Y en mi habitación

toco algunas canciones

para ella mientras se desnuda.

Pero mientras canto empiezo a pensar

En cómo siempre acabo creando

Esta tontería pseudoglamorosa de nuevo.

Y por la mañana sentiré tanto dolor.

Otra vez triste en Gangnam…

“Gangnam Misery” de Spellbound Scenes of My Cure (2015)

En un país asiático, una luz potente cae sobre un escenario. Allí, Maximilian Hecker con el torso desnudo toca al piano una canción mientras desde la oscuridad donde se encuentra el público se suben al escenario un grupo de asiáticas extasiadas a toda prisa, rodeándole respetuosamente mientras él sigue cantando.

MH – Empezó como una broma, como una especie de acto a lo Iggy Pop, pero fuera de lugar, digamos. Quizá pueda significar una manera de mostrar mi vulnerabilidad y de no esconder nada ante el público.

Maximilian Hecker nació en 1977 en Heidenheim, Alemania, y es uno de esos artistas que dejan una huella indeleble. El título de su primer álbum hablaba por sí mismo. Aquellas canciones de amor infinito, sencillas y profundas fueron el comienzo de un estilo personal que apenas ha variado en sus ocho álbumes sin que hasta el momento haya sido capaz de cansar. Reconocido en Europa, en Asia es todo un fenómeno de masas. Viajamos para escucharle directo en una fría noche de enero berlinés, bajo la oscuridad y los focos del elegante Privatclub. Maximilian nos desveló en exclusiva los alfas y los omegas de su creación de la manera más sincera y menos trivial posible.

Distopía – ¿Qué es lo que te lleva a escribir canciones?

MH – Escribo canciones para sobrevivir emocionalmente, necesito desbloquear el camino a mi alma con la ayuda de la música para finalmente expresar lo más profundo de mis anhelos, el de liberar mi alma de mi cuerpo, la búsqueda de lo infinito sin ataduras materiales, el anhelo de unirme a la totalidad perdida. El psicoanálisis lo explicaría como el deseo de volver a ser parte del Objeto A, para llenar el vacío que dejó. Jamás he estado interesado en cambiar mi estilo ni forma de producción. Sólo estoy interesado en las canciones y, en mi opinión, mejorar su enfoque. Mi sonido está condicionado por la fragilidad de mi voz y mi manera de cantar. Desde siempre me ha encantado la producción de The Man Who de Travis y el sonido de los discos de Nick Drake. Supongo que en la mayoría de mis álbumes he intentado acercarme al universo de esos dos modelos. Mis temas son siempre los mismos, me temo; la inhabilidad de amar, el aislamiento, el anhelo, la sumisión, la obsesión, la paz, la eternidad, por nombrar algunas palabras clave.

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D – ¿Qué le ocurre a Asia con Maximilian Hecker?

MH – En teoría, puedo estar equivocado, creo que mi música y el pop del este asiático tienen un enfoque similar, el ansia de liberarse de uno mismo de ataduras. También está el tema de las emociones intensas, que en el entorno patriarcal y disciplinado sólo puede liberarse a través de la imaginación y el arte. Cuanto más reprima el día a día las necesidades más narcisistas e individualistas, más se necesita una válvula de escape, creando un mundo paralelo. Esta válvula de escape emocional, sobre todo en el este de Asia, es el arte. La mayoría de sus películas, la música pop e incluso los anuncios son muy románticos y melodramáticos, y tratan casi exclusivamente de los anhelos del ser humano, sobre todo los románticos. La razón por la que me identifico con ello tanto, y viceversa, es que en mi vida diaria, también, tengo obstáculos para sentir. En mi vida diaria soy estricto, cohibido y racional, y esto parece reprimir mis emociones y bloquear el camino a mi alma.

Parece que represento, para el este asiático, una imagen atípica de masculinidad, porque canto como una mujer [Hecker usa mucho y bien el falsete], y además, tengo una sensibilidad femenina. Sin embargo, ser un sensiblón es precisamente lo opuesto a lo que se espera del hombre asiático. No obstante, mis rasgos faciales, mi barba de tres días no hacen de mí una mujer precisamente, por lo que el resultado puede ser un contraste bien interesante.

En el este asiático soy más como un ídolo que ante mis seguidores europeos. Este fenómeno de fans es diferente en Europa. Según mi experiencia, en el este de Asia la gente se siente orgullosa de ser fan, lo muestra abiertamente y se siente feliz por ello. Cada vez que estoy en Asia de gira o de promoción me tratan como a un ídolo, y me encuentro con que, eso pienso, la gente prefiere mirar a la “sombra hermosa y noble” que proyecto en lugar de la persona que soy en la vida diaria. Esto me inquieta y mucho. Me es difícil que me admire gente que no me conoce. De todos modos, es parte de mi trabajo y mi vida, y no me quejo. Encuentro maneras de enfrentarme con el problema.

Maximilian Hecker ha celebrado la entrada del año con Spellbound Scenes of My Cure, otro grandísimo acierto en la misma línea de sus trabajos. El artista nos desvela más detalles de su última creación, una especie de obra conceptual.  

MH – Cada canción trata de un lugar específico de la Tierra; “To Liu Wen, The Opposite House, 3 a.m.” (Beijing), “Love Hotel Hill” (Tokyo), “Gangnam Misery” (Seoul), “Partyworld” (Taipei), “Pearly River Gates” (Hong Kong), “Battery Park” (New York) y “Aoyama’s Glow” (Tokyo). En ellas busco la proximidad de ninfas inalcanzables, instantes en los que el tiempo parece detenerse, un supuesto glamour, un supuesto amor. En otras palabras, lo que busco es la salvación en el mundo exterior. “Untouchable (Kastrup part II)”, “Hennigsdorf” y “Kastrup” (que se pueden considerar metáforas de un aislamiento voluntario) representan la conclusión del álbum, el final de mi búsqueda, haber encontrado una nueva habilidad para encontrar la salvación en mí en el contexto de mis habituales viajes para escapar a oscuros y poco habitados pueblos; Hennigsdorf, al norte de Berlín, y Kastrup, el pequeño pueblo donde está el aeropuerto de Copenhague. Me sorprendo al ser capaz de encontrar salvación y liberación… Liberación de los fantasmas de mi pasado, de mi imagen reflejada en mis semejantes, de mis limitaciones sociales. Nadie puede alcanzarme, mirarme, juzgarme o tocarme en estos lugares, y me siento en un refugio,  abrazado por la soledad de Kastrup y Hennigsdorf, y soy capaz de aceptarme y descubrir un amor hacia mí que antes estaba oculto.

La música de Maximilian Hecker posee un caracter muy singular. Podría decirse que suena como a Sigur Ros, pero con los pies en la tierra, y sin embargo, apuntando al cielo, algo así como los momentos de más sensibles de Coldplay cuando era Coldplay, o Radiohead cuando era Radiohead. En cuanto a contenido, como comprobamos en esta entrevista, está profundamente ligado a la vida interior del artista. Temáticamente, la gran mayoría de sus temas destilan una melancolía infinita, con alguna delicatesen como excepción; “Silly Lily, Funny Bunny” llegó a usarse en un anuncio de telefonía. Este caudal de desdicha casi continua encierra cierta paradoja, aunque estemos hablando de quien crea melodías perfectas con títulos como los días son largos y llenos de dolor o versos devastadores como los de “Today” de su primer álbum:

Y hoy acabaré con mi vida.

Y hoy mi corazón dejará de latir.

Y hoy dejaré el mundo atrás.

Y hoy te perderé para siempre.

MH – No soy una persona ni depresiva ni melancólica. A mí modo, mi música trata de éxtasis, de gozo. Para mí, éxtasis significa ser capaz de sentir. Significa tener intensas y profundas emociones, da igual que sean alegres o tristes. Significa volcarse en emociones melodramáticas. Significa vivir a través del rito de iniciación de una profunda agonía y sentirse libre como nunca cuando esta acaba… es decir,  catarsis. Esto es lo que yo entiendo por éxtasis. En mi vida diaria tengo problemas a la hora de sentir. Mi personaje “sin sentimientos”, disciplinado y racional reprime mis emociones y bloquea el canal de mi alma. Como dije antes. Mi música finalmente me permite desbloquear este canal. Me permite comprender mi alma, mi verdadero yo. Me permite por fin ser libre.

La actuación de Hecker en el Privatclub berlinés fue memorable. Alto, delgado, frágil y elegante, Hecker es un dandy del siglo XXI, y se mueve entre lo divino y lo humano, entre lo narcisista y el exceso de modestia, entre la decadencia, la elegancia de su edén particular, y queda patente tanto en sus canciones como con su presencia y sus palabras. En el escenario, y como reflejo de su carácter sensible e irónico, leyó durante una media hora extractos de The Rise and Fall of Maximilian Hecker, arrancando tanto silencios profundos como risas. El libro, algo más que una autobiografía en planteamiento, contenido y forma, explora los dudosos beneficios de la fama, los rigores del mundo de la música, sus exigencias y la autoexigencia del autor con su creación, y todo ello enmarañado en una montaña rusa, la de sus sentimientos.

MH – No se trata de un título irónico. El libro no trata de altibajos en mi carrera, sino interiores. El ascenso, el momento de despertar, ocurrió en Taipei, en el verano de 2006, cuando al enamorarme de una cantante taiwanesa mi visión del mundo y mi forma de ser parecieron cambiar. Por primera vez en mi vida [Hecker tendría unos veintinueve años] tuve la sensación de haber madurado. Desgraciadamente, consideré a aquella mujer la causa de todo sin entender que lo que sentía en mí era parte de mi ser. Así que cuando ella puso fin a nuestro amor, rápidamente volví a ser el inmaduro de antes. La “caída” trata de mi obsesión con volver a encontrar la puerta de ese “paraíso interior perdido”.

Hecker en concierto

La actuación fue intensa, inspiradora y emocionante, y muy superior a más de una grabación oficial y no oficial. Al piano principalmente, y a la guitarra acústica, el artista desgranó, básicamente, uno a uno los temas de Spellbound Scenes of My Cure. Entre algunas de las canciones desaparecía para dejar como protagonista a la proyección en una pantalla del escenario, de  pequeños cortos para ilustrar las canciones y la narración de la acción interior que relata en su último álbum. No faltó el humor fino, la ironía, y brillaron sobre todo “Gangnam Misery”, quizá el mejor de sus últimos temas, “Kastrup” y el cierre con “I’ll be a Mountain, I’ll be a Virgin”. Tras la actuación, Hecker firmó discos y libros, dirigiéndose a los asistentes muy amable y educadamente. Mientras, en la elegante y oscura sala de fumadores, los peces gordos de la discográfica Kitty-Yo murmuraban entre caladas y sorbos, poniendo precio a lo que no lo tiene. Ya fuera, hacía incluso más frío que antes, pero dentro de nosotros quedaba un sentimiento intenso, bello, agridulce pero cálido. No está mal para quien se considera una “disléxica estrella del pop”, ¿no? Ni media fecha para verle en directo en España de nuevo. Si ya nos parecía buena idea visitar Berlín para conocer y escuchar a Hecker en directo, ya tenemos otra razón. A la mañana siguiente y sin razón alguna, nos acordamos de “Help Me”.

 Antonio Jesús Reyes (@AntonioJesusRe)