Anna Calvi ha emergido en los últimos años como una prometedora promesa que nos prometía muchas cosas. Tanto prometer, luego hay que  meter. Aunque algunos la han comparado con Patti Smith por el mismísimo Brian Eno (todo el mundo tiene un día de mala resaca) o Siouxsie Sioux, a esta londinense nacida en el 82 le queda todavía un cierto recorrido para cuajar. Y eso que no le fue mal con su álbum de 2011 con su mismo nombre.

Quizá el hecho de haber pasado desde su nacimiento hasta los tres años en un hospital por problemas de salud le haya marcado. Lo desconozco porque mis conocimientos de psicología pediátrica son tan prolijos como los que tiene Sandra Bullock de actuación. El caso es que Calvi prometía traernos un aire íntimo, un tanto siniestro y que parecía ser desde luego un rejuvenecimiento de la escena británica después de sus “indies” no fueran más que imitaciones baratas de otras épocas. Las enésimas copias de Chris Martin, Noel Gallagher, Peter Weller, y otros, que pululaban estos últimos años empezaban a ser preocupantes en un país que siempre se ha caracterizado por proponer grandes voces contrastadas desde hace décadas. Tranquilos, aquí tenemos a Bustamante cantando con Raphael aka The Mummy y la Mujer-Que-Se-Comió-A-La-Niña-Pastori.

Nota: odio a la gente que escribe tantas mayúsculas.

Sigo. Calvi fue telonera de Interpol (aquello de las imitaciones que antes les comentaba) y de Grinderman, de Nick Cave. Lo que demuestra su gran heterogeneidad y conocimiento musical es que para debutar con un single eligió nada más y nada menos que Jezebel, una canción de Wayne Shanklin que cantó en 1951 Edith Piaf y Charles Aznavour más tarde, nada menos. Originalmente fue grabada además por Frankie Laine. La versión de Calvi no desmerecía en nada a la original y se comportaba bien sobre el escenario. Pero es que, además, le siguió a ese single una versión de Wolf like me que daba otra visión de la canción original de un grupo indie neoyorquino actual. Señores, Anna Calvi entraba por la puerta grande demostrando que su repertorio era amplio y que su conocimiento de la historia musical era exquisito. Un caso parecido al de Jenifer en Francia al versionar Poupée de cire.

Nota 2: piensen en nuestros indies, cuyo conocimiento musical, local y extranjero, no pasa habitualmente del año 2000. Alguno hasta conoce a los Rolling.

Con estas mieles, esperaba algo más de su primer álbum de estudio, One breath. He de decir que me ha decepcionado. No es un mal trabajo, tiene alguna buena canción, pero alguien ha debido aconsejarla mal a nivel musical. Probablemente porque, como les está sucediendo a muchos ahora, son mejores en el directo que sin tantos efectismos de estudio.

Si vamos una por una, las canciones del álbum tienen altibajos. Sing to me es una canción reposada, tranquila, con un crescendo épico al final, probablemente la mejor del álbum, recuerda un poco a Love won’t be leaving. Tristan en cambio tiene un comienzo deplorable, el resto de la canción es mucho más movido, tal vez demasiados coros. One breath, canción que da título al álbum, muestra que Calvi se mueve mejor en los registros en los cuales la guitarra la acompaña, no la supera. Buena letra, íntima, y sobre todo con un ritmo que le va mejor. Mal cuando hace ecos y coros, qué manía tiene esta chiquilla por los coros. Love of my life va a ser carne de anuncio de ropa. Voz electrónica, recursos laterales para darle empaque a una canción ruidosa. En realidad Calvi no se mueve bien en este tipo de elementos y acaba pasando lo que pasa en esta canción, un cúmulo de distorsiones que hacen que apenas quede espacio para algo parecido a la música. Carry me over, un registro más íntimo le va bien a su voz potente y particular. Tiene, sin embargo, un empeño en el lirismo y un acompañamiento muy recargado. La segunda mitad de la canción es puro WTF? Prescindible. Bleed into me, otra más de registro íntimo que se diluye en unos coros insufribles e innecesarios. Lástima porque la canción no es mala. The Bridge, ideal para una misa o el último día de tu vida antes de entrar en un convento de clausura.

En definitiva, Anna Calvi aún tiene que demostrar que la comparación con Patti Smith no es fruto de una fumada de Brian Eno (por cierto, el compositor del sonido de inicio de Windows 95), sino que realmente el potencial que se le ve en los directos es traspasable a un estudio. Y si no, oigan, que no pasa nada, vayan a verla a Madrid o a cualquier otro sitio si pueden, porque donde un cantante tiene que dar el callo es en el escenario, y ahí Anna Calvi es capaz de transformar canciones mediocres en auténticas joyas.

Aarón Reyes