Searching for Sugar Man escrita y dirigida por Malik Bendjelloul. (2012) 

Según cierta norma no escrita, no hay nada como tiempos oscuros para asistir a las mayores oleadas de cinismo en la cultura, en su vecino de enfrente y en uno mismo. Recientemente uno de los mayores azotes verbales conocidos a este lado del atlántico (y también al otro), Ricky Gervais, ha estrenado lo que asegura que es su paso hacia una ficción lejos del “velo de la ironía”, Derek, la nueva serie de la cadena británica Channel4. No obstante, el capítulo piloto se las arregla por sí solo para transmitir la desorientación de Gervais en un campo en el que no parece orientarse demasiado bien. Sorprende que quién ya demostró con creces haber apartado de golpe el sentido general del humor irónico con The Office afirme buscar nuevos caminos menos sardónicos, especialmente después de haber parido personajes confundidos, abrumados y, para fortuna de la comedia, tan ensimismados en una estupidez de dimensiones inconcebibles como precisamente humanos gracias a todo lo anterior, muy al contrario de los androides de respuestas mordaces maquinalmente disparadas de buena parte de las sitcoms ¿occidentales? ¿occidentales con influencia norteamericana? Igualar los logros de The Office viene siendo la carga comparativa con la que Gervais ha afrontado la creación del resto de sus series, con mayor o menor éxito, pero quizás nunca alcanzando el nivel de honestidad y fascinante caos humano como en David Brent. De ahí que la simplificación radical de argumentos y personajes en Derek  (prácticamente palpable como si asistiéramos al mismísimo momento organizador en la mente el que Gervais decide qué representará cada cual), resulte en cierto modo fallida. Se supone que esta crítica trata sobre Searching for Sugar Man y bien pudiera ser cierto si no fuera porque de vez en cuando uno tiene la suerte de ir descubriendo esa clase de películas que tratan de algo más de lo que propone el tráiler, la sinopsis o la sesuda valoración de la crítica especializada. La película de Malik Bendjelloul mira frente por frente a Gervais, a los Oscars y al sentido actual del cinismo, por citar tan solo tres frentes.

Después de todo, ¿qué connotaciones tiene Searching for Sugar Man alzándose como ganadora del Oscar a Mejor Documental? Para quienes recelan (con razón) del juicio de la Academia (de cualquiera), basta con apelar a una buena dosis de cinismo para desconfiar en una película premiada por los mismos tipos que premian la clase de películas por lo general admitidas en la carrera mercadotécnica hollywoodiense de todos los febreros. Para otros, ver la estatuilla sobreimpresionada en el cartel será aliciente suficiente como para comprar la entrada. Y pueden estar seguros de que ambos están equivocados y llevan razón al mismo tiempo. También de eso trata Searching for Sugar Man, la historia de Rodríguez, un Bob Dylan que jamás ascendió ni el primer escalón del camino que pudiera conducirlo a la clase de fama que permite a los críticos y reseñistas emplear expresiones como “un Bob Dylan”, olvidado en su tierra natal, Estados Unidos, pero, y he aquí una de las intrigantes premisas de la película, éxito rotundo en la Sudáfrica del Apartheid. ¿Qué clase de historia alucinante y rocambolesca se esconde detrás de un cantautor descubierto entre los humos del tabaco fumado en los garitos más recónditos del Detroit de principios de los setenta? ¿Era cierto que se inmoló o se voló la tapa de los sesos en el escenario poco tiempo después, angustiado por una vida de desprecio hacia su música? Pero sobre todo, ¿es posible tal acumulación de tragedia al más puro estilo moderno sin ser ficción? Piensen por un momento en la clase de broma macabra implícita en el hecho de no solo ser un artista talentoso al que el más estricto sentido de supervivencia cortó las alas, sino además en pasar a mejor vida ignorando el apabullante éxito en un país donde tus dos discos se colocan como referencia indispensable entre el Abbey Road y el Bridge Over Troubled Water. Parece demasiado cruel para ser cierto. Y de no ser por el documental de Bendjelloul pocos más conocerían mucho más de esta historia extraña, el relato de la investigación de dos fans absorbidos por los puntos oscuros de un hombre sin pasado conocido y con final trazado al estilo de los mejores mártires rockeros contemporáneos. Para más inri, el colmo de la paradoja más negra sobreviene durante el primer cuarto de película, con uno de los productores del cantautor reproduciendo la canción en la que Rodríguez vaticina su futuro más inmediato. A fin de cuentas, esa era la estela brillante de su música, las letras descarnadas, dolidas, a rebosar de miseria y, una vez más, cinismo. Entonces, ¿qué tiene de especial Searching for Sugar Man? ¿Acaso no es otro título a colocar en negrita en cualquiera de los compendios de rockumentaries? Ciertamente, no. Ciertamente merece la pena dejarse cautivar por la misteriosa primera mitad de la película, la mitad que deleitará tanto a los amantes de las historias con claroscuros como a los profetas de la desdicha humana. No voy a negarles su derecho a recelar de cualquier historia luminosa nacida de las letras de un auténtico cantautor de la desgracia, pero si quieren saber por qué el relato de la vida de Sixto Rodríguez es un verdadero golpe al descreimiento, al embalsamiento habitualmente falaz de la tragedia y, sobre todo, al cinismo más contemporáneo y facilón, quédense hasta el final.

Isaac Reyes