No hay día que diga que estudio Historia y alguien me suelte un suspiro o me llame suicida, valiente o alabe la supuesta buena memoria que debo tener. Un “coquito”, eso debo ser. Pero cuando digo que además de Historia he decidido escoger Árabe como lengua optativa ya se me llevan las manos a la cabeza: “¡¿Árabe?! ¡Qué locura! ¿Y eso? ¿No había otra lengua? ¿No te irás a convertir al Islam? Mira que esa gente te lava el cerebro, que te absorben. Cuidado, es una cultura muy atrayente.” Esto último me lo llegó a decir mi profesora: “Hay gente que queda fascinada por esta cultura sumergiéndose en ella de tal forma que acaban adoptando sus costumbres y el islam”. Claro que la cultura árabe es atrayente, si no provocara algún tipo de interés en mí no la estudiaría. Se nos presenta como una cultura exótica y medieval con un aire que roza la idealización romántica; muchos aún creen que Al-Ándalus fue el mismísimo Edén en la Tierra, por ejemplo.

La lengua es la manifestación del pensamiento de una comunidad, lo determina. Si cambiamos la lengua, las palabras, los conceptos, también cambiará la forma de pensar. Es en el lenguaje donde reside el origen de una cultura. Donde residen todos sus porqués.

Así que con esta idea decidí adentrarme en la cultura musulmana (con mucho cuidado, vaya a ser que me abduzcan como los extraterrestres) y empecé por el principio: la Arabia pre-islámica.

Me trasladé al siglo VI después de Cristo. En este lugar dominado por tribus nómadas, mercaderes, caravanas, oasis y desiertos, nace Mahoma (محمد )  , el artífice de aquello que llamamos Islam. Como acabo de mencionar, la Arabia pre-islámica se nos presenta como un sitio hostil, condicionado por la dura vida del desierto. Y por supuesto, este medio geográfico influyó en la sociedad de la época.

La sociedad en la que creció Mahoma estaba articulada en tribus que vivían principalmente del comercio caravanero y de las correrías. Entre estas tribus existían alianzas que les servían de simbiosis frente a otras tribus enemigas. La religión, denominada humanismo tribal, no estaba realmente organizada; con esto quiero decir que no presentaba ninguna estructura eclesiástica, ni un mando de poder, ni poseía un libro sagrado. Eran creencias ancestrales que habían pasado de padres a hijos. Tenían diferentes ídolos por las ciudades de Arabia (Najla, Al- Ta´if, La Meca), por lo que se le considera una religión politeísta.

Los árabes pre-islámicos, aunque ciegamente creyentes, eran conscientes de que la religión era un negocio. La gente iba las diferentes ciudades  para adorar a sus ídolos, y en los santuarios se producían intercambios comerciales. Este primer punto será objeto de enfrentamiento entre Mahoma y los demás árabes paganos que refuten sus ideas.

Mahoma nació en el seno de una de estas tribus nómadas, la Hasim, del clan Quraysh alrededor del año 570. Es difícil creer que Mahoma, un niño huérfano que no tenía ningún papel en su tribu, consiguiera crear todas las bases de un futuro Estado, crear un nuevo sistema de seguridad y una nueva estructura religiosa y social, entre otros muchos hitos. Está claro que para ello Mahoma, al no tener el favor social de su clan y de su propia sociedad, debía poseer ciertas cualidades que le hacían ser el único hombre capaz de revolucionar Próximo Oriente.

En pocas palabras, Mahoma lo petó. Había mil niños huérfanos como él en aquella época. Niños desgraciados, dejados de la mano de Dios. ¿Qué hacía a Mahoma diferente de los demás?

Intentando analizar su éxito de Mahoma, traté de investigar sus inicios en el clan. Tras morir su padre, su tío, jefe del clan Abu Talib, se hizo cargo de él. Este clan beduino tenía un papel destacado en el comercio de la Meca, muy rivalizado entre los clanes con el fin de monopolizar esta actividad.

Es en este momento cuando se crea La Liga de los Virtuosos, una asociación de los principales clanes mequíes dedicados al comercio.

Esta actividad articulaba la vida en la Arabia pre-islámica. Era la actividad económica por excelencia. Todas las rutas de transporte seguían patrones comerciales. Además, la privilegiada situación estratégica de la península arábiga le permitía proyectarse al exterior con relativa facilidad. De esta forma, fluían productos asiáticos, europeos y africanos sin descanso, siendo este lugar de paso obligado.

Ahora bien, volviendo a este despiadado panorama por acaparar el papel protagonista, os preguntaréis cómo se hace Mahoma un hueco en este lugar. Pues bien, decidió casarse con una mujer rica y viuda llamada Jadicha en el 595. No sabemos con certeza que llevó a una mujer como Jadicha a casarse con Mahoma, quizá quedó embelesada por su personalidad, o quizá su tío tuvo algo que ver (él si era influyente en cierto modo). Quizá vio en él un jovenzuelo con gran potencial. Desde luego sí que podemos afirmar que ella fue la primera en darse cuenta de que Mahoma era diferente, que guardaba en él algún tipo de cualidad que el mundo aún no estaba preparado para ver.

Al observar la importancia de Jadicha en la vida de Mahoma y por consecuencia en el islam, traté de indagar sobre el papel de la mujer en la Meca en el siglo VI. Estamos seguros de que se producían divorcios y bueno, también las muertes prematuras de hombres ricos en querellas y venganzas podrían dar lugar a la figura de una mujer viuda independiente que debía arreglárselas sola sin ayuda de ningún hombre.

Lo que tenemos por seguro es que Jadicha fue el primer impulso en el despegue de la carrera de Mahoma, pues gracias a su dinero pudo dedicarse al comercio por su cuenta, ya que poseía cierto capital. Esto le permitió adentrarse por fin en el comercio mequí como hombre adulto. Detrás de un  gran hombre siempre hay una gran mujer. O en este caso, una viuda rica que te avale y te pague las vacaciones con un todo incluido en La Meca.

Volviendo a los quehaceres de Mahoma: con el tiempo, su presencia en el comercio mequí y en la Liga de los Virtuosos se fue haciendo más eminente. Empezó a enriquecerse y los demás clanes lo excluyeron por miedo y envidia. Esto le provocó cierto malestar y decidió retirarse un tiempo al desierto, en concreto a una caverna. Allí empezó a tener “experiencias” extrañas: un Ser glorioso le reveló pasajes de lo que sería el futuro Corán.

A partir de aquí es difícil diferenciar lo surrealista de la realidad. En resumen, a Mahoma lo acosan por destacar (igual que cuando le hacen bullying al empollón de clase) y bueno, Dios empieza a hablarle. O eso cree él. Qué más da ¿hay alguna diferencia acaso?

Mahoma recuperó así la fe en sí mismo, seguro de que Dios está con él. Esta creencia tan fuerte hizo a Mahoma implacable. Sus revelaciones fueron la base de sus decisiones políticas y cuando tuvo un cierto poder de influencia, sus ideas no fueron jamás discutidas, pues “venían de Dios”. La religión fue el pretexto para la creación del Imperio, para las conquistas, para las leyes…

El quid de la cuestión es si estas revelaciones tenían intenciones políticas por parte de Mahoma, o si realmente sufría estas revelaciones y las adaptaba a sus ambiciosos objetivos de poder. Sea como fuere, Mahoma sentía una profunda espiritualidad y si no hubiera creído en Dios, siendo todo una falacia,  lo más probable es que no podría haberse sostenido durante tanto tiempo. Estaba plenamente convencido de que Dios le había encomendado una misión especial y tenía pensado llevarla a cabo. Lo que no sabemos es si desde un primer momento tuvo objetivos tan altos o si con la evolución de las circunstancias acabó convirtiéndose sin preverlo en un hombre de Estado.

La conclusión a la que he llegado es que ninguna de estas proposiciones excluye a la otra. Mahoma obviamente “recibió” estas revelaciones, pero muchas fueron transformadas para adecuarlas a la realidad política de la época. De hecho, desde el principio él y sus discípulos empezaron a escribir sus revelaciones, añadiendo y eliminando versículos (como los satánicos) pero no fue hasta el 650 (dieciocho años después de la muerte de Mahoma) cuando se editó el Corán por primera vez. Lo que quiero decir es que lo que menos importa es si fue verdad que Dios mismo le hablase. Con que la gente lo creyera era suficiente para que Mahoma comience su ascenso en el poder.

En el año 613 empieza a predicar y se autodenomina profeta. Sus primeros pasajes hablan de la Creación, de la Bondad, del poder de Dios como proveedor de sustento. Me llamó mucho la atención este versículo (93, 3-8) pues parece tener un carácter autobiográfico (otro motivo más para creer en la manipulación del mensaje).: “Tu señor no te ha abandonado ni te aborrece. […]. ¿No te encontró huérfano y te dio refugio? ¿No te encontró extraviado y te guio?¿No te encontró pobre y te enriqueció?

El primer enfrentamiento de muchos al que llegará con los mequíes no será por este versículo, si no por otros de índole religiosa y económica. Mahoma dejará claro en sus escritos que Dios solo hay uno, pues esas son sus revelaciones. Ahora, ¿por qué supone tanto revuelo? Vale, llegados a este punto, Mahoma empieza a liarla. Aquí fue cuando pensé: o le sale muy bien todo, o se hunde en las arenas del desierto. Pero Mahoma, de entre otras muchas habilidades, tenía la de esquivar los reveses de la vida. Y salirse con la suya. Siempre.

He aquí el primer gran tumulto: si la gente comenzaba a seguir a Mahoma en masa y a creer en sus revelaciones como enviado de Dios, la religión pre-islámica politeísta desaparecería. Esta religión, como he mencionado anteriormente suponía un negocio para los mercaderes de la zona, que se enriquecían con la actividad comercial de los santuarios. Si la gente dejaba de ir allí, su negocio decaería y supondría la ruina económica para muchos mercaderes. Así es como un asunto en principio de tipo religioso acabará por convertirse en una disputa económica. Los mercaderes cabreados porque veían la ruina a la vuelta de la Kaaba, empezaron a organizar una fuerte oposición contra Mahoma y a defender su religión pagana por encima de todo. (No es de extrañar entonces que el primero de los preceptos de la futura religión islámica sea la shahada, es decir, la profesión de fe: “No hay más Dios que Allah y Mahoma es su profeta”. Así Mahoma establece una fuerte distancia entre los árabes paganos y él, siendo esta una fuente recurrente de disputas. Tras esta revelación, estos árabes quedarán definidos como sus primeros rivales.)

Muchos pensaréis: “Pero oh, no puede ser. Cómo van a ser los árabes sus enemigos, si los árabes ahora son musulmanes.” Pues seguid leyendo, no sabéis la de vueltas que da la vida.

 

El comercio en la Meca crecía cada vez más y con ello, el enriquecimiento de los comerciantes. Este enriquecimiento provocó un sentimiento más individualista frente al tradicional sentimiento de unidad e igualdad de las tribus. A Mahoma esto no le molaba. Él quería rescatar ese sentimiento humilde y criticará a los mercaderes por materialistas: “[…] de nada le servirá su riqueza cuando caiga en el fuego” (92, 9-11) . (Ya se van hilando los diferentes frentes de discusión: religión y riqueza).

Finalmente, se produce un cisma entre los mequíes: los que creen a Mahoma y los que no. Los primeros conformarán la umma, que será la futura base de la sociedad musulmana. La primera mujer que se convierta al islam será Jadicha (entra de nuevo en escena, sí señor) seguida de su hijo adoptivo Zayd B Harita, un joven que estaba al servicio del matrimonio.

Las primeras personas además de Jadicha y Zayd que se unen a Mahoma serán Abu Bakr, su suegro, que le acompañará durante toda su vida, jóvenes, gente del más bajo estrato social (esclavos, extranjeros, personas con pocos recursos) y algunos parientes omeyas. Estos últimos son muy importantes, pues tienen una influencia política en la esfera mequí muy destacada.

Es muy típica la adhesión de la gente de los más bajos niveles sociales a las nuevas religiones. Os preguntaréis por qué. Es muy sencillo, complementario, la relación perfecta. Los primeros aportan una gran base social, irreductible. Apoyan firme y ciegamente, pues las últimas le dan sentimiento de unión, identidad y hermandad. Les hace creer que sus vidas pueden ser útiles. Que sus vidas pueden tener sentido si la entregan a Dios. En este momento la religión es mecanismo social más, una forma de control (¿y ahora?) Así que podéis estar tranquilos, que por estudiar árabe no me van a lavar el cerebro. Como potencial historiadora analizo todo, hasta la lista de la compra.

Ante el nuevo panorama solo importaba el enriquecimiento. La vieja costumbre de preservar el honor comienza a perderse. Esto es algo que perturba a Mahoma, por ello constará en el Corán mediante sus revelaciones (ahí donde lo veis fue un hombre de principios). ¿Fue por eso que hace tanto hincapié al principio en la idea de Dios como ser supremo, porque veía las aspiraciones de grandeza de los vanidosos y ricos mercaderes? En cualquier caso, Mahoma deja bien claro que los mezquinos no irán al paraíso, solo los humildes. Esta idea de humildad será otra clave en la religión musulmana, que sigue estando presente en todos los ámbitos (como en el arte por ejemplo). El culto a Dios no es compatible con el culto a la riqueza. El miedo al castigo divino y la esperanza de la recompensa sirven de estímulo e impulso para la umma. En resumen, Mahoma promulga la humildad porque vive en una sociedad avara carente de valores como los que había en la vida del desierto. Y porque Dios se lo ha revelado, obviamente.

En el 614 todas estas disputas entre Mahoma y los mercaderes mequíes se materializan en un asalto contra Mahoma. Los mequíes se sienten ofendidos, atacados por sus predicaciones despectivas y amenazados por la imagen de Mahoma como enviado de Dios. Si esa idea llega lejos, podría convertirse en un hombre muy poderoso, influyente política y religiosamente (que fue lo que sucedió, lo siento mercaderes).

Los mercaderes reflexionan y tratan de negociar con Mahoma. Lo aceptan como profeta, pero él tiene que incorporar a las divinidades locales en su incipiente religión. A cambio Mahoma recibiría beneficios económicos de la actividad comercial de los santuarios.

A ver, Mahoma será un hombre con una gran espiritualidad pero no es tonto. Él también ve el negocio. Lo ve tan bien que lo quiere solo para él. Mahoma acaba rechazándolo, alegando temer que las divinidades no se vayan a distinguir de Alá y alcancen el mismo nivel. Abrogó los versículos satánicos, lo que significó que ya no se reconocería el culto en absoluto de las divinidades locales. Aquí comenzará una oposición mucho más feroz (en el 615) como por ejemplo, la que ejerció Abu Chahl, siempre con el mismo objetivo: aplastar el Islam.

En el 619 suceden dos hechos que marcan la vida de Mahoma: la muerte de Jadicha y de su tío, sus principales apoyos. Esto hará de Mahoma un hombre mucho más independiente, pero se queda solo y aprovechan para atacarle. Por ello huye a Medina en busca de asilo en el 622. Este hecho se conoce como la famosa Hégira. Allí un grupo de peregrinos lo aceptan como profeta.

Más tarde reúne a un grupo de setenta y cinco personas para ir en peregrinación. En Medina, con la imperante ley del ojo por ojo, las disputas estaban a la orden del día. Mahoma se ganó la confianza de las gentes y con su carácter neutral  empezó a funcionar como árbitro en estas querellas. Otra vez vislumbramos aquí las cualidades de Mahoma, con un fuerte poder de convicción y una personalidad arrolladora. La inteligencia de Mahoma es indiscutible y en los sucesivos acontecimientos será aún más plausible.

En los primeros meses que pasará en Medina se fijarán las líneas sobre las que se desarrollará su futuro Estado y religión: se elaborará la Constitución de Medina. Aquí vemos uno de sus primeros movimientos como hombre de Estado. Su función profética es la que lleva a la umma  a reconocerle como jefe, no su prestigio militar. Como consecuencia, la umma siempre tendrá una base religiosa y será inconcebible separar lo religioso de lo social. Esta idea sigue perviviendo hasta nuestros días en el mundo musulmán. La umma funciona como una “súper tribu”. En un primer momento solo será un jefe religioso, pero su posición se irá afianzando, solidificando, a medida que se sucedan las batallas y acabará por convertirse en soberano. Utilizando la religión como herramienta política hará uno de los hombres más poderosos de la época. Pero no será el primero ni el último en utilizar esta estrategia (que le pregunten al pobre Enrique II “El Pajarero”.)

Una nueva oposición surge en torno a Mahoma (por si no tenía ya suficiente): los judíos. No aceptan a Mahoma como profeta, creen que es un impostor. Durante toda la vida de Mahoma la situación respecto a los judíos irá variando (tienen un papel destacado en el comercio mequí, lo que servirá para crear alianzas con Mahoma y que haya buen rollito). Sabe que su mensaje es similar al del judaísmo y cristianismo e intentará mostrar al islam como uno de los brazos de la religión abrahámica (Mahoma afirma que los árabes descienden de Ismael, hijo de Abraham), acercándose a estas. Si es reconocido por los judíos, su base idológica se asentaría totalmente y sería un éxito rotundo.

Pero finalmente, cuando el poder de Mahoma sea indiscutible, los acabará expulsando o ejecutando (como al clan al-Nadir) porque los judíos no se tragan el mensaje del profeta. Mahoma al no ser aceptado definitivamente por los judíos, urdirá una estrategia política de aislamiento, utilizando como pretexto una revelación (como siempre, de nuevo la idea de religión como herramienta política). En esta, Dios le dice que dejen de rezar mirando a Jerusalén, que en su lugar lo hagan mirando a la Meca, convirtiéndose ahora en el centro del islam y desplazando a los judíos (Jerusalén perderá importancia en favor de la Meca como lugar sagrado para los musulmanes, fue un golpe para los judíos, pues se consideran “el pueblo elegido”).

A todo esto, la umma se multiplica como los panes y los peces y Mahoma está preocupado con tantas bocas para alimentar. Uno de los problemas clave que marcará el desarrollo de las bases del Estado Islámico es el propio sustento económico de la umma. Como he mencionado anteriormente, aparte del caravaneo, una de las principales actividades económicas de estas viejas tribus eran las correrías.

¿Por qué la necesidad de correrías y razias marcan un antes y un después? Mahoma, al unir tribus bajo un mismo dogma, aliadas, necesitaba nuevas tribus no afines contra las que realizar las correrías. Las tribus locales estaban unificadas, entonces, ¿dónde realizarían esta actividad? No pueden atacar a sus hermanos musulmanes. Mahoma encuentra la solución perfecta: la expansión. Recorre toda La Meca, alrededores, y posteriormente toda Arabia realizando esta práctica. Apoderarse de las caravanas provoca que se acabe haciendo también con el control del comercio. Estas correrías, al principio, tienen una razón económica, pero luego se convierten en una razón de prestigio y finalmente, en “guerras santas”. Pasan de ser correrías por la subsistencia a ser guerras por el control de un territorio y de una población; con la que llegarán a acuerdos, serán sometidas o ejecutadas. Con el paso del tiempo, el poder de Mahoma como líder fehaciente hará que su prestigio esté por encima de sus rivales. Así, cuando gane las sucesivas batallas, impondrá poco a poco sus condiciones hasta conseguir crear un verdadero Estado islámico que dará lugar a un imperio desde el Atlántico hasta el Punjab y Oxus. Por todo ello, la idea de expansión será imprescindible en el islam del siglo VII y VIII.

Una de las batallas más destacadas durante la vida de Mahoma será la batalla de Badr contra los mequíes dirigidos por Abu Chahl en el 624. Será la primera de todas ellas, donde se fortalecerá la oposición, y surgirá el concepto de chihad. Se define como “acción de combatir”, pero en el sentido de un combate entre una comunidad religiosa (en este caso la umma) contra otra  infiel. Cambia el concepto, ahora la umma es reconocida como unidad religiosa, más tarde, será reconocida además como unidad política.

La fe indudable en Mahoma y en Dios de la umma hará poco a poco invencibles a los musulmanes. La creencia en Dios les provee la fuerza y la unidad necesaria para hacerlos imbatibles frente a otros enemigos, como los mequíes, en el que la falta de unidad estaba latente. Será uno de los motivos de su derrota.

La victoria de Badr supondrá una subida de autoestima para los musulmanes, es un éxito, una señal (atribuyen a Dios la victoria, si ganan es “porque Dios apoya a la umma”). La gran trascendencia de esta victoria se debe a que tras ella, prácticamente todos los clanes de Medina se convierten al islam.

Tras esta batalla, llega la de Uhud, de nuevo contra los mequíes liderados por Abu Sufyan en el 625. Fue una batalla convulsa, no se sabe muy bien quién perdió y quién ganó en un primer momento.

La verdad que la batallita tuvo poco de batallita, más bien pareció dos niños pequeños peleándose por un caramelo. Poca estrategia y la que hubo mal organizada. Pero bueno, no todo va a ser llegar y besar el santo. O a Allah (lo que sea). Pero más tarde vemos que la incapacidad de los mequíes por asentar su posición acabará debilitándolos. Uhud además supone un golpe espiritual para los musulmanes; una leve crisis moral. Se preguntan por qué esta batalla no fue tan brillante como la de Badr (básicamente, se declaró una batalla nula, inane) “¿Es que ya no gozamos del favor de Dios?” se preguntaba la umma. Mahoma solucionó rápidamente esta vacilación considerando la “no victoria” como un castigo divino, acusó a la umma de no ser suficientemente creyente. Esta lo aceptará sin titubear y este escarmiento les servirá para no confiarse en las futuras batallas.

Mahoma era consciente que para llevar a cabo su objetivo de expansión necesitaba más apoyos (se aliará con las tribus del este y del noroeste de Medina). Las alianzas se llevan a cabo mediante un nuevo sistema: la poligamia (qué casualidad que todo lo que revela Dios le viene bien para su estrategia política, eh).

Este concepto será “revelado” a Mahoma a través de un versículo y se plasmará en el Corán “Si teméis no ser justos con los huérfanos… casaos con las mujeres que os gusten, dos o tres o cuatro […]”. Aunque en un principio Mahoma aporta este versículo como una solución a la cantidad de mujeres viudas y huérfanos que dejan las expediciones, realmente le servirá como una herramienta política (otra vez) que servirá para materializar y facilitar las alianzas con otros clanes que le interesen. Además supondrá una transformación de una sociedad matriarcal típica de algunos clanes en una patriarcal, que sigue perviviendo hasta nuestros días. Provocará el relego de la mujer a un nivel inferior al hombre en todos los aspectos del mundo islámico (como por ejemplo, en el de la herencia).
Para el 626 Mahoma ya contaba con entre mil quinientos y tres mil hombres para sus expediciones. Sin embargo, los mequíes no se quedaban cortos: diez mil hombres y trescientos caballos conformaban su ejército aliado con el clan judío al-Nadir. Este encuentro sería el asedio de Medina. Si sois avispaos, habréis podido comprobar que las fuerzas de la oposición son claramente superiores en número a las de Mahoma. ¿Cómo consigue la victoria entonces?

El primer factor será la templanza. Mahoma es un hombre muy prudente, visionario, extremadamente inteligente. Ante esta situación no perderá los nervios, por el contrario, aplicará una nueva técnica de combate persa (cavar fosos a lo largo de la línea de combate). Con ello, neutralizó la caballería mequí y mediante el desgaste, consigue ganar. Aprovechará también el medio geográfico; dominar el terreno es clave en batallas a campo abierto. No será la primera ni la última vez que utilice el relieve en su beneficio. Fue una batalla de inteligencia, en la que Mahoma aplastó intelectualmente a su oposición. Tras esta batalla se encontrará más fuerte que nunca.

Una de las principales razones por la que sabemos que el poder de Mahoma va en aumento y su influencia se difunde cada vez más lejos es debido a la evolución de su ejército. En un principio ni siquiera se le consideraba como tal, pues participaban los propios miembros de la umma en las correrías y rara vez había derramamiento de sangre. Pero poco a poco, el número de integrantes de ésta aumento y fueron adquiriendo un carácter militarizado, tomarán botines cada vez mayores y aumentando el número de esclavos. Empezó con menos de cien hombres en la batalla de Badr y acabará en su última batalla contando con treinta mil, además de infantería, en la expedición de Tabuk.

Mahoma es consciente de que tiene el suficiente poder como para aniquilar a los mequíes. Estos ahora se preguntan, exhaustos de tantos conflictos, si no será mejor abrazar el islam. Los judíos, por su parte, sufren la aniquilación del último clan en la Meca, los Qurayza. A partir de aquí su presencia será mínima y carecerán de influencia política.

Con los judíos fuera de escena y los mequíes a sus pies, Mahoma acaricia su trono satisfecho, pero no conforme. Quiere más. Una vez que besa los labios del poder no quiere que nadie se los arrebate.

Pero Mahoma no es impulsivo. Es pragmático, inteligente. Muy prudente. Sabe cuántos pasos debe dar y dónde debe pisar.

Así llegamos al año 628 en el que se produce un cambio vital en la política de Mahoma: opta por una política conciliadora en lugar de belicista. Su objetivo es unificar a todos los árabes bajo el islam y sabe que por la fuerza puede ser más efectivo, pero no duradero ni fructífero. Quiere que el islam se adentre en toda la sociedad árabe, sea absorbido por esta y permanezca con un carácter intrínseco. Para ello, sabe que será más eficaz utilizar su poder de convicción, con negociaciones y alianzas antes que la fuerza bruta. Mahoma cree que los mequíes al presenciar sus éxitos, acabarán tomando su religión.

La política de Mahoma también empieza a adquirir un carácter más exterior y mira hacia el norte: la ruta a Siria. Sabe que allí hay tribus interesadas en adoptar el islam y es consciente de la importancia de Siria en la economía mequí. Seguirá con su política expansiva, pues para que haya prosperidad los recursos deberán aumentar exponencialmente, creando un equilibrio entre el crecimiento de la población y el de estos.

En este mismo año, Mahoma y la umma peregrinarán a la Meca tras el tratado de Hudaybiya (los mequíes abandonan tres días la Meca para dejar a los musulmanes realizar el hach). Con esta peregrinación, el islam se consolida como una religión propiamente árabe, estableciendo a la Meca como el centro neurálgico y origen de esta. La Meca caerá rendida a los pies de Mahoma, olas de conversos abrazarán el islam (incluidas las élites mequíes). Aquí aumentará su fuerza y será cuando empiece a sentar las bases del Estado islámico, regulándolo. Su poder y prestigio no paran de acrecentarse. Acabará destruyendo toda simbología pagana y despojará a la Kaaba de sus ídolos. Mahoma, un niño huérfano que fue repudiado y vejado en su ciudad natal por los de su propio clan, vuelve a ella como un triunfador.

La batalla de Hunayn, en el 630, supondrá un punto de inflexión. Se enfrenta contra la confederación Hawazin (de las pocas paganas que quedaban) junto a la tribu Taqif, amenazados por la expansión musulmana al este. Tras esta victoria, absolutamente todos los mequíes se convertirán al islam y se reconciliará con los principales hombres de la Meca, como con Abu Sufyan que tras ser su enemigo implacable, se aliará con él. Nadie osa dudar; nadie le rebatirá su posición, ahora sí, como hombre más poderoso de toda Arabia.

La umma ahora pasará a llamarse chamaa “reunión, asamblea” o hizb allah “partido de Dios” tras su considerable crecimiento tomando así un carácter político.

Mahoma aprovechará la crisis del Imperio Persa debilitado por el Imperio Bizantino y finalmente el su Estado acabará siendo su heredero. Las tribus de estos territorios quedarán impresionados por el islam: era un sistema social, económico y religioso muy atractivo, que prometía estabilidad, fraternidad e identificación. La religión funcionaba como un elemento unificador que dotaba de fundamento al sistema. Sin Dios, sin el islam, la conquista de Arabia por Mahoma es inimaginable.

Sus contemporáneos lo consideraron un hombre virtuoso y recto, un ejemplo de modelo de conducta y carácter. Es indiscutible que desde lo más bajo llegó a la cúspide, por supuesto, nunca solo. Sin la umma, sin Jadicha, Mahoma no habría sido nadie. Mahoma morirá el ocho de junio del año 632, proclamándose a Abu Bakr como su sucesor.

No vivirá para ver como su legado sirvió de semilla para la creación de un nuevo imperio que entrará en escena y revolucionará todo Próximo Oriente, Asia Menor, la costa sur y oeste Mediterráneo en menos de cincuenta años: el Imperio Islámico. Mahoma fue solo el principio, la llama que prendió la mecha. Sin embargo, es vital para entender la brutal y rápida expansión de este Imperio y por tanto, la cultura árabe.

Ana Garcia Moreno