‘Operación triunfo 2018’ ya está aquí. Dentro de pocas semanas arrancará una nueva edición de este talent show, al que muchos dábamos por muerto, pero que la productora Gestmusic ha sabido reconvertir en un formato de éxito capaz de enganchar a una audiencia televisiva cada vez más disgregada. La fase final del casting, que tiene lugar en Barcelona, elegirá a los dieciséis jóvenes talentos que lograrán su plaza en la Academia, después de que hayan superado unas pruebas a las que se han presentado más de 16.000 personas de 10 ciudades de España.

Pero, ¿qué ha ocurrido para que OT haya conquistado a la audiencia cuándo ya considerábamos que este tipo de formatos televisivos estaban agotados? ¿Realmente ese éxito se debe al talento musical de sus 16 concursantes o hay que ir más allá y ahondar en la rentabilidad o explotación que ha supuesto para la productora el hecho de que hayan surgido varias relaciones amorosas dentro de la “academia”? Y la gran duda, ¿volverá está edición a conquistar al gran público?

Operación Triunfo es un formato televisivo conocido como “talent show” y que, como su propio nombre indica, busca talentos musicales con el objetivo de impulsar la carrera artística de un ganador. Este tipo de formato vio la luz cuando su hermano mayor, el reality puro y duro, empezaba a estar peligrosamente explotado, y su aparición añadía de manera muy inteligente un ingrediente nuevo, la competición artística. Nacía así el concepto de talent show, con Operación Triunfo como buque insignia, al que seguirían otros como Popstar, la Voz o Factor X.

Pero, ¿cuál es el origen de los Reality Show?

Muchos sitúan el origen del reality show en la novela 1984 del escritor George Orwell quien describía su visión de cómo sería el mundo para esa fecha como un lugar donde los seres humanos vivirían bajo la vigilancia de alguien que vería y controlaría todo. En la novela este personaje controlador era llamado El Gran Hermano, nombre que sirvió como inspiración para que una cadena de televisión Holandesa en el año 1999 emitiera una serie titulada precisamente así, El Gran Hermano. En ella se reunía a un grupo de personas para convivir encerrados durante un determinado período en una casa repleta de cámaras. Los seguidores de la serie votaban para elegir, periódicamente, quien debía ser el próximo en salir de la competencia. Esta serie tuvo tanto éxito que sus derechos fueron vendidos a otros países como Alemania, España, Estados Unidos y Argentina, teniendo como audiencia a millones de personas que seguían semana a semana, las vidas “privadas” de sus personajes locales.

The Loud family (clockwise fr. top): Kevin, Lance, Michele, Pat, Delilah, Grant & Bill, subjects of 1973 PBS documentary An American Family. (Foto de John Dominis/The LIFE Images Collection/Getty Images)

Remontándonos a los orígenes televisivos del formato de “telerrealidad”, el primer programa de este tipo que se conoce fue Candid Camera nacido en Estados Unidos en el año 1948 y que utilizaba cámaras ocultas para grabar a gente común enfrentándose a situaciones inusuales. Años más tarde, en 1973 la cadena norteamericana PBS 29 estrenó el ocho de marzo de ese mismo año la serie An American Family (Una Familia Americana), la cual fue el resultado de la grabación durante siete meses por un equipo de producción de la vida diaria de la familia Loud, de Santa Ana, California. Sus productores no imaginaban que gracias a esa idea de entretenimiento se estaría dando origen a uno de los fenómenos más seguidos de la televisión actual. Entre los momentos más memorables de este documental estuvieron la declaración del hijo mayor, Lance, de su homosexualidad, y la petición de divorcio de la señora Loud a su esposo. En su momento, An American Family fue el programa con mayor audiencia y marcó un hito por su originalidad y la manera en que se podían abordar los temas de la vida real.

Como hemos visto anteriormente, la revolución llegaría años más tarde, en 1997. Durante una sesión brainstorm entre los productores John de Mol, Patrick Scholtze, Bart Römer y su hermano Paul Römer. De Mol y su equipo dieron con el formato de Gran Hermano después de estudiar el proyecto Biosfera 2, desarrollado en Arizona, en el que ocho personas convivían juntas y aisladas bajo una bóveda de acero y vidrio.

Gran Hermano fue emitido por primera vez en Holanda el 16 de septiembre de 1999, siendo después adaptado en más de 70 países. Nacía así el Reality Show y, con ello, un nuevo concepto de hacer televisión que revolucionaría el medio y que llegaría a nuestros hogares para entusiasmo de algunos y rechazo de otros.

¿Por qué triunfan los reality show?

De forma breve y concisa, podríamos decir que este modo de hacer televisión triunfa básicamente porque todos llevamos un cotilla dentro. La curiosidad por la vida de los demás es el componente más sobresaliente para ser un seguidor de estos programas. Día tras día el espectador observa el devenir de los acontecimientos que afectan a los protagonistas del reality, aunque estos no hagan nada especial. Se guían simplemente por curiosidad esperando, expectantes, que surjan las peleas, los romances, las conversaciones tediosas… En definitiva, un cúmulo de comportamientos que forman parte de la cotidianeidad.

A este aspecto de curiosidad, hay que añadir otro elemento esencial para el triunfo de estos formatos como es la empatía. Admiramos el hecho de que perfectos desconocidos pasen a formar parte de la noche a la mañana del selecto y reducido grupo de lo que consideramos un “famoso» y nos identificamos con él, cogemos algo suyo para hacerlo nuestro. Por ejemplo, en el caso de Operación Triunfo o de otros reality semejantes como La Voz, Factor X o Got Talent, descubrimos como quien no quiere la cosa que nuestro compañero de trabajo tiene una voz portentosa o que la chica tímida que nos atiende en el supermercado es realmente una artista. O si estamos hablando de los reality de cocina, tipo Master Chef, todos sacamos al cocinero que llevamos dentro aunque no sepamos ni freír un huevo. Esta empatía nos lleva a conectar con una persona y su modo de actuar en la televisión, identificándonos con ella, añadiendo un componente psicológico al triunfo de estos programas.

En el caso del renovado Operación Triunfo hay otro factor esencial que la productora, Gestmusic, ha sabido introducir con gran éxito, haciendo evolucionar el formato para enganchar a la audiencia. Y es que no hay que olvidar que entre esta edición de 2017 y la anterior hay 16 años de separación. Por lo tanto, era esencial introducir las nuevas tecnologías en una idea que se suponía desgastada y, en este sentido, Gestmusic ha estado brillante. La introducción de las redes sociales como nexo de conexión instantánea entre los concursantes y los espectadores ha sido, en mi opinión, la clave del éxito. La gente ha podido votar para elegir a su favorito o el salvado de la semana sin tener que pagar. Además, se ha podido descargar todas las canciones de cada gala al instante y seguir el devenir del concurso las 24 horas del día a través de cualquier dispositivo móvil.

Con estos ingredientes, y con la maquinaria de un excelente equipo de casting, la esencia de todo buen reality, podemos entender el resurgir de Operación Triunfo como formato de éxito y esperar expectantes su regreso para contemplar su coronación definitiva o el inicio del ocaso. Todo se verá.

Marta Vilella (@marta_vilella_)