· Desde Rusia (y China y Estados Unidos y Gran Bretaña y Cuba y…) con amor

Todas las pistas e indicios recabados a lo largo de los años, especialmente desde los 70, cuando la radioescucha en onda corta se hallaba en su máximo apogeo, conducen al mismo culpable, ese que casi siempre recibe tal cantidad de acusaciones infundadas como totalmente acertadas: el gobierno. O mejor dicho, los gobiernos.

·Primer indicio: el histórico.

 Desde la Primera Guerra Mundial las radiotransmisiones se han convertido en un elemento básico de estrategia militar y al menos desde la Segunda Guerra Mundial se tiene constancia de emisiones cifradas en onda corta. Por supuesto, el desarrollo de los proyectos de inteligencia de señales (SIGINT), con la red de intercepción de comunicaciones tanto analógicas como digitales ECHELON como punta de lanza, convierte la emisión en alta frecuencia en una especie de reliquia que se presenta ciertamente necesaria por razones más que evidentes; no cabe duda de la incomparable capacidad de la era digital para ramificarse y transportar datos e información de todo tipo, cediendo a cambio una fortaleza bastante precaria, frente a la demostrada consistencia de las señales de radio y la dificultad tanto de su localización como de supresión.

·Segundo indicio: pruebas materiales.

Existe una actitud universal muy característica en portavoces y funcionarios del estado en lo relativo a asuntos de seguridad nacional no revelados directamente: la completa y absoluta ambigüedad, la tierra de nadie donde las confirmaciones se niegan y las negaciones afirman que se haya declarado todo lo contrario. En 1998 un portavoz del Departamento de Industria y Comercio británico declaró al Daily Telegraph, en relación a las emisoras de números, que “estas son lo que ustedes creen que son La gente no debería desconcertarse por ellas. No son, digamos, para uso público». Sin embargo, al margen de la peculiar devoción de diexistas incansables dueños de un vigor mental lo suficientemente grande como para pasar horas y horas rastreando y analizando transmisiones de números y no caer fulminados, las estaciones sí que suponen un asunto de índole pública en tanto que las emisiones interfieren con frecuencias normalizadas en la onda corta, como la BBC mundial. Es decir, no se trata simplemente del interés inherente del oyente de la onda corta a la naturaleza de una comunicación innegablemente extravagante, sino de cómo ese fenómeno emerge de tanto en tanto de manera totalmente involuntaria en la vida del ciudadano. Se trata del mismo recelo gubernamental desmedido arrastrado ya desde los prolegómenos de la era nuclear, cuando la desconfianza en torno a la ciencia militar y a las pretensiones institucionales para con esos logros científicos se extendió como la pólvora entre la población, recelo que en sus distintas épocas ha dado origen a las más variopintas leyendas y fabulaciones, distorsionando la mayoría de las veces el auténtico trasfondo de aquello que se trataba de salvaguardar.

En el caso de las emisoras de números la leyenda apenas ha tenido mayor evolución, quizás por la limitación del medio en el que se produce, quizás por la cierta experiencia que requiere la captación de las señales. Lo cierto es que han sido los grupos implicados en el rastreo y estudio de las emisoras los que han aportado prácticamente el grueso de las evidencias en torno a la más que probable hipótesis de los servicios de inteligencia. Desde complicados ejercicios de seguimiento (con la conclusión positiva de las ubicaciones de las estaciones The Linconlshire Poacher emitiendo desde una base en la isla de Chipre perteneciente al Servicio Secreto de Inteligencia Británico o la Jupiter/Tequesta en Florida) a simples notificaciones de radioescucha con su inesperada respuesta postal en forma de Tarjeta QSL, tal como Simon Mason descubrió, autor del libro pionero sobre la materia Secret Signals (Tiare Publications).[1]

 Pero sin lugar a dudas, las pruebas más contundentes las aportan los procesos judiciales cuya base no son otra que acusaciones de espionaje en las que se revelan los instrumentos y los procedimientos de los espías encausados, encontrándose entre las evidencias la utilización de las denominadas libretas de un solo uso, cuadernos del tamaño del dedo meñique en los que se registraban los códigos requeridos para la decodificación de las señales transmitidas por, efectivamente, estaciones numéricas. En 2001, Ana Belén Montes, analista sénior de la Defense Intelligence Agency de los Estados Unidos, fue detenida bajo la acusación de “mantener contacto con los Servicios Cubanos de Inteligencia a través de mensajes encriptados y recibir sus instrucciones mediante onda corta encriptada procedente de Cuba”. En 2006, Carlos Álvarez, profesor de la Universidad Internacional de Florida, y su mujer, Elsa Alvarez, fueron arrestados acusados de espionaje, actuando como agentes para Cuba, dictaminándose que recibían instrucciones mediante señales de radio encriptadas. El caso más reciente tuvo lugar en 2009, cuando Walter Kendall, oficial del Departamento de Estado, y su mujer, Gwendolyn Steingraber Myers fueron juzgados por ejercer como espías para el régimen cubano durante más de 30 años, empleando el método de la recepción de señales mediante onda corta para la decodificación de transmisiones de números donde se les indicaban las instrucciones a seguir.

Según los sumarios de los casos, el proceso de encriptación consistía en primer lugar en la asignación de una letra a un código numérico siguiendo una tabla de equivalencias como la que se muestra a continuación.

Si quisiéramos escribir la palabra PRECAUCIÓN, por ejemplo, deberíamos cifrarla siguiendo grupos de cuatro o cinco, tal como se muestran en las transmisiones. Así pues, obtendríamos:

5058-1234-9423-6570

P  R    E CA   U  C   I O N

Posteriormente se hace el primer uso de la libreta de códigos, efectuando una resta. Es decir, si vamos a utilizar la serie 2355-6432-3466-1385 de nuestra libreta de un solo uso, solo tendremos que restar esa cifra al primer código de letras cifrado, obteniendo un tercer bloque de cifras. Ese será el bloque que se transmita mediante la emisora de números, haciendo saber al agente al que se le comunica cual ha sido el conjunto de números utilizado de la libreta para que efectúe la operación a la inversa, o sea, para que a la tercera cifra obtenida le aplique la suma (sin añadir el número de las decenas cuando la adición proporcione dos cifras) de los dígitos que en la base se utilizaron para restar, obteniendo así el número original 5058-1234-9423-6570, al que solo tendrá que aplicar el cuadro de correlaciones cifra-letras para dar con el mensaje.

 Así pues, parece más que evidente el origen gubernamental de las estaciones de números, lo que nos conduce a otra serie de especulaciones más confusas si cabe. Porque partiendo del supuesto de que todas y cada una de las transmisiones se originan desde centros dotados de la tecnología y el equipamiento necesarios para una diseminación a escala global, la inversión económica alcanza cotas bastante considerables.  Las estimaciones sobre el número de espías encubiertos o activos como personal de embajada (los famosos agregados culturales) tanto en los años de la Guerra Fría como en la actualidad son bastante imprecisas, por razones más que lógicas. Sin embargo, a raíz del asesinato del ex-espía ruso Aleksandr Litvinenko en noviembre de 2006 en Londres, varias informaciones publicadas en medios británicos y australianos, que citaban como únicas fuentes a sus respectivos servicios de inteligencia sin entrar en demasiados detalles, aseguraban que el número de espías rusos había alcanzado en 2007 niveles propios de la Guerra Fría[2]. Dos años antes en Estados Unidos se reproducía en la revista Time exactamente el mismo tipo de afirmación. En el caso particular del Reino Unido se barajaba la cifra de aproximadamente 100 agentes rusos operando en misiones activas, esto es, recibiendo con regularidad mensajes encriptados vía emisoras de números.

Documentación perteneciente a  los servicios secretos polacos desclasificada en 2007 proporciona detalles excepcionalmente interesantes, como el alcance, la potencia o el número de agentes de algunas de las estaciones situadas en la Alemania Occidenal, pertenecientes al Bundesnachrichtendienst (BND), los servicios secretos de la RFA. Sin ir más lejos, se detalla el emplazamiento de al menos dos de las estaciones de emisión, una en Frankfurt am Main, operativa desde febrero de 1959, indicándose a su vez el nombre y alias del primer agente en recibir instrucciones desde este emplazamiento (Erwin Kunhert, primera recepción el 8 de octubre de 1959, reclutado en agosto de ese mismo año y arrestado junto a otros seis colaboradores por las fuerzas de seguridad polacas el 15 de noviembre de 1960; el documento también especifica la categoría de dichos colaboradores, denominados en los informes como T/W, es decir, Tajny Wspólpracownik, la nomenclatura de seguridad de los servicios de contrainteligencia polacos para referirse a aquellos colaboradores reclutados por el enemigo bajo la premisa de una compensación, dejando abierta la posibilidad de que se trate de un agente de otro país al que se ha descubierto y se le ha ofrecido inmunidad u otra clase de favores similares)  y otra en Múnich dirigida a un tal T/W Zdzislaw de julio de 1970 a septiembre de 1972. Ambas estaciones enviaron una media de entre 200 y 220 comunicaciones al año. Todos y cada uno de estos detalles, así como las tablas de correlaciones letra/número empleadas…

  

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 …los horarios/frecuencia en los que los agentes podrían acceder a las transmisiones según qué días[3]

Day

Time

No.

MHz

Day

Time

No.

MHz

Mon.

16-16.30

14

3.370

Wed.

16-16.30

14

3.370

18-18.30

15

4.010

18-18.30

15

4.010

20-20.30

14

3.370

20-20.30

14

3.370

22-22.30

15

4.010

22-22.30

15

4.010

Thu.

17-17.30

15

4.010

Sat.

17-17.30

15

4.010

19-19.30

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3.370

19-19.30

14

3.370

21-21.30

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4.010

21-21.30

15

4.010

23.23.30

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23-23.30

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Sun.

13-13.30

14

3.370

Sun.

17-17.30

14

3.370

19-19.30

14

3.370

23-23.30

14

3.370

… , los receptores empleados (receptores comerciales Telefunken o Sony) o incluso los enrevesados procesos de encriptado y decodificación de los agentes estadounidenses operativos en Polonia, todo lo cual nos ofrece una perspectiva bastante aproximada de cómo funcionan y se organizan los agentes a los que iban dirigidos las transmisiones, dejando aún en la penumbra el prácticamente desconocido mundo interior de los encargados de cifrar y comunicar los mensajes.

 ·La prueba definitiva: el caso Michnowski/Stiller

En 1979 Michael Michnowski, junto con su madre y el agente Werner Stiller, perteneciente a la Hauptvervaltung Aüfklarung (Primera Administración de Reconocimiento, Servicio de espionaje extranjero del Ministerio de Seguridad Estatal de la República Democrática Alemana), una subsección de la Stasi, desertaron de la RDA en lo que posteriormente se reconoció como uno de los mayores golpes de la inteligencia occidental a los servicios de inteligencia de la Alemania oriental. Lo interesante del caso dentro del campo del espionaje y las emisoras de números es cómo el propio Michael Michnowski (rebautizado como Thomas Wagner tras establecerse en Washington) relata en su página web los pormenores de la operación, narrando cómo su propia madre, dueña de un pequeño hotel situado en la bucólica población de Oberhof, distrito de Schmalkalden-Meiningen, inserta dentro del mismo bosque de Turingia, región del suroeste de la antigua RDA, recibía transmisiones procedentes de estaciones numéricas del BND. La historia despertaría la natural desconfianza del investigador escéptico debido a la sucesión de hechos particularmente novelescos si no fuera porque, efectivamente, Werner Stiller no solo logró salir de la RDA acompañado de los Michnowski sino que, además, relató con todo lujo de detalles y referencias tanto su labor como espía como el plan de fuga en Beyond the Wall: Memoirs of an East and West German Spy (Brassey’s Inc, 1992). Al margen de lo fascinante que resulta el relato de la huída, con la señora Michnowski iniciando una relación amorosa con Stiller por pura casualidad, con el mismo amparo favorable del azar cuando esta le revela su descontento ante la vida que lleva en el país y él, en lugar de entregarla a las autoridades, cae rendido a sus encantos al mismo tiempo que se ve involucrado en todo un asfixiante dilema al estar nada más y nada menos que casado con una hermosa joven húngara, madre de un hijo común. Stiller ve como la única escapatoria para su relación con la madre de Michael es la deserción, poniéndose en marcha un complicado plan en el que, entre otros instrumentos, se involucran las transmisiones de números. Estas son descritas por Michael tal y como los casos cubanos y los informes desclasificados del servicio de inteligencia polaco demostraban que se efectuaban: tablas equivalencia letra/número, restas y sumas para encriptar y desencriptar… A su vez también proporciona pormenores desconocidos hasta ahora, como que en cada mensaje siempre se indicaba (indica) el número del agente al que se comunica, un aviso de la fecha en la que se enviará la próxima transmisión y, si no había nada que comunicar, mensajes en los que se repetía continuamente la palabra “zero”. Este último matiz arroja luz sobre uno de los pequeños enigmas de los seguidores de las estaciones numéricas, el de aquellas emisoras que solo emitían la palabra “null” (nulo). Ni siquiera el propio Michnowski se explica por qué los servicios de inteligencia de los países tienen la necesidad de comunicarse cuando no tienen instrucciones que enviar a sus agentes. Otra prueba, bastante más macabra, de la historia de Michnowski/Wagner es la ejecución del agente de la Stasi Werner Teske, cuyo intento de deserción en 1981 fracasó irremediablemente, aplicándosele la pena capital pese a la levedad del delito. No hubo transferencia de datos a agentes occidentales ni tampoco colaboración directa; el problema del desdichado Teske fue haberlo intentando justo tres años después de que la Stasi quedara en evidencia con la fuga de Stiller.

 . De los restos del muro parten caminos digitales

Tal y como se ha expuesto el fenómeno, da la impresión de que las emisoras de números son cosa de los años de la Guerra Fría y, a lo sumo, de principios de los noventa, que su utilización ha quedado relegada a un recóndito segundo plano. Nada más lejos de la realidad. Con el desmantelamiento del bloque soviético no solo no han cesado en sus emisiones sino que se han visto incrementadas en la mayoría de las regiones. No existen pruebas suficientes como para afirmar la teoría que ronda los círculos diexistas sobre el espectacular aumento de la recepción de números coincidiendo con acontecimientos geopolíticos de gran calado tales como las dos Guerras del Golfo, las crisis en el este de Europa o las revueltas árabes, lo que no descarta que el riguroso análisis de cómo, cuándo y qué se transmite[4] siga ofreciéndonos cada vez más pistas sobre los ansiados detalles en torno al fenómeno. ¿Y a qué se debe este desmedido interés, con radioaficionados de toda latitud y longitud pegando la oreja durante horas a transmisiones cuya escucha continuada y atenta sacarían de quicio a cualquier ser humano con cierto afecto por su equilibrio mental, con foros y páginas llenando la web de información, con incluso toda una recopilación en 4cds[5] de las emisiones? No solo eso, el fenómeno también ha saltado a la cultura popular, donde grupos tan conocidos como Moby emplean sonidos de las estaciones como base de sus canciones, con otras formaciones de carácter más independiente o incluso radicalmente experimental remezclando y musicalizando las transmisiones (Porcupine Tree en Even Less, Wilco en Poor Places, Boards of Canada en su remix numérico Corsair, por citar tan solo a unos cuantos), donde tramas capitulares de series como Fringe giran en torno al efecto mentalmente nocivo de una misteriosa señal de radio inequívocamente numérica, con videojuegos convirtiendo la recepción de las señales en partes fundamentales de la acción… Actualmente incluso se ha descubierto la proliferación de las denominadas Number Relay Pages, web guestbook (libro de invitados) donde cualquier usuario de internet puede acceder a mensajes cifrados siguiendo el procedimiento del encriptado de libretas de un solo uso, así como redactar los suyos propios. Se desconoce si alguna de estas webs se utiliza para algo más que la comunicación entre aficionados a la criptología[6].

Sin lugar a dudas cualquier misterio con una base sólida despierta el interés inmediato de cualquier individuo que se tope casualmente con ello. Sin embargo, las emisoras de números se ven envueltas por el que quizás sea su mayor atractivo: la certeza de que la mano del hombre se encuentra tras ellas, obligándonos, si nos detenemos a pensar lo que en principio pudiera parecer irrelevante, a plantear ciertos interrogantes realmente curiosos, como la vida de las personas implicadas en el funcionamiento y mantenimiento de las emisoras, como el origen y pasado de las voces que una vez recitaron códigos hora tras hora, mortalmente aburridas en la sala de emisión de una recóndita base británica o una remodelada estación de radio de la era soviética, o quizás, quien sabe, como ha ocurrido en buena parte de los sectores de la industria, apenas queden genuinas tonalidades humanas, con los supervisores del sistema cuidando de máquinas programadas para emitir a una hora y en una frecuencia determinada, saturando el aire de los seis continentes[7] con los ecos robóticamente modulados de la Guerra Fría. 

 

II

DISCULPEN LAS MOLESTIAS

(Interferencias e Inhibiciones)

1967. Usted trata de conectar mediante su receptor de onda corta Sony con la transmisión internacional de BBC Worldwide. Para su desgracia, le ha tocado vivir en una zona del planeta bastante poco dada a no meterse en los asuntos de la vida cotidiana de sus ciudadanos, así que, una vez más, descubre que al poco de recibir la señal con total claridad esta sufre un corte repentino, quedando solapada por una marea de ruido y agudos silbidos de estática. “Otra vez con interferencias” se lamenta. Estrictamente hablando, ese corte instantáneo e inesperado de la transmisión es, en realidad, una intercepción. ¿Y cuál es la diferencia?

 ·El invitado indeseado: interferencias

Las interferencias son aquellas señales que, sin que exista intencionalidad de ningún tipo como motor de su propagación, bloquean o distorsionan una emisión en la misma frecuencia.  Tampoco debe confundirse con los fallos en la recepción de una señal. Durante la era de la televisión analógica los pueblos próximos a límites territoriales experimentaban con regularidad este tipo de incursiones procedentes de señales que, en teoría, no correspondían con la zona en la que se ubicaba el receptor. La onda corta no iba a ser menos, sobre todo teniendo en cuenta la amplitud de su espectro de sintonización. Sin ir más lejos, se han reportado casos de interferencia de las estaciones numéricas en los sistemas de comunicación de aviones comerciales mientras sobrevolaban la zona del Caribe, una de las áreas de mayor tráfico de datos en alta frecuencia. Pero son las emisiones tanto amateur como comerciales en SW las que se ven afectadas con mayor intensidad: de Radio Africa (4880 kHz) a la WYFR (una emisora religiosa) en Okeechobee, Florida  pasando por Radio Ucrania Internacional (9950 kHz) la lista de afectados por la indiscreción de las transmisiones de los servicios de inteligencia es bastante amplia. Una de las anécdotas más relevantes de las interferencias de estas emisoras la protagoniza una oyente andorrana de BBC Worldwide (7325 kHz), quien preocupada por la repentina invasión de la frecuencia por parte de una señora recitando números escribe una carta pidiendo información al programa Waveguide de la misma emisora, recibiendo contestación unos cuantos días después, cuando el presentador afirmó haber consultado en las oficinas centrales por tal tipo de intrusiones, ofreciendo como explicación que se trataba de  una simple voz de control de los marcadores de las pistas de nieve próximas a su casa. Lo que se le olvidó mencionar al locutor fue que la ocupación indebida de frecuencias activas, y más de frecuencias utilizadas por instituciones como la BBC, es un acto completamente ilegal que difícilmente llevaría a cabo el sistema de información de una estación de esquí y que resulta demasiado arriesgado como para no emplear cualquiera de las miles de frecuencias del espectro[8].

 Sin embargo, no todo son emisoras de números.

 Registrada desde 1982, la frecuencia situada en los 4625 kHz (AM) emite las 24 horas del día una media de 20-30 tonos por minuto, tonos que comenzaron como series de dos rápidos pitidos, transformándose a partir de 1990 en un solo tono corto reverberante que se acelera al final de cada hora hasta desvanecerse durante unos minutos, volviendo a aparecer al comienzo de la siguiente. Apodada The Buzzer por los diexistas, su nomenclatura técnica, UVB-76 viene dada por el primer mensaje conocido enviado desde esta señal, una interrupción que se produjo el 25 de diciembre de 1997 a las 21:58 UTC en la que una voz en ruso proporcionaba la siguiente información repetida varias veces:

 “Aquí UVB-76    18008   BROMAL   74279914”

Según la clasificación internacional de localización de señales, el código identificativo UVB-76 indicaría que la estación de emisión se halla en Ucrania, dato aparentemente erróneo ya que, según el rastreo efectuado a la señal (propiciado gracias a mantener una misma frecuencia de emisión), esta procedería de la región boscosa de Povarovo, a unos 50 kilómetros al Noroeste de Moscú, próxima a la población de Lozhki. A lo largo de 2010 un nuevo rastreo dio como resultado el desplazamiento de la señal a las inmediaciones de la ciudad de Pskov, a 20 kilómetros de la frontera con Estonia, cuya principal industria, curiosamente, gira en torno a JSC «AVAR», empresa dedicada a la construcción de sistemas eléctricos para vehículos de todo tipo.  Desde este supuesto reordenamiento militar del emplazamiento de la estación (coincidiendo con la reestructuración militar del estamento castrense en Rusia) las interrupciones en la señal para el envío de mensajes de voz encriptados se han hecho cada vez más prolíficas, a veces incluso de forma no intencionada, pudiendo captarse conversaciones accidentales entre los supuestos operadores de la estación, lo que da lugar a conjeturas en torno al origen del monótono zumbido y las salidas microfónicas dispuestas en la UVB-76.

Pero la cima de las interferencias verdaderamente invasivas la representa El Pájaro Carpintero Ruso, señal de radio soviética causante de auténticos estragos entre los radioyentes de la AM o incluso de usuarios de líneas telefónicas durante el periodo comprendido entre 1978 y 1989. Tal repercusión alcanzaron las constantes interrupciones del Pájaro carpintero que la Federal Communications Commission (FCC), el sistema regulador de las comunicaciones en Estados Unidos, inició a finales de los 80 una investigación sobre los efectos de la señal sobre los dispositivos estadounidenses, confirmando lo que la OTAN sabía desde hacía ya bastante tiempo: el Pájaro carpintero no era otra cosa que una gigantesca estructura situada a 30 kilómetros al Noreste de Chernóbil, un radar sobre el horizonte parte de los dispositivos de detección de lanzamientos nucleares diseñado por la URSS desde principios de los 70 conocidos como Duga. En este caso, Duga-3, servicio inoperativo desde 1989, sin acuerdo de mantenimiento por parte ni de Ucrania ni de Rusia, perdido en mitad de la zona de exclusión trazada desde el incidente de la planta nuclear de Chernóbil.

 

· La mano en la boca de las ondas: inhibiciones

La historia del Pájaro carpintero posee un aspecto que nos conduce directamente al segundo gran grupo de emisiones “que no deberían estar ahí”. Con la exasperante e insistente interferencia de la señal del Duga-3, numerosos radioescuchas decidieron pasar al ataque intentando anular la señal procedente de Ucrania, sin que se conozcan victorias dignas de mención. A este tipo de acciones ofensivas se las conoce como jamming, la distorsión intencionada de una señal concreta emitida en una determinada frecuencia. Por supuesto, la revancha de los diexistas contra el Pájaro carpintero es la demostración local de una actividad ejercida a nivel global por atacantes con más recursos desde los primeros años de la radiotransmisión.

Las invisibles guerras de las ondas se caracterizan especialmente por su increíble naturaleza ofensiva: si tratas de silenciar mi emisión me moveré a otra frecuencia mientras trato de interceptar tus retransmisiones propagandísticas. El desarrollo de tecnologías defensivas contra la intercepción de señales es poco menos que inexistente. Durante la crisis chipriota de finales de los 50 Inglaterra mantuvo un constante ataque de intercepción contra las estaciones griegas, así como el país heleno contra las retransmisiones inglesas procedentes de la propia isla. No fue la única guerra de intercepción protagonizada por la corona británica durante la Guerra Fría; al margen de los grandes enemigos comunistas (o con aspiración a dejarse influir por doctrinas marxistas, leninistas, stalinistas o maoístas), Rhodesia dejó bien claro que no hay enemigo pequeño, convirtiendo a Ian Smith, Primer Ministro de la minoría blanca del país, en objetivo de las baterías de distorsiones radiofónicas.

Por supuesto, en cuestión de neutralización, la URSS no iba a quedarse atrás.

Contando con divisiones tan específicas como el Departamento Especial de Interferencias[9] perteneciente al Ministerio de Comunicaciones Soviético, el imperio soviético empleó aproximadamente entre 2.500 y 3.000 demoduladores de diferente potencia, reclutando para ello a más de 5.000 trabajadores directos. Debido a las inabarcables dimensiones del territorio gestionado por la URSS no puede trazarse una línea homogénea de actuación con respecto a las interferencias. Tan solo a nivel local se tomaron tan inesperadas medidas como los ceses de demodulaciones e intervenciones de las ondas en países como Rumanía o Hungría en años de máxima tensión como fueron 1963 y 1964, demostrándose que la logística de intercepción no podía actuar como un arma total. Principalmente debido a dos factores elementales; por un lado el número de emisiones enemigas, demasiado cuantiosas como para hacerles frente a todas y cada una de ellas[10] y por otro las inevitables limitaciones técnicas, tanto en los sistemas electrónicos como en las enormes cantidades de electricidad requeridas por las estaciones. Así pues, la guerra de inhibición de emisiones mantuvo dos planos bien diferenciados:

· Las intercepciones permanentes, fundamentalmente Radio Liberty y Radio Free Europe, financiadas por la CIA con el objetivo de difundir propaganda al bloque soviético[11].

·Las intercepciones selectivas orientadas a aquellas emisoras cuyas transmisiones en cualquiera de los idiomas eslavos suponían una amenaza más que notable pero que, por alguna de las razones citadas, no fueron interceptadas durante el periodo que transcurre del 19 de junio de 1963 al 19 de agosto de 1968, reiniciándose tras la invasión soviética de Checoslovaquia en la primavera de este último año y cesando a lo largo de 1987 y 1988. Este selecto grupo de extrañas emisoras temporalmente indultadas lo componen la Voz de América, la BBC, la Deutsche Welle, Kol Israel, Radio Vaticana y Radio Tirana. En estos dos últimos casos resulta significativo como las transmisiones en lituano de la emisora vaticana ya comenzaron a ser interceptada desde 1940 tras la invasión de Lituania, mientras que el afán soviético por neutralizar los mensajes procedentes de Albania obedecía más a conflictos con el ideario maoísta ya que como es bien conocido, el régimen albanés se convirtió en firme aliado de la dictadura de la República Popular de China.

 En cuanto al funcionamiento de las instalaciones de intercepción, Rimantas Pleikys, miembro del Parlamento Lituano, miembro del Comité Nacional de Seguridad y ex-ministro de Comunicaciones e Informática, detalla en su libro dedicado a las interferencias Jamming (Sigitas Zilionis Publications, 1998) cómo las diferentes estaciones recibían instrucciones o bien directamente de la KGB o se gestionaban en un nivel más local mediante la dirección de los diferentes Ministros de Comunicaciones de los estados satélite. En lo relativo a los métodos de intercepción se dio rienda suelta a toda una flora y fauna acústica que haría las delicias de los amantes de la neo-vanguardia musical experimental más estrambótica: de histéricos tonos en código Morse a la emisión de audios en los que se mezclaban numerosas voces en diferentes tonos y timbres hablando todas a la vez, así como difusiones de Mayak, un programa de 24 horas de música y noticias soviético. Por lo tanto, no solo se trataba de la anulación; la guerra psicológica también entraba en juego, lanzando a las ondas insoportables y desconcertantes proyectiles de sonido distorsionado y propaganda a todo volumen[12].

Todo lo hasta ahora expuesto sobre la naturaleza intrínseca de la guerra invisible de transmisiones no es tan solo el pertinente prefacio a la presentación de las actuales ofensivas de intercepción de señales; de hecho, los métodos y las circunstancias actuales, pese a verse claramente reducidas a un puñado de naciones, son idénticos en su gran mayoría a los de la época de la Guerra Fría. Exceptuando los ataques a satélites de comunicaciones, las contiendas de radiofonía en onda corta siguen librándose en pleno siglo XXI, sustituyendo costosos centros de intercepción por los más eficaces satélites orbitales, como el Sat 6B, destinado a neutralizar las emisiones en cantonés, mandarín, tibetano y uigur de la Voz de América, BBC Worldwide, Radio Free Asia, la Voz del Tibet o Sound of Hope[13] . Y así se suceden las batallas entre Corea del Norte y Corea del Sur, Turquía y el Kurdistán, Cuba y Estados Unidos, Myanmar y el resto del mundo, luchando por controlar y aplacar lo que en plena era digital sigue subsistiendo como instrumento de disidencia, la válvula de escape del siglo XX, el etéreo e infalible universo de la onda corta.


[1] Posiblemente esta sea una de las más sólidas pruebas no solo de la vinculación entre las emisoras y los servicios de inteligencia  sino también de cierto indicio que las conecta con la posibilidad de emplear infraestructuras de emisión comercial como soporte para las transmisiones. Simon Mason (cuya caótica página web http://www.simonmason.karoo.net/ recopila todo lo habido y por haber sobre el tema, además de un notable archivo gráfico sobre su pasión ciclista, su afición a las saunas de construcción casera y demás miscelánea) es una de las pocas autoridades reconocidas por la comunidad de diexistas estudiosos de las emisoras. Entre sus logros destaca la breve investigación en torno a la frecuencia emplazada en los 6840 kHz, catalogada como estación oficial de la BBC en las guías profesionales para radioaficionados de onda corta. Además, la BBC empleaba para esta sintonía el modelo ISB (Independent SideBand), lo que en principio debería mantener la emisión libre de cualquier interferencia involuntaria de una estación numérica. Sin embargo, estas se producían, sobre todo durante la Guerra del Golfo en 1991. Debido a las relativamente constantes irrupciones de los recitadores de dígitos, Mason escribe una carta a la BBC preguntando por si han recibido quejas de otros oyentes o incluso si la propia compañía ha detectado las interferencias. La respuesta, según Mason, fue la siguiente: “Agradecemos su preocupación sobre nuestro Servicio de Transmisiones Mundial. La banda 6840 kHz fue un modulador empleado para la transmisión de programas antes de poner en funcionamiento el sistema de satélites. No se encuentra en funcionamiento desde hace algunos años por lo que no hemos registrado ningún problema”. No cabe duda de que la respuesta era, cuanto menos, desconcertante. ¿La BBC negaba la actividad en la banda de 6840 kHz aún cuando claramente se encontraba en el aire? Quizás cabría pensar que directamente no eliminaron la transmisión. Como ocurre en otros muchos sitios, la BBC podría haber simplemente sufrido un caso más de desinterés y lo que técnicamente debería estar inoperativo continuaba funcionando a plena potencia. Sin embargo, aún queda la cuestión de las continuas interferencias, de la apropiación de una banda ISB empleada por el ente público británico para transmitir estos códigos. ¿Se trata acaso de más dejadez en cuanto a la preocupación institucional por la calidad de sus emisiones o es que simplemente este arrebato de ignorancia aduce a otros motivos? Una hipótesis barajada por los diexistas apunta al hecho de que, al tratarse de sistemas adscritos a los servicios de inteligencia, se aprovechasen los recursos ya establecidos de radiofonía ligados al estado, como las emisoras públicas. Esto también ayudaría a explicar, en parte, por qué en muchas de las transmisiones puede oírse de fondo una segunda transmisión de tono y ritmo propios de la radio convencional, siempre en el mismo idioma en el que emite la estación de números.

[2] Lo cual levanta cierta sospecha en torno a la intencionalidad de sacar a relucir ahora esos datos. Quizás el asesinato en suelo británico de un ex-espía ruso que creyó que en Gran Bretaña estaría a salvo de las represalias de la oscura oligarquía militar y política putinesca no dejó en muy buen lugar ni al Mi5 ni al Mi6 y lo mejor era transmitir a la población que, pese a todo, los agentes enemigos estaban bien vigilados. 

[3] Tabla correspondiente al T/W Zbyszek para octubre de 1974.

[4] Lógicamente en lo tocante a los códigos empleados ya que mucho me temo que ninguno de ellos acabe con una libreta de un solo uso entre las manos. Hay más probabilidades de que le toque a uno la lotería que de descifrar el encriptado de las emisoras de números sin los instrumentos necesarios.

[5] The Conet Project, una verdadera maravilla donde además de los registros sonoros de las emisoras de números también se aporta una relación de las estaciones con información sobre la nación que se supone o se conoce con certeza que las opera, sus frecuencias conocidas, su código idiomático y sus peculiaridades.

[6] Teniendo en cuenta que pueden este tipo de webs pueden diseñarse hasta por el internauta más torpe, es poco probable que ninguna agencia de inteligencia vaya difundiendo sus NRP por ahí. Aunque también cabe la posibilidad de que usar una página creada por un inocente usuario civil sea mejor tapadera que la ocultación

[7] Puede que en la Antártida también les llegue de vez en cuando alguna que otra emisión.

[8]  A este respecto cabe señalar que emisoras como All India Radio, la emisora nacional por excelencia de la India, no ha tenido problema alguno en informar a quienes se interesaban por las interferencias en su señal producidas por  la estación de números conocida como E22 que, efectivamente, los códigos numéricos se retransmitían propiamente desde las instalaciones de All India Radio y que no consistían en otra cosa que en pruebas de control de sus propias emisiones en onda corta. Aunque en este caso no se producía ningún solapamiento, con lo cual no puede catalogarse dentro de las apropiaciones indebidas de frecuencia.

[9] También conocido como Sección Krestyaninova, bautizada en honor a su directora, Natalya Krestyaninova.

[10] Si contamos tan solo el número de lenguas eslavas habladas tras el telón de acero, junto con los idiomas oficiales de la Europa occidental y estimamos un mínimo de tres idiomas distintos para cada estación orientada a la URSS procedente del bloque capitalista, la lista de frecuencias a suprimir se vuelve una tarea ciertamente estresante para los sufridos funcionarios del régimen encargados de bloquearlas. Sin contar el estrés de ser denunciado, de las purgas estalinistas, de cometer un fiasco tan grande que provoque la ira de tus superiores y acabes cultivando la tierra en Siberia…

[11] Radio Liberty emitía desde la playa de Pals, provincia de Gerona, gracias a lo favorable de la orografía y las ventajas de emisión que la ubicación facilitaba.

[12] Algunas concreciones: para las emisiones de Radio Free Europe en polaco se empleó hasta la década de los 80 un persistente hilo musical conocido como “Polish Polka”, música tradicional polaca como vía de saturación; en los 80 la afición por el folclore polaco dio paso a una amalgama de voces en ruso superpuestas. Al parecer este método no era todo lo efectivo que podía desearse, así que para intercepciones de mayor nivel, como las de Radio Liberty, se empleaba el siempre eficaz ruido blanco.

[13] No estrictamente orientada a atacar el régimen chino, Sound of Hope fue fundada en 2003 por inmigrantes chinos residentes en Estados Unidos con la intención de difundir a nivel global una programación orientada sobre todo a los temas relativos a la cultura asiática. Por ello también forma parte de la lista de objetivos prioritarios en los sistemas de intercepción norcoreanos.