La película Cómo entrenar a tu dragón 2 se ha convertido en el poco tiempo que lleva en la gran pantalla en una de las pelis más taquilleras del verano. Una buena trama y el trabajo de estudio hacen el resto

 Los dragones siempre han sido unos animales fascinantes. Inmensos, majestuosos, peligrosos, furiosamente divinos, naturaleza en estado puro. Legendarios, ésa es el adjetivo que los definiría de manera concisa. Desde hace unos años los dragones han vuelto a recobrar el protagonismo que se les debe en la pequeña y en la gran pantalla. Juego de tronos, con Khalessi incluida, ha vuelto a poner en el candelero a estas criaturas mitológicas que se han tratado de recuperar una y otra vez en el cine para dar vida a nuevas películas (recuerdo por ejemplo el filme Harry Potter y el cáliz de fuego y esa batalla memorable en los juegos entre instituciones escolares). Este verano se nos vuelve a poner en la palestra a esos amos del cielo de manos del director Dean DeBlois en la segunda entrega de Cómo entrenar a tu dragón.

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Hay un dicho que señala que las segundas partes nunca fueron buenas. Creo que en este caso se produce una clara excepción. La película, para todos los públicos, cuenta con una excepcional fotografía a la que pone el sello Roger Deakins, quien ya ha trabajado en alguna que otra ocasión para la productora del filme Dreamworks Animation, consagrada en este género de aventuras en dibujos en los que subyacen distintos valores como la amistad, el respeto a la naturaleza y a los animales, la buena convivencia, el afán de superación y del perdón, el valor (más de un orientador de instituto seguro que recomienda el filme para trabajar esos aspectos, me la juego).

Lo cierto es que la historia comienza en Isla Mema (traducción que se hace en español de la patria del protagonista) en un clima de paz y concordia. Hippo ha conseguido que su padre, el jefe de este clan vikingo, tenga a los dragones como aliados y no como enemigos. De hecho, ahora los tienen incluso como de mascotas en casa y se dedican a hacer competiciones con ellos (por cierto bastante divertidas). Pero el destino de Hippo no es sólo ser un maestro y entrenador de dragones, sino ser jefe y liderar a su pueblo, algo a lo que se niega. Mientras tanto sigue perfeccionando sus inventos para volar y explorando un mundo que le deparará una sorpresa que no pensaba ni por asomo: conocer a alguien muy especial para él en un nuevo mundo en el que estas grandes criaturas son las absolutas protagonistas. Sin embargo, no cuenta con el apoyo de su padre para ello, aunque como en la vida real, todo puede cambiar.

El joven vikingo de veinte años se enfrenta ahora a un nuevo reto: convencer a su padre y tratar de evitar una guerra en la que su amigo Desdentao (un furia nocturna que puede ser el último de su especie) jugará un papel muy especial y eso pese a que en el bando rival se encuentra un hueso bastante duro de roer para quien los dragones no son más que armas mortíferas con las que propagar el miedo entre el resto de pueblos y así conseguir su sumisión.

Al margen de ese pequeño dragón negro, Hippo contará con la inestimable ayuda de su pandilla de amigos, en especial de su novia Astrid, una preciosa vikinga rubia que se ha convertido gracias a sus consejos en una experta amazona de dragones que no dudará en echarle una mano allá donde vaya. Sin duda, la peli es una de las apuestas más firmes en la oferta veraniega para la gran pantalla, ya que la historia, que sigue la original creada por Cressida Cowell, es fresca, divertida y tiene su puntito de ternura. Vayan a verla.

Noemí González