El periodo que algunos historiadores denominan “de la Revolución Atlántica”, para referirse a los procesos revolucionarios acaecidos entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, es clave para entender el mundo actual en que vivimos. Con sus luces y sus sombras (hoy toca sombra, por supuesto).

La historiografía, proclive a la democracia liberal y capitalista loa a esta etapa y la lleva a los altares en loor de santidad.

Sin embargo, numerosos especialistas que se han aproximado a estos fenómenos (Palmer, Godechot, por citar a los más conocidos), coinciden en señalar que el proceso más que una revolución social buscaba simplemente un trasvase del poder político.

Los burgueses ricos querían el poder porque mantenían a los Estados con sus impuestos. Lo de Libertad, Igualdad y Fraternidad, ellos lo interpretaban de una forma diferente a como hoy se sugiere:

Libertad: económica, claro. Para enriquecerse, a ellos que hubiese gobiernos más o menos autoritarios les daba igual, siempre y cuando participasen de él (como en el caso del Imperio Napoleónico)

Igualdad: referida a que los estamentos privilegiados, clero y nobles, pagasen impuestos igual que ellos. El populacho o “chusma” quedaba excluido.

Fraternidad: había que poner una tercera palabra para que el eslogan quedase bien y al abrir el diccionario salió esta.

El ejemplo de la Revolución Americana y de la Revolución Francesa se contagió a otras zonas del mundo, en especial, hacia las colonias americanas que poseían las potencias europeas. En poco tiempo iban a plantear sus independencias de las metrópolis, haciendo suyos los principios de los revolucionarios burgueses.

Uno de estos países iba a atraer la atención y, al mismo tiempo, la repulsión de los revolucionarios liberales: Haití.

Haití, donde la revolución y la libertad iba a ser buscada, a los ojos de los civilizados burgueses blancos por una turba de esclavos, negros para más inri, de tal manera que historiadores como Lynch señalan que en la época, se tomó a la Revolución Haitiana como ejemplo de lo que no se debía permitir: que la “chusma” llegase al poder. Libertad sí, pero sólo para los ricos blancos. Faltaría más.

Protagonista de estos hechos iba a ser una figura hoy olvidada en los manuales de historia elaborados por aquellos que defienden la interculturalidad y esas cosas y que murió en un oscuro castillo francés. Les presento a Toussaint Louverture.

TOUSSAINT LOUVERTURE Y LA REVOLUCIÓN HAITIANA

Toussaint Louverture había nacido como esclavo en una plantación de la colonia de Sainte Domingue, nombre que los franceses daban a la parte de La Española que estaba bajo su control.

Su padre, capturado como esclavo en África, procedía del actual Benín, en el Golfo de Guinea, principal zona de saca de esclavos de lo que se llamaría más tarde el “Comercio Triangular”[1].

Como muchos otros esclavos domésticos y pese a lo que digan los sensacionalistas, Toussaint no llevó una vida mala, en comparación con los esclavos empleados en tareas agrícolas. Él, por el contrario, recibió instrucción y aprendió a leer y escribir en francés, ocupando el cargo de chófer de su dueño.

Con el paso del tiempo, alcanzó incluso la manumisión y junto a su mujer, una libre con la que se había casado siendo esclavo, se convirtió en un pequeño propietario agrícola. Poseía una pequeña plantación de café, trabajada, como no, por esclavos, esta vez de su propiedad, cosa que no le daba ningún tipo de repraro moral.

El “bombazo” iba a llegar cuando llegaron a la isla las noticias del triunfo de la Revolución en la metrópoli, que fue acogida con división de opiniones entre los pobladores de la colonia.

En primer lugar, los terratenientes criollos, dependiendo de su nivel de renta y lazos con Francia, estaban divididos: unos estaban de acuerdo en acatar las leyes de las Asambleas revolucionarias, mientras que otros, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, querían formar un Estado separado de Francia en el que ellos iban a detentar el poder político además del económico[2].

Por su parte, los mulatos aspiraban a mejorar su suerte: como casta “bastarda”, despreciada incluso por los esclavos negros, pretendían equipararse en derechos a los pequeños terratenientes criollos, cosa que estos no estaban dispuestos a tolerar.

Finalmente, los esclavos negros anhelaban ganar la libertad y obtener carta de naturaleza como hacendados, incluyendo a los “mostrencos” o “cimarrones”, esclavos fugitivos que, ocultos en el interior montañoso de la isla, estaban organizados por su cuenta.

Las autoridades coloniales, como es costumbre, mantuvieron el statu quo previo, lo que degeneró en un gran alzamiento de los esclavos negros, secundados por los mulatos, en 1791.

Estaba capitaneado por Dutty Boukmann, un esclavo de origen jamaicano, que al mismo tiempo era sacerdote vudú, lo que le granjeó un enorme apoyo de la masa de esclavos que seguían en secreto esta religión sincrética. Se dedicaron a asaltar granjas, matar blancos y quemar los ingenios.

Toussaint como soldado francés

Otros grupos de rebeldes negros, con mayor criterio, se pasaron a la parte española de la isla (Santo Domingo) y se pusieron al servicio del rey de España, a la sazón, en guerra con los revolucionarios franceses[3]. Entre ellos, Jean François y George Biassou[4], del que nuestro protagonista era ayudante de campo.

 

Jean Baptiste Belley

Los españoles, que para estos asuntos no perdían puntada y con el objetivo de barrer a los franceses de la isla, proporcionaron a los esclavos rebeldes armas, equipo e instrucción. De paso nombraron a Biassou, Jean François y Louverture generales del “Cuerpo Auxiliar de Negros”, dentro del Ejército español.

En la parte francesa de la isla se vivían momentos de una tremenda confusión y violencia, ya que a las luchas entre negros y blancos se sumó una invasión británica.

Pasado un tiempo, el gobierno revolucionario francés reaccionó y envió a un grupo de delegados a la isla con el plan de prometer la libertad a los esclavos para que éstos se pasasen a su bando. Que se quisiera liberar honradamente a los esclavos es algo que todavía está por ver, ya que, a través de la historia abundan ejemplos iguales, que, al igual que aquí, quedaron en nada[5].

Cuando los delegados franceses Sonthonax y Polverel proclamaron la emancipación de los negros esclavos, Louverture se pasó al bando francés en 1794, enfrentándose a sus antiguos jefes, Biassou y François, que se mantuvieron leales a España. En esta emancipación tuvo una participación clave Jean Baptiste Belley, un liberto negro que fue elegido diputado en la Convención Nacional y el Consejo de los Quinientos en Francia.

Comenzó entonces una meteórica carrera que le llevó a ascender a Teniente General en 1796. Desde esa posición iba a cimentar su ascenso al poder en la colonia, motivo que algunos historiadores argumentan que constituía su verdadero afán.

Desde su cargo de general se dedicó, como es lógico, a enfrentarse a las tropas españolas y británicas y también a la reconstrucción económica de la isla, alentando a la continuidad de la actividad de las plantaciones e ingenios, incluso devolviendo sus propiedades a los colonos blancos contrarios a la Revolución, cosa que le enfrentó a las autoridades metropolitanas.

Sin embargo, Louverture se iba a apuntar un tanto al lograr firmar un armisticio con los ingleses, que abandonaron la isla en 1798.

El único obstáculo para su control absoluto de la isla eran los delgados franceses y su compañero de armas, el general mulato Rigaud, que dominaba el sur de la colonia.

De los primeros se deshizo cuando fueron elegidos diputados en las asambleas francesas y tuvieron que regresar a Francia.

Al segundo se enfrentó militarmente en la “Guerra de los Cuchillos”, que supuso una matanza indiscriminada entre negros y mulatos, demostrando el odio racial que sentían mutuamente.

Dueño de la situación, intentó recuperar de nuevo la maltrecha economía local, adoptando una serie de medidas bastante impopulares y que pusieron en entredicho su pretendida lucha “por la libertad”: por ley, obligó a los negros a trabajar a destajo en las plantaciones, lo que motivó un levantamiento de esclavos que fue reprimido rápidamente por su ejército.

Para calmar las tensiones internas acometió en 1801 la ocupación de la parte española de la isla, lo que consiguió en el lapso de aproximadamente un mes.

Poco después, España y Francia firmaban la Paz de Basilea, por la que España cedía a Francia la totalidad de la isla de La Española. Aprovechando la circunstancia, Louverture dio el golpe definitivo, ya que proclamó unilateralmente una constitución separada de Francia en la que se autodenominaba presidente perpetuo.

A Napoleón, a la sazón Primer Cónsul y dueño de hecho de Francia, esto no le hizo el menor chiste.  En primer lugar, porque deseaba controlar y aumentar la producción azucarera y en segundo lugar, porque tras los vaivenes revolucionarios, el Consulado (y el Imperio unos años después) supuso el triunfo de los burgueses conservadores y sobre todo de sus intereses económicos.

No tardó el Petit Caporal en enviar un ejército de ocupación a la isla, al mando de su cuñado, el general Leclerc[6], que llevaba consigo a los hijos de Louverture, educados en Francia como rehenes, para devolverlos a su padre si colaboraba.

Aunando palabra y obra, Leclerc derrotó a los subordinados de Louverture, generales Dessalines y Christophe, logrando la capitulación de Louverture.

Esta no fue aceptada por Leclerc, que acabó capturándolo y enviándolo a Francia como prisionero, al tiempo que continuaba la guerra contra los haitianos, temerosos de que los franceses fuesen a restaurar la esclavitud (abolida en las colonias francesas desde 1794, pero restaurada más tarde).

DESPUÉS DE LOUVERTURE

Una vez en Francia, Louverture fue encarcelado en el castillo-prisión de Fort de Joux, cerca de la frontera con Suiza, en las montañas del Jura. Allí acabaría muriendo en 1803, debido al deterioro de su salud provocado por el clima frío y los malos tratos.

Paradójicamente, unos meses antes, el general Leclerc había muerto de fiebre amarilla en la Isla de la Tortuga, mientras se encontraba empantanado en una guerra costosa contra los haitianos. Finalmente, el general Jacques Dessalines logró vencer a los franceses del general Donatien de Rochambeau, sucesor de Leclerc en el mando. Acto seguido, proclamó el Imperio de Haití, con él como emperador con el nombre de Jacques I, para equipararse a Napoleón, que había hecho lo propio (1804).

Desde entonces, la historia de Haití, el primer Estado “de color” contemporáneo, ha sido el espejo de lo que iba a venir después con la descolonización de África a partir de los 1960: gobiernos de dictadores extravagantes, rebeliones continuas, acusado peso del tribalismo, guerras civiles y hambre y miseria endémica.

Dessalines, lo primero que hizo fue exterminar a los blancos (como Mugabe en Zimbabwe recientemente) y reinstaurar el trabajo forzado (aunque no la esclavitud). No tardó en ser asesinado por sus colaboradores, el mulato Petion y Henri Christophe, de raza negra.

Estos dos personajes no tardaron en pelearse, dividiéndose Haití en dos Estados, uno al Norte, controlado por Christophe y los radicales, en su mayor parte antiguos esclavos, el Reino de Haití (con él como rey, claro) y otro al Sur, la República de Haití, con Petion de presidente.

Finalmente, sería el sucesor de Petion en el poder, Jean Pierre Boyer, el que unificase Haití, derrotando a Christophe y ejecutándolo después (1820).

El resto de la evolución de Haití es más de lo mismo hasta llegar a la época reciente, en la que el protagonismo de la familia Duvalier y de los políticos que vinieron detrás, como Jean Bertrand Aristide ha dejado patente el fracaso de la “Revolución Haitiana” en el aspecto puramente político.

En el aspecto económico, el éxito fue relativo, ya que, desde los tiempos de Petion se emprendieron una serie de reformas agrarias y políticas tendentes a implantar una red de pequeñas propiedades . El resultado fue una total autarquía en lo referente al abasto de comestibles, cosa que al FMI no pareció gustarle mucho.

Así que envió una delegación para ayudar a Bebé Doc[7] a modernizar la economía local y hacerla más rentable, en otras palabras, a adoptar el neoliberalismo salvaje de los yuppies de Nueva York, que era de lo que iba el asunto. Entre los miembros de la comisión, el hoy gurú posmoderno Eduard Punset (cuando todavía era conocido como Eduardo Punset). El resultado: una serie de medidas neocon que aseguraron la dependencia de EE UU como abastecedor y la ruina total de los pequeños propietarios y sus cooperativas, con el empobrecimiento de un país ya pobre de por sí y una serie de cíclicas hambrunas, agravadas por la serie de catástrofes naturales sufridas recientemente.

EL PORQUÉ DEL FRACASO

Rastreando un poco en la Historia, podemos establecer una serie de factores que coadyuvaron al fracaso , entre ellos:

–        Tribalismo: la mayoría de los esclavos procedían de un mosaico de tribus diferentes del entorno del Golfo de Guinea, pero poco más tenían en común. Sus idiomas, creencias y estructuras sociales eran muy diferentes, cuando francamente hostiles unas a otras. Prácticamente lo único que les unía era el hecho de ser esclavos y el deseo de exterminar a sus dueños. No obstante, la religión criolla, el vudú actuó muchas veces de catalizador, creando un fuerte nexo ideológico común.

–        Inadaptación a una serie de instituciones modernas: los haitianos destruyeron prácticamente la administración colonial durante las guerras que sostuvieron. Posteriormente, intentaron copiar y trasplantar las instituciones francesas tal cual sobre unas personas que lo único que habían conocido en su vida era la tribu y el sometimiento al amo. Ni entendían las leyes, ni las necesitaban, desde su punto de vista, cosa que explica el fracaso del Estado y las frecuentes sublevaciones.

–        Militarismo y corrupción generalizada.

–        Odio racial: en las sociedades criollas el color de la piel era y en cierta medida es hoy día un valor importante. Mientras más blanco, mejor. Así pues, se establecen castas (se recomienda ver las pinturas de Cabrera e Islas del Museo de América de Madrid) según la “raza” de los padres. De tal manera, los mulatos pensaban que los negros eran una panda de salvajes, ya que ellos eran medio blancos. Los negros, marginados, aspiraban a cierto reconocimiento que se les negaba. Por lo tanto, el conflicto estaba servido.

Estos cuatro elementos, siglo y medio después iban a lastrar la independencia de las nuevas naciones africanas, junto a la dependencia económica de las antiguas metrópolis.

No podemos afirmar como decía Spengler, que la Historia sea cíclica, pero sí que ciertos problemas  conjuntados de la misma forma, producen un mismo efecto.

Ricardo Rodríguez


[1]    Comercio a tres bandas entre Europa, América y África, basado en el tráfico de manufacturas europeas, materias primas y metales preciosos americanos y esclavos negros.

[2]    Siguiendo el ejemplo de EE UU

[3]    La llamada Guerra del Rosellón, que acabó con la ocuapción francesa de Figueras y Guipúzcoa

[4]    Son los únicos negros, que se sepa, en llegar al generalato en el Ejército Español. Biassou murió en Florida algunos años más tarde. Sólo el marroquí Mohammed Ben Mizzian, general nacionalista durante la Guerra Civil Española ha igualado este honor.

[5]    En situaciones desesperadas se llega a armar a los esclavos bajo promesa de libertad. Sucedió durante la Antigüedad y más recientemente durante la Revolución Americana, por parte de ambos bandos y en el Ejército Confederado, donde un tercio de los soldados eran negros, extremo silenciado por la historiografía al uso.

[6]    Charles Leclerc (1772-1802) General de caballería francés. Destacó en Italia y se casó con Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón, famosa por su belleza y sus aventuras sexuales.

[7]    Jean Claude Duvalier, dictador haitiano. Sucedió a su padre, el doctor François Duvalier (Papa Doc) en la dictadura haitiana hasta su exilio en 1986. Ambos fueron célebres por el uso del vudú para atemorizar a la población y por el empleo de una milicia, el Tonton Macoute, con la que se deshacían de los opositores. El nombre Tonton Macoute significa en francés criollo “El Tío del Saco”. Se cree que hicieron desaparecer a unas 150000 personas.