El guateque (Blake Edwards)

Cumplimos un añito, ni más ni menos; un año desde que un grupo de jóvenes aguerridos interesados por la ¡cultura! se decidieron a difundir esa cultura de modo ¡gratuito! mediante la creación de una revista: Distopía. Casi un añito ya desde que algunos nos fuimos sumando a este maravilloso proyecto. Y, como no podía ser de otro modo, desde nuestra sección no podíamos dejar pasar la oportunidad para celebrar un año como se merece. Así pues, y con la venia de nuestras estrellas del cine de antaño, esta semana les invito a celebrar, junto con Blake Edwards y el gran Peter Sellers, un buen guateque (palabra rancia y bonita donde las haya, por cierto).

En 1968 el tándem Blake Edwards-Peter Sellers iba a regalar a la Historia del Cine una de las comedias más alocadas y divertidas de todos los tiempos: El guateque (The Party en su versión original).

el guateque

La maestría de esta comedia se encuentra en convertir situaciones normales, casi sin darnos cuenta, en situaciones cada vez más estrambóticas hasta llegar a un final realmente surrealista. Si quieren aprender a hacer esto, no pueden perderse esta película.

El planteamiento, como decíamos en el anterior párrafo, es tremendamente sencillo: un patoso aspirante a actor de origen indú, Hrundi V. Bakshi, destroza el carísimo decorado de la película en la que trabaja. Llevado por la ira, el director de la película llama a su productor para poner “en la lista negra” a nuestro protagonista. Pero, como puede suceder en la vida misma, el productor apunta sin querer el nombre de Bakshi en la lista de invitados de una fiesta que va a celebrar ese fin de semana en su casa. A Baskhi le llega la invitación y a partir de ahí… El patoso actor será el protagonista de una serie de desaguisados que irán convirtiendo la fiesta en un auténtico desastre.

El guateque, dirigido por Blake Edwards (Desayuno con diamantes, Días de vino y rosas, la saga La pantera rosa) y con guión del mismo, junto con Tom y Frank Waldman fue ideado como un auténtico homenaje a la comedia muda de Chaplin, Laurel y Hardy… que tan buenos momentos habían hecho pasar en su niñez a Edwards. La idea principal era darle mayor importancia a los gags visuales frente a los diálogos; en un principio se planteó la idea de realizar una película muda (The artist no es tan especial, como pueden ver) donde solamente se incluyeran rótulos para situar la acción. Descartada esta idea, se optó por lo que vemos en la película: largos planos en los que se suceden situaciones que van tomando un giro cada vez más surrealista y en donde los diálogos son muy secundarios frente a los gestos y situaciones en los que se ven envueltos los actores del film. (La escena de la pérdida del zapato, la cena o la del cuarto de baño son magistrales y dignas de ser vistas por cualquiera que desee hacer una comedia).

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Para asegurarse de que las escenas quedarían bien en pantalla, Blake Edwards se hizo instalar una cámara de vídeo junto a la cámara de rodaje, de tal modo que podía ver el resultado de la escena justo después de grabarla; así dio lugar a una técnica que todos los directores actuales utilizan y que se antoja imprescindible hoy en día.

Para llevar a cabo tamaño despropósito y tan difícil puesta en escena solo e

xistía un nombre en la agenda de Edwards: su íntimo enemigo Peter Sellers. El actor y el director ya habían trabajado en la saga de La pantera rosa, regalando Sellers al cine un personaje inmortal: el inspector Clouseau. Pero, a diferencia de lo que pudiera parecer, ambos no congeniaban muy bien. Quizá por el hecho de que Edwards sospechaba que Sellers lo odiaba porque había conseguido la fama gracias al patoso inspector; interpretación que el propio actor consideraba muy por debajo (en cuanto a calidad se refiere) que otros papeles que le había brindado Kubrick (Lolita; ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú). Tal vez por el hecho de que Sellers no era muy dado a ceñirse al guion, e improvisaba constantemente. O acaso por la complicada personalidad del actor: drogas, espiritismo…

Todo ello quedó olvidado, porque con un proyecto como el que Edwards tenía en mente y un guion de unas escasas sesenta páginas, no había duda: solo un monstruo de la comedia como Peter Sellers podía dar vida a ese patoso actor llamado Hrundi V. Bakshi y no morir en el intento.

El resultado de todo ello fue una gran comedia, divertida a más no poder y con la que el espectador puede reir “a mandíbula batiente”. Una comedia en la que Blake Edwards se mofa, sin ningún pudor, de la clase dirigente de Hollywood por medio  de una fiesta por la que desfilan: productores malhumorados, actores de tres al cuarto que viven una y otra vez del mismo papel, directorzuelos y productores que buscan sexo a cambio de las tan ansiadas audiciones deseadas por actrices con ganas de triunfar y sin mucho pudor acerca de cómo hacerlo…

Una comedia que nos brindó dos personajes para la pequeña (o gran) historia del séptimo arte: uno de ellos el camarero, al que vemos cada vez más borracho pasearse de arriba abajo con vasos de whisky y vodka que ningún invitado quiere, y que siempre acaban siendo ingeridos por él (considerado por muchos la mejor interpretación de un borracho jamás realizada) y que protagoniza algunos de los gags más sublimes de la película (genial la  escena de la cena); y el otro, Hrundi V. Bakshi (otro personaje para la gloria cómica de Sellers), que ha llegado a ser tan icónico que el tendero hindú Apu de la serie Los Simpsons está inspirado en él.

Si buscan una comedia “inteligente” con diálogos mordaces y gran crítica social no encontrarán en esta película nada parecido. Sin embargo, si lo que buscan es pasar un buen rato y reír sin ningún tipo de recato porque lo necesitan, no lo duden, únanse a la lista de invitados de El guateque. Pasen, vean y disfruten.

Y, por cierto, rían, que es de lo poco que es gratis todavía.

Feliz Aniversario

Carlos Corredera Reyes (@carloscr82)