El denominado “Año de Murillo” camina despacio y pronto vislumbrará su fin. En la revista Distopía se ha abordado la figura del insigne pintor desde distintos puntos de vista pero, sin duda, la edición de distintos títulos (múltiples) ha contribuido a rendir homenaje a tan ilustre sevillano. Fabulosos tratados han sido escritos recopilando la obra completa del artista bien centrándose en la producción en poder de las distintas instituciones sevillanas. Se ha analizado su obra, se ha incidido en su biografía e incluso se ha fantaseado con lo que podría haber ocurrido en su entorno o en su propia vida. Este último es el caldo de cultivo de este “otro” homenaje que queremos rendirle a Bartolomé Esteban Murillo, y lo haremos hablando de un par de obras de ficción que tienen como tema central o marginal su vida y obra. Para ello contaremos con el testimonio de los escritores encargados de recrear aquellos años, aquellos hechos e incluso aquellas ficciones que sirven para que el lector tenga presente a aquel que preside la plaza del Museo de Sevilla desde su majestuoso pedestal.

Comenzaremos hablando con Andrés González-Barba de su novela El enigma Murillo (Almuzara 2017), una obra que no se adentra en la biografía del pintor; es más, ni tan siquiera trata su obra. Tan solo toma prestado un precioso cuadro de la Virgen María con su Hijo para desarrollar una trama en la que la pintura actúa como mera actriz, al mismo nivel que aquellos que la poseen y desposeen movidos por el amor y el odio durante los años de dominio francés en Sevilla, ciudad que no ofreció resistencia al invasor, pero en la que se tramaron distintos conspiraciones para derrocar el gobierno del mariscal Soult, dueño y señor de Sevilla pese al reinado del indolente. José Bonaparte, el mismísimo hermano del Emperador de Europa. El enigma Murillo es un libro de fácil lectura con personajes que se nos hacen familiares desde el primer momento. El autor decide introducir elementos esotéricos en pro de la trama (ya le preguntaremos) y utiliza varias cartas o escritos para dar continuidad a la acción. Teresa, la auténtica protagonista, servirá de nexo y de culmen de una historia “para todos los públicos”

Para comenzar, queremos escuchar cómo te defines (como escritor).

Me resulta un poco difícil contestar a tu pregunta. Quizás eso lo deberían decir mejor los lectores, sobre todo aquellos que me siguen fielmente desde que publiqué mi primera novela en 2010. En todo caso, me gustaría definirme como un autor al que le gusta escribir historias diferentes marcadas, sobre todo, por su autenticidad. También debo decir que lo fantástico está muy presente en mi obra, conviviendo en perfecta armonía con lo real. Lo que sí tengo cada vez más claro es que deseo escribir historias que lleguen al público tanto por lo que se cuenta en ellas como por la forma en que están escritas.

El enigma Murillo se publica en el año del aniversario ¿es casualidad o premeditación y alevosía?

Si te dijera que es casual mentiría. En principio concebí El enigma Murillo como una novela gótica. Luego vi que el cuadro que aparece en la trama podría pertenecer perfectamente a un joven Murillo, y a partir de ahí fluyó todo mucho mejor. Pensé que podría ser un hermoso homenaje al gran pintor sevillano para celebrar el cuarto centenario de su nacimiento.

Al desarrollar la historia lo haces de un modo distinto a como lo han hecho otros autores a los que hemos tenido la ocasión de leer. ¿Qué crees que dota de distinción a tu novela? Creo que es un acierto haber tomado como telón de fondo la invasión francesa para desarrollar la trama ¿Cómo surgió la idea?

Efectivamente, quise hacer una novela que me distinguiera de otros autores, quizás por poseer ese toque tenebroso de fondo, algo que me aleja de escritores más realistas. Lo que sí tuve muy claro desde un principio era que quería enmarcarla en 1810, durante los primeros meses de la ocupación de las tropas francesas en Sevilla. Es un periodo apasionante de la historia de la ciudad y, además, muy poco conocido por los propios sevillanos. Hay que tener en cuenta que esta dominación se produjo durante dos años y medio, y fue en esa época cuando se expoliaron muchos de los cuadros de Murillo que hoy en día están repartidos por distintos museos de todo el mundo.

Es imposible hablar de El enigma Murillo sin hacer referencia al esoterismo. Cuéntanos un poco cómo te decidiste a incluirlo en la novela.

Más que esoterismo, que a lo mejor también se refleja de algún modo en el libro, lo que pretendí fue crear una historia con claros tintes paranormales. Para ello me documenté mucho a la hora de reflejar aspectos como las apariciones de los fantasmas dentro de un contexto netamente romántico como el de esa Sevilla de 1810. Te puedo comentar que he oído testimonios reales de personas que han tenido ese tipo de experiencias, aparte de leer textos donde también había historias increíbles.

Define a Teresa en un par de frases.

Teresa es uno de mis personajes favoritos de cuantos he creado nunca. Es una joven inteligente, muy sensible y con una bondad innata a la hora de ayudar a los demás. En este sentido siempre está dispuesta a servir a las almas que vagan torturadas y que no pueden encontrar la luz. A modo de curiosidad, te diré que para crear a Teresa Guzmán me basé en una muchacha española de nuestra época que tiene el don de comunicarse con los espíritus. A ella le ocurre como al niño de “El sexto sentido”, que posee esa capacidad de ver cosas que los demás no podemos ver.

La obsesión de Soult por el anónimo cuadro de Murillo…

Este buscará obsesivamente ese cuadro desconocido de Murillo. Nadie sabe por qué tiene esa fijación por dicha pintura. Por eso el lector deberá llegar hasta el final de la novela para descubrir el gran misterio que hay detrás de ese lienzo.

Se respira un cierto desdén hacia los franceses. Las tropelías, sus expolios… hicieron gran dañó en Sevilla (de hecho, un daño irreparable) ¿Por qué esa inquina si se supone que Soult amaba el arte?

He intentado reflejar el sentir general que había en esa época hacia los franceses. Sevilla fue una ciudad que se vendió a los invasores sin ejercer la menor resistencia, a pesar de que en la capital hispalense había estado establecida el año anterior la Junta Central Suprema, que luego se vio obligada a huir hacia Cádiz. En favor de los franceses diré que José Bonaparte, que fue un rey injustamente tratado por la Historia, tuvo la intención de hacer algunas reformas importantes en la ciudad. Hay que tener en cuenta que Sevilla era un sitio insalubre y con trazas medievales (estaba amurallada), conservando mucho de sus calles laberínticas. De ahí que los invasores quisieran ensanchar las calles y las plazas por cuestiones de higiene. En cuanto al mariscal Soult, creo que en la novela se ofrece un retrato muy humano del personaje, reflejando tanto sus miserias como virtudes. Nadie puede negar que, efectivamente, el duque de Dalmacia fuera un gran amante del arte. Lo peor de este brillante militar era que no tuvo ningún reparo a la hora de expoliar el patrimonio de la ciudad. Eso lo puede testificar cualquier experto en arte, como el profesor Enrique Valdivieso.

La portada del libro es muy sugerente y atractiva. También lo es el título. ¿Qué efecto crees que ambos causan en el posible lector?

Creo que la portada tiene un diseño muy atractivo y llama la atención del lector cuando contempla esa mezcla de un pincel, un hueso y ese reguero de sangre. En cuanto al título, fue de las cosas que más me costó. Barajé muchísimos y cuando la novela estaba a punto de editarse aún no tenía uno definitivo. Creo que al final tanto la editora, Rosa García Perea, como yo acertamos a la hora de elegir el de El enigma Murillo.

No haces referencia ni a Valdés Leal ni a Roldán, tópico en novelas en las que Murillo hace su aparición. ¿Se te ocurrió recurrir a ellos en algún momento?

Lo barajé en algún momento inicial, pero luego lo descarté porque una de las cosas que más me interesaba era retratar esa fascinación que Soult sentía hacia Murillo. Valdés Leal era totalmente distinto a Murillo porque mientras que el primero era más oscuro y tenebroso, el segundo resultaba más luminoso. En cuanto a Pedro Roldán, este tuvo una gran relación con Murillo, pero no encajaba en la historia.

Andrés González-Barba no es un escritor novel (doy fe de ello). Cuéntanos brevemente tu historia (cosas que no se puedan encontrar en internet)

Todo lo que soy ahora se lo debo a mi primera novela, Los diarios de Regent Street, que se editó en 2010. Antes, me había llevado muchos años escribiendo, pero ese libro supuso para mí el gran salto hacia la literatura. Desde entonces, he escrito a los que les tengo un enorme cariño, como El sueño de Titania, una novela juvenil que le dediqué a mi hija Sofía, o La noche de Lear y otros cuentos navideños, donde pude hacer un conjunto de relatos inspirados en mi época favorita del año, la Navidad. Una curiosa anécdota que no aparece en internet es que tengo el gran orgullo de haber sido finalista del I Premio de Relatos Cortos Ciudad de Sevilla gracias a que mi cuento Las voces del mar le encantó a Alfonso Guerra, que era el presidente del jurado de aquel galardón.

Háblanos (si puedes) de proyectos futuros.

Ahora mismo estoy embarcado en un proyecto en torno a la figura de Robert Louis Stevenson y el mito del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Hasta ahí puedo leer…

Tu inspiración a la hora de escribir procede de…

Me puedo inspirar tanto en experiencias personales que he vivido como en libros que me han conmovido o en series de televisión y películas que me han fascinado. Hasta una buena canción o una sinfonía de Mendelssohn me pueden inspirar. No me cierro nunca a nada.

Normas a seguir a la hora de estructurar una novela…

Antes me dejaba guiar más por estructuras abiertas y cambiaba cosas según iban creciendo los personajes. Sin embargo, ahora tiendo cada vez más a crear unas estructuras más cerradas, en donde todo esté pensado al milímetro y no haya tanto espacio para las sorpresas. Es un reto literario que me he planteado para mis próximas obras.

Javier Torres