En los últimos días ha saltado a las televisiones nacionales el conflicto entre dos cofradías sevillanas por una cuestión de paso causada por la lluvia. El hecho, poco común en la actualidad dada la milimétrica precisión con que se trazan horarios y recorridos, ha sorprendido a muchos, que se han echado las manos a la cabeza por el suceso. Sin embargo, las peleas entre hermandades sevillanas no son nada nuevo, como tampoco lo son las riñas entre éstas y el arzobispo de turno. 

Fue el escritor y abogado Santiago Montoto quien escribió aquello de “ni fías, ni porfías, ni cuestión con cofradías”. Sabía Montoto la importancia e influencia de las cofradías en Andalucía y, muy especialmente, en Sevilla, donde la autoridad eclesiástica ha perdido muchas batallas con las hermandades de la ciudad. Que le pregunten a don Francisco de Solís y Foch de Cardona. Hijo de los duques de Montellano, Francisco de Solís fue recompensado con una meteórica carrera eclesiástica tras haberlo dejado tuerto el infante don Carlos, más tarde Carlos III de España. Arzobispo titular y cardenal, pretendió en su primera Semana Santa en Sevilla (la de 1750) que las cofradías diesen un rodeo para pasar por debajo del balcón principal del palacio arzobispal. Todas accedieron salvo la cofradía de la Soledad, constituida por nobles locales que se negaron porque “no era su estilo”. Al año siguiente, y tras la advertencia del prelado, la cofradía de la Soledad decidió no salir a la calle “por no innovar sus loables e inmemoriales estilos que hasta hoy nadie ha podido alterar”. Y no quedó ahí la cosa pues la hermandad de la Exaltación, que sí hizo estación de penitencia en la Semana Santa de 1751, se negó a pasar bajo el polémico balcón, estando la cofradía parada durante horas en una de las puertas de la catedral. Finalmente, la Exaltación se salió con la suya y tomó su camino natural, cosa que también hizo la cofradía de los Negritos[1], alegando con ingenio que “por donde vayan los blancos, van los negros”

Tampoco han faltado las peleas entre cofradías, llegándose en no pocas veces a las manos. Célebres fueron las broncas entre el Gran Poder y la Carretería en el siglo XVIII y las de la propia Carretería con la Soledad entre 1897 y 1900. Muy curiosa fue también la batalla campal que se desató entre la Hiniesta y la Estrella en la calle Sierpes en 1915, utilizándose como armas cirios y sillas de madera. Sin embargo, la más famosa de todas fue la que tuvo lugar en la Madrugá de 1902 entre la hermandad de la Esperanza Macarena y la del Gran Poder. Aquel año la Macarena salió antes y, al llegar a la Campana[2], colocó la cruz de guía tras la Virgen de la Concepción del Silencio, rompiendo la inmemorial cesión de paso que se hacía al Gran Poder. La discusión hizo correr ríos de tinta (y tinto, pues donde más y mejor se discuten estas cosas es en las tabernas), debatiéndose si pesaban más los históricos derechos de paso de la Macarena o la costumbre de dejar pasar antes al Gran Poder. Todo se resolvió con la famosa concordia de 1903, auspiciada por el cardenal Marcelo Spínola. En ella la hermandad de la Macarena se comprometía a ceder el paso al Gran Poder siempre y cuando una representación de nazarenos acudiese de doce a una de la Madrugá a solicitar la oportuna venia para poder procesionar delante.

La concordia entre la Macarena y el Gran Poder, renovada en 2003, mantiene el rito de la venia, uno de los más bellos de la Semana Santa de Sevilla (tres aldabonazos resuenan en la Basílica de la Macarena donde, a la pregunta de “¿quién es?”, una voz grave responde “el Gran Poder”). Pero constituye también una lección histórica de tremendo valor: las hermandades, como entidades humanas que son, siempre han tenido defectos y han dado creado numerosos problemas. Su peso social las ha convertido en el trampolín de promoción para mediocres que quieren hacer carrera a costa de las instituciones, muchas de ellas centenarias, a las que representan. Pero también son organizaciones capaces de salvaguardar la tradición y la historia con su esfuerzo anónimo, creando vínculos que llegan varias generaciones más allá de quienes los establecieron. Así se construye una ciudad, una fiesta, una comunidad: instaurando puntos de encuentro que refuercen en lo positivo la identidad común. Y eso, pese a los errores y las críticas, nadie puede negárselo a las hermandades y cofradías.   

Francisco Huesa (@currohuesa)


[1] Antigua, Pontificia y Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fundación y Nuestra Señora de los Ángeles, es una de las cofradías más antiguas de Sevilla. Fundada en 1393 por el Cardenal Gonzalo de Mena, en 1554 se aprobaron sus primeras reglas. Cofradía étnica, hasta el siglo XIX solamente admitió hermanos de raza negra. Para saber más, MORENO, Isidoro: La Antigua Hermandad de los Negros de Sevilla. Etnicidad, Poder y Sociedad en 600 años de Historia. Sevilla, 1997.

[2] Plaza que sirve de entrada a la carrera oficial en Sevilla, lugar por donde pasar todas las procesiones durante los días que dura la Semana Santa.