La poderosa Tyrell Corporation creó, gracias a los avances de la ingeniería genética, un robot llamado Nexus-6, un ser virtualmente idéntico al hombre pero superior a él en fuerza y agilidad, al que se dio el nombre de “replicante”. Estos robots trabajaban como esclavos en las colonias exteriores de la Tierra. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de Nexus-6, “los replicantes” fueron desterrados de la Tierra. Brigadas especiales de policía, los “Blade runners”, tenían órdenes de matar a todos los que no hubieran acatado la condena. Pero a esto no se le llamaba ejecución, se le llamaba «retiro». En el año 2019, varios de estos “replicantes” se han infiltrado en la ciudad de Los Ángeles para pedir cuentas a su creador, así que Rick Deckard (Harrison Ford), un antiguo “blade runner” vuelve al trabajo para intentar detenerlos.
Hay películas tan emblemáticas, tan importantes, que trascienden el cine para convertirse en Arte. Todas las películas de las que hablamos en esta sección intento que sean de ese tipo, son films que, por una u otra razón, han hecho que ame el cine. Pero, muy de vez en cuando, existen películas que, como los buenos amores, son tan queridos que resulta incluso difícil decir mucho de ellas, porque el principal argumento para amarlas sería simplemente el hecho de verlas. “Siéntate, contempla, piensa, disfruta… y lo entenderás”. Ese sería mi principal argumento con la película que nos ocupa. Esa es la dificultad que un servidor encuentra para hablar de una obra de arte tan inmensa como es Blade runner.
En 1982, el director británico Ridley Scott estaba preparado para estrenar su tercera obra cinematográfica, tras Los duelistas y Alien. Para ello había escogido un guion basado (libremente) en la obra del escritor de ciencia ficción Philip K. Dick ¿Sueñan los robots con ovejas eléctricas? y escrito por el guionista Hampton Fancher; que luego había sido rehecho en muchas partes por David Webb Peoples (el mismo autor del guión de la tremenda Sin perdón, de Clint Eastwood), por no estar de acuerdo Scott con muchas partes del mismo.
La fecha escogida para el estreno fue el 25 de junio de ese mismo año, fecha que escogió el productor Alan Ladd Jr. porque algunos de sus éxitos anteriores se habían estrenado en fechas similares (Star Wars y Alien, el 25 de mayo de 1977 y 1979 respectivamente). Aunque esta vez la jugada no salió bien, ya que unas semanas antes se había estrenado una de las películas más taquilleras de los ochenta: E.T: el extraterrestre. Si a esto le unimos que fue acogida de un modo muy tibio también por la crítica, que la veía excesivamente lenta en su ritmo para ser una película de ciencia ficción y no la entendió, podemos comprender que fuese acusada incluso de desastre.
Ni crítica ni público habían concedido a Blade runner su beneplácito. Además, la película tampoco había tenido un rodaje sencillo: se superó, ampliamente, el presupuesto inicial; el director había tenido numerosos problemas con los actores, al empeñarse en cuidar y controlar cada milímetro de cada una de las tomas; e incluso existían rencillas entre los protagonistas, conocidas por todo el set de rodaje. Famosa es la anécdota de uno de los últimos días de rodaje, en el cual Rutger Hauer (que da vida al replicante Roy Batty) aprovechó que tanto él mismo como Scott no soportaban a Harrison Ford para incluir en una de las escenas finales de la película un soberbio monólogo que se ha convertido en icono del cine: Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir. Todo ello encaminado, ni más ni menos, a robar protagonismo al mismísimo Ford.
Pero, anecdotario aparte, Blade runner es una auténtica obra maestra del cine; y esos datos no nos pueden hacer olvidar lo verdaderamente importante del film: es una película que cambió, visualmente, la forma de representar el futuro. Scott buscó colaboraciones dentro del mundo de la pintura, de la escultura y del cómic; y esas colaboraciones se ven reflejadas en una ciudad de Los Ángeles que siempre está teñida de oscuridad, con una fina capa de lluvia que vela la realidad, o la moralidad de una ¿humanidad? que deja bastante que desear; que se arrastra por entre calles llenas de inmundicia y desperdicios, en un escenario pre-apocalíptico.
Se nos presenta un futuro muy cercano a la distopía, con un estado policial que controla hasta la saciedad al individuo; y que deshumaniza al ser humano, que se distingue de los replicantes simplemente al pasar un test (la, inexistente en la realidad, prueba Voight-Kampff).
Una película que trata temas universales como el Amor, donde el director nos deja claro que es vivir el presente, no el pasado ni el futuro (de ahí ese final tan abierto); una estupenda película de cine negro, con todos los tópicos del género (el detective fracasado, la femme fatale…); una película tremendamente teológica, porque trata, a fin de cuentas también, del miedo a morir. Una película excepcional tanto en lo visual como en el argumento, acompañada de una banda sonora, escrita por Vangelis que, simplemente, la convierte en redonda.
Una película que, a fin de cuentas, ha sido calificada por muchos como una de las componentes de la “Santísima Trinidad” del género, junto con Metrópolis (Fritz Lang, 1927) y 2001, una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Y que se ha convertido en tan mítica que tiene siete versiones diferentes, y ninguna de ellas restan un ápice de interés a la historia.
Una obra maestra que retoma el mito de Prometeo, escrito de manera sublime por Mary Shelley en su historia de terror Frankenstein (1818); y que Scott volvió a visitar para hacer una obra inmortal; donde la angustia y el miedo a morir que destilan los humanos se hace patente en los “replicantes”, y su incesante búsqueda de respuestas. Unos seres (los Nexus-6) que buscan a su creador, para, en palabras de Milton (El paraíso perdido, 1667) mirarlo a los ojos y escrutarle: «¿Acaso te pedí, Hacedor, que de la arcilla me hicieras hombre, acaso te pedí que de la oscuridad me ascendieras?”.
Carlos Corredera (@carloscr82)
Leave A Comment