A cualquiera lo llaman maestro. Sin embargo, enseñar es un talento, que se va cultivando y trabajando con los años. Hoy, entre tanta secta proto-religiosa que igual alaba el dinero que los libros de autoayuda, subsisten oasis donde aprender se vuelve algo natural. Porque para ser maestro hay que saber y querer enseñar. Incluso sin estar en un aula. Genaro Chic (Écija, 1949) vive en un aula permanente, porque aprende y hace que los demás aprendan estén donde estén. Con el diálogo. Sin prejuicios morales.
Entrevistarlo resulta absurdo. No hay preguntas cerradas porque el pensamiento es difícil enjaularlo cuando su mayor virtud reside, precisamente, en la libertad. Lo divino y lo humano se van hilando entre copas de manzanilla y reflexiones sobre la mujer, la educación o España.
“Que las mujeres y los hombres son iguales es una estupidez. Ellas tienen la manía de parir, y eso evidentemente nos hace diferentes. No significa que no se tengan los mismos derechos, faltaría plus, significa que su forma de pensamiento es diferente. El pensamiento masculino está basado en la racionalidad y es discontinuo, mientras que el femenino es irracional y continuo. Yo cada día tengo más claro que la naturaleza nos hizo como sistema, no como complementarios. Eso es una patochada, pensar que somos complementarios, que unos tenemos lo que le falta a la otra parte. Hombre y mujer son un sistema. Obviamente, hay hombres que son más irracionales que otros, y mujeres que son más racionales, por eso no somos complementarios. No podemos entender tampoco la realidad como blancos y negros, es como los televisores de antes, en diferentes grises.”
Genaro nos cuenta cómo cuando más disfrutaba y aprendía era hablando con alumnas en las tutorías que llevaba a cabo en su despacho en el Departamento de Historia Antigua de la Universidad de Sevilla, donde fue catedrático durante dos décadas. “Yo intentaba dejarlas hablar, que se soltasen, que no me vieran como un hombre sino como una persona más. Entonces me revelaban un mundo muy diferente al masculino, con unos principios de actuación y de pensamiento totalmente distintos”.
Esta idea flota en el aire. Recordamos el caso de una chica con trabajo asegurado, que vive cerca de su familia y tiene a su pareja en el extranjero. Y que, además, él quiere seguir en el extranjero aunque tenga posibilidad de volver a España con trabajo. Aunque duda, pero todo indica que se acabará marchando. Cuando pide consejo a un amigo, a un hombre, se lo racionaliza, pero eso no le gusta, ¿por qué? “Porque su forma de pensamiento –nos dice- es diferente. No esperaba que le contases qué es lo más lógico (racional), sino lo que a ella más le satisface (emocional)”.
Éste es un campo en el que desde hace años ha venido profundizando, la cuestión de las emociones. En otra conversación recordamos un libro que hace años cambió la forma de ver el pensamiento de la mujer: El cerebro femenino, de la neurobióloga Louann Brizendine. En él quedaba clara una cosa: el hombre, como ser racional, intenta siempre aportar soluciones, y a veces lo único que una mujer espera no es una solución, sino simplemente ser escuchada, porque transmitir, comunicar, es el fin principal de la emoción.
“Claro, es que yo tengo cada vez más claro que las mujeres son todas unas brujas. Eso no tiene que ser necesariamente negativo, ¿por qué una bruja va a ser mala? Ahí se ve la influencia que el hombre ha ejercido sobre el pensamiento del feminismo, haciendo que ella demonice una palabra hermosa como «bruja». Para el hombre, la forma de pensar de la mujer es una especie de brujería porque son capaces de recibir una información diferente porque perciben, y transmiten la realidad de forma más emocional, y eso es algo que al hombre normal se le escapa. Pero claro, el feminismo, al que le horroriza la consideración de la mujer como bruja, es al final una forma de machismo”.
Tres hombres bebiendo vino hablando de mujeres. No sean ustedes tan prejuiciosos, también fuimos capaces de hablar de otras cosas. Por ejemplo de España y de la crisis. En este aspecto, Genaro parece tener las cosas muy claras. “España es un país sin civilizar a la manera moderna. Es decir, es un país católico, es decir, romano. Y no se puede tratar de imponer un modelo de pensamiento económico protestante, anglosajón, individualista y democrático, si antes no se ha evangelizado también en esa línea.” Hay cierta esquizofrenia cultural, al parecer. “Evidentemente, la mentalidad española no casa con esa ética del trabajo que nos quieren imponer como algo positivo. Lo malo no es una cosa o la otra, lo malo para mí es la incoherencia que ello provoca al no encajar los dos modelos. La democracia exige una responsabilidad, y en España, al no existir la culpa, nadie se hace responsable de nada. Es como decían los alumnos, he aprobado o me han suspendido, siempre hay a quien echarle la culpa de lo negativo”
Comentamos el ejemplo de lo coherente que resulta la sociedad estadounidense en tanto que el modelo político y económico se adapta a la perfección a su pensamiento. Le contamos la historia de aquel guía colombiano en New York que afirmaba que aquel era el mejor sitio del mundo para vivir porque se podía trabajar aunque lo hiciera todos los días de la semana sin saber cuándo descansaría ni cuándo tendría vacaciones (pero las tendría, que al fin y al cabo New York no es Pekín). Genaro nos recordó su época de profesor en Cádiz. “Yo creo que ha sido la época más feliz de mi vida. Veía a la gente levantarse por la mañana a pescar, y con eso les bastaba. Dile a uno de Cádiz que va a ser feliz trabajando como el colombiano. La única forma de hacerlo es obligándolo.” O, como apostillamos, a través de la educación después de generaciones.
“Evidentemente Franco era un dictador y mató a mucha gente, pero eso no quita que estableciera la Seguridad Social a la manera moderna. Franco se murió en la Seguridad Social y el Rey va a la Clínica Teknon a curarse. Luego llegaron otros que lo que hicieron fue mantener el sistema para beneficiarse ellos aunque le pusieran otro nombre. Lo que cambió con la democracia en último extremo es que se podía follar y se podía decir lo que uno quería, pero no hacer lo que uno quisiese. Han acabado montando un sistema de intereses compartidos entre todos, partidos, sindicatos, empresarios, ciudadanos, donde todo es corrupción por falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.” Haciendo un paralelismo histórico, “en Roma no había funcionarios, salvo los soldados y poco más. Lo que funcionaba era la corrupción, la red de intereses, de clientelas, el nombrar cada uno a los suyos para la administración, lo que viene siendo Andalucía, por ejemplo”.
Al final, concluimos, todo es un problema de educación. “Yo lo único que no le perdono al PSOE, ni a ninguno de los otros, es que se hayan cargado la educación. Buena parte de los que entraron a controlar Educación en los 80 eran maestros, condición a la que habían accedido en muchos casos con 17 años, y lo único que querían era decir cómo había que enseñar, pero no el qué”. Porque, añadimos, al vaciar el qué, puedes llenarlo de cualquier cosa, incluso dejarlo vacío. “Evidentemente. Cuando llegaron los pedagogos, aliados con el poder, centraron la educación en el cómo enseñar, en la pedagogía. El problema es que hay que enseñar cosas porque si no se enseñan cosas no hay nada.”. Referimos cómo hemos encontrado gente en el sistema educativo que se jacta de no leer, de no saber, y lo exponen a modo de orgullo.
“Últimamente –nos dice- he ido dándome cuenta de que la idea de universitas, de ‘universidad’, tiene un sentido de control, de generar un tipo de pensamiento”. ¿Pensamiento único? Preguntamos asombrados, “efectivamente”, nos responde. “Hay un brasileño[1] que ha ahondado en esta idea. Las universidades surgen con ese nombre en los siglos XIII y XIV, justo en un momento de desarrollo capitalista que va asociado a un poder económico no muy centralizado, y frente a ello se va imponiendo la necesidad por parte de la Iglesia de crear un pensamiento basado en la lógica aristotélica que impida que la gente se salga de una línea marcada, en vez de marchar por libre mezclando saberes en libre competencia. Un saber racional, masculino, que se opone al de las brujas, que son quemadas cada vez en mayor proporción. Si los hombres se atenían a las reglas de la racionalidad oficial, la que partía de dogmas intocables, si se sometían, entonces no había que temer”.
Pensar siempre ha estado mal visto, añadimos, sobre todo si hablamos del qué pensar. “Por eso –añade- los pedagogos han construido la educación sobre principios rousonianos, cuando ni el propio Rousseau se lo creía, a tenor de lo que hacía en su vida privada. Pero lo cierto es que si estoy vivo todavía, a los 65, es gracias a la cultura y al racionalismo que la impulsa. La edad natural de un ser humano es de 35 años. Sin embargo, gracias a la cultura hemos conseguido prolongar la vida y mejorar nuestras condiciones. Ahora bien, la cultura es represión y encauzamiento de los instintos primarios, de generación y de muerte, y la naturaleza humana no se reprime por sí sola. Al final la naturaleza implica la muerte, pues no existe vida sin muerte, y la cultura es una forma de intentar prolongar la vida individual. Otra cosa es que, para evitar reconocerlo, digamos que la cultura es otra cosa, algo así como las bellas artes y los espectáculos, que es a lo que se dedican las autoridades que dicen que la protegen más o menos”
Pero no todo en nosotros es cultura y represión-encauzamiento de los instintos. “Yo recuerdo no hace mucho una visita a Doñana. Allí vimos cómo las ciervas comían un arbusto –espino majoleto- para abortar cuando presentían que el año no iba a ser bueno. Exactamente igual que las ovejas de mi cuñado paren menos si, de alguna forma, presienten que va a llover poco ese año. Pues bien, con nuestra manía de entender también que todo es cultura se nos olvida que el ser humano es también un bicho y se comporta por naturaleza como tal. Una persona es una consideración jurídica, y eso no es exactamente lo mismo que ser humano. Es lo que sucede con la Ley del Aborto del moderado Gallardón. Confunde el ser humano con el ser persona. ¿Es que los hombres paren para que puedan decidir sin más sobre los embarazos de las mujeres? ¿es que los ciervos de Doñana deciden sobre la posibilidad de abortar de las ciervas? ¿Cuándo nos vamos a quitar la máscara y desvelar lo que es en realidad la cultura?”
[1]Nildo Avelino en “Feudalismo académico”, Estudios, nº 3-3, 2013, Misceláneas, pp. 170-179.
[…] es tanto un problema de machismo o engorilamientodel personal sino, como apuntaba en una entrevista el catedrático Genaro Chic, una cuestión de incivilización. Cuentan que a Ataúlfo o Sigerico, primeros caudillos […]