Resulta difícil entender cómo un tornero fresador graduado como ingeniero técnico puede acabar convirtiéndose en uno de los mayores mitos de la canción española del siglo XX. Y más sorprendente aún es saber que aquel perito agrícola que cantaba que tenía veinte años, hoy sigue cantando que lleva veinte años diciendo que hace veinte años que tiene veinte años. Entre medio, canciones que constituyen parte de la memoria colectiva de millones de personas, independientemente de su posición social, ideología política o nacionalidad. Hablamos, por si no lo han adivinado ya, de Joan Manuel Serrat Teresa.

Nacido en el barrio barcelonés del Poble-Sec (27 de diciembre de 1943), hijo de un anarquista y un ama de casa, Serrat era un joven cualquiera con una guitarra hasta que presentó en el mítico programa Radioscope de Salvador Escamilla, emitido en Radio Barcelona. Fue allí donde interpretó sus primeras canciones, saliendo del anonimato y llamando la atención de diversos productores. Por fin, en 1965, grabó su primer álbum, Una Guitarra. Pionero de la Nova Cançó[1] catalana y decimotercer miembro del grupo Els Setze Jutges[2], en sus inicios cantó siempre en catalán, creando algunas piezas de gran sensibilidad, como Paraules d’Amor. Otras, por el contrario, tenían un tono más reivindicativo, como la conocida Ara que Tinc Vint Anys, donde veladamente llama a “alzar la voz, por una tormenta, por un rayo de sol, o por el ruiseñor que tiene que cantar al atardecer”. Así, con sus letras, su voz y su frescura, se fue colocando en la primera línea del panorama musical catalán, que se le iba quedando pequeño.

Consolidado como cantautor en catalán, Serrat publicó su primer álbum en español en 1969. Titulado La Paloma, el cambio de idioma motivó que algunos de sus seguidores lo acusaran de traidor. Él simplemente alegó que cantaba en su lengua materna[3], lo que no se sirvió para evitar críticas de los más radicales defensores de la causa. Entonces, probablemente como una operación de marketing (nunca se ha aclarado ni negado nada), llegó el escándalo de Eurovisión. Era 1968 y Serrat era elegido para representar a España en el famoso festival, participando con la canción La, la, la, obra de Manolo de la Calva y Ramón Arcusa[4]. Televisión Española se volcó en la promoción del noi del Poble Sec, un producto casi perfecto: un atractivo joven de la renaciente España de Franco iba a competir en la Pérfida Albión frente a cantantes de toda Europa. Un puntazo para un Régimen que se abría lo justo para seguir siendo. Hasta se emitió un programa especial titulado “Así es… Así canta… Así compone… Joan Manuel Serrat”. Pero algo falló. Aunque hay muchas versiones sobre el suceso, la realidad fue que la negativa de Serrat a cantar si no era en catalán acabó, para regocijo del orgullo patrio, con una joven y todavía sobria Massiel venciendo a Cliff Richard en Londres. E irónicamente, con un Serrat reforzado. Llegaban los años dorados de Joan Manuel.

Tras su primera gira por Latinoamérica, Serrat graba Antonio Machado, Poeta y, pese al veto del franquismo, consigue un gran éxito. Un éxito que se ve refrendado al ganar el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar con su canción Penélope, compuesta junto al conocido Augusto Algueró[5]. Corría el año 1970 y Joan Manuel ya era uno de los nombres imprescindibles de la canción en español, como demostró la acogida de su disco Mi Niñez, que sufrió los rigores de la censura[6]. Y es que Serrat no había dejado de lado su activismo político. De hecho, a finales de 1970 se encerró en el Monasterio de Montserrat junto a un grupo de intelectuales y artistas en protesta por el proceso de Burgos. Fue allí donde, según algunos, se creó Mediterráneo, la obra más influyente de Serrat. Pero nada es lo que parece…

Fue el propio cantautor quien se encargó de afirmar que Mediterráneo se compuso entre el desaparecido Hotel Batlle de Calella de Palafrugell (Costa Brava), Fuenterrabía (País Vasco) y la Cala d’Or mallorquina. La grabación se haría en Milán, en apenas quince días y con la más que evidente sospecha de negocios oscuros por parte de la discográfica. Pero más allá de las leyendas y de los contactos con la mafia del sello Zafiro/Novola, el valor del LP era indiscutible. Salían a la luz canciones como Lucía, Aquellas Pequeñas Cosas, Barquito de Papel, Pueblo Blanco y, como no, Mediterráneo (que se iba a llamar inicialmente Amo el Mar y, después, Hijo del Mediterráneo), hoy clásicos infinitamente versionados e interpretados. Había nacido uno de los mejores discos en español (si no el mejor) del siglo XX[7]. Serrat tenía entonces 28 años.

La originalidad y los aplausos no se acabaron con Mediterráneo. El disco homenaje a Miguel Hernández, donde incluyó una extraordinaria versión de Nanas de la Cebolla, y el LP Per al meu Amic, fueron muy reconocidos por crítica y público. Convertido en un ídolo de masas, Televisión Española le retiró el veto y se lanzó a emitir, en directo, el programa “Serrat, a su Aire”, un concierto con público en el teatro Aliança de Poble Nou. Las cosas parecían ir viento en popa para el de Poble Sec. Pero de nuevo chocaría con un Franquismo que estaba en las últimas.

Era 1975. En plena gira por México, Serrat hizo unas declaraciones en contra de la condena a muerte de once militantes del FRAP y ETA (más tarde se conmutaría la pena a seis) y reconoció como legítimo al gobierno de la II República en el exilio. El gobierno de Franco, con el Caudillo enfermo y múltiples frentes abiertos, dictó orden de busca y captura contra él. Fueron, como el mismo Serrat reconoce, los momentos más duros de su carrera, estando sumido en la continua desazón de temer no poder volver nunca más a su tierra. Incapaz de escribir ni componer, Serrat realizó una gira por México en autobús, dando musicales a bajo coste junto a otros cantantes y versionando poemas reivindicativos.

El Franquismo, como el dictador, acabó por morirse en la cama y Serrat volvió a España. Tras el miedo inicial, el buen recibimiento y al amnistía le convencieron para reanudar su activismo político y su trayectoria musical. Dentro del juego democrático, se posicionó casi siempre junto al PSOE[8], mostrándose muy combativo con las dictaduras. Proscrito por el régimen de Pinochet, su mayor triunfo en lo político lo vivió en Argentina, donde su recital de 1983 en el Luna Park constituye un acontecimiento histórico que simboliza la victoria de la democracia. Y es que a veces la música lo puede todo.

En Tránsito y Cada Loco con su Tema volvieron a situar a Serrat en lo alto del panorama musical, obteniendo por el segundo el Premio Nacional para Empresas Fonográficas del Ministerio de Cultura. Corría el año 1983 y Serrat era ya un mito. Un mito que, hasta hoy, no ha parado de vivir la música, buscando nuevos caminos y avanzando en la creación: ha musicalizado poemas de Benedetti (El Sur También Existe), Eduardo Galeano, Luis García Montero (Versos en la Boca), Luis Cernuda, García Lorca y Pablo Neruda; ha recuperado canciones tradicionales latinoamericanas de autores como Violeta Parra, Víctor Jara, Simón Díaz, José Alfredo Jiménez y Enrique Santos Discépolo; ha compuesto discos románticos y críticos (Bienaventurados es una ácida reprimenda a las Iglesias Cristianas, Lecciones de Urbanidad un canto contra las dictaduras), experimentales y clásicos (como el grabado junto a la Orqueta Sinfónica de Barcelona); ha actuado en todo el planeta, haciendo giras en solitario y compartiendo escenario y estudio con lo más granado del panorama musical (el último ha sido Joaquín Sabina, con quien lleva tres años trabajando)… Una carrera extraordinaria refrendada con distinciones importantísimas como la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo, la Medalla de Honor del Parlamento de Cataluña, la Orden de la Legión de Honor Francesa o el nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid.

Con todo, la importancia de Serrat no hay que estimarla basándose en los premios ni recorriendo su biografía. Hay que evaluarla analizando sus canciones. De hecho, el soñador de pelo largo que hacía gritar a las chicas, el socio del Barça que cantó a Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón, el libertario vetado por las dictaduras o el cantante de carrera meteórica no sería más que un producto del mercado, otro “triunfito” más, de no ser por el fuste de sus canciones. Unas canciones cuyo valor principal reside en la obsesión por llevar la cultura a todo el mundo. El mejor ejemplo de esto es el disco Antonio Machado, Poeta, que acercó al escritor sevillano a la gente, convirtiendo el “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar” en una de las estrofas más conocidas y recitadas de la literatura española. Lo mismo hizo con Miguel Hernández, León Felipe o Alberti, a quienes Serrat aproximó al pueblo por el camino más corto: lo popular.

No obstante, el afán literario de Serrat no se queda en musicalizar y versionar poemas. También está en la creación de canciones de cuidado ritmo y métrica. O en reescribir en forma de canción clásicos de la literatura universal. Penélope, de hecho, no es más que una reinterpretación de la Odisea homérica. Con una diferencia: el nostálgico y melancólico final de una Penélope que acaba sentada en la estación presa del tiempo y de su propia quimera[9].

Precisamente esa es otra de las grandes habilidades del noi del Poble Sec: la sencillez con la para presenta ideas tremendamente complejas. Las canciones de Serrat están llenas de contenido, pero la dulzura y la cotidianeidad con que presenta las historias logran aligerar su carga intelectual. Ocurre con Aquellas Pequeñas Cosas, un canto a la nostalgia escondido en los pequeños objetos que nos recuerdan el ayer. O con Poco Antes de que den las Diez, un agudo análisis de la moral y la sexualidad de menos de cuatro minutos. O con esos cuatro versos que esconden un amor encerrado entre el deseo y la nostalgia: “No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí”. Todo cantado con una voz vibrante que reverbera en cada acorde, dándole un sentido casi místico.

La hondura descrita no llega, ténganlo claro, de la inspiración (que la habrá). Viene de un profundo conocimiento de la literatura y de la música. Ya hemos hablado de alguno de sus poetas, pudiéndose añadir muchos más. No obstante, Serrat tiene una abultada erudición musical. Bebe de los cantautores de la chanson francesa y de la tradición catalana sin renunciar a la copla (el Romance de Curro El Palmo nos acerca al dramatismo del género), al bolero y al tango. Siendo un hombre de su tiempo, Serrat nunca renegó de las voces que sonaban en la radio de su madre, reconociendo como su banda sonora personal a Concha Piquer, Juanita Reina, Miguel de Molina, Juanito Valderrama, Antonio Machín, Juanito Segarra, Bonet de San Pedro, Jorge Sepúlveda, Lorenzo González o José Guardiola. Un ejemplo de cómo crecer e innovar desde el pasado, partiendo de lo que uno es.

Como dijimos al principio, Serrat está por encima de ideologías políticas, nacionalismos y partidismos. Diferentes generaciones se emocionan escuchándolo, cantan sus canciones a coro en el coche, tararean sus estribillos por las mañanas, o lloran escuchando Lucía en la intimidad de una habitación. Porque Serrat es mucho más que un artículo sobre música. Es el lugar común a donde acudimos a refugiarnos del dolor, a pregonar la alegría, a defender nuestra identidad. Porque Serrat está entre los viejos discos de vinilo, entre las cajas de cd y entre las listas de iTunes. Es el recuerdo de nuestros padres, el primer beso, el último desengaño, el anhelo de la libertad, la historia de un pedazo del Mediterráneo. Porque Serrat es el mito que siempre nos ha acompañado.

Francisco Huesa

 


[1] La Nova Cançó es un movimiento artístico que reivindicaba el uso del catalán en plena dictadura franquista.

[2] Cantantes en lengua catalana con referentes en la chanson francesa (Brel, Brassens, Léo Ferré…).

[3] La madre de Serrat era aragonesa y hablaba en español. De hecho, la admiración de Serrat por la copla viene de su madre, a quien escuchaba cantar copla de pequeño.

[4] Conocidos musicalmente como El Dúo Dinámico.

[5] El Maestro Algueró (1934- 2011) fue compositor, arreglista y director de orquesta. Hoy desconocido por muchos, Augusto Algueró es compositor de canciones como la mencionada Penélope, la Chica Ye-ye (Concha Velasco), Noelia (Nino Bravo), Tombola o Estando Contigo, entre otras muchas. Realizó la banda sonora de múltiples películas y programas de televisión (su colaboración en “Historias de la Frivolidad” de Narciso Ibáñez Serrador le valió la Rosa de Oro del Festival de Montreux) y obtuvo numerosos premios a nivel internacional. En definitiva, un grande de la música española que conviene no dejar en el olvido.

[6] Fiesta y Muchacha Típica son modificadas en España, quedando las versiones originales para las ediciones en Latinoamérica. En la primera, por ejemplo, las banderas que colgaban de un cordel pasaron de ser lilas, rojas y amarillas a verdes, rojas y amarillas.

[7] La revista Rockdelux lo consideró el tercer mejor disco del siglo XX. La revista Rolling Stone y el programa de Televisión Española “La Canción de Nuestra Vida”, consideran Mediterráneo la mejor canción del siglo XX en España. Múltiples publicaciones, especializadas o no, lo consideran el disco más importante e influyente del siglo XX en nuestro país.

[8] Serrat fue, por ejemplo, uno de los apodados “artista de la ceja” que apoyó a José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones de 2008.

[9] En la Odisea de Homero, Penélope termina rindiéndose a los brazos de su marido Ulises tras ponerle una serie de obstáculos y pruebas. La Penélope de Serrat, sin embargo, no reconoce las manos y la piel del amante que retorna. Así, Serrat deja a Penélope sentada en su banco de pino verde, atrapada en el pasado, esperando recuperar a su amor de juventud que nunca volverá como tal.