“Esa famosa servilleta yo no la vi nunca. Pero yo exigía al Barça que me dijesen qué hacemos porque estaba con la incertidumbre en mi trabajo, Leo tenía solo una cierta licencia en la escuela y no podía faltar más y no sabíamos nada de lo que pensaba el Barça”
Esas eran las palabras de Jorge Messi, padre de Leonel Messi, en una entrevista concedida en 2013 a la revista alemana “Kicker”. En ella se le preguntaba acerca del fichaje de su hijo por el club catalán y la famosa servilleta, firmada por Carles Rexach, que sirvió, presuntamente, para tranquilizar al progenitor de la estrella argentina.
Llama poderosamente la atención el método utilizado por el Barcelona para cerrar ese fichaje. Traer al chico desde Argentina y tenerlo varios meses junto con su padre, mientras intentaban arreglar el papeleo legal, sin asegurarle su fichaje. No parece la mejor forma de tratar una incorporación a la entidad y a la celebérrima cantera del FC Barcelona, de un menor que se había cruzado medio mundo.
Corría el año 2000, en aquel momento aun no se había aprobado por la FIFA el Reglamento sobre el estatuto y la transferencia de jugadores que entraría en vigor en 2003.
En dicho reglamento, en su artículo 19 para ser más concretos, solo se permiten los traspasos de mayores de edad, añadiendo tres excepciones para los menores:
– Si los padres del jugador cambian su domicilio al país donde el nuevo club tiene su sede por razones no relacionadas con el fútbol. Generalmente la excusa mayormente elegida.
– La transferencia se efectúa dentro del territorio del Espacio Económico Europeo, teniendo el jugador una edad comprendida entre 16 y 18 años, y haciéndose cargo el club destino de cubrir sus necesidades escolares, de vivienda y trámites federativos.
– El jugador vive en su hogar a una distancia menor de 50 km de la frontera nacional, y el club de la asociación vecina está también a una distancia menor de 50 km de la misma frontera en el país vecino. En tal caso, el jugador deberá seguir viviendo en su hogar y las dos asociaciones en cuestión deberán otorgar su consentimiento.
Como se puede desprender de esos casos, con la normativa vigente, el fichaje del astro argentino podría considerarse ilegal hoy en día, y quizás este fuera uno de los casos que sirvieron de acicate para el cambio de legislación.
En 1979, bajo la presidencia de Josep Lluis Nuñez, actualmente en prisión, se inauguraba “La Masía”, nombre que recibe la residencia para jóvenes de la cantera del FC Barcelona. Visto como un punto de encuentro y como vehículo de formación en valores (no sabemos cuáles, pero dicho así suena hasta bien) de los jóvenes deportistas, aglutinaba a canteranos de diferentes disciplinas, predominando los futbolistas, y les daba la oportunidad de convivir a la vez que aprender.
Los jugadores provenientes de tan insigne centro de formación han nutrido, desde ese momento, al primer equipo. La Masía se ha convertido en una de las banderas del barcelonismo gracias a la estrecha relación de sus canteranos con la conquista de títulos. Los Guardiola, Amor, Sergi, Xavi, Valdés, Reina, Messi, etc… serán siempre imprescindibles cuando cualquier aficionado recuerde los mayores éxitos en la historia del club.
El equipo catalán ha atraído a sus dependencias a jóvenes procedentes de todas partes de la geografía española, principalmente de la propia Cataluña, pero en las últimas décadas la política de incorporaciones ha sido mucho más aperturista a la par que osada en cuanto a los límites de reglamentación.
Esa osadía le ha costado una sanción de un año entero sin fichar. Sanción provocada por la dudosa legalidad de la llegada al club de más de 30 jugadores en los últimos años. De esos 30 mostró su disconformidad en el caso de los coreanos Lee S. Woo, Paik Seung-Ho y Jan Gyeolhee, los franceses Theo Chendri y Kayz Ruiz Atil, el holandés Bobby Adekanye, el camerunes Patrice Sousia, el guineano Abdoul Mazid Diallo, el norteamericano Lederman y el japonés Take Kubo. Presuntamente todas esas incorporaciones incumplían la normativa (por lo menos a más de 100 km de Barcelona sí que vivían todos).
Dichos jugadores, de manera inicialmente incomprensible, obtuvieron la licencia por parte de la federación catalana. Lo que supuso la posibilidad de jugar en campeonatos nacionales. Y ese hecho, junto con la connivencia federativa española, ha servido para provocar la ira de la FIFA.
El club insiste en que todos recibieron licencia y que dejaron de jugar cuando la federación la retiró. Lee Seung Woo (denominado el nuevo Messi asiático, en Corea, naturalmente), por ejemplo, llevaba seis meses sin disputar partidos oficiales en la fecha en la que se hizo oficial la sanción. Prueba inequívoca que el club era consciente de que iba a llover y decidió resguardarse lo máximo posible.
Pero si la Masía es uno de los lemas más gastados de la filosofía del Barcelona, nos podríamos hacer una pregunta, ¿dónde está el problema? ¿Por qué no se mira este hecho como una gran oportunidad para los jóvenes talentosos que vienen pisando fuerte gracias a su formación en tan insigne cantera? Al menos, esa podría ser la primera idea que pudiera pasar por la mente de cualquier simpatizante.
El problema está en que no es oro todo lo que reluce. Desde que finalizó la etapa de Guardiola, han debutado con la selección española Tello (2013), Bartra y Munir (2014). En el caso de Munir principalmente para evitar que fuera seleccionado por Marruecos. Solo Bartra pertenece al primer equipo.
De los últimos campeones juveniles que tuvo el Barcelona, 2010/2011, que consiguieron la Copa de Campeones y la Copa del Rey, solo Rafinha está en el primer equipo (aparte de Gerard Deloufeu, cedido al Sevilla).
Con un filial que se encuentra bordeando los puestos de descenso, pese a la incorporación del croata Halilovic y en un año en el que ha renovado profundamente la plantilla, pocos han sido los jugadores que han tenido la oportunidad de debutar con los mayores esta temporada en partido oficial. Tan solo lo hicieron Munir (fichado para el juvenil procedente del Atlético de Madrid en la 11/12) y Sandro (nacido en Gran Canaria, fichado para el cadete en 09/10 procedente de la UD Las Palmas) mientras Luis Suarez apuraba su sanción por su mordisco a Chiellini en el pasado mundial.
La realidad es clara. El club catalán necesita mirar a otros países para reforzar sus escalafones inferiores. Y en esa necesidad de estar en un mercado global, los grandes de Europa (económicamente) se lanzan como tiburones a por los jugadores que destacan a edades tempranas.
Ya el Chelsea debido a la incorporación del francés Gael Kakuta a los 17 años, cedido actualmente en el Rayo Vallecano, tuvo que enfrentarse a una sanción de dos años sin poder fichar. Sanción que el TAS (“Tribunal Arbitral du Sport” o en castellano Tribunal de arbitraje deportivo) terminó convirtiendo en económica, sirviendo como motivo por el cual la entidad barcelonesa se mostraba tan tranquila inicialmente.
Culpa del descubrimiento de estas prácticas dudosas, aparte de por una llamada anónima por parte del otro club (sí, se chivaron… ¿quién sería?), fue por la creación en 2007 y su posterior entrada en vigor en 2010 del TMS (Transfer Matching System o en castellano lo que viene a ser el Sistema de Correlación de Transferencias).
El TMS es un nuevo sistema digital de registro de fichajes en el que debe aparecer cualquier traspaso entre clubes de distintas federaciones. La aplicación de dicho sistema ha provocado la disminución considerable de fraude a la hora de presentar documentos para la validación del fichaje, responsabilizando a los clubes de cualquier dato falso que pudiera aparecer en el registro. En el caso de menores de edad, los clubes deben presentar hasta el contrato laboral de los padres. El propio sistema prevé multas y sanciones para los equipos que introduzcan datos falsos en el registro.
El hecho de que se iba a producir una sanción derivada de dichas prácticas estaba claro en el club. Se ve que alguien introdujo algún dato inexacto en la casilla correspondiente o no envió el documento que tenía que mandar. La directiva contaba con una mera multa económica que felizmente pagarían. Lo imprevisible ha sido la naturaleza final de la sanción. En un equipo necesitado de una reconstrucción paulatina de su columna vertebral, una sanción de ésta índole supone un duro golpe a sus aspiraciones de conquistar algún título estas próximas temporadas, más si cabe cuando el eterno rival va haciendo fichajes de decenas (cuando no de cientos) de millones de euros todos los años.
En junio ya salió del club el coordinador de futbol base, Albert Puig, quizás responsable último de las incorporaciones. Y, recientemente, al hacerse definitiva la sanción después de la sentencia del TAS, todo el entorno pidió y consiguió la cabeza del director deportivo Andoni Zubizarreta, al que ha acompañado Carles Puyol de motu propio. Ya se han elegido a los culpables y han sido sacrificados delante de los leones.
Pero lo cierto es que pocos piensan en los niños. En un mundo tan mercantilizado como es el futbol, el último resquicio de inocencia se atisba en los niños que llegan a este deporte por el mero hecho de querer pegarle patadas a un balón mientras comparten juego con otros niños. Los que destacan terminan siendo reclutados por equipos, estructuras más o menos profesionalizadas que encauzan el talento y el trabajo. Y ahí, en ese justo momento en el que el juego desaparece y comienza a aparecer la sombra del profesionalismo acompañada de la fama y el dinero, las familias deben decidir si la prioridad está en la pelotita o en el entorno del chico.
Llegar a clubes potentes puede servir de trampolín al chico mientras la familia consigue un mejor coche, una mejor casa y un mejor trabajo (o trabajo, simplemente) gracias a ellos, adolescentes que hasta ese momento chutaban por gusto y no por necesidad. Difícil no verse atraído por la idea de convertirse en el próximo Messi.
Carlos Sabaca (@casabaca)
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