Una sencilla frase, aparentemente inocente, e incluso inocua; se trata de tres palabras encadenadas que encierran un significado pero ¿cuál? El tiempo puede ser invertido en realizar actos, en alcanzar sueños, en colmar hazañas, etc. Y así la inversión, entendida como apuesta, como gasto, goza de la incertidumbre del resultado, alcanzado o no resuelto. Pero el tiempo también se puede invertir cambiando su rumbo, su camino, y de este modo podríamos realizar una cuenta atrás de acontecimientos ocurridos a lo largo de una vida que comienza con un final y termina con un principio. La primera de las acepciones mira al futuro mientras que la segunda lo hace inevitablemente hacia el pasado. Ambas situaciones, ambos planteamientos, resultan fascinantes si ahondamos en las implicaciones que dichas situaciones pueden ejercer en la vida de las personas.
Hace escasos días llegó a mis manos un libro que, precisamente, se titulaba El tiempo invertido, de María José Menéndez Arias (Ediciones Alfar 2017) e inmediatamente (así funciona mi mente) me puse a elucubrar sobre el significado de la frase elegida para contar la historia que sus páginas encerraban. Ahora ya sé lo que se quiso enclaustrar en tres simples, aunque no inocentes, palabras.
La historia, original por su forma de ser narrada, comienza para, a continuación, retroceder en el tiempo, lo que nos concede la oportunidad de leer la novela dos veces (o más), comenzando desde el principio para posteriormente hacerlo desde el final. Esta última fórmula permite aferrarse a detalles que pudieran habérsenos escapado en la primera lectura, rápida e incluso fulminante gracias al lenguaje asequible utilizado por la autora así como por la fórmula de contar los hechos, utilizando un diálogo ágil y conciso, hermanado con una prosa que sirve de nexo de unión a los mismos y le conceden cohesión.
María José Menéndez Arias es asturiana, nacida en Oviedo en 1965, está licenciada en derecho y ejerce de abogado, pero con esta novela no solo demuestra su amor por las letras sino que acierta a la hora de plantear una historia a priori complicada, de un modo muy sencillo.
El tiempo invertido es una ópera prima que, sin embargo, resultó finalista en el III Concurso de Narrativa “Manuel Díaz Vargas”. Como antecedentes, nada más y nada menos que el Primer Premio en el IX Certamen del Libro Infantil “Ciudad de Morón” (2003) con su obra La isla hueca.
¿En qué invierte María José Menéndez Arias su tiempo?
Me temo que tengo que invertir en trabajar una gran parte de él…, pero el restante lo paso con la familia o lo utilizo para hacer deporte, leer, escribir y viajar.
¿Has invertido alguna vez el tiempo tal como lo haces en tu novela?
Nunca he conseguido que el tiempo avance marcha atrás (¡si lo consiguiera, seguramente alguien me ofrecería millones por la patente del invento…!). Pero sí me he preguntado muchas veces (en realidad, lo hago constantemente) sobre los caminos de la vida, mirando hacia el pasado y hacia el futuro, como apuntabas tú antes, por supuesto.
¿Se trata de una novela romántica? En caso contrario quisiéramos saber en qué género literario la encuadrarías.
Yo creo que no; o al menos nunca pretendí que fuera una novela romántica entendida como una novela “rosa” o cuyo principal contenido es una historia amorosa. En mi novela, las relaciones de pareja tienen mucho peso; pero como lo tienen en muchas obras literarias (La guitarra azul, de Banville, El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez, o muchísimas otras). Las relaciones de pareja son muy importantes en la vida de las personas, así que no es raro que ocupen un lugar central en cualquier argumento. Creo que una novela puede perfectamente centrarse en las relaciones amorosas para tratar dilemas y cuestiones vitales sin que eso la convierta en novela rosa o romántica.
Yo quería una novela evocadora, que planteara al lector muchas reflexiones sobre la vida y el paso del tiempo, que fuera mucho más allá del tema amoroso. Y por otra parte creo que la relación entre padres e hijos, la influencia de la crianza y de los padres sobre los hijos, es un tema que en mi novela tiene también mucha presencia.
Así que el género sería quizás de novela “intimista”, novela de sentimientos, pero no típicamente romántica.
¿Dichosos o malditos cuarenta?
Para mí son dichosos, sin ninguna duda. Obviamente no se puede generalizar, pero a menudo en esa década las personas adquirimos una consciencia mayor y nuestro nivel de comprensión de la vida se intensifica mucho. Para bien y para mal, porque ese “despertar” puede provocar crisis y cambios; sin embargo, yo viví el paso a esa consciencia como algo muy positivo, a pesar de los elementos duros que también tiene.
¿Crees en el destino?
No. Además creo que el azar interviene constantemente en nuestras vidas.
¿Existe alguna analogía entre tú y alguno de los personajes?
Sí, por supuesto: ellos no serían como son si yo no fuera como soy (y si no les hubiera contagiado algunas de mis sensaciones, ocurrencias y experiencias). Pero ninguno de ellos es un trasunto mío. Más bien creo que hay pequeños fragmentos de mí esparcidos por casi todos ellos. Me imagino que esto les sucede a los personajes de todos los escritores.
¿Te planteaste introducir leyes, las cuales dominas por motivos profesionales, en algún tramo de la novela?
¡No! Cuando dejo de trabajar procuro olvidarme de las leyes todo lo que puedo.
¿Qué ha significado este debut como novelista para María José Menéndez?
Para mí está suponiendo una experiencia totalmente nueva y el regalo de casi “reinventarme” como escritora profesional (aunque sea a una escala ínfima). El hecho de tener lectores que me hacen llegar sus comentarios o sus preguntas (a veces sobre detalles de los que no fui consciente o dándoles lecturas que me sorprenden), es un proceso muy enriquecedor y completamente inesperado para alguien que, como yo, escribía como un pasatiempo personal, íntimo, jugando a dejar volar la imaginación y expresando con total libertad lo que se me ocurría, sin pensar nunca en otro lector que no fuera yo misma.
¿Por qué publicar con Alfar?
(Risas) Alfar era la editorial organizadora del Concurso Manuel Díaz Vargas en el que mi libro fue finalista. Para mí, la valoración positiva de un jurado era muy importante como confirmación de que mi novela “se podía leer”. Aunque solo fuera por gratitud, pensé que Alfar debía tener la primera opción, y también creí que sería más probable que le prestaran atención al libro puesto que había resultado finalista en su propio Concurso. Más allá de eso, y después de pasar por el proceso de publicación con ellos, me parece una Editorial que trabaja de manera muy profesional y se preocupa por la calidad del libro, sin centrarse en crear un producto comercial para consumo de masas como da la sensación con algunas otras editoriales.
Pero ya tenías un galardón literario en tu haber, con un cuento ¿eres cuentista o tienes mucho cuento?
No tengo mucho cuento, ¡soy muy poco quejica! Sí soy bastante cuentista (risas). A mis hijos les inventaba historias todas las noches antes de dormir, y de una de esas surgió “La isla hueca”. Y hasta “El tiempo invertido” nunca había escrito nada de ficción que superase la extensión de un cuento.
¿Cuándo comenzaste a escribir?
Desde muy pequeña: con seis o siete años ya empecé a escribir cuentos y no paré de escribir relatos y poesía hasta más o menos los dieciséis años. Pero en ese momento decidí que sería más productivo dedicar a leer todos los ratos que venía empleando en escribir (que era un proceso muy lento y mis escritos acababan normalmente en la papelera…), mientras esperaba el momento en que tuviera el tiempo libre y la capacidad de hacerlo mejor. Cuando escribí La isla hueca me di cuenta de que, aunque tenía poquísimo tiempo libre (trabajaba a jornada completa y tenía tres hijos bastante pequeños), había conseguido sacar ratitos sueltos para escribir, y poco después empecé lo que acabó siendo El tiempo invertido.
¿Qué tal se te da el lápiz y la goma?
Muy mal. No hago esquemas ni bocetos, y una vez que termino una frase es bastante poco frecuente que la corrija, así que ni lápiz ni goma. Escribo bastante “de un tirón” y según los impulsos del momento.
¿Has hecho alguna vez alguna travesura como la que hace Pedro en el aeropuerto?
La verdad es que no, he sido siempre muy buenecita (¡demasiado! como Pedro), y creo que lo echo de menos (haber hecho la travesura).
¿Reconoces haber exagerado un poco con esto de las casualidades?
Por supuesto (risas). Están exageradísimas. Pero me atraía la idea de jugar con los elementos de sorpresa que tiene la trama y forzar un poco el azar, que tanto juega con nosotros en la realidad.
Alguna manía a la hora de escribir…
No quiero que nadie mire (o vea) lo que estoy haciendo.
Alguna anécdota…
En El tiempo invertido tengo una anécdota bastante dolorosa: cuando llevaba unas 70 páginas escritas, se me estropeó el ordenador y en su mayor parte fueron irrecuperables. No me preocupé demasiado porque tenía el archivo copiado en un pen-drive que llevaba siempre en la cartera. Lo malo es que al cabo de pocos días me robaron el bolso y me quedé sin el pen-drive… Tuve que reescribir lo que había perdido (más o menos): evidentemente no lo escribí igual, y tardé una buena temporada adicional en llegar al punto por el que iba.
¿Crees en el perdón de la infidelidad?
Sí: cuando alguien ama, está dispuesto a perdonar cualquier cosa con tal de conservar ese amor. Lo malo no es la infidelidad en sí, sino las causas por las que se produce. A veces, por mucha voluntad de perdón que exista, la infidelidad surge por razones que no es posible superar, y que pueden motivar que la relación esté abocada a fracasar antes o después.
¿Por qué Lisboa?
Me parece una ciudad preciosa y con muchísimo encanto.
¿Tenías pensado el final cuando comenzaste desde el principio?
No; estuve mucho tiempo sin tener ni idea de cómo terminar la historia.
Háblanos de futuros proyectos literarios
Cuando terminé El tiempo invertido (¡hace ya cuatro años!) empecé una nueva novela, pero aún me falta mucho. Igual que en El tiempo invertido, quiero que el significado del título de esta segunda novela se refleje en su estructura: que, por decirlo así, la forma de la novela tenga que ver con el fondo.
Utilizas un lenguaje sencillo y asequible que puede perfectamente llegar a todos los públicos ¿te planteaste utilizar expresiones o giros más complicados?
No, porque en general no me atrae especialmente el barroquismo en la literatura ni los textos muy largos. Quizá la percepción del lector es que mi prosa es muy lacónica, avanza muy rápidamente; la verdad es que no hice un esfuerzo consciente para que fuera así ni para que mi lenguaje fuese asequible. Pero me parece que no necesariamente el lenguaje es más bello, más expresivo, más intenso ni más conmovedor por ser más rebuscado. Supongo que esto forma parte del estilo de escritura de cada uno y a mí me podría costar mucho escribir con un lenguaje diferente.
Eres de Oviedo; suponemos que la conoces bien. Pero en la trama utilizas como escenarios Lisboa, Madrid y Alicante. ¿Por qué omites Oviedo?
Conozco Oviedo bastante mal porque llevo muchos años viviendo en Madrid (que sí está en el centro de la trama). Pero cuando utilizo ciudades en mis historias la verdad es que no necesito conocerlas mucho (de hecho, no se puede decir que conozca a fondo ni Lisboa ni Alicante): suelo mezclar detalles reales de las ciudades con detalles inventados. Creo que el realismo total no es necesario en este punto.
¿Se te ha aparecido Leopoldo Alas Clarín en Sueños?
¡No! Menos mal.
¿Qué tiene Oviedo de Vetusta?
Oviedo, como todas las ciudades de España, ha cambiado tanto en el siglo XX que ya se parece muy poco a Vetusta. Pero sigue teniendo un casco histórico maravilloso donde están las mismas calles y rincones que retrataba Clarín en La Regenta.
Debo de reconocer que la edición del libro es impecable en lo formal (cosa nada frecuente, cree lo que te digo). La portada despista un poco ¿por qué elegir una portada que no da pistas sobre el argumento? (Puedes desmentirme y sacarme los colores)
(Risas) Yo también habría puesto quizás otra portada más creativa. Pero creí que Alfar propondría un diseño de la portada y, sin embargo, ellos me solicitaron propuestas a mí… Entonces pensé en diseñar algo en lo que apareciese un reloj de arena colocado al revés (incluso le hice unas fotos caseras a un reloj de arena que teníamos por casa; pero resultó un desastre…). Así que le envié a la Editorial, entre otras, la foto del almendro en flor (el primer pasaje del libro alude a la floración de los almendros y establece una analogía con la vida humana).
Lo cierto es que a mí sí me gusta la portada. Además la composición de la fotografía incluye dos ramas laterales que parecen flechas, convergiendo hacia el centro, que podrían representar el sentido de la parte de la historia que se cuenta con el tiempo “invertido”.
Francisco Javier Torres Gómez
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