Cuando yo nací, Moncho Borrajo (Baños de Molgas, 1949) ya estaba subido a un escenario. Y tampoco soy yo ya tan insultantemente joven. Con un currículum superior al de muchos políticos de hoy y un recorrido teatral amplísimo, ahora viaja por los teatros españoles con “Moncho Panza Borrajeando El Quijote”. Lejos de la soberbia que podría gastar, Borrajo es una persona cordial a quien pareces conocer de toda la vida. Capaz de desarrollar ideas complejas con una sencillez deliciosamente pragmática, conserva la ilusión de las cabezas inquietas pero también nota los desengaños de la vida. Habla claro, teme a pocas cosas, sabe cómo funciona su mundo. Por eso es fácil entrevistarlo, porque no tiene problemas (como buen cómico) en decir lo que piensa y explicarlo. Probablemente esa sea la clave de su éxito.

En su obra le explica usted a Cervantes las claves para escribir una tercera parte del Quijote en la España actual. Así por encima, ¿qué le cuenta?

Bueno, realmente con quien hablo es con el espíritu de Don Quijote. Y lo que hago es explicarle las cosas que pasan ahora. Modernidades como el cine, el teléfono, los móviles… Me pregunta cómo está España y le hablo un poco de política en clave de humor. La idea es ir desgranando el Quijote en clave de humor como si Cervantes hubiese escrito la tercera parte y el protagonista fuera Sancho. En realidad con un tataranieto del tataranieto de Sancho, que es a quien yo represento.

Yo cuento, en definitiva, lo que ocurre en España en clave de humor. Va conmigo un burrito en fibra de vidrio que le llamo Lito, de españolito, que es burro y autónomo. Cuando rebuzna en el escenario, nos comunicamos y nos reímos. Son momentos muy graciosos porque la gente se da cuenta que hablo con el burro.

¿Le dice usted al Quijote que en esta España el libro del cual es protagonista no se lee? Bueno, ni su libro ni casi ninguno.

No. Lo que pasa es que cuando hablo con el Quijote él me pregunta cosas como quién es Dulcinea en la España de hoy. Yo le digo entonces que fue Sara Montiel, una mujer muy guapa. A partir de ahí aprovecho para hablar de esa España donde todo es una mierda, donde lo de fuera siempre es mejor. Entonces hablo de que somos un país muy rico en muchas cosas, en literatos, en pintores, en arquitectura… pero que a la vez despreciamos lo nuestro de una manera tremenda. Don Quijote me dice que eso ha pasado siempre. Nuestra historia es así.

¿Tiene España demasiado pesimismo?

Yo creo que estamos llegando un poco a la Generación del 27, esa que no veía salida a este país. Estamos cayendo en un problema de incultura general. Hubo un momento, en los ochenta, que parecía que la gente volvía a leer y a preocuparse por cosas culturales. Pero hemos pegado un retroceso tremendo. Creo que una de las grandes culpas la tiene la televisión, un medio de comunicación que entra en las casas sin aportar nada.

Es cierto, se venden libros, pero los compramos siempre los mismos. Y a veces un libro que llega a ser muy vendido solamente es por una moda porque luego la gente no lee. Es por ver a un famoso, porque le firme una persona… Las editoriales también han editado mucha porquería sin medir lo que hacen. No se puede editar las memorias de una persona de treinta años por muy jugador de fútbol que sea. Con perdón pero, ¿qué me va a contar a mí Bisbal? Una auténtica biografía es una vida.

Yo tengo ahora 66 años, hice la primera parte de la mía y cuento eso, momentos difíciles como el 23-F, la homosexualidad… Y se toman como broma el hecho de que te detuviera la policía o que te quisieran violar. Mientras no cuentes con quién te has acostado no son unas memorias. Da pena.

Hay una frase que define muy bien a este país y me gusta a mí mucho: “hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece”. Hacen más ruido cuatro gilipollas con capucha quemando contenedores que cientos de jóvenes trabajando, estudiando y luchando por salir adelante. En España a la gente que lucha y es honrada no se le nombra, se nombra solo a los cafres, a los incultos. Que trabajes y luches es una estupidez.

Entonces, ves la televisión y te das cuenta que un señor que cree que es guapo o una mujer que se comporta como una pequeña prostituta cobran tres mil euros por ir a una discoteca. Necesariamente te planteas para qué luchar. Lo que pasa es que siempre quedaremos románticos que pensamos que esto se va a curar, que es una enfermedad temporal. Porque si no se va a crear una élite culta y una gran masa de personas a las que no le importa lo que ocurre y que es feliz simplemente con convivir, follar, comer y tener de vez en cuando un partido de fútbol. Y a mí me eso parece muy triste.

Ayer me encontré en Sevilla con un chico joven, director de orquesta, un encanto de persona. Dirige en Londres óperas, conciertos…

Y aquí no se le conoce…

Por supuesto que no. Igual que a los deportistas. Hay campeones del mundo, gente con medallas de oro… y solo se habla de futbolistas. Esto habla mucho de la línea que lleva este país. Pero también hay que decir que es una línea que les interesa a los gobiernos. Es más fácil manejar a los borregos que a los que piensan. Estamos ante la decadencia de un pueblo que no tiene pretensiones.

Yo una vez hablando con Santiago Carrillo, a quien respetaba mucho, me dijo: “el problema de este país es que el obrero se ha hecho burgués”. A mí me parece bien porque la burguesía no es mala, pero no a todos los niveles. Ser burgués económicamente vale, pero convertirse en un burgués intelectual que no se pone retos es un problema. Eso es lo preocupante.

Al hilo de esto, quizás haya una vulgarización de la felicidad donde lo superfluo te hace feliz. Así no debemos obligarnos a ir más allá, habitando en una vida superficial.

Aquí hay un planteamiento muy triste psicológicamente. Las personas que ven determinados programas de televisión son felices porque el rico, el famoso, también los tiene. Entonces piensa eso de “mira, pues que se joda”. Lo que no piensa es que el mal del otro no arregla el suyo. Es un engaña-bobos. ¿Usted qué gana con los problemas de los demás? Su problema sigue siendo el mismo, por mucho que se ría del otro. Es una felicidad ficticia.

Este conformismo, esta comodidad, ha dicho usted que conviene al mundo político. ¿No es esta mediocridad cultural una forma de censura?

Ahora la censura existe. Yo soy una persona consentida en el mal sentido de la palabra. A mí me permiten trabajar en teatros privados, en teatros pequeños… Yo no hago televisión, yo no puedo llegar a las grandes masas. Porque no dejan, está muy claro.

Y no solamente eso. En el momento en el que tú bajas el nivel de las exigencias estás haciendo que el público no supere ciertos límites. Si el humor que se hace en este país es un humor políticamente correcto estamos haciendo que el público no piense más de lo que se plantea. Eso se ve en el cine. Ya no hay en España películas críticas realmente serias, no hay un cine de problemática social. Nos vamos a cosas muy triviales.

Hay una frase muy triste: “contra Franco se vivía mejor”. Yo creo que cuando una persona tiene una censura y la conoce le da vueltas para que se entienda lo que dice. Cuanto te dicen que existe libertad para hablar y luego no tienes sitio para hablar la censura es peor porque están utilizando la democracia como elemento reivindicativo de una libertad que luego no existe.

Franco se murió en la cama y hoy, con los enormes niveles de paro y corrupción, la gente grita pero no hace nada por cambiar. ¿No es eso algo desesperanzador?

Los cuarenta años de dictadura y toda esta corrupción parece que ha adormecido a la gente, que piensa que para qué va a protestar. Y eso es un problema muy serio. Cuando un pueblo llega a la conclusión de “¿para qué protestar?” la cosa es muy preocupante porque eso es que te han educado para no protestar. Es decir que no tienes derechos, que hagas lo que hagas van a seguir haciendo lo que les da la gana. Lo que me preocupa, es que el pueblo se ha acostumbrado a decir “total, ¿para qué?”. Se ha demostrado en las últimas elecciones, que el PSOE ha ganado en Andalucía y todos sabemos, después de lo que ha pasado, por qué.

La gente vota por tradición. Yo voto socialista porque lo he votado siempre. O yo voto PP porque lo he votado siempre. No. Las elecciones son para cambiar, para pensar quien lo ha hecho mejor y votarlo. Votar por tradición no es política, es borreguismo.

Moncho Borrajo

Luego están las hordas de seguidores de un partido u otro que, si criticas algo, se te echan encima.

Yo tengo gente en Twitter que me odia. Si hago comentarios de un partido o un político, sin ofender ni nada, de repente saltan enemigos con cuchillo a destrozarte. Eso es un déficit de democracia. Yo tengo derecho y obligación de opinar. Yo tengo derecho a quejarme.

La cuestión radica en que estamos en un país donde se mantiene el “conmigo o contra mí”. Las dos Españas, la Pantoja o la Jurado, el Barça o el Madrid, el Betis o el Sevilla. Llega un momento en que yo puedo opinar que un partido ha hecho mal una cosa y bien la otra. En el Congreso no hay nadie de ningún partido que diga que el gobierno ha hecho algo bien. Sea de donde sea. Si usted quiere que le hagan caso cuando ha hecho algo mal, diga lo que ha hecho bien. Se está siempre en contra de todo. El día que se reconozca lo positivo la crítica negativa tendrá una base.

Tras las elecciones, ¿dónde nos encontramos?

Ahora mismo estamos en un momento social en que los partidos políticos tendrían que pactar. Pero todos. Y elegir al mejor economista para ser Ministro de Economía, sea del OPUS o del Partido Comunista. Si uno de Podemos vale para Ministro de Sanidad, póngalo. Luego hablamos de ideología. Parece que discuten de una herencia entera donde, en vez de salvar la casa entera, cada uno quiere tener su piso. Esa no es la solución. Ahí tenemos los ejemplos de Bélgica y Alemania, donde se juntaron partidos políticos de signo opuesto. Aquí no.

En este panorama, con el IVA cultural y la crisis, ¿cómo se vive del teatro?

Yo al IVA cultural lo llamo terrorismo cultural. Están acabando con la cultura de este país. Un 21% de IVA es insoportable en el teatro, en los libros y en la música. Luego ocurre que una revista pornográfica tiene un tres por ciento y el fútbol tiene un doce. Conclusión: lo que quieren es que veamos el fútbol y nos hagamos pajas. Es triste. Pero no vayas al teatro que piensas, no escuches música que disfruta de otra manera… Ha dicho Europa que el 21% de IVA no lo puede seguir manteniendo. Pero les da igual. Ellos piensan solo en su pelotilla del ombligo y de tanto mirársela creen que es una obra de arte. Pero es mierda.

Usted actúa principalmente, como en el caso de Sevilla, en teatros privados. No puedo dejar de preguntarle por el papel de la Administración en el teatro.

El teatro a nivel público está muy sujeto a elementos subjetivos. Hay programadores que nunca han visto tu obra y no te contratan por perjuicio. Teatros como el Lope de Vega de Sevilla, el Cervantes de Málaga o el Arriaga de Bilbao se han convertido en pequeños castillos feudales del programador o del partido político de la ciudad.

Yo pienso que la cultura no debe depender nunca del partido político de la ciudad. La cultura debe llevarla gente que sepa. No podemos tener una cultura manipulada por un partido. Da igual que sea PP, PSOE, Podemos o Ciudadanos.

¿Cómo se explica que actores que llenan salas no tengan sitios en teatros públicos?

Tú llenas un teatro y, entre el tanto por ciento del teatro y el 21% de IVA, no te compensa. Algunos se creen que yo me forro. Yo de la recaudación que hago no me quedo ni la quinta parte. ¡El gobierno gana más que yo con mi obra!

Ello supone una limitación porque no puedes hacer obras con más de cuatro artistas. Es imposible. Paga seguridad social, dietas, técnicos, transporte… No salen las cuentas, esto no es llegar y subirse al escenario. Es más serio de lo que ellos opinan.

También es cierto que se ha hecho mucho daño al teatro en el momento en el que el Partido Socialista decidió abaratar el precio de los teatros de los ayuntamientos. Ocurre que el público ahora no sabe lo que vale el teatro.

Habría que valorar por qué a la gente le parece caro ir al teatro por 25 euros y paga 150 por una entrada de fútbol.

En las últimas elecciones ningún partido habló de cultura. Ninguno. Ni de Educación con seriedad. Es tristísimo que los niños no estudien música. Si tú no creas necesidades la gente no las valora. Cuando la gente quiere ver una función buena sí la paga. Pero hay que educar al público para que sepa su valor. Si tú tiras la cultura por tierra se ve carísima porque no se valora. Ayer hice yo dos horas y pico de función. Son 30 euros la entrada. Al final soy más barato que una chica por horas.

Usted lleva su obra por toda España. En esta España de las autonomías donde el pluralismo y las identidades están tan de moda, ¿el público es igual en todos sitios?

El carácter de la gente es distinto. Lo que sí pasa es que reacciona ante las mismas cosas porque el humor no tiene partido político ni idioma. Hay que reírse del poder, esa es la base del humor. Desde Sófocles hasta hoy el humor es la burla del poderoso, del prepotente, del pijo, del rico…

Luego hay diferencias de Sevilla a Valladolid, de Zaragoza a Vigo, claro. Pero en los silencios del público siempre está el respeto. Cuando haces algo que cambia el concepto los silencios dan a entender que el público está atento a lo que haces. Varía la forma de expresarlo, pero el concepto del humor no cambia.

Por ejemplo, la gente cree que los catalanes no tienen sentido del humor. Sin embargo, cuando voy allí yo me meto con cosas catalanas y el público responde. Porque allí hay una larga tradición de teatro con mucha gente que ha ido educando en la ironía y han elevado el nivel cultural.

¿Se siente Moncho Borrajo valorado en el panorama cultural español?

Por el público sí. Luego sé que se me respeta culturalmente a nivel general aunque sea una mosca cojonera para los partidos políticos. Pero como yo hay varios en cada país. Dario Fo en Italia, los Monty Python en Inglaterra, Les Luthiers… Ya sabes que tienes que pagar un peaje pero a mí no me importa. Molestar al poder es positivo, es la línea que merece la pena.

Luego hay humoristas que tienen otro concepto del humor: el humor blanco, el humor absurdo, el humor infantil… Pero mi concepto del humor es el del humor políticamente incorrecto. Es lo que he hecho cuarenta años y es lo que voy a seguir haciendo.

También es cierto que en España nunca se ha dado el Premio Nacional de Teatro a un cómico. Aquí hay que ser trágico siempre. Y el humor es difícil. Hacer llorar es fácil, reír es complicado, más en momentos difíciles.

Con tanto bagaje a sus espaldas, ¿qué ideas le ocupan la cabeza a Moncho Borrajo y qué cosas le quedan por hacer?

Aún me quedan muchas cosas. Tengo pendiente una obra para niños, quiero hacer una cosa sobre Kafka… Siempre hay. Cuando uno tiene un cerebro de esos que no para, es difícil ponerle freno.

Francisco Huesa (@currohuesa)