“Casablanca” (Michael Curtiz)
Vaya por delante, antes de comenzar, una confesión; ya que si alguien pretende escribir o reflexionar sobre Cine, o cualquier otra disciplina, debe hacer un ejercicio constante de honradez. La confesión es la siguiente: la primera vez que vi Casablanca (Michael Curtiz, 1943) no fue por amor al llamado Séptimo Arte, ni por el hecho de haber leído extraordinarios ensayos acerca de la película ni nada por el estilo; simplemente me creía en el deber moral de ver una película que suena y resuena por doquier en todas las listas de imprescindibles, en todas las encuestas y en todo el imaginario colectivo de los aficionados (o no) al Cine. Dicho de otro modo: la primera vez que vi Casablanca fue, simple y llanamente, por cumplir con el tópico de las películas que cualquier aficionado se supone debe ver. Y, con estos antecedentes, me acerqué a ella con el escepticismo propio del que no cree en lo que va a ver; obstinado en la idea de que si era una película de “consumo de masas” (y, no nos equivoquemos, Casablanca lo es), no podía ser tan buena. Es la estupidez propia del que se cree superior intelectualmente porque ve películas que la mayoría no, o lee libros del autor de turno que no es conocido en casi ningún rincón del planeta en el que nos movemos, porque es tan soberbio que no es capaz de reconocer que le gustan los libros de Ken Follet, George R.R. Martin o vaya usted a saber quién, ya eligen ustedes nombre y apellidos para el autor en cuestión.
De esa guisa me acerqué a ver la película. Y así, casi sin explicación, como muchas de las cosas buenas de la vida, me enamoré de Casablanca.
Así me enamoré de la considerada tercera mejor película estadounidense de la Historia según el American Film Institute. De una película galardonada con tres premios Oscars: Mejor Película, Mejor Director (Michael Curtiz) y Mejor Guion Adaptado (Julius J. Epstein, Philip G. Epstein y Howard Koch). De una película de la que resulta tan difícil hablar, porque se han dicho tantas cosas, que mejor es callarse… No podemos hacer una crítica al uso, porque muchísimos profesionales acreditados han estudiado, filosofado y escrito sesudos e interesantísimos análisis acerca de lo que Casablanca ha aportado al mundo del celuloide. Así que lo único que podemos hacer es reflexionar sobre por qué Casablanca es, para mí, una película tan colosal.
Hablar de Casablanca es tener que hablar de un bendito pandemónium que se tradujo en problemas por doquier: un director infravalorado, Michael Curtiz, que no era la primera opción de la productora (que habría apostado sin dudarlo por William Wyler); una historia ambientada en Marruecos pero que hubo de rodarse íntegramente en Hollywood; una terna de actores donde brillaban con más luz los secundarios que los protagonistas a priori (Peter Lorre o Paul Henreid cobraron más que Bogart o Bergman, por poner un ejemplo) y un guion que fue escrito a ocho manos: los hermanos Epstein (que se retirarían y más tarde volvieron a retomar la historia casi al final del rodaje), Howard Koch y un guionista que no aparece reflejado en los títulos de crédito, Casey Robinson. Todo ello para lo que tenía que ser una película patriótica en tiempos de guerra y pasar sin pena ni gloria como una más de las decenas que rodó la Warner ese mismo año. Pero, por obra y gracia de toda esa amalgama de contrariedades y del destino, no ocurrió así.
Para los más perdidos, la historia es sencilla (y tremenda) como la vida: en la ciudad marroquí de Casablanca se reúnen los refugiados europeos en plena II Guerra Mundial esperando una oportunidad para huir en avión hasta Lisboa; ese destino es simplemente un puente que los lleve hacia los Estados Unidos, lo que significa la libertad frente a la barbarie nazi. El local donde suelen hacerse muchas de esas transacciones pertenece a Rick Blaine (Humphrey Bogart), un descreído y cínico americano que no se casa con nadie… hasta que llegue a su local el héroe de la Resistencia francesa Victor Laszlo (Paul Henreid) acompañado de su mujer, Ilsa (Ingrid Bergman). Rick e Ilsa tuvieron un apasionado romance en París, y ella ha sido su único amor verdadero. ¿Dejará ir Rick a Ilsa otra vez? ¿Triunfará el amor en medio de la guerra…?
La película en principio, no tenía aliciente alguno para convertirse en lo que más tarde fue. El argumento parece de melodrama barato, se trataba de una película que tenía que haber pasado de moda una vez finalizado el contexto de la II Guerra Mundial, el guion parece, a veces, inconexo en varios momentos del film…
¿Qué convierte, pues, a Casablanca en “la película” (como es conocida en Estados Unidos)? Quizá, precisamente todos los supuestos fallos que hemos mencionado en párrafos anteriores.
El hecho de que el guion pasase por tantas manos dota a la historia de varios matices que no la hacen uniforme: pasa del cinismo de la primera parte del guion a la trama de cine negro de la segunda para terminar en el romanticismo de la última parte.
Los actores, desconcertados a veces porque no recibían su parte del guion hasta el día anterior al rodaje, no sabían cómo podría acabar la historia de amor entre Rick e Ilsa (varias veces expresó Ingrid Bergman su desconocimiento de la totalidad de la historia). Pero este hecho les otorga verosimilitud en sus rostros y sentimientos.
Un Bogart haciendo de Bogart, que es lo que mejor sabía hacer, con frases tan míticas como:
-¿Dónde estabas esta mañana?
– Rick: No sé, hace demasiado tiempo de eso.
– ¿Cuál es su nacionalidad?
– Rick: Soy borracho.
Una protagonista, Ingrid Bergman, siempre con los ojos húmedos, a punto de desmoronarse entre dos amores por los que daría la vida; con unos primeros planos que nos hacen vivir la angustia en la que se debate Ilsa; luchando interiormente entre lo que debe hacer y lo que desea hacer.
Una mezcla perfecta, que se da en dosis justas de suspense, acción, romanticismo y moralidad que hacen que vivas la película como un protagonista más.
Y una canción… una canción que ha traspasado la película para tomar vida propia en el imaginario colectivo de la cultura contemporánea. Hayan visto o no la película, seguro que han escuchado, al menos una vez en su vida As time goes by…
Todo ello conformó una película que ha dejado frases para la historia: “El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos”. “Hui de ti una vez, no puedo hacerlo de nuevo”. “Si no subes a ese avión te arrepentirás. Quizás hoy no, quizás mañana tampoco. Pero más adelante y para el resto de tu vida”. “Siempre nos quedará París”. “De todos los locales, de todas las ciudades del mundo, tuvo que venir al mío”. Y así hasta convertirse en la película con más citas célebres de la historia del Cine. Aunque dentro de ellas no se encuentre la conocida “tócala otra vez, Sam” que es en realidad el título original de Sueños de un seductor, la película dirigida por Woody Allen en 1972. (En Casablanca la verdadera cita es “tócala, Sam, toca El tiempo pasará”).
Casablanca es más que una película. Es una obra que ha tomado vida propia y ha conseguido hacerse un mito en sí mismo del siglo XX. Poco importa que haya mejores películas hechas desde el punto de vista formal, poco importa que el final tenga fallos evidentes en ciertos momentos, o que el romanticismo facilón impere a veces en algunos diálogos. Dudar de la extraordinaria calidad de Casablanca y de su innegable influencia en la cultura contemporánea es negar lo evidente, una estupidez supina.
El tiempo pasará, el Cine continuará su andadura. Las películas cambiarán de formato, de soporte físico. Los espectadores serán hijos de otra época… pero el Amor y el Sacrificio en favor de un bien mayor que el propio egoísmo continuarán siendo valores innatos del ser humano; así que Casablanca siempre estará de moda, siempre será nueva, porque siempre nos inspirará grandes cosas. Quizá la única película que se ha hecho más grande que el propio Cine. Véanla y disfrútenla una y otra vez hasta el infinito. Siempre tiene matices nuevos. Siempre es auténtica y extraordinaria. A Dios gracias siempre nos quedará Casablanca, para la eternidad. No albergo dudas de ello.
Carlos Corredera (@carloscr82)
Mucha.verdad en el articulo y de acuerdo contigo.
Siempre la puedes ver por 22 veces yy disfrutarla.