Título original: « August: Osage County ». 121 min. Estados Unidos 2013.

Director:  John Wells

Guión:  Tracy Letts basada en la obra del mismo autor.

Música: Gustavo Santaolalla

Fotografía: Adriano Goldman

Reparto: Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor, Chris Cooper, Abigail Breslin, Benedict Cumberbatch, Juliette Lewis, Margo Martindale, Dermot Mulroney, Sam Shepard, Misty Upham, Julianne Nicholson.

Productora: Jean Doumanian Productions / The Weinstein Company

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“Agosto”, que es el título oficial en español, está basada en la obra de teatro homónima, galardonada con el premio Pulitzer en 2008, y guionizada por el mismo autor. Sí, Tracy Letts es un señor rubio y con gafas. Esta obra de teatro comenzó a interpretarse en Chicago y terminó llegando a Broadway convirtiéndose en el gran suceso teatral de los últimos años. En España se llamó “Agosto: Condado de Osage” y fue dirigida por Gerardo Vera e interpretada por Amparo Baró, Carmen Machi e Irene Escolar, desde diciembre de 2011 hasta febrero de 2012 en el madrileño Teatro Valle-Inclán.

Pues bien, esta película es un regalo. Agridulce, pero un regalo para degustar en el cine.  Así que provechando la genial iniciativa de cobrar las entradas a 3,90 euros los miércoles, al menos en Bilbao, fui a ver a este filme que ya traía buenas sensaciones de crítica y público.

Lo primero que a mí personalmente me encantó, es esa fotografía del Mid West americano. Esa Oklahoma profunda en que tan fácil te encuentras un matanza, bueno eso era Texas, como que te encuentras esta tragicomedia familiar y tumultuosa.

Las anchas praderas, las inacabables carreteras solitarias con su sempiterno e inalcanzable horizonte. Los aperos de labranza y esas balas de heno que duermen alineadas sobre los desolados campos castigados por un sol abrasador.

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Agosto.

La desaparición del patriarca de una familia del medio oeste americano, parte en las cercanías de la casa original, parte desperdigada por la obligada diáspora de, en este caso, hijas de un matrimonio de edad ya avanzada, es el detonante para que la autora y los actores nos cuenten con sus diálogos y estupendas interpretaciones los entresijos de las vidas de los familiares. Una sucesión incesante de rencillas, secretos, vivencias y confesiones, que desempolvan para el espectador las últimas décadas en la vida de esta peculiar familia.

Destacaría, además de los ya nombrados fotografía y escenario, los diálogos y sobretodo, las soberbias actuaciones de los actores y actrices. Un casting más que acertado, diría yo, incluso. Estamos ante una historia donde una Julia Roberts con raíces en el pelo, sin maquillaje y con arrugas forma parte inexcusable (también Meryl Streep aparece “al natural”). Donde los trapos sucios y que a veces sí se asemejaría a esa “matanza” de sentimientos a pecho descubierto se vierte en una cascada sobre la pantalla. Y los planos en interiores de coches que se acercan peligrosamente a los rostros de los personajes. Los improperios, los abusos, el exceso.

Pero ojo, todo tiene, en mi opinión su equilibrio en el exceso. Más de una vez he oído a los que han visionado el filme: “Qué demasiado”, “¿Es que tantas cosas pueden ocurrir a la vez?”. Pues sí quizás toda la acción esté algo condensada en tan solos dos horas, pero, lo que aquí se narra puede ocurrir hasta en las mejores familias… Quizás sea exceso, como digo, pero en el exceso está el gusto o el no gusto, pero para lo que quiere contar, creo que en esta ocasión puede ser más que una buena elección.

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Luego, se producen pequeños efectos mágicos que solo son posibles gracias al marco o al escenario que se ha elegido como el flamante Ferrari con tres personas dentro con música de Ricky Martin a todo volumen. El sorprendente personaje que encarna el Holmes televisivo. La búsqueda de un lugar en el mundo y las ataduras que la familia, en numerosas ocasiones representa en las diferentes etapas de la vida o incluso la impronta que deja en nosotros el lugar donde nos criamos y los lazos familiares, que en muchas ocasiones bien podrían parecer un nudo corredizo… forman parte de esta gran metáfora de la vida.

Lo único que me dejó algo fría o con ganas de algo diferente fue el final, pero, creo que en este caso, a pesar de este pequeño punto, el buen e intenso rato que disfruté en ese cine en aquella asequible sesión de un miércoles lluvioso a las 16:30, a todos los que allí estábamos: mujeres maduras, adolescentes y parados; se nos convirtió en una abrasadora tarde de Agosto.

Estibaliz Etxebarria