Hablar de los libros de Fernando Martínez Blanco (Alcalá de Guadaira, 1962) es hablar de su alma. Y viceversa. Su forma de entender la vida, bohemia y nostálgica, sale a reducir en cada una de sus palabras. Palabras que ha vuelto a juntar en El fabricante de sombras (Jirones de Azul, 2014), una novela negra donde sale a relucir el reverso más oscuro del ser humano.

 

-Después de A corazón abierto y Sebástian, nos trae El fabricante de sombras, un thriller policiaco ambientado en Sevilla. ¿Es este un nuevo paso en su carrera de escritor?

-La verdad es que pienso que los escritores no debemos cerrarnos a un estilo. Debemos probar cosas nuevas. Sebástian es un libro entrañable, pero ahora me paso a una novela negra con crímenes. No quiero encasillarme. Los escritores somos contadores de historias, no podemos cerrarnos puertas.

 

-¿Cómo nace El fabricante de sombras?

-El fabricante de sombras es una astilla de Sebástian. En esa obra, una escritora llamada Elena viene de recoger un premio. Durante la narración conté brevemente cómo era la novela por la que recibía el premio. En esa pequeña historia, que quedó ahí, veo yo una idea brillante y empiezo a tirar de los hilos hasta construir un nuevo libro.

 

Sin embargo, frente a la sensibilidad y hondura de sus anteriores obras,  El fabricante de sombras tiene más de novela negra que de libro intimista. ¿Cómo ha encarado su entrada en el género?

-Es un género muy difícil. Para mí ha sido un reto. Desconocía muchas cosas: la mente de un asesino, la forma de actuación policial, la medicina forense… Debo decir que he pedido ayuda, pero también quiero reseñar que mi principal fuente es la imaginación. Yo no soy un escritor de preparar las cosas, de investigar. Escribo de manera diferente. A mí me gusta ir al parque a sentarme en un banco hasta bien entrada la madrugada. Allí paso las horas, con frío, con lluvia. Y se me van presentando los personajes, mostrándome su historia, su evolución. Yo encuentro la inspiración en la soledad, en la nostalgia. Yo escribo las historias desde el destierro.

 

-El perfil de los personajes también varía mucho respecto a su producción anterior…

-Debo reconocer que, poco a poco, la historia se me fue escapando de las manos. Frente a los personajes con fondo a los que estoy acostumbrado, me encontré con personajes oscuros y bordes, con perfiles que me arrastraban fuera de mi zona de confort. Entonces busqué el lado íntimo de los personajes, sus miedos, sus amores. Me metí en el alma de los personajes, los arrastré a mi terreno. Fue entonces cuando me hice dueño de la novela.

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-Como creador, ¿cuál piensa que es el principal atractivo de El fabricante de sombras?

-A mí personalmente lo que más me atrajo fue la idea que llevaba como final: la definición del comportamiento de las llamadas “ratas de cloaca”. Ahí está uno de los grandes temas de la novela, el lado oscuro y la bajeza de las personas.

 

-¿Son la miseria y la bajeza humana un motivo principal de la novela?

-El libro, desde luego, empieza como una historia de incomprensión, de intolerancia. Los seres humanos somos crueles, tendemos a hacer leña del árbol caído. A quien tiene un problema o un defecto lo enterramos, lo hundimos en la miseria. De estos hechos nace la ira y se crea el odio. Luego viene el miedo, la venganza hacia la sociedad. El manso se convierte en soberbio, en cruel. El paso de la cordura a la locura es muy pequeño.

Pero con las historias que transcurren en El fabricante de sombras también trato de plantear que cada uno tiene verdad, una verdad que tiene múltiples puntos de vista en función de las vivencias de cada uno. Al final, todo es relativo.

 

-Pasando al plano personal, me gustaría significar que ha escrito tres libros en tres años. ¿Cómo consigue ser un autor tan prolífico?

-A mí siempre me ha costado adaptarme a este mundo. No soy una persona de ambiciones ni luchas. Soy más de perderme con el viento, de buscar la espiritualidad. La escritura es mi tabla de salvación. En este mundo acelerado la vida real me resulta, en ocasiones, ajena. Escribir me permite montar una vida paralela que disfruto mientras dura el proceso y que me acerca a la libertad del alma. La creación tiene para mí un poder catártico. Revoluciona mi tristeza y me permite renacer como un hombre nuevo. Tanto es así que cuando termino de escribir un libro me quedo vacío y, de inmediato, necesito reanudar de nuevo todo el proceso.

 

-¿Se le podría calificar a usted como un bohemio?

-Siempre he sentido atracción por la bohemia. De pequeño, cuando en las fichas de presentación del colegio me preguntaban qué quería ser de mayor, yo ponía vagabundo. Evidentemente, yo no tenía consciencia de lo que eso acarreaba. Ignoraba la pobreza, el frío, la necesidad. Pero añoraba la soledad, la libertad del alma. En todos mis libros aparece una frase: “la permanencia del cuerpo permite la ausencia de la mente”. Me gusta dejar reposar el cuerpo y permitir a mi mente penetrar en el alma de las cosas. Es entonces cuando hallo la felicidad absoluta.

 El Fabricante

-Y por curiosidad, ¿se puede ser bohemio en el mundo actual?

-La vida, con su propia inercia, te arrastra y te separa de algunas cosas a las que juraste fidelidad eterna. Vas aparcando cosas que eran importantes por ganar más, por tener más cosas. Te traicionas a ti mismo dejando de lado tus sueños de juventud. Yo a veces me miro y añoro la mano de aquel niño que me llamaba del otro lado del espejo y me invitaba a descubrir el sentido último de las cosas. Por suerte, últimamente estoy volviendo a sentir de nuevo la caricia de esos dedos. Ésa es una de mis mayores satisfacciones.

Francisco Huesa (@currohuesa)