Próximos como nos encontramos ya a Semana Santa, se comenzarán a programar en televisión películas más o menos acertadas concernientes a los inicios del cristianismo y de la vida de Cristo en sí. Son numerosísimas las obras que podemos encontrar respectivas al tema en cuestión; si bien es cierto que algunas tocan el tema más profundamente que otras.
Les invito a recorrer, brevemente, la que posiblemente sea la película más mítica, la que ha dejado más huella en cuanto a la vida de Jesucristo se trata. No fue una superproducción actual de Hollywood ni una película crudelísima y que abraza la violencia exhibicionista, como es el caso de La Pasión (Mel Gibson, 2004); sino la gran película sobre este personaje que, ya sea considerado Dios o no (depende de sus creencias y son tan respetables las unas como las otras) lo que sí es cierto es que ha conseguido traspasar el tiempo para formar parte del imaginario colectivo como pocos: con todos ustedes y en sesión de tarde (porque su metraje ronda las seis horas), Jesús de Nazaret, de Franco Zeffirelli.
Rodar la vida de Jesucristo es, para un creador, un indudable desafío: la épica, lo archiconocido de la historia, así como las sensibilidades que puede provocar cualquier ligero cambio o adaptación diferente a lo que la “cultura popular” entiende por la vida de Cristo… son factores que no suelen jugar a favor de los que, a lo largo de toda la historia del Cine, han sido capaces de acometer tal tarea. A decir verdad, tampoco el director católico Franco Zeffirelli había barajado la posibilidad, en la década de los setenta, de realizar una obra de tal envergadura. Cierto es que ya había coqueteado con la temática religiosa en la película Hermano Sol, Hermana Luna (1970) en la que era una especie de biografía de San Francisco de Asís. Pero no era menos cierto que, cuando en 1973, dos ejecutivos italianos de la RAI (Pier Emilio Gennarini y Fabiano Fabiani), comenzaron a interesarse por la idea de realizar una gran película que recogiese todos los momentos más importantes de la vida de Jesús, Zeffirelli se encontraba lejos de colaborar con el proyecto.
Dicha película parecía una buena oportunidad de negocio, ya que se podría estrenar en cines y más tarde podría obtener un buen recorrido en televisiones en forma de miniserie; así que, con la ayuda del productor Lew Grade (que había producido algunas de las mejores teleseries de la BBC) se pusieron manos a la obra para que, lo que en principio parecía una buena idea, se transformase en una realidad.
La primera de las dudas era acerca de a quién poner al mando de dicho proyecto; sobre varios se manejaron dos nombres propios: Ingmar Bergman y Franco Zeffirelli. Se hace divertido imaginar qué diferente hubiese sido el Jesús de Nazaret en manos de Bergman… Y, a pesar de sus muchas reticencias iniciales, el hundimiento de su proyecto sobre La Divina Comedia, no dejó al director florentino muchas opciones: la gran obra sobre Jesús llevaría su sello. (Parece ser que el mismísimo Papa otorgó el visto bueno para que el director realizase el proyecto, ya que lo conocía de su antiguo cargo como Arzobispo de Milán).
El siguiente paso era la elección del actor que tendría el peso específico de la película; el actor que asumiese el rol de Jesucristo. Para ello se manejaron los nombres de grandes de la interpretación, como Al Pacino o Dustin Hoffman… de este modo, el protagonista sería un imán para la taquilla. La única razón de peso para rechazar a actores tan solventes era precisamente la fama, ya que algunos miembros del equipo temían que la gente no fuese capaz de identificar a Jesucristo con ellos. La solución vendría pues, de la mano de la esposa de Lew Grade, que tras ver al actor Robert Powell en varios papeles, le recomendó a su marido a aquel actor que poseía “unos ojos azules maravillosos”.
De este modo casi casual, Zeffirelli iba a regalar al mundo del Cine al Jesucristo por excelencia. Ese color de ojos tan particular (que fue acentuado con delineador azul oscuro), una interpretación cuyo personaje no pestañea (salvo en la Crucifixión) por exigencias del guion, así como un halo de misticismo en la misma convirtieron a Robert Powell en el Jesucristo del Cine. Desde ese mismo momento es un icono; la verdadera imagen popular de Jesús de Nazaret para millones de personas. Si podemos reconocer a imagineros como Juan de Mesa o Martínez Montañés la auténtica creación de Cristo en madera; si admitimos que no hay más Moisés que aquel que esculpió Miguel Ángel para la tumba de Julio II… no hay más Jesucristo que Robert Powell en el mundo del Cine, a pesar de los muchos otros que han interpretado al Nazareno.
Otro de los aciertos fue rodear a dicho actor de un elenco realmente memorable. Se echa de menos en las grandes superproducciones una terna de actores tan magnífica; lo mejor del Hollywood de finales de los setenta participaron, de un modo u otro, en la película. Nombres como Anne Bancroft (María Magdalena), Michael York (Juan el Bautista), Anthony Quinn (Caifás), James Mason (José de Arimatea), Laurence Olivier (Nicodemo) o Peter Ustinov como (Herodes el Grande) pasean su savoir faire durante las más de seis horas de metraje. Mención especial merecen también los Magos de Oriente, que jamás brillaron tanto como los interpretados por Donald Pleasance (Melchor), Fernando Rey (Gaspar) y James Earl Jones (Baltasar).
Una epopeya de tal calado merecía una banda sonora a su altura. Para ello, Maurice Jarre (autor de bandas sonoras de superproducciones como Doctor Zhivago o Laurence de Arabia) fue el elegido, dotando a la partitura de cierto tono espiritual y majestuoso que la han convertido en ciertamente reconocible dentro de este mundo cinematográfico.
Todo este equipo y estos medios para rodar lo que jamás se había hecho: una historia de Jesús desde su Nacimiento hasta las apariciones tras la Resurrección sin olvidar ninguno de los aspectos más relevantes de su vida basada en las narraciones de los cuatro Evangelios. Para ello, Zeffirelli contó con la asesoría del propio Vaticano; y, a pesar de todo ello, es mérito del director presentar a un Jesús que es Dios hecho Hombre, pero también es hombre; cercano, con sentimientos y muy humano. A diferencia de otras producciones que apostaron más por la presentación de un Jesucristo Divino. (Hecho que no gustó a todo el mundo, acusando al director de mostrar a un Jesús demasiado humanizado para ciertos sectores conservadores de la época).
La película, estrenada un 27 de marzo de 1977, se convertiría rápidamente en un éxito de crítica y público. Tanto es así que consiguió recuperar a su director para algunos proyectos hollywoodienses con gran carga melodramática (ejemplo de ello fue Campeón, 1979; una de las películas con un final más triste dentro de la historia del Cine). Aunque en la década de los ochenta, el director volvió a proyectos cinematográficos relacionados con la ópera o el teatro, como Hamlet (1990), donde un actor que comenzaba a brillar con luz propia, llamado Mel Gibson, se cruzaría en el camino del director… Años más tarde, el propio Gibson realizó su versión de la Pasión de Cristo que ha conseguido más fama de la que merecería, merced a una muestra de violencia de un modo más que gratuito.
Ver Jesús de Nazaret es recorrer la historia de Jesucristo basada, de un modo bastante fiel, en los Evangelios. Es recordar un clásico en estas fechas; una película de café y torrijas (si me lo permiten) mientras estamos sentados en un buen sofá. Se trata de una película muy interesante dentro del mundo del Cine; con una calidad de la que muchas otras adaptaciones carecen. Y, si no se ven capaces de estar las más de seis horas de su metraje seguidas, solo es cuestión de verla y degustarla poco a poco, sin prisa; porque el Cine de antaño se elaboraba (y está hecho para disfrutarlo) “a fuego lento”. Entre procesión y procesión, si así lo prefieren…
Carlos Corredera (@carloscr82)
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