Si Ramón Gómez de la Serna hubiera vivido en el siglo XXI, habría tenido miles de followers y sus #greguerías habrían sido trendic topic con frecuencia. Mucho antes de que existiera twitter, él demostró al Mundo hispanohablante que no hacían falta demasiados caracteres para contar una buena historia. Y que si esa historia conseguía al mismo tiempo despertar una sonrisa al lector y animarle a reflexionar, merecía pasar a la Historia de la Literatura como un nuevo género literario.

Ramón Gómez de la Serna nació (o “le nacieron”, porque él mismo confesó que no sabía cómo había que decirlo en su autobiografía ‘Automoribunda’) en el 88, por lo que bien podría haber sido un millenial. Pero el destino, que es así de caprichoso, quiso que lo hiciera con un siglo de adelanto. Entonces no había redes sociales y los contadores de historias tenían que conformarse con plasmarlas en un papel y esperar que este llegara al público más amplio posible. No obstante, quizá porque nació 100 años antes de tiempo, fue precoz en todo lo que se propuso y especialmente en comenzar a cosechar éxitos. Tanto que publicó su primera novela con solo 16 años (en 1905) y tres años después (en 1908) fundó su propia revista, Prometeo.

Con este comienzo, no es de extrañar que su carrera literaria fuera prolífica y que abarcara todos los géneros: novela, ensayo, teatro, cuento, biografías… Pero, sin duda, por el que será siempre recordado es por el que él mismo inventó, la greguería, a la que definió como humorismo + metáfora y que desarrolló en diferentes formas: ‘cifras’, ‘variaciones, ‘ramonismos’…

Hoy día, su time line de twitter habría sido de lo más divertido. Pero como en su época ese canal de comunicación ni se planteaba que pudiera existir alguna vez, sus seguidores (que los tenía, aunque analógicos) le leían por diferentes vías, entre ellas sus publicaciones en prensa.

Una de las cabeceras con las que colaboró fue la revista Blanco y Negro. El Museo ABC conserva nada menos que 314 greguerías ilustradas publicadas entre 1930 y 1935 y esta primavera, desde el 17 de abril y hasta el 17 de junio, ha abierto al público una muestra con 100 de ellas, que viene a ser, en lenguaje tuitero, como un TL de Ramón (por llamarle como lo hacían sus amigos, que en las redes sociales hay confianza) pero en la pared.

En ellas, el autor describe con texto y dibujos todo tipo de situaciones y objetos que reflejan el absurdo de la vida burguesa de aquellas primeras décadas del siglo XX con un sentido del humor que muchos años después sigue cosechando admiradores. Los textos son cortos y aparentemente sencillos, y los dibujos son tan simples que parecen infantiles. Él mismo se justificó afirmando que eran “dibujos de escritor, no de dibujante”. Sin embargo, en su aparente sencillez tanto unos como otros recogen toda la complejidad del mensaje que quiere transmitir el autor, y que todavía hoy, tantos años después y con todo lo que (también aparentemente) ha cambiado la sociedad, nos invita a pensar.

Hay caballos que nacen con piel de vaca, vergonzosa piel de vaca lechera, y siempre están como fuera de su destino siendo caballos. / Se ve que deberían tener cuernos y que, por fin, cuando mueran, su piel será vendida como piel de vaca.” Esta greguería la acompaña de un dibujo en blanco y negro que, efectivamente, muestra un caballo con piel de vaca. Así se simple y perturbador al mismo tiempo. En pleno siglo XXI, ¿cuántos retuits habría tenido? Sin duda muchos, empezando por el mío.

OBJETOS Y SITUACIONES COTIDIANAS

Las greguerías tratan de objetos cotidianos, como la salsera (descrita como una cuna para la mayonesa y la vinagreta); el menú del restaurante, en el que el comensal se detiene con deseo en los langostinos para acabar pidiendo huevos pasados por agua y una raja de merluza; el trozo de limón que siempre decora los platos de los restaurantes (¡y que hoy sigue haciéndolo!); el abridor de una lata que alguien desecha después de usarlo y que envidia el que lo necesita porque el suyo ha quedado inutilizado; las rejas de los balcones en forma de lanzas que parecen querer espantar a los ladrones con su actitud beligerante; las camisas de los escaparates que invitan a ir a la ópera…

Las greguerías ilustradas también describen los personajes que él observa por la calle, entre ellos los padres que sacan a pasear a los niños y no saben si darles horchata o cerveza, porque el biberón es un instrumento al que parece que no están habituados los hombres; o el fotógrafo que toma una imagen al aire libre y que se asemeja a un toro debajo de su velo negro. Asimismo, en ellas tienen cabida los animales, como las tortugas del zoo con sus grandes bocas de alcantarilla, o los rinocerontes cuyas fauces parecen buzones para enviar correspondencia a África.

Con un gran sentido del humor, algunas greguerías son especialmente críticas. Por ejemplo, ridiculiza las modas, que obligan a las mujeres a llevar altísimos cuellos o a rendirse a la alta costura, un concepto que le lleva a imaginar, y dibujar, a una mujer elevada sobre una escalera mientras la modista hace su trabajo. Esa imagen grotesca, realizada con muy pocos trazos y en blanco y negro, bien podría ser un antecedente de los actuales memes.

Él observa lo que hay a su alrededor. Después, escribe y dibuja sobre lo que ve, lo que no parece tener nada de particular pero que a él le llama la atención, desde los pisapapeles con forma de mano o los ganchos para colgar los periódicos hasta los ricitos de los bebés y la curva cerrada que traza un motorista. Para él, la diferencia entre Alemania y España se resume gráficamente en la que existe entre los churros y las salchichas, y la caída de la bolsa le evoca la imagen de dos hombres tirando cada uno de un lado de un cordel, cerrando un saco. Porque una greguería es mucho más que una descripción, una metáfora o una broma. Es “lo que gritan los seres profusamente desde su inconsciencia, lo que gritan las cosas”.

UN VIAJE EN EL TIEMPO

Ya que él vivió un siglo antes de tiempo, a los que admiramos su obra no nos queda otra alternativa que hacerlo desde la distancia. Personalmente, si tuviera la oportunidad de viajar al pasado como en ‘Midnigth in Paris’, de Woody Allen, pero en versión española, me encantaría acercarme a la tertulia sabatina del Café del Pombo y hacerme un selfie con Ramón para subirlo a Instagram, con el hashtag #muyfan. Y, por supuesto, destacaría en mi perfil de Facebook la imagen de grupo que inmortalizó José Gutiérrez Solana y que hoy se expone en el Museo Reina Sofía, pero conmigo entre ellos, claro. Doy por hecho que me habrían dejado sentarme a pesar de que no hay ninguna mujer en la tertulia, que para eso es un sueño y no la realidad.

Sin embargo, como no es posible viajar al Madrid de aquellos años, me tendré que conformar con acercarme al café Botillería del Pombo y sentarme en la maravillosa biblioteca del Ateneo de Madrid a imaginarme su paso por allí. En la muestra del Museo ABC podemos verlo sentado en un trapecio, lo que nos recuerda aquel famoso discurso en el Cirque d´Hiver de París que cuentan que pronunció sentado en un elefante. También lo vemos con la cara pintada de negro dando una charla sobre el jazz. Sin duda no solo su obra, sino también él mismo fue original hasta su muerte en Buenos Aires.

Sus greguerías nos permiten conocerlo un poco mejor, introducirnos en su curioso mundo de imágenes y metáforas y comprobar que por muchos años que hayan pasado hay cosas que no han cambiado. Apropiándome de una de sus pequeñas obras, me atrevo a imaginarme retuiteando a Ramón:

LOL RT @gomezdelaserna ‘En los #museos de reproducciones escultóricas es donde los papás oyen a los #niños las cosas más insólitas: -¡Papá! A mí no me ha salido aún la hoja!’ vía @BlancoyNegro #greguerías #humor #metáfora #muyfandeRamon

Por supuesto, habría etiquetado a muchos amigos con sentido del humor, además de a @RevistaDistopia

 Lo que habría dado de sí este autor en este siglo…

María José Vidal Castillo (@mjvidalc)