El Festival de Cine Europeo de Sevilla (llamado SEFF para que fuera sepan de qué va) transita de un modo extraño siempre. Entre el paroxismo de películas turcofrancoqataríes como la excepcional Frenzy hasta la esperanza de Michel Gondry nos alegre un poco la sonrisa algo torcida de una sesión intensa de cuatro películas donde el mismo drama-primer-mundista es expuesto desde cuatro perspectivas diferentes con largos primeros planos, intensos silencios y vistas de valles de la estepa centroeuropea. Mientras nos seguimos preguntando por qué Sorrentino o Audiard no han sido invitados a presentar sus películas. «Son mainstream europeo, tío», me dice mi yo-que-hubiera-nacido-años-después.

El aciertoerror del SEFF es tener una sección que se llama Europa Junior. Es un acierto porque abre el festival a los niños y con ello arrastra a unos padres deseosos de tener entretenidos a la carne de su carne. Entre todos consiguen que poco a poco los más jóvenes se metan en esto del cine con películas aceptables no bombardeadas por la petulante publicidad que hacen de sus propias producciones las cadenas de televisión en todos sus programas. Pero también es un error porque parece que aquellos que van a poner rostro serio y mirada intensa tras sus gafas de pasta y/o/u montura al aire (hay quien alterna según tarde o noche) no se dan cuenta que muchas veces lo mejor del SEFF pasa por el cine de animación.

Por eso quedamos con Ricardo Ramón, director, entre otras, de ‘El corazón del roble’, y productor con Dibulitoon de la excepcional ‘Yoko y sus amigos’ que se pasa en el Festival. Un tipo con el que compartir la ilusión por las cosas hechas con pasión. 

¿En qué situación se encuentra la animación española respecto a países europeos con tanto prestigio en ese campo como Francia?

Depende siempre de con quién nos comparemos. La animación española está pasando por un buen momento. Dibulitoon nació en 1991, hace un montón de tiempo. Entonces la situación era muy difícil. Ahora estamos viviendo el mejor momento en creación y producción. Se están haciendo cosas muy buenas. Si nos comparamos con Francia que cuando nosotros arrancábamos ellos ya eran una potencia, pues sí estamos detrás pero nos hemos acercado mucho. A nivel europeo, quizá seamos los dos mejores países donde se hace animación.

¿Está el cine de animación aquejado de los mismos males que el de imagen real?

Hay muchas cosas que son iguales. Los procesos para iniciar una película de imagen real o de animación son iguales. Hay que crear un guión, una historia, y eso tanto para una como para otra. A partir de tener una historia, que es lo que te va a marcar si va a ser una película mala o una película buena, ahí empiezan a diferenciarse los caminos. Nosotros tenemos la libertad de crear los personajes como queramos. Podemos hacerlos a gusto del guion que hemos creado. En imagen real tienes que encontrar al actor que más o menos te encaje. Luego que nosotros podemos contar cualquier cosa y eso es una gran ventaja respecto a la ficción.

Eso en cuanto a creación, en cuanto a producción tenemos los mismos males, porque el problema de financiar una película de imagen real o de animación es el mismo. La parte final estamos igual, el problema de la distribución es el mismo. No sé si estamos peor en distribución en el cine de animación, quizá sí en algunas cosas pero el público infantil te da mucho porque recibes inmediatamente cómo ha va la película, tanto para bien o para mal. Pero tenemos una parte negativa, y es que nosotros no podemos pasar una película un martes a las diez de la noche, solo podemos pasar películas los fines de semana, un pase o dos pases. Al final son dos pases en la mañana.

¿Qué mueve a alguien a dedicar el esfuerzo ímprobo que necesita la animación en 2D?

Creo que todo lo que funciona en animación es por pasión, porque los medios con los que contamos son mínimos. Una película de animación francesa va a partir mínimamente con un presupuesto cinco o seis veces superior a una de las nuestras. En España son producciones con una buena financiación no hay, andan en torno al millón, millón y medio de euros.

¿La echa de menos (la animación 2D)?

Ahora mismo estamos preparando un proyecto en 2D, así que no. De hecho teníamos un proyecto de largometraje en el que era muy complicado, imposible hacerlo en 2D por lo medios que había. Empezamos dibujando y filmando en celuloide, haciendo con acetatos todo el proceso… Ahora el 2D no tiene nada que ver con aquello. Ahora es digital, se pueden escanear, recortar los personajes. Hay películas con muchos efectos de agua, de mares, que eso antes no había. Estamos en dos proyectos, no sé cual saldrá, pero son en 2D.

¿Le gustan las producciones del Estudio Ghibli?

Para nosotros son las grandes producciones, las que disfrutamos, y queremos ver cada año. También son las que nos gustan mucho a los profesionales pero fíjate que en taquilla no tienen un soporte ni un apoyo del público y piensas qué maravilla se está perdiendo el público.

¿Qué supone para alguien como usted la retirada de un totem como Hayao Miyazaki?

Bueno, el estudio sigue y estoy seguro, seguro, que va a seguir ahí. A él lo ha movido la pasión, seguro que es su eje de vida, y su pasión, y por lo menos en la sombra estará ahí. Yo te aseguro que aunque me jubile seguiré ahí.

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¿Cómo era el panorama de la animación en España en los 70-80 antes de la eclosión en los 90?

Era una animación que no tenía gran repercusión, porque la gente no lo sabía, pero La Pantera Rosa, Los Picapiedra, muchas series de Hannah Barberá estaban hechas por profesionales españoles. Éramos la mano de obra barata de los americanos. No las películas, las series de televisión se hacían aquí. Las entendemos como películas americanas pero donde se hacía la animación era en España. Luego vino Asia y desplazó la mano de obra barata que éramos los españoles.

¿Existía ya una escuela o al menos un maestro por aquí alrededor del que aglutinarse?

Aquí en España, yo creo que la gente de Milímetros, Blue Pencil, que era el estudio que hacía las series de Disney, siempre ha habido un talentazo de la leche. Lo que pasa es que la gente está viendo la película de Disney y punto, no sabe lo que hay dentro. Había gente de Madrid que eran talentazos que poco a poco se han ido retirando. Están viniendo otros que se están quedando un poco en el 2D, no han pasado al 3D, pero bueno.

Hubo gente como los Estudios Moro que tomaron otro camino, no de servicios para EEUU sino que hicieron sus propias películas que son para mí, técnicamente, increíbles.

¿Puede hablarnos de algunas de sus primeras influencias, de aquellas primeras películas animadas que vio o que le inspiraron? 

Yo empecé muy joven. El estudio lo montamos cuando yo tenía 22 años, en el 91. Antes de aquello habíamos hecho dos películas, en el 88, cuando entonces el único cine que veíamos de animación era lo que venía de Disney. No teníamos otras referencias. Nosotros aprendimos las películas de Disney y de Don Bluth. No había libros de animación y veíamos fotograma a fotograma cómo hacían eso. Influencia, fue Disney claramente. Ahora ya andamos muy lejos de lo que era Disney porque se ha disparado la animación por todas partes.

Siempre hay quejas de financiación, de subvenciones, ¿cuál podría ser el modelo ideal para equilibrar la necesidad de dinero y la producción?

Realmente, la que me gustaría es que nosotros, que hacemos cine para chavales, fueran al cine. Hay que buscar la manera de que vayan al cine. Tenemos un problema de que solo tenemos dos días para que ellos vayan. Yo creo que en la escuela, igual que aprenden matemáticas, física, el cine es cultura y debería formar parte del currículo educativo de los niños. En el momento de que funcionen las películas, como en Francia, que funcionan en taquilla muy bien, entonces nos daremos cuenta de que los productores no viven de las subvenciones, viven de las películas. Tenemos que conseguir que los niños vayan al cine porque les cuentan otras cosas que yo desde luego no las veo en las películas americanas y que están más cerca de su realidad.

Aarón Reyes (@tyndaro)