Marcelo Bielsa es uno de los padres del fútbol moderno. Eso es incuestionable. La amplia mayoría de entrenadores de primer nivel del panorama futbolístico actual han bebido de las aportaciones del entrenador argentino, tanto, hasta el punto de que su fútbol llegó antes a Europa que su propia persona.

Cuando el actual técnico del Olympique de Marsella desembarcó en Bilbao, pocos pudieron apreciar nada nuevo. Normal, teniendo en cuenta de uno de sus seguidores más acérrimos, Pep Guardiola, llevaba años diseñando un esquema táctico basado en la pizarra de Bielsa. ¿Quién va a fijarse en un Windows XP habiendo visto ya un Windows 7?

Pero  acercarse a la figura de Marcelo Bielsa precisa de un mimo y un cuidado propios de tratar de descifrar a una de las mentes más preclaras y singulares de la alta competición. Un entrenador coronado como mito viviente a la par de resultar ser profundamente desconocido para el aficionado europeo si lo comparamos con otros entrenadores sudamericanos que, con un curriculum similar, son mucho más… digamos… mediáticos.

Marcelo Bielsa (Rosario, 1955) empezó su carrea como entrenador en el Club Atlético Newell´s Old Boys, equipo de primera división de su ciudad natal en el que vivió sus primeras experiencias como jugador y, seguidamente, como entrenador de los escalafones inferiores.

Apasionado por este deporte desde la cuna, intentó ser jugador profesional, pero después de varios años intentándolo y siendo plenamente consciente que no destacaba especialmente, decide colgar las botas y prepararse concienzudamente para dirigir desde la banda.

Después de sacarse el título de maestro en educación física  empieza a idear diferentes maneras de concebir un entrenamiento táctico que pudiera suplir, en cierta medida, la falta de talento de los jugadores y para ello de empieza a dar vueltas en su cabeza sobre cual método podría resultar el más efectivo. Para ello se empapa como una esponja de todo el futbol europeo que le llega a sus manos. La idea no es solo ser entrenador, la idea es revolucionar los métodos de entrenamiento y la táctica de juego.

El principal escollo que se podría encontrar es la implicación por parte de sus jugadores. Algo que sucede en su primera experiencia como entrenador del equipo de fútbol  de una universidad argentina. Su alta y autoimpuesta exigencia mezclada con el amateurismo de sus jugadores hace que no tarde en renunciar al cargo. Esta sería la primera vez, de muchas,  en su carrera que daría con el hueso de la actitud de la plantilla que dirige.

Su obsesión por la perfección debe convertirse y aceptarse por parte de sus jugadores como un mantra a repetir en cada entrenamiento aceptando sus métodos por muy duros que pudieran parecer. Sabedor  que su breve paso por el profesionalismo como futbolista podía ser un hándicap en este mundo del balompié, busca consejo en los entrenadores a los que puede acceder. Y lo encuentra en Carlos Timoteo Griguol1, entrenador que hizo campeón a Rosario Central (rivales por excelencia de Newell´s), quién le sugiere reclutar un equipo de jóvenes jugadores junto a los que crecer. Lo que viene a ser educarlos desde chiquititos.

En 1982, tomando muy en serio la propuesta y alentado por el director técnico de Newell´s, recorre en su coche todo el país en dicha búsqueda. Gracias a eso encuentra a chicos como Mauricio Pochettino, Gabriel Batistuta, Eduardo Berrizo o Ricardo Lunari, todos internacionales posteriormente.

En esos años se ganó el apodo de “loco” por la forma de dirigirse a los chicos junto con la perfección que exigía a sus jugadores con una intensidad muy inusual en esas categorías juveniles. Pero después de duros entrenamientos, llenos de disputas entre los jugadores y el técnico, el equipo barrió en su división, haciéndose campeón de tercera. A los chicos les costaba aceptar tales métodos, pero veían como surtían efecto tanto para ganar como para hacerse cada día mejores futbolistas.

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Ilustración: Sol Godino

El 1990 le llega la oportunidad de hacerse cargo de la primera plantilla del equipo rosarino, que había sido campeona años atrás con jugadores como “El Tata” Martino o el portero Scorponi. Junto con él se trae automáticamente a 10 juveniles, de nuevo siendo plenamente consciente de la necesidad de contar con “su gente” para no ser cuestionado por parte de los veteranos de sus métodos de entrenamiento. Pocos estaban acostumbrados a utilizar decenas de pivotes y cintas que convertían el campo de entrenamiento en una especia de pista de aterrizaje de un aeropuerto.

Gracias a los chicos que estaban creciendo con él podría evitar tentaciones a hacerle  “la cama” antes de tiempo.

La idea que imprime es clara y simple. Todos atacan, todos defienden. Presión.

Todo debía empezar por el delantero centro, que debe presionar a los centrales para evitar que tengan libertad y tiempo para pensar la distribución de la bola. Superado este, una línea de tres anclada a la línea del medio del campo debe aumentar la presión pobre el poseedor de la bola y proteger las líneas de pase. Con el apoyo de otra línea de tres,  compuesta por los dos carrileros y un mediocentro, deben impedir la recepción del balón a los objetivos de los pases rivales y salir con el balón una vez recuperado imprimiendo velocidad y verticalidad al juego. Queda como última defensa tres centrales cubriendo zonalmente a los delanteros y con el portero atento a poder salir por balones en largo.

Una maraña defensiva pionera que estrangulaba a sus rivales. Lo que le propició, en su primera temporada, conseguir el campeonato argentino. Título que le dio opción de disputar la Copa Libertadores en la siguiente edición,  que terminaría perdiendo en la final, en la tanda de penaltis, frente al sao Paulo de Raí.

Tras su estancia en el equipo de la ciudad de Rosario hasta 1992, el Atlas mexicano lo ficha para que impulse la cantera mexicana. Nuevamente desarrolla  un sistema de reclutamiento de jóvenes promesas del que salen futuras figuras como Rafa Márquez.  En tierras mexicanas está hasta 1997, año en el que vuelve a Argentina para hacer campeón a Velez Sarsfield, capitaneado por el portero paraguayo Jose Luis Chlavert.

Desde el primer momento parte de la plantilla se muestra reticente a los cambios tácticos introducidos en un equipo que había sido campeón recientemente.  El propio Chilavert es apartado en un primer momento, para reintegrarse en el grupo después de varias conversaciones con el entrenador. Años más tarde, después de su jubilación, el portero paraguayo admitía que durante ese año los jugadores cambiaban de dibujo táctico en defensa buscando un 4-4-2 para estar más protegidos atrás, pese al planteamiento inicial de Bielsa.

Si algo no se le puede reprochar al entrenador de Rosario es su sinceridad y honestidad. Pese a la consecución del título, su experiencia solo dura una temporada debido al poco apoyo por parte de sus jugadores, exhaustos por el desgaste físico al que obliga la presión bielsista. El contrato firmado un año antes no es renovado y Bielsa queda libre para tener su primera oportunidad en el fútbol europeo con el Espanyol de Barcelona, club en el que se reencontraría con Pochettino. Pero la experiencia no dura mucho, la selección de su país llama a su puerta y allí que se va él sin dudarlo.

Desafortunadamente no fue precisamente su mejor periodo en cuanto a resultados.

 Después de una fase de clasificación impoluta para el mundial de Corea y Japón en 2002, obteniendo el reconocimiento mundial, como máximo favorito al título,  Argentina fracasa en la liguilla ganando a Nigeria, perdiendo contra Inglaterra y empatando con Suecia.  Renovado en la selección vuelve a fracasar en casa el verano siguiente en la Copa América, perdiendo al final contra Brasil. Su única alegría vendría con el oro olímpico de Atenas en 2004.

Durante su periplo nacional, los desencuentros puntuales con jugadores del combinado albiceleste se suceden, pese a que la mayoría del núcleo duro lo apoya sin contemplaciones. Hecho tremendamente normal durante toda su carrera.

Una de las mayores polémicas se desata por la incapacidad táctica de combinar a Batistuta con Hernán Crespo en el equipo titular, ambos en los mejores momentos de su carrera. Hecho reconocido por parte de Marcelo Bielsa, años después.

En plena fase de clasificación para el mundial de Alemania, Bielsa deja la selección argentina sorprendiendo a la opinión pública.

Pero no tarda demasiado en volver a los banquillos nacionales. En 2007 asume el cargo de seleccionador de la vecina Chile. El país asume la mentalidad del seleccionador. Trabajo, presión y balón. Tanto que al clasificar al combinado nacional para Sudáfrica 2010, después de 12 años sin estar en una fase final,  es elevado a héroe nacional.

Desavenencias con el nuevo presidente de la federación chilena, provoca que su trabajo en la selección termine antes de emprender el camino hacia Brasil, pese a la persistencia de sus jugadores de que continúe con ellos. Pero nuevamente la palabra de Bielsa es sagrada, y fue capaz de ligar su futuro al del presidente que lo llevó a la selección. Al no estar, se va.Hecho que le vuelve a dar al libertad de entrenar donde quisiera.

Y el banquillo elegido  fue el del Athletic de Bilbao, quizás uno de los clubes europeos cuya filosofía de compromiso con la cantera más encajara con la forma de ver el fútbol del entrenador argentino.

 Su relativo segundo plano mediático a nivel nacional le permitía, además, de tener cierta independencia y menor desgaste de cara a asentarse con las riendas del club.

Una primera temporada buena, en la que su forma de entrenar y dirigir se había ido asumiendo según pasaban las jornadas, culmina con la clasificación para dos finales. El equipo se termina desinflando perdiendo las dos. La primera completamente superado por el Atlético de Madrid de “el cholo“ Simeone, uno de sus discípulos en Corea y Japón y seguidor en su forma de entrenar,  y la segunda, perdida antes de empezar como se pudo escuchar en una conversación posterior con su plantilla, ante el Barcelona de Josep Guardiola, otro técnico que bebió de la riqueza táctica de Bielsa.

Pero claro, una cosa es considerarse en un segundo plano mediático y otra es pensar que la prensa nacional o local vea con buenos ojos su presencia en un equipo del segundo escalafón de la Liga. Y como sabemos todos, los periodistas deportivos desayunan entrenadores todos los días.

Las alarmas se disparan entorno a su posible no continuidad, alentada por la pérdida de las dos finales. Rumores aumentados gracias a un clip de sonido filtrado sobre una charla a sus jugadores en la que reconoce su posible salida.

A todo esto hay que unirle discrepancias con parte de su plantilla, y esta vez en el peor momento. Pese a eso, aguanta un segundo año, para cumplir su contrato, en el que el rendimiento de la plantilla pega un fuerte bajón alimentado por la orden del club de mantener a una de las estrellas del equipo, Fernando Llorente, apartado del equipo.

De esta forma relativamente triste, termina su vinculación con el club vasco. Dejando un sabor de boca agridulce. Decepcionante al igual que con la selección argentina, sabedores que el proyecto podría haber tenido mayor recorrido. Aunque para ello, hubiera necesitado un mayor respaldo por parte de los jugadores.

Y es que éste aspecto, su preocupación en sus inicios, ha sido a la postre el talón de Aquiles de sus trabajos, indiscutibles a nivel tácticos, pero endebles en cuanto al factor humano.

Después de un año sabático, sus pasos le llevan a Francia, concretamente a Marsella, con el objetivo de hacer brillar nuevamente un equipo histórico debilitado.  El comienzo fue fulgurante pero desde el principio de año, el equipo ha dado un bajón de juego y resultados que le ha llevado, por primera vez en su carrera, a rebajar la intensidad de los entrenamientos presionado por parte de su plantilla.

Los futbolistas hoy día, según ya definió el propio Bielsa en sus tiempos en el Ath. Bilbao, son chicos millonarios precoces que solo necesitan precisamente lo único que no pueden comprar, tiempo. Tiempo para gastarse el montante económico que entra en sus cuentas corrientes cada mes, en el comienzo de sus carreras deportivas. Y tiempo para mantener su cuerpo rindiendo a un nivel aceptable para la alta competición, en sus ocasos.

En medio de esos extremos, pocos son lo que son capaces de pasar su día a día tan volcado en el fútbol como lo está el de su entrenador. Pocos sacrifican tiempo de ocio para visionar videos de los equipos rivales y descubrir, de primera mano,sus puntos fuertes, así como los débiles. Pocos son capaces de exprimir cada entrenamiento tanto físico como táctico para perfeccionar los mecanismos necesarios que permitan tomar decisiones sobre el campo de la manera más rápida.

Cuando la actitud no es la mejor, la aptitud se resiente y eso lo ha tenido que aprender Marcelo Bielsa a base de experiencias con muchachos en el fútbol europeo, que en el mundo actual, solo lo conocían de oídas.

Antes de que conocieran al Bielsa entrenador ya veían sus mecanismos ofensivos y defensivos puesto en práctica por otros.  Para ellos solo era otro entrenador más haciendo lo mismo que hacen todos pero chillando toscamente en cada entrenamiento. Solo lo conocían como el “loco” de la historia. Aunque quizás, el único personaje de cuento capaz de representar su trayectoria es el de genio.

 Carlos Sabaca (@casabaca)

  1. También llamado “el maestro Griguol”, entrenador de infausto recuerdo para los aficionados del Real Betis Balompié, pero de cierto éxito en el futbol argentino. Ganó 2 títulos con Rosario Central, un equipo que apodaban los Picapiedras, y no precisamente por jugar con taparrabos. Vamos que Bielsa no buscó consejo en un entrenador precisamente de juego de toque y calidad (nótese la ironía).