solo por hablar del franquismo en esos términos…Yo creo que mola que lo vea gente así. Bueno, hay gente que ya da igual lo que vea, porque su pensamiento está petrificado. Pero mucha otra gente…
¿Qué balance harías de Manuela Carmena, a la que has mencionado?
Positivo desde luego, crítico también. Pero vamos, no debemos olvidar que venimos de 25 años de Partido Popular, que venimos de Gallardón y de Ana Botella, de dos fascistas, quizá no sea el término más ajustado, pero de dos personas muy de derechas y muy del pensamiento neoliberal. A la figura personal de Manuela Carmena se le podrán hacer muchas críticas, personalmente me parece una tía cojonuda, maravillosa, y una portavoz maravillosa, quizá viene de otra cultura, que no es la asamblearia del 15M. Ha sido una juez y eso quizá deja una impronta a la hora de organizar el trabajo y la toma de decisiones. Y luego inevitablemente llega gente a las instituciones cuya experiencia era el activismo en la calle. Y entran en un mundo nuevo ante el cual no tienen experiencia. La suma de falta de experiencia, de un cuerpo de funcionarios aún leal al PP y que pone trabas al trabajo y el elemento fundamental de la presión mediática brutal desde el primer momento. ¿Críticas? Pues a lo mejor vacilar ante esa presión mediática, que si yo estuviera ahí seguro que me vendría abajo más, pero creo que no se puede ceder ante una gente que no quiere cambiarte, quiere destruirte.
Un ejemplo claro son los titiriteros.
Sí, que creo que el Ayuntamiento contribuyó a criminalizarlos, es una putada. Aunque luego la concejal de Cultura sacó un comunicado en el que los defendía claramente, y Manuela Carmena, quizá de una manera no muy contundente, también expresó que había un debate social sobre lo acertado o no de encarcelarlos, que evidentemente era una barbaridad, un abuso de poder claro. Y una prevaricación por parte del juez, que estaba haciendo un uso indebido de su cargo a sabiendas. Es evidente. No hay nada que permita interpretar que hubiera ningún tipo de enaltecimiento del terrorismo en esa obra. Pero bueno, es un ayuntamiento que ha iniciado una auditoría no solo de la deuda, sino de la gestión de los gobiernos populares, un ayuntamiento que ha subido en sus primeros presupuestos un 26% el gasto social aún cumpliendo el pago de la deuda, lo cual quiere decir que incluso sin dejar de pagar la deuda se puede sacar de otros lados, no del gasto social que se puede incluso aumentar. En fin, desde luego y desde mi punto de vista, a todos los ayuntamientos del cambio hay que apoyarlos sin fisuras. Eso no quiere decir dejar de ser críticos, puede ser un apoyo crítico, pero apoyo. Para mí quienes los atacan y los desprecian son unos irresponsables, absolutamente. O son del lado del sistema. Ahí es donde discuto mucho con Willy Toledo. No solo del Ayuntamiento de Madrid sino de muchas cosas.
Sería interesante ver esos debates.
Sí, porque chocamos muchísimo. Lo único que nos reímos juntos y no pasa nada. Pero chocamos mucho.
Por último, ¿cómo valoras a Podemos y tu experiencia dentro?
Pues la valoración otra vez es altísimamente positiva, y con muchas críticas, como no. Si no hubiera estado este equipo de dirección y hubiera estado otro, las críticas serían otras pero seguirían siendo críticas. Desde luego, el modelo organizativo que se estableció en la asamblea de Vistalegre yo no lo comparto. No lo comparto pero me parecen legítimos los argumentos que lo sostenían. Necesitamos una organización que tenga una capacidad de toma de decisiones ágil y para eso tiene que tener una cierta verticalidad y ha de concentrar mucha autoridad en la cúpula. Ese era el razonamiento que yo entiendo, según la famosa máquina de guerra electoral. Ahora, según el propio autor de ese término, Íñigo Errejón, ha llegado el momento del movimiento popular. Veremos a ver, porque hay muchos síntomas que se pueden interpretar de muchas maneras.
Pero lo bonito y lo positivo es que está abierto el momento, la organización de Podemos, que ha corrido un serio riesgo del que todavía no esta libre de convertirse en un partido más, en un partido normal, como son los partidos normales en España, como vienen siendo de hace 40 años. Ahora hay muchos elementos que lo impiden, y es la fuerza del movimiento popular y sus distintas organizaciones políticas en Cataluña, en Galicia y dentro del propio Podemos. La defensa clara del proyecto de Unidos Podemos, incluso tras las últimas elecciones, me parece positiva porque creo que no hay otra manera, cada vez me parece más aceptado que Podemos es la fuerza más importante o más numerosa dentro de una constelación de fuerzas, que Podemos es imprescindible pero no basta por sí solo ni muchísimo menos. Eso es buenísimo: una organización política descentralizada y democrática. Si existe una nueva política tendría que ser la de la radicalidad democrática, y ese es el discurso inicial de Podemos, y eso tiene que seguir defendiendo: que cada vez la acción política incluya a más gente hasta convertirse en algo normal y cotidiano y deje de ser una profesión y una manera de salvar el culo para mucha gente.
Texto: Miguel Gómez Garrido
Fotos: Belén Martínez González
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