Ana Parrilla (Morón de la Frontera, 1983) es una filóloga que, detrás de su timidez y su espíritu positivo, esconde un profundo conocimiento de la literatura, del mundo y de sí misma. Volcada en la edición, la crítica y la corrección de textos (trabajo que realiza como mitad de Sinerrare Escritura y Edición), su pasión por las letras la convierten en una escritora a seguir en los próximos años.

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Conociendo su currículum, creo que le puedo preguntar: ¿sabemos escribir o necesitamos ayuda?

-Todos necesitamos ayuda. Y no solo las nuevas generaciones intoxicadas por el uso de las nuevas tecnologías, como se dice. De hecho, hasta los profesionales del lenguaje tenemos dudas sobre ciertos usos a veces. La lengua está tan viva que nunca deja de plantearnos interrogantes. Especialmente desde la publicación de la Ortografía de 2010 creo que estamos todos un poco perdidos. Pero lo importante es entender el error o la duda como una fuente de aprendizaje y reflexión lingüística que nos aporte en última instancia un beneficio.

¿Por qué la Gramática y la Ortografía de 2010 han tenido este efecto?

-La nueva ortografía ha confundido mucho. El principal problema deriva del hecho de dar recomendaciones en lugar de normas claras, generando incluso contradicciones con el propio diccionario. Además, ha creado un grupo de “objetores de conciencia”, personas que escribían bien de acuerdo con la antigua ortografía y que ahora se niegan a cambiar.  Supongo que estamos a medio camino de un proceso complejo que necesita su tiempo para lograr cierta estabilidad.

-Usted se dedica a corregir textos. ¿Cómo se le dice a alguien que su artículo está mal escrito o que la página web de su empresa está mal redactada?

-Se le dice con tacto, sin acusar ni criticar. Hay que señalar el cambio, la mejora. En líneas generales la gente se lo toma bien pero también es cierto que no hay conciencia de higiene textual. Las empresas invierten sin pensarlo en imagen o diseño, y cualquier persona procurará ir bien vestida a una entrevista de trabajo. Pero no todos se preocupan de que los textos de su página web estén bien redactados o de tener un currículum o enviar un email sin faltas de ortografía. La escritura también es nuestra carta de presentación personal y profesional y, por tanto, merece la pena invertir en ella.

-Cuando se trata de una novela o escrito literario, la cosa se debe volver más difícil aún.

-Corregir una obra literaria es una actividad peliaguda, sobre todo si corriges el estilo. Al autor le duele que le cambien su texto. Además, el corrector debe saber ponerse en el lugar del autor, manteniendo el tono y la personalidad de este, respetando las ideas que quiere expresar y el cómo ha pretendido hacerlo. Mi experiencia general, en cualquier caso, es muy buena. Los autores con los que he trabajado han respondido bien a las correcciones y aprecian el trabajo que hay detrás. Muchos, al leer los cambios, te lo agradecen sinceramente.

-En su opinión, ¿qué debe tener una buena novela?

-En una buena novela hay ingredientes que no pueden faltar. Primeramente debe haber verdad, verdad que tiene que percibirse como tal. También es importante la coherencia, pues es necesario crear un mundo bien engranado y sin fisuras. Un defecto muy común es subestimar la inteligencia del lector, algo que personalmente no soporto. El lector debe ser parte activa en la construcción de la obra. Y, sobre todo, una buena novela debe contar algo y no aburrir. Ya sea por una tensión intrigante, por un contenido rico o por una prosa exquisita que apetezca leer en voz alta, por el motivo que sea una buena novela debe producir placer y no hastío, eso asegura el deseo de seguir leyendo.

-Con más de 80.000 títulos editados anualmente en España, se deben perder muchos buenos libros en el olvido de las estanterías. ¿Qué convierte un buen libro en un éxito de ventas?

-Si un libro es bueno tendrá éxito en sí mismo, solo por eso. Aunque habría que redefinir el concepto de éxito en función de variables como al ámbito espacial, la valoración crítica… Al margen del marketing de las grandes editoriales, el boca a boca hace mucho, igual que el movimiento del autor. Como está el mercado, es fundamental que el autor sea capaz de crear su propia campaña para hacerse escuchar. Y, claro, siempre es bueno que el factor suerte te ayude. Hay muy buenos libros olvidados en estanterías que se merecerían un éxito mayor.

¿Se puede vivir de los libros sin ser Eduardo Mendoza o Julia Navarro?

-Se puede vivir de los libros y de su maquinaria, pero no de escribir libros. De hecho, no es nada nuevo, muchos grandes nombres de la Literatura han muerto sin nada.

A mí, en parte, y aunque sea echar piedras sobre mi propio tejado, me gusta que no se pueda vivir de escribir libros porque así se evita cierto intrusismo. Si fácilmente se pudiese ser millonario escribiendo libros, muchos se apuntarían a esta carrera y ocuparían el puesto de quienes verdaderamente tienen vocación. Al escritor le conviene sufrir. Como en el flamenco, todo suena mejor si duele de verdad.

-Más allá de lo profesional, como lectora compulsiva que es, ¿qué busca en un libro cuando empieza a leerlo?

-Me guío por intuición. Tengo un sexto sentido para buscar los libros que me gustan. Intento, eso sí, ir a librerías pequeñas, tener mis libreros de confianza y aceptar sus recomendaciones. El objetivo es siempre el mismo: buscar en los libros lo que me falta en la vida. Todavía recuerdo el verano en que quería viajar a Nueva York y, como no me alcanzaba, me pasé meses leyendo obras sobre esa ciudad.

-Si le pido que me recomiende un libro, seguro que me dirá muchos. Pero si le pregunto cuál le han marcado más, seguro que la cosa cambia.

-Como persona, los libros que más me han marcado son los que leí en mi infancia. Hoy no sería quien soy sin lecturas como Alicia en el País de las Maravillas o Ana la de Tejas Verdes, que me enseñaron a utilizar la imaginación para afrontar la vida.

Ya de mayor, tendría que hablar de Rayuela, de Cien años de soledad, de La metamorfosis de Kafka o los cuentos de Borges. Estas obras me cambiaron los esquemas sobre Literatura, pues me descubrieron lo ancho y ajeno que es realmente el mundo de la escritura y me abrieron la mente a universos imposibles de imaginar hasta entonces. Y sobre Sevilla, uno de mis temas favoritos, no puedo dejar de nombrar Ocnos y La Ciudad, que me impactaron hasta el punto de imposibilitarme la escritura durante un tiempo.

-¿La lectura le llevó a escribir o es un proceso independiente?

-Son procesos paralelos y unidos como dos caras de una misma moneda. No se pueden separar en mí. Yo leía y escribía incluso antes de saber hacerlo. Era muy pequeña cuando jugaba con mi hermana a contar cuentos inventados a partir de palabras dispares que ella me decía. Recuerdo que hacía como si estuviera leyendo, pasaba el dedo por las líneas de una página cualquiera mientras me inventaba la historia basándome en los dibujos del libro en cuestión. Una vez aprendí a leer y a escribir, algo que me hizo mucha ilusión, continué haciendo lo mismo, pero entonces de verdad.

-Se define como domadora de palabras a tiempo parcial. ¿Qué significa eso?

-Me defino así porque soy muchas cosas a la vez (editora, correctora, lectora crítica…) y necesitaba algo que lo definiera todo. Y eso eran las palabras. Me paso el día luchando con ellas, buscando la palabra adecuada, su lugar exacto en la frase, intentando dominarlas y traducir en ellas lo que hay en mi cabeza. Las palabras son mi obsesión y, a la vez, mi talón de Aquiles.

-Recientemente ha ganado el primer premio en el IV Certamen de Microrrelatos de Jirones de Azul y publica un relato infantil en Cuentos de Ciudad Esmeralda. ¿Qué cree que la distingue a usted como escritora? Porque indudablemente tiene algo especial.

-Soy más consciente de mis fallos que de mis virtudes, quizá sea demasiado exigente conmigo misma y por eso publico y muestro poco de lo que escribo. Pero si tuviera que resaltar una virtud, algo que me distinga, sería mi voluntad de estilo, el hecho de querer tener una voz propia para decir lo que quiero.

Mercedes de Pablos, en la presentación de Sevilla en pocas palabras (el resultado editorial del certamen que usted ganó), dijo que la literatura es una forma rebelde de estar en el mundo. ¿Es usted una rebelde o escribe por otras cuestiones?

-Yo escribo porque tengo esa necesidad, ese impulso. Es una forma de estar en el mundo. Pero yo no uso la literatura como rebeldía frente al mundo, sino frente a mí misma. Escribiendo me conozco, analizo las cosas que me preocupan, exploro mi interior y mi exterior, intento atraparlo y convertirlo en algo físico creado por mí, lucho contra mis limitaciones, mis defectos… Escribir es mi lucha personal.

Sus textos tienen una importante carga reflexiva e intelectual, pero también un fuerte componente emocional. ¿Engancha más una buena idea o una emoción bien contada?

-Depende de lo que busques. Por norma general siempre me engancha más la emoción que la idea. La emoción es más difícil de olvidar, aunque es imposible separarla de la idea pues corre el riesgo de quedar vacía.

-Entonces, escribir tiene más de poeta que de intelectual.

-Poeta es una palabra muy grande pero sí, probablemente tenga más de poeta. Ojalá.

-También es usted una activa bloguera (Pasen y lean y Cosas mías). ¿Qué aportan los blogs al mundo de la literatura?

-Aportan accesibilidad a voces muy interesantes que, gracias a un blog, tienen una ventana al mundo. Además, los blogs hacen las veces de las antiguas tertulias literarias, conectando a gente muy diferente que interactúa, habla y reflexiona sobre literatura. Y eso es muy bueno.

-Por último, e ignorando si destapo algún proyecto oculto, ¿para cuándo una novela de Ana Parrilla?

-No entra en mis planes. Alguna hay en un cajón pero no es un género con el que me identifique. Tal vez algún día, si siento el impulso y necesito contar algo que exija ese género, la escriba. Pero de momento prefiero defender lo breve. Quizás un libro de cuentos o microrrelatos esté más cerca.

Francisco Huesa

 

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