Perdóneme el lector de mi osadía, así, a bote pronto. Un hombre de números como yo metido a opinador de deportes. He de reconocerlo, sí, no he estudiado en la universidad de periodismo deportivo que tanto frecuentaban las primeras espadas del sector nacional por lo que mi análisis seguramente difiera del que dan en todos los medios de tan modélico sector.

Quizás por eso me atreva a intentar relacionar varios conceptos e ideas completamente diferentes de partida. Si algún lector necesita que las hipótesis que vaya escribiendo se las grite una persona a otra mientras se interrumpen continuamente siempre puedo mandársela por email a alguno de esos programas fetiche de sobremesa en los que estoy seguro que los guionistas sabrán apreciar. Total, no creo que el verbo contrastar en esos sitios sea muy utilizado, la verdad.

La motivación inicial de este artículo se debe a la salida del pobre Julen Lopetegui del Real Madrid y los paralelismos que me plantean estos últimos meses.

Hemos estado siendo bombardeados con su destitución desde antes del parón de selecciones, saliendo Antonio Conte a la palestra como posible sustituto de forma continuada. Las derrotas siguientes no hicieron más que aumentar las críticas exacerbadas sobre un hombre que lo ha dejado todo por entrenar a ese equipo.

Se me hace tremendamente injusto el trato recibido por el técnico vasco por parte de la prensa en general, y en algunos sectores del club (por lo que se desprende de lo permisivo que ha sido con las críticas a su entrenador), debido a la incapacidad de calibrar semejante esfuerzo, titánico en ocasiones, por su parte. Un señor que es capaz de renunciar al sueño mundialista por entrenar a un club debe ser valorado en consonancia.

Luego entran los matices a los que ya no merece la pena entrar y valorar, como si la culpa es de Pérez o de Rubiales. Evidentemente no vino mal que el entrenador no se expusiera a un fracaso con la selección. De hecho, no lo hizo y ha durado 11 semanas, siendo el segundo técnico más breve en la historia del Real Madrid, sin ser interino. No quisiera ni imaginarme si hubiera participado del mundial que nos blindaron sus seleccionados.  Lo mismo no llega ni al Camp Nou o incluso lo mismo no llega ni a entrenar al club blanco.

Pero como digo, no estamos aquí para eso. Ese tipo de crónicas las pueden encontrar en cualquier medio cada día más amarillento. Esto va de otra cosa. Esto intentará valorar su trayectoria última en concreto como si de una relación se tratara. Me explico.

Selección nacional.

El señor Lopetegui, tenía una relación consolidada. Había conseguido amoldarla a su forma de ser y vivía la plenitud y la felicidad que aporta una relación en la que los protagonistas se sienten muy valorados e ilusionados. Recibía mimitos y carantoñas por todos lados e incluso había conseguido el compromiso de que pasara lo que pasara en Rusia, esa relación iba a continuar, hito al alcance de muy pocos cuando se mantiene una relación amorosa. Podríamos decir que para lo bueno y para lo malo, en la salud y en la enfermedad iba a seguir siendo seleccionador.

Pero justo antes de meterse en una hipoteca, llamémoslo Mundial, se encuentra en su camino con un viejo amor del instituto. Ese amor que se queda dentro, que siempre se recuerda desde cierto cariño mezclado con la desazón de ser el primer fracaso emocional. Grabado a fuego en una de las primeras etapas vitales en las que uno tiene conciencia de lo que es amar a alguien.

Interés del Real Madrid tras la salida de Zidane.

De repente, esa persona que creías que nunca iba a estar interesada por ti vuelve a tu vida y se deja querer, algo que no se puede obviar. Al principio sonríes cuando recuerdas el reencuentro. Luego te alegra que esa persona quiera insistir en mantener el contacto contigo ahora que os habéis redescubierto en la madurez que aporta el paso de los años. Finalmente, te asombras como no puedes parar de mirar el móvil por si ha escrito (esto hace unas décadas implicaba ir en tu busca de una manera más directa) dejando cualquier conversación con tu actual pareja en un segundo plano. En ese momento, en ese instante en el que se es consciente de la próxima traición, hay un punto de no retorno que si se sobrepasa termina condicionando toda la vida.

Ese punto de inflexión es cuando aparecen los pros y los contras sobrevolando la cabeza. Momentos en los que el miedo al cambio actúa de manera completamente natural, cual instinto codificado en el ADN profundo, para ayudar a que el arrepentimiento  aparezca fomentando la conservación de lo ganado. No son gratuitos ni espurios los refranes que llaman a la reflexión en esas situaciones.

Pero el mal ya está hecho. En el momento en el que se empieza a dilucidar si con otra persona se estaría mejor que con la actual realmente ya se ha tomado la decisión. Porque el atractivo del melón por catar termina siendo mayor que el saboreado varias veces y más, si se promete dulce.

Gestión de la salida de la selección.

Ahora solo hay que elegir los tiempos. Ni se debe salir corriendo ni se debe tardar mucho en finiquitar una vida de la que realmente, si no hubiera sido por interferencias externas, se seguiría disfrutando.

Evidentemente el primer paso es no llegar a la hipoteca, sería una quimera acudir a firmar si no se tiene intención de vivir en ese domicilio. Ese sueño de antaño, esa ilusión de poner tu nombre sobre un papel compartido no puede verse completado dada la dificultad de desembarazarse de ese fracaso. Porque cuando la compra sale bien, y la relación por ende, también va bien, nadie repara en si cada miembro de la pareja ha invertido bien su dinero. Se comparte, se disfruta  y se vive. Pero en el momento en que no es el piso que uno esperaba y el desgaste llega a los extremos, se intentan repartir responsabilidades y se derrochan desprecios y reproches.

Cruce de comunicados y despido por parte de Rubiales.

El señor Lopetegui hubiera firmado la hipoteca pero su futura pareja presionó para que no lo hiciera y la antigua se sintió dolida al no reconocer a la persona que lo había acompañado durante los meses de vino y rosas. Reaccionó duramente una vez se había dado cuenta de que había sido cambiada por otra en el peor momento. Y lo que más duele y aterra, la incomprensión de las últimas decisiones de una persona a la que consideraba su fuente de felicidad.

No existe en la tierra una mirada más atroz y dañina que la recibida por una expareja cuando mira con desdén y odio al antiguo compañero vital mientras le devuelve los objetos que aún tenía en su poder.  Ese momento en el que demuestra que no reconoce a la persona que tiene delante, con la que no comparte ya absolutamente nada y a la cual no dudaría en aplastar con la palma de la mano si de una hormiga se tratase.

Salida de Rusia y lágrimas en la presentación con el Real Madrid.

En ese momento en el que todo se precipita a un ritmo veloz y la inercia todo lo domina, ya no queda más que abandonarse en manos del futuro amante.  Los campos se quemaron a sus espaldas cerrando cualquier resquicio de vuelta.

Quizás un poco de comprensión por parte de la nueva acompañante sea necesario, y sin el quizás. Una elección de tamaña dimensión deja secuelas. Salvo que la esquizofrenia controle los actos, cualquier persona se sentiría dolida por el fin de una relación. Cualquiera que se llame a si misma persona. Aunque quizás el primer día se debería evitar mostrarse visiblemente emocionado en público, porque cualquier podría imaginar que se ha empezado a vislumbrar la felicidad perdida. Toca intentar ser lo más apasionado posible con el nuevo camino elegido. La coherencia debe dominar.

Ser el relevo de un entrenador con el que se han ganado 3 Champions League consecutivas.

La parte negativa inesperada viene al analizar de verdad la opción elegida y comprender el grado de dificultad que entraña dicha opción. Resulta que esa persona por la que se apostó finalmente viene de una relación de cierta duración. Una relación en la que ha vivido muchas alegrías pero que se ha terminado abruptamente, mucho antes de lo que hubieran querido ambos protagonistas y con la que se va a comparar y escrutar cada uno de los actos que se lleven a cabo.

Ese ex que decidió abandonarla para seguir su vida resulta que hablaba con ella muchas horas más que lo haces ahora. Resulta que cocinaba cosas que tanto le gustan y tú desconoces hasta dónde tiene las sartenes en su casa. Resulta que le levantaba el ánimo incluso antes de saber que uno mismo que estaba  ante un día negativo mientras que tú, pobre lerdo, no sabes ni por dónde sale el sol.

Esas rutinas que se perfeccionan con el tiempo, con el conocimiento de las personas que da el trato diario, ésas, resultan que son imposibles de alcanzar en tan breve periodo de tiempo. Pero en vez de comprenderlo y aceptarlo y entender que se está comenzando un nuevo camino, se reprocha no continuarlas, como si por defecto se pudieran programar de manera robotizada en algún lóbulo cerebral.

Presión de la prensa para ganar desde el primer momento con una plantilla cansada y sin el mejor jugador de la última década en el club.

No hay tiempo al acople. No hay tiempo a impulsar nuevas rutinas diferentes a las anteriores que no tienen por qué ser peores, solo diferentes. Ese momento en el que uno improvisa para dejar su sello personal en cada instante compartido solo es apreciado como una chapuza deleznable que intenta maquillar la incapacidad que se tiene para perpetuar la felicidad anterior que otorgaba otra persona que no eras tú.

La mala racha de resultados llega.

En ese momento te das cuenta de que acabas de encadenar dos relaciones moribundas. La primera por inconformismo y la segunda por desconocimiento. Miras a la persona que descansa a tu lado en el sofá y piensas que lo que buscaba y busca no tiene nada que ver contigo. Que solo has sido un mero entretenimiento pasajero minusvalorado e incluso sentenciado antes de empezar. No eras el perfil que necesitaba en ese momento.

¿Y acaso se le puede echar la culpa a la otra persona cuando tu tomaste la decisión de embarcarse en esa  empresa? ¿Acaso ella te puso una pistola en la cabeza para acabar con tu relación anterior? ¿Acaso ella prometió en algún momento que dejaría a un lado los recuerdos del ayer?  ¿Llegó a prometer que te daría tiempo para que fueras tú mismo y pudieras conocer esos detalles que solo se conocen cuando se está sumergido en una relación?

Simplemente se dejo querer, se mostró disponible e incluso interesada y dejó que la curiosidad hiciera el resto. Ese es su mayor delito. Luego, la verdad, no fue honesta con sus sentimientos reales y su momento vital pero con la experiencia de la madurez debiste darte cuenta de eso. En el fondo lo sabías, sabías que no triunfarías con esta pareja,  ¿de qué te vas a quejar?

Bienvenido al club. Te has convertido en una relación puente.

Carlos Sabaca (@casabaca)