Peter Jackson trae a las salas de cine la segunda de las entregas de El hobbit. Bloom se vuelve a meter en el papel de un Légolas venido a más

Llegan las Navidades y las productoras aprovechan el filón para colocar películas que prometen hacer taquilla y además de manera rápida. No cabe duda de que Peter Jackson siempre ha tenido mucho ‘tirón’. Si a eso le unimos el apellido Tolkien, el binomio promete ser una simbiosis rentable, muy rentable. De hecho, el 13 de diciembre se estrenó la segunda de las entregas de El hobbit, bajo el título de La desolación de Smaug y la película recaudó en su primer fin de semana cinco millones de euros sólo en España. Y ahora habrá que preguntarse, ¿los españoles son unos frikis de Tolkien? Y en ese caso, ¿cómo ha sentado la nueva entrega a esos forofos de la Tierra Media y del anillo la adaptación que ha hecho el director estadounidense?

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Esa pregunta la contestaremos al final de esta crítica, por lo pronto, vamos a retomar la historia donde la dejamos. Un grupo de enanos está deseando llegar a una montaña para volver a recobrar su identidad, su poder, su hegemonía. En definitiva, lo que fueron antaño y todos ellos liderados por ‘Escudo de Roble’. Por el camino se van encontrando bastantes dificultades, incluso en ciudades como Lorien, cuna de los elfos (y eso que esas criaturas que parecen cuasi celestiales, aún recuerdo la dulzura con la que hablaba Arwen, siempre han parecido buena gente). Pues bien, en este filme mi impresión ha sido diferente, incluso los he visto con un punto de egoístas y avariciosos. En esta nueva entrega de la saga se recupera un personaje de la famosa trilogía de El señor de los anillos y además de bastante peso, se trata del arquero Légolas, encarnado de nuevo por Orlando Bloom. Lo que sí resulta chocante es que la ‘chispa’ o el desparpajo y ese puntito de humor, incluso, que tenía anteriormente en la anterior saga de la Tierra Media parece que se haya diluido en esta nueva cita con Tolkien. Quizá porque le faltaba su contrapunto con barba pelirroja y larga, de baja estatura y tono gruñón, el enano Gimli. Es verdad que la presencia de Légolas en este filme le da un poco o un mucho más de gancho, no cabe duda de que tiene su atractivo, aunque yo he sido siempre mucho más del montaraz del norte y a la postre heredero de Gondor, Aragorn. Las escenas de Légolas están llenas de acción, de flechazos continuos, de estrategias de lucha hasta originales, muy aplaudidas en una película de acción y de efectos especiales espectaculares. Es así como se están tomando esta aparición los fervorosos seguidores de Tolkien porque los profanos en este mundo de razas de hombres, orcos, enanos, elfos y águilas gigantes, ni siquiera saben que el rubísimo elfo no figura en el libro de El hobbit. Ha sido una licencia que Jackson se ha permitido, como tantas otras tras ser encumbrado con la lluvia de óscars que recibió por la tercera entrega de El señor de los anillos, El retorno del rey, en concreto once estatuillas.

Ésa es una de las principales quejas que despierta este filme, licencias que los puristas no perdonan porque durante años se han bebido las páginas sobre un mundo imaginario que conocen al detalle, incluidas las genealogías (eso es de mago de nivel 20, fijo), y que quieren más que a nada este mundo. Como que una elfa de buen ver, Taulier, (Evangeline Lilly es la elegida) parezca que se incline por un enano que no parezca de tan baja estatura. Y todo esto mientras Bilbo (Martin Freeman), el Hobbit, empieza a despuntar porque ha encontrado por fin su valor y el anillo único que le permite jugar con cierta ventaja en casa ajena.

Lo que sí parece muy conseguido es el dragón Smaug y todo lo que lo rodea, es ahí donde la película tiene momentos más brillantes porque los efectos especiales están realmente bien. Eso sí, considero que para ver la auténtica desolación que va a causar Smaug habrá que esperar hasta la tercera (¿y última?) entrega de Jackson sobre esta adaptación del libro de J.R.R. Tolkien, ya que el dragón dorado que guarda un espectacular tesoro va a hacer de las suyas –y no muy buenas- en esa parte tres. Y eso pese a las continuas advertencias de otro de los personajes de este filme, Bardo. E incluso de Gandalf ‘El gris’, mago de nuevo encarnado magistralmente por Ian McKellen.

Y aquí está la respuesta a la pregunta de cómo se han tomado los seguidores de la Tierra Media esta nueva entrega. Se trata de una buena película de acción y de fantasía, pero que dista bastante de lo que ellos entienden por El hobbit de Tolkien. Eso sí, lo han dicho tras ver el filme porque para hablar de esto hay que saber y sobre gustos, colores. Quizá por eso muchos de ellos piensan que sólo debería haber habido una peli de esta obra y no tres, pero me la juego a que van a ver la última a las salas de cine porque Tolkien y Jackson son garantía de ‘taquillazo’ y espectáculo.

Noemí González