María Montessori (1870-1952) fue una científica brillante cuya huella sigue más vigente que nunca. Ella generó el que se conoce como “Método Montessori”. Aquí, en España no es una corriente muy conocida, sin embargo, en países como México es uno de los métodos (entre otros) más populares de enseñanza escogidos por la clase acomodada para educar a su hijos. Tuve la suerte de viajar a México y conocer una de estas escuelas, situada en Cuernavaca, en el Estado de Morelos, muy cerca de D.F.
Mi visita y el trabajo de María Montessori me vinieron al recuerdo cuando, el otro día vi en televisión un programa concurso en el que se presentaban personas que dicen poseer habilidades excepcionales. Los concursantes presentan estas ventajas con las que cuentan para así poder alcanzar el triunfo del concurso. Puede ver cómo todos en el plató suspiraban y se quitaban la baba cuando un niño de unos 4 años era capaz de saber a qué país correspondían las banderas que le iban presentando. Todo era ternura y compasión. Este niño hizo morder el polvo a adultos con extraordinarias habilidades y que además habían tenido el cuajo de ir a ese programa so pena de poder fallar y enfrentarse al fracaso ante toda España (al menos, la parte que vea dicho programa).
Puede que resulte ser cáustica y contestataria, lo sé, pero me inquieté y hasta me indigné ante tanto asombro y tanto desconocimiento (entre todo el que abunda) de las capacidades humanas y de los avances en pedagogía, que tienen ya más de un siglo de existencia. Los niños de la escuela Montessori, con tres y cuatro años no sólo son capaces de realizar TODOS los días, y TODOS los niños, lo que en el programa televisivo se presentaba como algo sólo realizable por un Einstein o un Newton. Todos adorando algo que podría ser algo natural en todos nosotros. La diferencia es la educación. Y no sólo a este nivel, ya me refiero a la educación en nuestra sociedad.
Creo que es importante conocer el potencial del ser humano, aunque sea en la vertiente más intelectual. Lo bueno, es que la Escuela Montessori, no sólo potencia las capacidades del intelecto, sino que conmina al niño a ser responsable de sus propios utensilios de comida y de su higiene personal ya a tierna edad, a creer en sí mismos y a respetar a los demás, pero bajo el prisma del juego y siempre con profesores cariñosos. Les enseñan a reconocer sonidos de modo que a la temprana edad de 3 años ya son capaces de seguir dictados musicales, que una servidora y otros muchos compañeros no pudimos llegar a realizar hasta los 10 (habiendo comenzado la educación musical a los 8).
Lo más interesante, bajo mi punto de vista, es que este y otros métodos, surgieron de la necesidad de ayudar a niños con problemas de aprendizaje o deficiencias mentales. Gracias a personas como María Montessori y a los niños con impedimentos para seguir la pauta social más usual, surgió no sólo una herramienta que ayudara a los niños más necesitados, sino que mejoró y mejora la vida de muchos otros niños que bajo el apelativo de normales, sacan mayor provecho de su capacidad. Y estos niños, claro está, serán adultos. Adultos con no sólo sus capacidades intelectuales “aumentadas”, sino que se les ha inculcado desde su más tierna infancia a convivir con los demás y a creer en sus propias posibilidades. Por eso, creo que el legado de Montessori es un patrimonio de todos.
María Montessori fue una pionera en el campo de la salud, de la igualdad de oportunidades, y nos rescató de la nada este método que cambia vidas a diario. Además, María tuvo que realizar toda su labor en los años donde ser mujer y médico y pionera era, si cabe, aún más difícil que ahora. Si ella y otros pudieron, ¿nos vamos a rendir ahora porque unas personas cuya ley es el dinero (pan para hoy y hambre para mañana) hacen que miles de profesores se vayan a la calle, y miles de niños se hacinen, a menudo, en decrépitas aulas? Me parece que no. En peores patios hemos correteado.
Me planteo si en estos tiempos tan convulsos, donde la educación parece estar denostada, donde según nuestros queridos políticos (son varios), sobran científicos, historiadores, o licenciados en general; no sería ahora cuando más al descubierto queda la necesidad de cuidar y mejorar nuestra educación. Siempre. A todos los niveles. Para formar personas consecuentes, responsables, con conocimientos que potencien y consoliden sus pasos, pensamientos y dignidad para con ellos mismos y para con quienes les rodean.
Un mundo mejor, o simplemente un mundo, sólo es posible si atesoramos nuestra educación y los métodos para perpetuar este pilar fundamental de cualquier sociedad. Preservar y mejorar la educación de nuestro país es una tarea necesaria para todos los que queramos vivir en una sociedad respetuosa y duradera.
Estibaliz Etxebarria
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