O a lo vasco, si somos puristas en la asignación de títulos. Sólo quienes hayan abordado las tres novelas que dan vida a este peculiar y campechano detective sabrán la gran riqueza que atesoran sus aventuras, episodios luctuosos de la vida de la localidad de Getxo a la que tan apegado se sentía su autor, Ramiro Pinilla. Ramiro, longevo y peculiar escritor donde los haya, crea un personaje que con sólo tres títulos deja una profunda huella en la narrativa de género escrita en castellano. Samuel Esparta es el alter ego de Sancho Bordaberri, un bonachón librero de Getxo, aficionado a la lectura compulsiva de novelas de género negro americano. Sancho se identifica con los personajes estereotipados hasta la saciedad en las novelas de Chandler y Hammet e intenta hacer lo propio con aventuras creadas con su ingenio pero, tras estrellarse estrepitosamente contra las barreras del mundo editorial, y a punto de abandonar su pasión por la escritura (dieciséis novelas rechazadas por la editorial son demasiadas), es alcanzado por la inspiración, o acaso esta llegue de un modo menos ortodoxo, y se convierte en Samuel Esparta, detective privado que combina su dedicación investigadora con su profesión de librero, embarcando en su aventura a su amiga, confidente, secretaria y quién sabe qué más cosas, la incombustible e inagotable Koldobike. Una vez que la pareja se ha conformado, comenzamos a descifrar analogías con Quijote y Sancho, uno embebido en un papel soñado, fruto de la lectura obsesiva y el otro, la otra en este caso, poniendo un poco de cordura a las aventuras iniciadas por el primero.

Samuel Esparta es un detective auténtico que no vive de la ficción sino que se alimenta de la misma realidad que va teniendo lugar conforme avanza la novela. Lástima que Ramiro sólo nos dejara como legado tres títulos protagonizados por Samuel, que se nos antojan escasos una vez nos hemos vestido con el sombrero y la gabardina en pro de acompañarlo a recorrer los distintos rincones de la localidad costera con el objeto de esclarecer los turbios entresijos de la investigación en curso.

La primera de las novelas, aquella en la que se nos presenta el personaje, Sólo un  muerto más, sirve además para dibujar las trazas de Sancho, el librero, y de la librería Beltza, de la que es propietario. Con el segundo título, El cementerio vacío, la construcción se ha completado y sólo necesitamos tiempo para consumirlo en otro caso cercano e imprevisible. Por último, Cadáveres en la Playa, pone el broche a una saga que a buen seguro podía haber sido más extensa de haber vivido Ramiro unos años más.

Hablar de Samuel Esparta sin hacer mención de la ciudad que le sirve de telón de fondo se apetece difícil de imaginar pues el detective recorre sus calles dando lugar a confesiones que terminan siendo fundamentales para el esclarecimiento del caso de turno. Todos sabemos que Getxo es una localidad costera que se asoma al Mar Cantábrico, al cual la unen playas de gran belleza y plasticidad. Precisamente no son playas mudas sino que tienen mucho que decir de los acontecimientos que se desarrollan tanto en sus alrededores como en su propia arena. Y es que la playa es protagonista de dos de los tres casos de Samuel Esparta. Éste ama su localidad, y es enamorado del bello paisaje que ofrece el mar cuando se acerca sigiloso a la tierra para inspirarle y hacerle reflexionar. Pero Getxo es mucho más que playa. Se trata de una villa señorial con un importante caserío en el que destacan bellos palacios y mansiones, enhebrados en discontinua sucesión en la llamada zona monumental comprendida entre Las Arenas, Neguri, el Viejo Puerto de Algorta y los altos de Ereaga. Ninguno de los barrios queda huérfano de mención pues Pinilla es juez justo y actúa de oficio cuando se trata de favorecer una u otra localización para el desarrollo de los conflictos de su imaginación.

Como localidad del País Vasco, el autor impregna de pena el ambiente, o quizás se trate de despecho por el desarrollo de la contienda, siempre presente y viva en el recuerdo, y el desolador resultado obtenido en Euskadi, oprimida durante décadas de rencores, hechos todos ellos manifestados en la dualidad existente entre el pueblo llano y la élite falangista residente, que no duda en apuntarse a poner orden, o causar terror si se diera el caso, en más de una escena.

No hay duda de que Ramiro Pinilla es un autor vasco. Leyendo su obra no puede sacarse otra conclusión. El autor, nacido en Bilbao en 1923, murió recientemente, en 2014, pero su carrera literaria ha sido más que interesante por insólita ya que en 1960 se hizo con el prestigioso premio Nadal con la obra Las ciegas hormigas y posteriormente, lejos de vanagloriarse con el éxito, penetró en el mundo de la autoedición hasta que en 1972 tiene lugar la muy loable consecución de un puesto de finalista en el premio Planeta con su obra Seno. Samuel Esparta nace tarde, de ahí que sean sólo tres las novelas por él protagonizadas que podemos leer y disfrutar.

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Son muchos más los títulos que jalonan su carrera pero consideramos dignos de mención los siguientes: Verdes valles, colinas rojas, trilogía compuesta por La tierra convulsa (Premio Euskadi de Literatura en Castellano), Los cuerpos desnudos  y Las cenizas del hierro (Premio Nacional de Narrativa y 2º Premio de la Crítica), La Higuera (2006) o Aquella edad inolvidable (2012).

Pinilla supo dibujar su pequeño patria en las letras y por ello es considerado referente de la literatura vasca de postguerra. En su fino trazo se observa cómo se conforma una sociedad sesgada que va tomando forma de nuevo con la llegada de inmigrantes que a la larga terminarían por enraizar en aquellos bellos valles verdes una vez que la llamada a la industrialización empezaba a florecer. Son los maketos, y así se conocen estos extranjeros, españoles emigrados, que no siempre fueron bien vistos y que alcanzan a protagonizar una de las tres intrigas referidas, en concreto la titulada El cementerio vacío.

Aprovechando el amor del protagonista a la novela negra americana podemos incluso adquirir el gusto por la lectura de aquellos clásicos que no han dejado de ser actuales aun en nuestros días. Samuel es justo con aquellos que lo inspiran y les cede el protagonismo al tiempo que le sirven de modelo incluso en la vestimenta. Se crea un arquetipo ingenioso con trazas de comicidad que es original en cuanto no existe en la literatura española alguien con quien comparar al personaje.

Podríamos escarbar en cualquiera de los tres títulos presentados pero sólo estaríamos restando espesor al aura de misterio que puede generar el descubrimiento de tres interesantes argumentos muy bien elaborados y resueltos…y no es esa nuestra intención.

Bien. Que hay que leerse las tres novelas de Samuel Esparta es obvio. Ahora será el lector el que deba acudir a su librería de confianza a realizar el pedido. Una pista; las tres novelas han sido publicadas por Tusquets…

Javier Torres (@yodaempanao)