Hablemos un poco de literatura, para variar. En esta ocasión queremos invitar a Jesús Álvarez a nuestro peculiar diván. Acaba de editar El ingeniero que no sabía bailar (Salamandra), una novela, un título, que no nos han dejado indiferentes. Veterano periodista en El ingeniero que no sabía bailar nos narra una historia muy actual, una historia de crisis social y personal relacionada con las consecuencias que el paro ha tenido en unos personajes creados ex profeso con el fin de que el lector empatice rápidamente con ellos y se introduzca en la trama, un hilo conductor ágil en el que evita los alardes léxicos y semánticos que, en cierto modo, eclipsarían la introducción, nudo y conclusiones de la obra.

El ingeniero que no sabía bailar. Sin duda, un título sugerente. El protagonista es un ingeniero y, además, por si no ha quedado claro, no sabe bailar. ¿Por qué escogiste para el título este pasaje en concreto de la biografía de Álvaro, el ingeniero?

Álvaro, como la mayoría de los ingenieros que conozco, no sabía bailar, pero la transformación que sufre a lo largo del libro tras su caída al infierno de la pobreza le hará ver con simpatía esa forma de expresarse. En cierto modo, formará parte de su aprendizaje en el comedor social al que se ve obligado a acudir, aunque lo hará de la mano de una bailarina muy especial que la ayudará en su renacimiento personal y profesional.

Se trata de una historia que se hace eco de una realidad. Los universitarios preparados pueden llegar a verse en la cola de un comedor social. ¿Cómo surgió la idea de desarrollar una historia de estas características?

A cualquiera de nosotros, tengamos una o dos carreras universitarias, nos puede pasar lo que a Álvaro. Aunque se trata de una obra de ficción, me inspiré en una persona real que durante algún tiempo fue usuario del comedor social de la Orden de San Juan de Dios en la calle Misericordia de Sevilla. Era ingeniero industrial y durante veinte años estuvo trabajando como mando intermedio en una fábrica de automoción.

¿Con qué adjetivo describirías tu novela?

Preferiría que fueran los lectores los que pusieran los adjetivos. Sería presuntuoso que yo la calificara de una cosa o de otra. Lo que sé es que a muchos de ellos les ha hecho reír y llorar y, sobre todo, pensar. ¿Qué más puedo pedir?

Otro de los protagonistas, Pablo, empleado y despedido por el primero debido a la crisis termina mudando sus rencores con el afecto e incluso se convierte en la clave que salva a ambos personajes de un final infeliz. Háblanos de estos “Pablos” que son una realidad y que no creen en sus posibilidades.

Pablo es un genio disperso, un informático brillante con un cierto desorden de la personalidad que le hará caer en adicciones que arruinarán su vida familiar y laboral. Sin embargo, su talento y una amistad inesperada le hará salvarse de sí mismo. Tanto Álvaro como él sufren una extraordinaria metamorfosis a lo largo de las 380 páginas del libro y los seis meses escasos en que transcurre la historia.

¿Cómo crees que los padres pueden estimular a sus hijos para que estudien y se licencien si la realidad nos muestra historias muy parecidas a las que utilizas como hilo conductor de tu novela?

Estudiar y formarse es algo imprescindible para tener un adecuado desarrollo personal, con independencia del trabajo con el que uno acabe ganándose la vida. El camarero que limpia los lavabos en Gilda es un  sabio encantado de serlo que le da mil vueltas al patán que le paga la nómina. El conocimiento y la curiosidad siempre serán mejores que la ignorancia y la indolencia y eso queda palmariamente demostrado en la novela, pese al calvario que sufre el protagonista. 

Y de fondo Sevilla y los hermanos de la Orden de San Juan de Dios…

Me encanta viajar y visitar países y ciudades de todo el mundo pero Sevilla es, sin duda, la que mejor conozco. A los hermanos de la Orden de San Juan de Dios que trabajan en el comedor social los conocí en la Navidad de 2014 y no los olvidaré en mi vida. Tampoco al odontólogo que aparece en el libro y que le arregla gratis la boca a Álvaro y a los demás usuarios del comedor. Conocer su altruista labor hizo cambiar la opinión que tenía hasta entonces de los dentistas. También aparecen en el libro electricistas y fontaneros solidarios. La crisis ha traído cosas malas pero también ha sacado lo mejor de muchas personas. 

¿Retratas en la novela a personajes de tu entorno?

Dos de mis mejores amigos están en paro desde hace más de tres años. Uno es ingeniero y otro licenciado en Derecho con un MBA. Me he inspirado en ellos para retratar las humillaciones a que son sometidos algunos profesionales maduros que intentan reincorporarse al mercado laboral. Los parados mayores de 45 años constituyen el único colectivo en España en el que no ha bajado el desempleo durante los dos últimos años. Para ellos la salida de la crisis ni se la ve ni se la espera 

¿Quiénes crees que deberían leer con mayor atención tu novela?

Este libro es una historia de amistad, de amor, en el sentido más amplio, y de segundas oportunidades. Creo que a todas las personas que crean en alguna de esas cosas les puede interesar. 

¿Crees en el destino? (en la mala suerte vemos que sí)

Creo en el azar, aunque ésta no es una novela sobre el destino. Hace unos meses terminé mi segunda novela, la cual sí gira en torno al azar. Estar esperando en la acera a que el semáforo se ponga en rojo para cruzar y que un coche que atraviesa esa avenida pierda el control en ese momento y alcance tu posición y acabe con tu vida es, sin lugar a dudas, una cuestión de azar. En este caso, de mala suerte. Por cierto, este libro también está inspirado en un suceso real ocurrido en Sevilla hace dos años. 

¿Qué ha supuesto esta novela en tu larga carrera como periodista?

A mi carrera como periodista no creo que le suponga demasiado porque la literatura y el periodismo transitan por cauces distintos. Es verdad que tienen cierta relación pero operan con reglas diferentes. Liberado de la obligación periodística de ser veraz en todo momento, esta novela me ha permitido hacer un retrato psicológico de los perdedores menos conocidos de la crisis económica que con un reportaje en ABC me hubiera resultado seguramente imposible. Habría necesitado todo el periódico para mí. 

¿Te has marcado alguna meta con ella?

Más que marcarme una meta, me gustaría que hiciera reflexionar a todas las personas que la leyeran sobre lo mal que se han hecho algunas cosas en España. Por desgracia, no parece que hayamos aprendido mucho de las crisis anteriores. 

¿Nota el lector que es un periodista quien escribe la historia?

Algunos lectores me han dicho que tiene un estilo periodístico y me lo tomo como un elogio porque amo a mi profesión y los periodistas tenemos cierta práctica en contar historias y hacerlas accesibles a todo el mundo. Lo último que hubiera querido es que “El ingeniero que no sabía bailar”  se percibiera como una novela oscura o farragosa, aunque tenga momentos duros en los que apetezca respirar hondo y soltar el libro. 

Críticas y alabanzas que hayas recibido por tus lectores (o seres queridos)

Todas las reseñas que se han publicado de la novela han sido muy positivas. He de decir que estoy muy agradecido y que fui el primer sorprendido, aunque  soy consciente de que más pronto que tarde llegarán críticas que no sean tan buenas. De todas ellas espero aprender algo. Está en marcha una adaptación cinematográfica en la que estoy colaborando y la editorial Samarcanda, fundada por dos emprendedores a los que admiro, ha decidido incluirme en su catálogo de autores y llevar la novela a todas las librerías españolas. Creo que no puedo pedir más para mi primera novela. 

¿Es El ingeniero que no sabía bailar una novela de denuncia social?

La denuncia social late a lo largo de sus páginas y la corrupción y los efectos nocivos de la globalización económica sobrevuelan la Sevilla en la que transcurre la historia, pero para mí pesa más la amistad y la solidaridad de sus protagonistas. Ellos también se enfrentarán unidos al odio y la violencia gratuita y sin sentido de una pandilla de adolescentes de buena familia. Todo esto ha ocurrido en Sevilla, Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades.

¿Pretendes en algún momento hacer un guiño con ese baile a los movimientos que se deben aprender para moverse en esta vida tan complicada que nos ha tocado vivir?

En la vida hay que bailar y torear mucho. Recuerdo que un viejo periodista me decía cuando era becario que los periodistas tenían que comerse muchas gambas en la calle para llevarse los garbanzos a casa. ¡Cuánta razón tenia!

 Hiciste la presentación de tu novela en el colegio San Francisco de Paula. ¿Crees que el colegio ha influido en tu manera de ser y de ver la vida? ¿Y en alcanzar el momento de escribir la novela?

En el colegio San Francisco de Paula aprendí a leer y escribir y tuve grandes profesores que me inculcaron el amor a la lectura. ¿Le parece poco? 

Llama especialmente la atención la portada. Háblanos de ella.

Es una portada conceptual de gran impacto visual que hizo Martin Sati, un extraordinario diseñador gráfico sevillano que ha trabajado para McDonald’s y otras conocidas multinacionales de la alimentación y la automoción. Simboliza la máscara del protagonista cuando llega al comedor social solo y con una sensación de vergüenza y arrogancia. Esa máscara se la acabará de quitar al final de la novela, cuando sienta que muchas de esas personas que él despreciaba o miraba con cierto desdén se han convertido en su familia. Refleja su proceso de deconstrucción y de resurrección, su traumática y prodigiosa transformación. El Álvaro que sale del comedor social no es el mismo que el que entró seis meses antes. 

Nos consta que estuviste estudiando el tema de los comedores sociales y suponemos que conociste en la cola a personajes muy peculiares ¿Puedes hablarnos algo acerca de ello?

Las personas que van a los comedores sociales fueron las mismas con las que jugamos en los parques infantiles o con las que compartimos las aulas del colegio cuando éramos pequeños. Gente como nosotros a la que un día se le torció la vida. Aman, sufren y gozan como cualquiera, aunque los consideremos marginados o los excluyamos de nuestras conversaciones.

Querríamos saber también cómo has conseguido sacar un libro a la calle en los tiempos que corren: cada vez cierran más librerías, quiebran las editoriales, etc.

Mandé el manuscrito a dos grandes editoriales y ninguna de las dos quiso publicarlo. Me decidí a lanzarme a Amazon a ver la respuesta de la gente a la que se la dejé leer, personas que conocía y algunas otras que no conocía pero que se mostraron interesadas en conocer la historia de Álvaro y Pablo. Animo a todas las personas que tengan una historia que contar a que no se rindan y hagan lo mismo que yo, si no encuentran ninguna editorial que confíe en ellos. Yo la he encontrado tres meses después.

 

Francisco Javier Torres