Septiembre es un mes de nuevos inicios y oportunidades de última hora que hay que aprovechar. La Revolución rusa no iba a ser menos y en el mes de septiembre la contrarrevolución jugó una de sus últimas bazas: un golpe de Estado militar protagonizado por el general Laur Kornílov, que se lanzó tanto contra el Gobierno Provisional como contra el Soviet. Las esperanzas de los conservadores y de algunos revolucionarios oportunistas y chaqueteros se encarnaron en la figura de un perilludo general de origen cosaco.

EL PAISANO DE YUL BRYNNER

Para 1917 Kornílov era un personaje bien conocido en Rusia y uno de los pocos generales que mantenían su prestigio más o menos intacto a pesar de la ristra de derrotas y la mala situación militar.

Su peculiaridad, como dijimos en artículos anteriores, es que no era un ruso eslavo, sino una mezcla de cosaco y buriato[1] (por parte de mamá). Esto último le hacía ser paisano de, entre otros, el calvo actor Yul Brynner, miembro del Star System hollywoodiense, así como tener relaciones estrechas con los pueblos del  centro de Asia, que usaría en provecho propio.

Como su padre era oficial del Ejército, se le permitió el acceso a una escuela militar, aún a pesar de ser un plebeyo apestoso (y encima medio mongol) a ojos de los estirados junkers[2] procedentes de respetables familias eslavas.

Los años de duro trabajo tuvieron pronto fruto  y fue destinado a una unidad en el siempre exótico (y a veces erótico) Turkestán. En tan cálido destino aprovechó para aprender varios idiomas de la región y familiarizarse con las culturas locales, con el sano propósito de servir a los intereses del espionaje ruso. Con el tiempo se convirtió en uno de los mayores expertos del Ejército en asuntos del Asia Centro-Oriental.

Tras estas experiencias y la derrota en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-1905, sus conocimientos le valieron ser parte de la misión diplomática rusa en la turbulenta China del “último emperador”.

LA GRAN GUERRA: SU PUERTA GRANDE

Laur, que no daba puntada sin hilo, supo aprovechar el estallido de la Gran Guerra para darse autobombo y promocionarse a costa de la sangre de sus propios soldados.

Su táctica para ello era sencilla: desobedecer de modo continuo las órdenes de los generales más antiguos y superiores a él en el mando, protagonizando ataques (o defensas) suicidas como los ocurridos en los Cárpatos y en Przemysl, donde fue capturado malherido por sus rivales austrohúngaros.

Los alemanes arrebataron su prisionero a los austriacos y lo internaron en uno de sus campos de presos de Europa Oriental en el que se mantenía bajo custodia a oficiales enemigos.

Tan dado como era a desobedecer órdenes, salvo las propias, y a arriesgar la vida, no tardó en fugarse del campo donde se encontraba recluido, como un miembro cualquiera del Equipo A.

A pie y en medio de una zona en guerra se las arregló para volver a Rusia, hecho que fue aireado a toda pastilla por la prensa rusa y que le dio un gran prestigio entre el populacho ruso y las clases acomodadas. De la noche al día los rusos, a pesar de las continuas derrotas, se habían fabricado un héroe. El bueno de Kornílov fue premiado con un nuevo mando a su medida: el 25 Cuerpo de Ejército, formado por reclutas procedentes del Turkestán.

El hecho de saber hablar sus variopintos idiomas le dio una gran popularidad entre sus hombres, cosa que el bueno de Laur supo aprovechar, al igual que su condición de héroe que encarnaba la autoridad del Ejército y a las personas “de orden” de toda Rusia.

A su vez lo conservadores encontraron una figura de prestigio en quien apoyarse en los difíciles momentos que estaban por llegar.

ESA REVOLUCIÓN DE LA QUE TANTO HEMOS OÍDO HABLAR

Finalmente llegó a Rusia en febrero de 1917 y Kornílov fue uno de los militares beneficiados por la misma, pues el Gobierno Provisional, haciendo bueno el lema que reza “la Revolución es Orden” le entregó el mando del Distrito Militar de la capital, Petrogrado.

De esta manera intentaban tranquilizar a los aliados de Rusia y a las capas acomodadas de la sociedad local. Al mismo tiempo ganaban un poderoso recurso para mantener bajo control a las masas obreras, ansiosas de marxismo: Kornílov era bien conocido por su afición a fusilar a todo bicho viviente que osase oponerse a sus medidas.

Sin embargo los roces entre el Gobierno Provisional y el simpático cosaco no se hicieron esperar. El general no alcanzaba a entender que estaba subordinado al poder civil y pretendía, de un modo un tanto iluso, conducirse entre civiles como si estuviese en la línea del frente.

De hecho no dudó en  ordenar disparar contra los manifestantes a lo largo de toda la primavera de 1917, lo que le granjeó las simpatías de los conservadores y una fama de carnicero asesino entre las capas populares.

Todo esto le condujo a presentar la dimisión ante el Gobierno, que la aceptó a pesar del apoyo del Ministro de Guerra y de otros ministros más conservadores

Aun así, su vitola de héroe nacional y las presiones al Gobierno, escaso de oficiales prestigiosos que le fuesen adictos, le procuraron un puesto de mando en el frente de cara a la Ofensiva Kerenski, preparada para el mes de Julio. Incluso se promovió la creación de una unidad de voluntarios llamada pomposamente “Destacamento de Choque Kornílov”[3].

Con estos mimbres partió al frente del sur de Rusia, en franca oposición al Gobierno y al Soviet, a los que acusó siempre de permitir la indisciplina en el Ejército y de ser proclives a la anarquía.

Una vez en el frente, se dedicó a lo que mejor sabía: ataques suicidas que le proporcionaron importantes réditos en cuanto a popularidad y la implantación de una férrea disciplina.

Esto último impresionó sobremanera al Comisario Político[4] adscrito a su unidad, Boris Savinkov (miembro del partido de Kerenski), que desde entonces iba a suponer un apoyo a las ambiciones del general.

JEFE JEFAZO

Kerenski, que no era tonto, se hizo eco del clamor conservador tras los disturbios de julio de 1917. Nombró a Kornílov jefe supremo del ejército, toda vez que otros generales prestigiosos habían renunciado (o fracasado) ante tal enorme tarea, entre ellos los ya citados Alexeiev y Brusilov.

Como la política no era lo suyo y hablar en público, menos, sería el oportunista Savinkov el encargado de hacer todos los comunicados y declaraciones que Kornílov debía hacer debido a su nuevo cargo.

Su primera tarea, como no, fue restaurar la disciplina mediante una serie de medidas draconianas que presentó ante el Gobierno Provisional (no así ante el Soviet, que directamente, le repugnaba).

Dichas medidas fueron las siguientes:

-Regreso de la pena capital en el frente (faltaría más)

-Recuperación de poder para los oficiales y reducción del de los Comisarios

-Eliminación de los soviets de soldados en el frente (no vaya a ser que voten no morir en campaña)

-Fusilamiento de los que agiten a los soldados con consignas revolucionarias

-Censura de los periódicos distribuidos a los soldados

-Eliminación de todas las unidades partidarias de la Revolución

QUE SE LIA

El Soviet no tardó en protestar, al verse postergado y ninguneado, mientras que Kornílov pretendía, en su mundo fantasioso, acaparar todo el poder y convertirse en Dictador, toda vez que, como ya hemos dicho, no concebía estar subordinado a un gobierno de civiles.

Por su parte Kerenski tenía la mosca detrás de la oreja, pues sospechaba que Kornílov pretendía acaparar todo el poder y desplazarle a él, que había sido el vencedor tras los problemas de Julio. Dispuesto a resistir a toda costa en el poder, se preparó para el enfrentamiento con el general y los conservadores que le apoyaban.

En las tensas negociaciones que tuvieron lugar iba a ser clave un viejo conocido de la Revolución, que se postuló como emisario entre Kerenski y el ambicioso general cosaco. Hablamos, como no podía ser de otro modo del equívoco príncipe Lvov, que apartado por Kerenski del poder, no dudó en buscar notoriedad colaborando “desinteresadamente” por el bien de Rusia.

Lo cierto y verdad es que en él descansa gran parte de la responsabilidad de los hechos de septiembre en Petrogrado: como cualquier adolescente (o adolescenta) chismoso en cualquier instituto, se dedicó a tergiversar los mensajes que uno y otro se enviaban, dando a entender medias verdades que resultaron perjudiciales para todos los implicados.

De resultas de su intervención Kornílov llegó a la conclusión, secundado por su fiel Savinkov, de que Kerenski le iba a entregar el poder.

Éste por su parte, no lo hizo, sino que declaró al irascible general fuera de la Ley. Esto provocó que Kornílov se lanzase al Golpe de Estado como única salida viable para su orgullo herido y para los conservadores que le apoyaban, algunos de ellos, como Savinkov, miembros del Partido Social Revolucionario[5].

Su mensaje, propio de alguien con una mentalidad política primitiva, fue el nacionalismo: había que liberar a la Santa Rusia de Lenin y los espías alemanes que colaboraban con él y recuperar el territorio ruso perdido.

Los conservadores se lanzaron a las calles, junto con las tropas adictas a Kornílov, entre las que destacaba su famosa “División Salvaje” compuesta por tribus guerreras de toda Rusia, desde chechenos hasta turcomanos.

Para contrarrestarlos Kerenski tuvo que echar mano de todos los efectivos que pudo encontrar a su disposición: obreros, estudiantes, unidades adictas al gobierno y otras enviadas por el Soviet[6]. De entre ellas destacaba la recién creada Guardia Roja, formada por bolcheviques armados.[7]

Tras una tensa espera y algunos choques armados, las fuerzas facciosas fueron reducidas y los partidarios de Kerenski lograron detener finalmente a Kornílov, cuyo golpe de Estado fracasó, siendo internado en una prisión militar.

EL RESULTADO DE LOS EXÁMENES

Fue el de siempre: Kerenski no solo mantuvo el poder, sino que lo acrecentó. Para acabar con el anhelo de los conservadores más recalcitrantes convirtió a Rusia en una República y mantuvo sus compromisos internacionales (es decir, que no sacó a Rusia de la Gran Guerra).

Kornílov fue un fiasco y acabó en la cárcel, aunque su prestigio quedó intacto. No tardaría en fugarse aprovechando los disturbios de Octubre y acabó organizando un Ejército de Voluntarios[8] en el Sur de Rusia.

El destino le alcanzaría en forma de obús. Cayó en la cabaña que le servía de puesto de mando, pulverizando su cuerpo al mismo tiempo que sus ambiciones.

Aún quedaba el capítulo de octubre.

Ricardo Rodríguez

[1] Pueblo mongol de Asia Central

[2] Cadetes de las Academias Militares

[3] Formado por voluntarios rusos y checoslovacos, su misión era encabezar los ataques dando ejemplo al resto de soldados

[4] Los Comisarios Políticos, invento de la Revolución Francesa, velaban por la fidelidad de los mandos militares y el adoctrinamiento de la tropa para el nuevo régimen. Fueron figuras poderosas en el Ejército Rojo y jugaron también un papel importante en la Guerra Civil Española

[5] Ver el primer artículo de esta serie

[6] Como los omnipresentes marinos de Kronstadt

[7] Decidieron crearla como “respuesta” a los enfrentamientos callejeros entre los diferentes partidos y facciones partidarios o no de la Revolución.

[8] Fue uno de los principales “Ejércitos Blancos” que se enfrentaron al Ejército Rojo en la Guerra Civil Rusa