A la mayoría de ustedes el nombre de Interessen-Gemeinschaft Farbenindustrie AG, o simplemente IG Farben lo mismo no les dice nada. Es un conglomerado de empresas. Alemanas, como pueden deducir fácilmente de su nombre. Englobaba desde el día de Navidad de 1925 a BASF, Hoechst, Bayer, Agfa, y algunas más que empezaron juntas en la I Guerra Mundial. Hacían colorantes. De ahí a producir gas Zyklon B para matar judíos, un paso. Quizá ese fue el motivo de que se les juzgara en Nüremberg y se les obligara a disolverse. Nunca lo hicieron, de hecho en 2003 anunciaron que definitivamente se disolverían y a fecha de 2012 se anunciaban como “en disolución” (llevan casi un siglo para disolverse, ya les está costando). Además han metido en el grupo a Pelikan. Sí, los de las tintas.
En aquellos folios desclasificados de Nüremberg salió a la luz el nombre de Walter Hallstein. Tampoco les sonará aunque debería ya que fue presidente de la Comisión Europea y uno de los firmantes del Tratado de Roma. Hallstein era abogado de la IG Farben y fue el encargado, desde 1957, de diseñar un marco legal que permitiera a las empresas del conglomerado y a otras vinculadas a estas un modelo comercial sin trabas entre diversos países de Europa. Querían superar la idea de los estados nación. Según los papeles de Nüremberg, documentos históricos que cualquiera puede consultar, publicados en varias monografías, IG Farben financió al régimen nazi con la promesa de que crearían un mercado único en los territorios conquistados tanto de mano de obra barata procedente de las zonas “inferiores” (área del Mediterráneo y Balcanes) como de bienes y servicios. Esto sí les debe sonar, digo yo.
El modelo que inspira todo esto es el de la propia unificación alemana. A mediados del siglo XIX no existe nada parecido a un concepto de país en esa región. Hay un conglomerado de ducados, pequeños palatinados, territorios que sobreviven en un modelo prácticamente feudal en mitad de una Europa revolucionada y que siente el empuje de la industria y el liberalismo. Aparece entonces Bismarck. El amigo Otto, de voz aflautada y largos bigotes, entiende que Francia camina con paso firme hacia modelos liberales e industriales a pesar de los recelos del orleanismo y de las veleidades del II Imperio de Napoleón III. Entiende que Rusia es un gigante que, en el momento en el que entre en ese juego de la mano de los franceses, verá con ojos apetecibles expandirse más allá del Báltico.
Bismarck tiene una idea clara: para desarrollar un nuevo modelo es necesario eliminar las fronteras al comercio. Adiós aduanas. Que a Bismarck le importaba un bledo el pangermanismo se puede ver en la guerra contra los austríacos. Muy hermanos y todo lo que usted quiera pero éste es mi modelo de comunidad económica y si a usted no le gusta vaya a abrazarse a un húngaro. Así que Otto el de los bigotes proclama el II Reich para don Guillermo, se hace con territorios en Dinamarca y parte de Polonia y se la lía a Napoleón III por no aceptar a otro prusiano, Leopoldo Hohenzollern Sigmarigen, en el trono español. Cosas nuestras, no se preocupen.
El modelo alemán quedaba establecido. Una confederación basada en una idea de comunidad más o menos homogénea con bastantes aspectos cuestionables pero que, al final algo compartían. El desarrollo.
Pasan las décadas y el proyecto bismarckiano naufraga primero por la inconsistencia moral del káiser. Así que a Otto se lo quitan de en medio y entre una cosa y otra, Gavrilo Princip le pega un tiro al heredero austro-húngaro. El resultado ya lo saben, millones de muertos en un nuevo enfrentamiento franco-germánico que esta vez sí implica a Rusia, y además al Reino Unido y unas cuantas naciones más.
Llegamos al punto en el cual aparecen los nombres importantes. Richard Nikolaus Coudenhove-Kalergi funda en 1922 la llamada Unión Paneuropea que busca crear una unión federal de Europa. En sus bases se insertan desde la tradición cristiana como eje argumental junto a la economía de un mercado común que permita el desarrollo de las naciones. Con ello, dicen, frenarían el avance del comunismo recién instaurado en Rusia. A uno de sus congresos, en 1932, asiste Alfred Rosenberg, dirigente del Partido Nazi. Ocho años después, Goebbles afirma en un discurso que espera que en menos de medio siglo nadie en Europa piense en términos de naciones sino de una única confederación que siga el modelo alemán. En sus discursos Hitler incorpora la idea de una especie de Komintern fascista en base a países como Bulgaria, Finlandia o Chequia que han “aceptado” ese modelo confederal no por la ocupación (que era una realidad de hecho) sino por la aparición de partidos afines al nazismo en esos países.
Todo el mundo sabe, a groso modo, como terminó aquella idea del lebensraum nazi donde Europa jugaba el papel de surtidor para el motor germánico. Tras el exterminio formal del nazismo político, se convocaba en mayo del 48 el Congreso de La Haya mediante el Comité Internacional para la Unidad de Europa. Detrás no hay gobiernos de forma oficial sino organizaciones como Movimiento Europeo que agrupaba a la Unión Europea de Federalistas (anti-comunistas), la Liga Europea de Cooperación Económica (Paul van Zeeland, Joseph Retinger y Pieter Kersten), Movimiento para la Europa Unida (Churchill), Nuevos Equipos Internacionales (Schumann y la democracia-cristiana), Movimiento Socialista por los EEUU de Europa y la Unión Parlamentaria Europea de Coudenhove-Kalergi.
Solamente el análisis de cada una de las figuras ya da de sí para varios artículos. Churchill era de sobra conocido por su firme oposición hacia cualquier cosa que oliera a movimiento social, obrero o no digamos ya comunista. En 1926, siendo ministro de Hacienda, autorizó el uso de ametralladoras contra los huelguistas, y poco después afirmó a la revista Time que Mussolini traía con su “tercera vía” una apuesta valiente contra “las fuerzas de la subversión”. Con razón cualquier frase se atribuye a Churchill.
Zeeland y Retinger, el primero como Primer Ministro de Bélgica y el segundo como lobista de Israel en Europa, forman parte de las reuniones iniciales del llamado Club Bilderberg e incluso en 2010 la prensa hizo publicó un homenaje de los participantes ese año al ya fallecido Zeeland. La apuesta por soluciones financieras a la división europea siempre estuvo en el argumentario de ambos. Tanto es así que en 2013 la familia de Zeeland mostró su consternación por el descubrimiento de que el patriarca jamás había pagado un solo impuesto en Bélgica al poseer una empresa offshore en Panamá, algo tan de moda ahora.
Schumann está considerado uno de los grandes “padres” de la Unión Europea al redactar la Declaración que permitiría el 9 de mayo de 1950 firmar un acuerdo para la cooperación en la producción de carbón y acero germano-francés. Su papel durante la II Guerra Mundial es algo confuso. No dudó en apoyar a Pétain tanto en la creación del gobierno colaboracionista de Vichy como en la votación para que el general tuviera plenos poderes. Sin embargo, no formó parte del gobierno ni se quedó allí sino que huyó a territorio anexionado por Alemania, en concreto a Metz, donde tenía residencia y estrechos vínculos familiares. Todos sus biógrafos señalan lo extraño y repentino de su llegada a Metz para quemar toda su correspondencia. Un hombre que, como diputado de la derecha católica francesa, se había significado por sus apoyos a Dollfuss (a la postre uno de los instigadores del referéndum que propició el Anchluss), Horthy (fascismo húngaro), Salazar (dictadura civil en Portugal) e incluso Franco (un dictador que hubo en España, por si les es desconocido).
En este punto es fácil decir aquello de “claro, es que, ¿quién no iba a tener algún tipo de pasado cercano al fascismo en aquellas fechas”. Como cuando hoy, en España, enseguida se dice “es que aquella época todo el mundo era franquista”. Hay que recordar que los propios franceses, desde el día siguiente a la liberación de París el 25 de Agosto del 45, comenzaron la llamada Depuración. Más de mil mujeres fueron arrastradas a las calles, rapadas y humilladas por haber tenido relaciones con soldados alemanes (generalmente violaciones además). Había una creciente corriente de ajuste de cuentas y los franceses no estaban para bromas ni con los odiados colaboracionistas ni con lo que oliera a bolchevique.
Aquí es donde entre en escena Jean Monnet. Que nació además en Cognac, ojo. Monnet era un inversionista, se dedicaba a mover capitales y a ampliar mercados. Desde joven su obsesión fue precisamente que las empresas tenían demasiados límites para su expansión fruto de la soberanía territorial. Le exasperaba el movimiento restringido de capitales entre los países europeos. Incluso entendía que la unión económica, una especie de Internacional Capitalista, era lo que evitaría a la postre los enfrentamientos ya que “si una empresa de Francia tiene clientes alemanes nunca apoyará una guerra contra Alemania”. Como curiosidad, Monnet se casó en el Moscú estalinista en 1934 porque era el único sitio donde su futura esposa Silvia podía divorciarse del que en ese momento era su marido.
Así, pues, uno de los considerados mayores artífices de lo que acabaría siendo la Unión Europea no es más que un banquero. Vaya sorpresa. Venía de estar experimentado en el asesoramiento al gobierno anticomunista de Chang Kai-chek. Hay una constante, además, que se repite, y es el gusto que le tienen ciertos economistas y e inversores por los regímenes totalitarios. Algunas décadas después Milton Friedman viajaría a Chile para asesorar a Pinochet por ejemplo. En cualquier caso, fue Monnet quien impulsó la presencia de Hans-Dietrich Genscher.
El amigo Hans. Resulta que había sido miembro del Partido Nazi, aviador en la Luftwaffe entre el 43 y el 45, formado en las Juventudes Hitlerianas. Fue hecho prisionero y juzgado. Un año después ingresaba en Halle y luego en Leipzig para estudiar Derecho y Economía, y también en el Partido Liberal, con el que acabaría siendo diputado. Una forma curiosa de cumplir condena. Y dirán ustedes, ¿y qué tiene que ver este hombre con la UE? Pues que es el impulsor del Plan Genscher-Colombo por el cual la CEE profundizaría en la generación de un espacio común económico vinculado a los intereses de las empresas a nivel legal, es decir, el TTIP europeo que imponía la legalidad de las empresas por encima de la capacidad de las soberanías nacionales para controlarlas.
Junto a Genscher, desde los 60 habían impulsado el proyecto el ya mencionado Hallstein, y especialmente Carl Friedrich Ophüls, también miembro del Partido Nazi entre 1933 y 1945, y que fue el representante permanente de la CEE y el EURATOM. Más que al nacionalsocialismo, que si bien es cierto que para tener cierta presencia en aquella Alemania tenías que afiliarte sí o sí, es interesante la vinculación de Ophüls con el cartel de la IG Farben.
El consorcio, como se ha visto, fue obligado a disolverse tras los juicios de Nüremberg. De hecho, su director, Fritz Ter Meer, llegó a ser condenado en esos juicios. Sin embargo, fue indultado y en 1956 acabó alcanzando la presidencia de Bayer. A partir de esas fechas se producen una serie de iniciativas impulsadas por Hallstein y financiadas por Ter Meer y otras empresas del supuestamente extinto cartel que desembocan en el Tratado de Roma de 1957. A partir de entonces, durante una década Hallstein controla la Comisión Europea desde Bruselas y se erige en su arquitecto. Un ejemplo lo tenemos en el modelo de gestión de patentes europeas impulsado en esas fechas que retomaba casi en un calco el que había propuesto Hallstein en 1938 cuando acompañó a Hitler en su visita a Mussolini en Roma.
Existe, además, un informe de la inteligencia americana, el EW-Pa 128, fechado en 1944 que muestra una investigación estadounidense por la cual existirían pruebas fehacientes del interés de los poderes financieros y empresariales que habían apoyado al nazismo por mantener el control de los mercados como entes no suscritos a poderes soberanos nacionales. Este informe, que existe y es un documento que cualquiera puede consultar en EEUU al estar desclasificado, no como sucede con los documentos históricos en España, informa de una reunión que tuvieron en un hotel de París en esas fechas un alto cargo de las SS, Scheid que era también director de la Heche, Kaspar, representante del grupo Krupp (hoy la Thyssen-Krupp), Sinderen como representante del grupo aero-militar Messerschmitt, Ellenmayer y Kardos de la Volkswagen, y Strossner, ministro de Armamento del gobierno de Hitler.
El contenido del informe de inteligencia revela que en la reunión se instó a las empresas a establecer pequeñas factorías en otros países manteniendo la matriz en Alemania. Se les informaba de la conveniencia de llevar los fondos de las empresas a bancos suizos y se les tranquilizaba acerca del futuro inmediato ya que se garantizaba una libertad jurídica y de movimiento de capitales a nivel industrial en un plazo cercano. Era el 4 de noviembre de 1944, acababa de nacer la Unión Europea.
Fernando de Arenas
Por fin he logrado enterarme de los que es la historia europea como proyecto de vida en común en el marco del capitalismo liberal. Muchas gracias por su trabajo.