Manuel Delgado Ruiz es licenciado en Historia del Arte por la Universitat de Barcelona. Doctor en antropología, hizo su postgrado sobre Psicología Social en la facultad de medicina. Ha estudiado en la Sorbona de París en la Section de Sciences Réligieuses de l´École Pratique des Hautes Études y es profesor de Antropología religiosa. Ha sido profesor visitante en universidades de Europa, Asia y América Latina.
Esta vez le tocó en la universidad sevillana Pablo de Olavide, y vino a hablarnos sobre los límites de ese nuevo concepto que muchos denominan artivismo con el mérito añadido de estar rodeado de artistas de performances y otras fuentes de este aparente novedoso arte. Con su personalidad dicharachera y su mirada sincera nos adentramos entre risas en las profundidades de los límites entre el arte y la protesta, más si cabe en un contexto político que se presta a mojarse. Y Manuel no tiene pelos en la lengua.
Queríamos empezar por clarificar el concepto del artivismo. ¿Qué es para ti o cómo definirías el artivismo?
El artivismo es una forma de arte político. Es decir, es una forma de arte cuya pretensión es contribuir a una deformación de la realidad. Su pariente directo sería la antigua Agitpro, es decir la agitación y propaganda que era básicamente un instrumento desde el cual los partidos de izquierda, esencialmente el partido comunista, y los sindicatos relacionados se dedicaban básicamente a llevar a cabo esas formas de creación artística cuya función era propagandística.
La cuestión estaba clara, digamos que había un proyecto u horizonte histórico y a su servicio se ponía el arte. El arte a servicio de la revolución. El artivismo se parece a eso pero es como si se hubiera desprendido o liberado de sus nexos con los partidos de la izquierda revolucionaria clásica y hubiera levantado el vuelo para actuar por su cuenta al margen de esos proyectos. En lugar de ponerse al servicio de la causa, ellos mismos son la causa. Eso es el artivismo actual. Tienen la pretensión de encontrar en el espacio público, en la calle, un lugar potencial emancipador.
¿Tiene el artivismo entonces hoy connotaciones diferentes a las que tuvo en el pasado con esos antecedentes que comentas?
¡Claro que los tiene! En Agitación y propaganda estaban al servicio de, eran instrumentos programados deliberadamente al servicio de una causa. El artivismo tiene la pretensión de ser él mismo un proyecto de politización, el artista se convierte en el líder político y las propuestas que propone son justamente no un vehículo sino el propio referente, una transformación de la vida donde el arte activista es una especie de prólogo de preparación. Habrá un día en que todo sea artístico, la vida cotidiana se transformará y nos dejará ser creativos pero no hay ni habrá una vocación de ponerse al servicio de un horizonte histórico. Es más, ya no hay horizontes históricos.
¿Qué le hace a una persona ser artivista?
Se supone que hoy por hoy es la forma de prevalencia de acción política. El antiguo militante se ha convertido en activista y el activismo parece que tenga que requerir una forma una cierta dosis de especulación formal para dignificarse. Antes todo estaba en función de un horizonte porque se trabajaba en función de un objetivo. La transformación no era la transformación de la vida cotidiana, era la construcción de una sociedad distinta, hacer otra cosa.
Ahora se trata de sacudir, agitar, sin tener un objetivo claro. No hay un proyecto, no hay una meta que alcanzar. Se trata únicamente de descubrir las cualidades emancipatorias de la vida cotidiana, pero ¿para qué? En el fondo el problema trata de proponer un desvelamiento del capitalismo sin posibles alternativas. Porque no hay alternativas. O el artivismo no las propone, que yo sepa. ¿Qué propone ese artivismo? Como forma de creación, ¿al servicio de qué se pone el arte? De acuerdo, en tomar conciencia ¿pero para qué? Tomar conciencia de lo que son las perversiones del sistema capitalista pero ¿para colocar qué en su lugar?
¿Es una forma de autorrealización? Hacer iniciativas como el artivismo para sentirse bien consigo mismo.
Es precisamente eso. Al final son especies de explosión humana que están pensadas para su propia exhibición pero no implican estructurar frentes de lucha o algo parecido a unas organizaciones que tengan como pretensión alterar la realidad. Se trata de un despertar que trabaja con materiales puramente subjetivos pero no coloca en su punto de mira el orden del mundo. Pretenden hacerlo chachi. El problema del artivismo es que busca hacer un mundo más chachi.
Durante la charla has puesto varios ejemplos sobre la relación entre el arte y la protesta social. Comentabas que en un juicio declaraste que habías hecho una performance en lugar de una reivindicación social y asumieron que entonces no pasaba nada ¿Cuál es el punto de inflexión? ¿Dónde y cómo se separa la cultura de la protesta?
En manifestaciones de este tipo, como el asalto por tierra mar y aire al foro de las culturas en Barcelona en 2004 que fue espectacular, lo que pretendían es lo que propone la propaganda, actos publicitarios cuya función era hacer trascender una denuncia que no encontraría otros medios. Como pintar un grafiti, alguien que no puede pagarse una valla publicitaria y escoge ese método más accesible para comunicar algo. Son acciones de protesta que trabajaban una premisa, rajar la realidad y advertir que la seguridad que tiene el orden constituido de estar bien asentados es falsa porque sus bases son débiles y se ven alteradas por la emergencia y los sucesos.
Eso no era arte, esta gente lo que quería era montar pollos. Cuando en la protesta alguien entiende que es arte queda desactivada. Se convierte en parte de la oferta creativa y artística. El arte puede ser protesta si acaba y empieza en sí mismo pero esas acciones se ponían al servicio de. No tenían otra pretensión, ser capaces de irrumpir en las circunstancias.
De hecho después en Barcelona los yayoflautas es lo que han hecho. Montar pollos. A ellos les parecería humillante que les dijeran que eso es arte ¡Por favor! Un poco de seriedad. Es lucha social. Es que si es arte ya tienen un objetivo, que es el arte. Se trata de que en lugar de que la creación artística se ponga al servicio de la lucha, la lucha se ponga al servicio de.
Lo que fastidia, molesta e incordia es la arrogancia del artivista que se ve transformador. Esta gente no tenía más pretensión que generar spots publicitarios que aparecieran en la prensa, sin voluntad creativa. Generar noticias porque la prensa únicamente recoge cosas que puedan ser convertidas en espectáculo.
Durante tu charla has dicho una frase que me ha parecido idónea para hablar de la relación entre el artivismo y la gentrificación “Si ves a un artista en tu barrio, olvídate de tu barrio.”
No puede haber una dinámica de gentrificación si no tiene acompañándole algún tipo de iniciativa redentora. Tiene mucho que ver con la antropología religiosa. Las ciudades están poseídas de una forma u otra por el demonio de lo urbano. No se puede llevar a cabo una actuación de tipo inmobiliaria si no se ha liberado antes de los demonios. La función que tiene el arte es justamente la que tenía antiguamente la iglesia. Generar espacios libres de la presencia del demonio a partir de la evocación de principios abstractos incontestables asociados a la obra divina.
Pero ahora es lo mismo. De hecho hoy es la religión de Estado. No puedes gentrificar un barrio si no pones algún elemento cultural. La gentrificación es básicamente lo que implica una sustitución de una clase por otra. Lo que eran barrios de clases populares se convierten de repente en barrios de clase media. Los artistas no vienen solos, traen artistas y a gente activa y dinámica.
Yo estuve en las movidas contra la capitalidad de la cultura europea hace años y me acuerdo de que me decían que el problema que tenían es que cuando intentaban defender su postura contra ello les decían “Es que estáis en contra de la cultura.” ¿Pero cómo se puede estar en contra de la cultura?
Inocular arte y cultura en un barrio contribuye automáticamente a gentrificarlo.
También tiene que ver con la apropiación cultural, ¿no? En América Latina podemos verlo muy bien con el reggaetón o el jazz y el hip hop en los todavía guettos de Estados Unidos.
Por supuesto. Esto no únicamente vale para barrios populares, se da en barrios catalogados como barrios canallas. Lo vemos en El Rabal o Lavapiés en Madrid e incluso digamos cuando hay un factor de inmigración donde la oferta inmobiliaria puede incorporar la puesta en valor de nuevo sabor multicultural. Todo lo convierten en negocio, de pronto los inmigrantes pueden darle el toque de zoco multicultural. Somos la maldición porque somos los primeros que llegamos.
Somos.
¡Claro que somos! Faltaría más que yo viniera a dar lecciones de moral a alguien. La gente como nosotros ya genera un clima. Hay una cuestión importante, y es que uno puede tener perfectamente presente quién es, tampoco hay que creerse un intelectual. Yo no sé qué trabajo es ese. “Yo soy intelectual” ¡Me parece ridículo y vomitivo! ¿Qué tipo de pretensión tiene un intelectual? ¿Por qué tiene derecho a pronunciarse sobre cuestiones de las que no tiene ninguna competencia? Otra cosa es que tú vayas a una academia y tal y vas viendo que no todos son iguales y en el fondo los apellidos hablan mucho.
Otra cuestión muy interesante es la relación del artivismo con el nuevo ciclo político que se ha abierto en el Estado español tras las movilizaciones del 15M. En tu ponencia has dicho “El 15M fue el mayor espectáculo de artivismo”.
Claro, una superproducción. Fue un movimiento con fuerte componente estético y dramaturgo. Fue una gran puesta de escena.
¿Una puesta en escena que salió bien? Hoy todos lo catalogan como referente del inicio de algo nuevo.
La cuestión es si fue el principio o el fin. Algunos pensamos que fue el fin, el fin de los movimientos sociales. Hay que votar cada cuatro años y dar a me gusta cada equis tiempo en Facebook. Desde luego en Barcelona ha implicado la desarticulación de los movimientos sociales. Todo lo que había sido efervescencia social ha quedado rebajado porque los movimientos sociales se han visto descapitalizados. Gran parte de los activistas están ahora en los ayuntamientos. ¿Dónde está la movilización? En Barcelona sigue habiendo desahucios y ya nadie lo habla ni se cuelgan videos. Es la verdad.
El artivismo ha contribuido a todo ello porque formaba parte de esa ideología que se ha definido como ciudadanismo.
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Justamente mi libro parasita una categoría que hacía tiempo que circulaba en circuitos radicales y sectarios, pero finalmente cuando aparece la marca “En común” y la presentan la definen como ciudadanista. Es un término asociado a los movimientos antiglobalización, a partidos radicales. Pero un radicalismo populista que aspira a mejoras sociales pero que no menciona ni impugna al capitalismo. En la práctica son un movimiento de reforma ética de capitalismo. Es la exaltación de los viejos valores de la modernidad republicana.
Mi mérito habrá sido popularizar el concepto, ¡y eso si consigo venderlo!
¿Hay esperanza?
Decía Pascal “Nada nos puede consolar si lo pensamos detenidamente”. Si lo pensamos detenidamente, no tendremos motivos para la esperanza. Bueno pero ¿y qué pasa? Nos hemos vuelto todos cristianoides con esto de la esperanza ¿Y si no la hubiera qué? Qué más da. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer.
Si podemos ser felices es porque somos capaces de abandonar la esperanza.
Belén Martínez González (@belenlynx)
Paula Rivera (@Paulalews)
Lo tiene muy pero que muy claro.
Un capataz añadiría: Ahí queó.